Silva Álvarez de Toledo y Silva-Bazán, María del Pilar Teresa Cayetana de. Duquesa de Alba (XIII). Madrid, 10.VI.1762 – 23.VII.1802. Noble.
La que habría de ser XIII duquesa de Alba de Tormes desde 1776 hasta su muerte, hija de Francisco de Paula de Silva y de María del Pilar de Silva Bazán, duques de Huéscar, nació el 10 de junio de 1762, en Madrid, en el palacio familiar de la calle Duque de Alba, donde recibió el agua de socorro, y, al día siguiente, sub conditione, la crismó Francisco Hernández de Xátiva, obispo electo de Quito, titular de la parroquia de San Justo y San Pastor. Llamóse María del Pilar, Teresa —para agradecer a la santa de Ávila su protección durante el alumbramiento—, y se añadieron los nombres de Cayetana, por su abuela, Manuela, Margarita, Leonor, Sebastiana, Bárbara, Ana, Joaquina, Josefa, Francisca de Paula, Javiera, de Asís, de Borja y de Sales, Andrea, Abelina, Sinforosa, Benita, Bernarda, Petronila de Alcántara, Dominga, Micaela, Rafaela y Gabriela, Venancia, Antonia, Fernanda, Bibiana, Vicenta y Catalina. Fue apadrinada por don José Sánchez, un teatino, actuando de testigos el teniente de canciller mayor de las Indias, Ignacio de Ahedo, el secretario y contador del duque de Huéscar, Miguel Bujanda, y el archivero del duque de Alba, Blas Carranza.
Por el temprano fallecimiento de su padre, en 1770, se convirtió en marquesa de Coria y heredera del XII duque de Alba, su abuelo paterno. Tuvo una educación selecta en el ambiente de la Ilustración, al cuidado de su abuelo Alba y de su madre, viuda, y, cuando contaba once años de edad, en 1773, se otorgaron capitulaciones para su matrimonio con su primo, José de Toledo y Gonzaga, duque de Fernandina, hijo de los marqueses de Villafranca, quien usaría el título de duque de Alba con preferencia a los que le correspondían por su sangre. Igualmente se pactaba que el marido se cubriría como Grande en calidad de conde consorte de Oropesa. La boda se efectuó el 15 de enero de 1775, en la iglesia de San Luis Obispo, aneja a la de San Ginés, de Madrid. Actuaron de testigos los duques de Alba y Medina Sidonia y el XV conde de Fuentes, Joaquín Atanasio Pignatelli, quien en aquella misma ceremonia contraía matrimonio con la madre de la novia, convirtiéndose en su padrastro.
El matrimonio dispensó su mecenazgo a don Ramón de la Cruz, a la actriz La Tirana, a músicos y pintores y acometieron la construcción del palacio de Buenavista, luego ministerio del Ejército, junto a la plaza de Cibeles, en Madrid.
Nada prueba que la duquesa mantuviese un pugilato, que vulgarmente se da como cierto, con otras damas relevantes de la Corte como la duquesa de Benavente y, sobre todo, con María Luisa de Parma, princesa de Asturias y luego reina, la cual fue víctima de la campaña de calumnias contra María Antonieta de Francia y otras princesas borbónicas, fruto de la Revolución francesa, de la que es ejemplo el famoso libelo de Chantreau, que cuenta con detalles de enredo que Juan Pignatelli, hermanastro de la duquesa, habría sido a la vez amante de ésta y de María Luisa. La antipatía entre la Reina y Godoy, de una parte, y la duquesa por otro, ha de buscarse no en los celos amorosos sino en la política. En 1800, ya viuda la duquesa, Antonio Cornel Ferraz, maduro militar enemistado con Godoy, frecuentó a la duquesa, aunque si verdaderamente la cortejó, aquello no cuajó en una relación. El 5 de septiembre de 1800 en una carta del Archivo Histórico Nacional, Godoy escribe a los Reyes: “la de Alba y todos sus secuaces deberían estar sepultados en el abismo”; en otra, cuatro días después, Godoy dice incomodarle el partido de Cornel; y en otra, el 11 de setiembre Godoy menciona expresamente “los amores de Cornel con la de Alba”. Por último, Modesto Lafuente cita otra carta de Godoy, de 5 de febrero de 1801, en la que reitera que Cornel “no debe existir”.
Otra leyenda aceptada como verdad histórica es la del idilio entre la duquesa y el pintor Goya, protegido en su juventud por la familia del padrastro y por la madre de Teresa. En verano de 1786, Goya fue invitado por los duques a pasar una temporada en Piedrahíta, donde pudo ejecutar los cartones para los tapices de Las cuatro estaciones. A partir de 1795 es cuando se anudó una mayor intimidad de los Alba con Goya, que pintó sus retratos. En 1797 Teresa, aún de luto por la muerte de su marido el año anterior, estaba en Sanlúcar, y allí debió de pintar Goya su retrato de negro, hoy en Nueva York. La faja que ciñe la cintura de la duquesa es la faja de general de su difunto marido, lucida en recuerdo suyo, lo que aleja la idea de amoríos de la modelo y el pintor. En cuanto a la leyenda de que la duquesa posase para las famosas majas goyescas —vestida y desnuda— no hay la menor constancia de que estos lienzos fueran nunca propiedad de los Alba ni estuvieran jamás en alguno de sus palacios. La primera noticia que de estas telas tenemos las sitúa ya en casa de Godoy, en 1803, después de muerta la duquesa. El hecho de que también en esta colección parase el cuadro de Velázquez La Venus del espejo, que sí está plenamente documentado como procedente de la colección de la duquesa, dio pábulo a la posibilidad de idéntica procedencia para las majas. Pero, aun en el caso de que hubiese pertenecido a los duques, no hay indicios de que la modelo fuese Teresa, rumor del que queda constancia escrita a partir del libro de un francés en la segunda mitad del siglo XIX, Louis Viardot. Cuando se exhumaron sus restos para averiguar si había sido envenenada, se realizó también el estudio antropométrico que dijese si su cuerpo correspondía al de la maja desnuda. Aunque la cuestión quedó pendiente de una investigación más detallada que se publicaría posteriormente, pero que quedó inédita, la primera impresión es que no se apreciaba esa identidad. En 1975, el doctor Hernández Gómez afirmó que la escoliosis padecida por Teresa imposibilitaba que fuese la maja, y, en 2010, un estudio de Luis García Gómez identificaba documentadamente a la modelo de las majas con Pepita Tudó, primero amante y luego segunda esposa de Godoy.
La duquesa falleció súbitamente en su casa de la calle Barquillo, el 23 de julio de 1802, rumoreándose que había sido envenenada, por lo que Carlos IV ordenó una investigación que no halló indicios criminales. El XVII duque exhumó los restos de su antecesora en 1949 para dilucidar si quedaba rastro de veneno concluyéndose que no lo había y que había muerto víctima de una meningo-encefalitis. Recibió sepultura en la iglesia de los jesuitas de la calle de Noviciado, en Madrid, y, según Ezquerra, la cámara sepulcral estuvo decorada con pinturas de Goya. Tras la exclaustración de los jesuitas, los restos mortales fueron trasladados al cementerio de San Isidro, donde aún reposan.
Había otorgado testamento en Sanlúcar de Barrameda, el 16 de febrero de 1797,ante el escribano Francisco de Muñagorri, designando herederos de sus bienes no vinculados a colaboradores, empleados y sirvientes de su confianza, por lo que su sucesor en el ducado de Alba sólo recibió una treintena de cuadros de su magnífica colección, tras el largo proceso que la familia Fitz-James inició contra los herederos mencionados.
Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Archivo de la Casa de Alba, (Palacio de Liria), Archivo de Protocolos; Archivos parroquiales de San Justo y San Pastor, y de San Ginés, en Madrid¸ A. Cánovas del Castillo, Notas acerca de las Memorias de Pepita Tudó, (en Biblioteca Nacional de España, Manuscritos, 12970/6)
J. Ezquerra Del Bayo, La duquesa de Alba y Goya: estudio biográfico y artístico, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Blass, 1928; El palacete de la Moncloa. Su pasado y su presente, Madrid, Espasa Calpe, 1929; C. de Miguel y F. Chueca, Modelo para un palacio en Buenavista. Ventura Rodríguez, pról. de J. Ezquerra del Bayo y nota preliminar del duque de Alba, Madrid, Plutarco, 1935; C. Blanco-Soler, Esbozo psicológico, enfermedades y muerte de la duquesa María del Pilar, Teresa Cayetana de Alba, (conferencia pronunciada en la Real Academia de la Historia, el día 10 de mayo de 1946), Madrid, Real Academia de la Historia, 1946; C. Blanco-Soler, et al., La Duquesa de Alba y su tiempo, Madrid, Ediciones y Publicaciones Españoles, 1949; M. Godoy, Memorias, Madrid, Atlas, 1956, 2 vols.; M. Izquierdo, Antecedentes y comienzos del reinado de Fernando VII, Madrid, Cultura Hispánica, 1963; J. Baticle, Goya, París, Fayard, 1992; S. Waldmann, Goya and the Duchess of Alba, London-New York, Prestel-Verlag, 1998; Mª T. Fernández Talaya, El Real Sitio de la Florida y la Moncloa, Madrid, Fundación Caja Madrid, 1999; M. Barrios, Majas y duquesas, las mujeres en la vida de Goya,Madrid, Temas de Hoy, 2002; J.L. Sampedro Escolar, La casa de Alba, mil años de historia y de leyendas, Madrid, La esfera de los Libros, 2008; L. García Gómez, “Pepita Tudó, modelo de las majas” en Madrid Histórico, nº. 27, (mayo/junio 2010).
José Luis Sampedro Escolar