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Luis Felipe González de Ubieta y González del Campillo

Biografía

González de Ubieta y González del Campillo, Luis. León, 18.XI.1899 – Océano Atlántico, 16.XII.1950. Capitán de corbeta del Cuerpo General de la Armada, jefe de Estado Mayor de la Marina y de la Flota del Gobierno de la República y jefe militar de la isla de Menorca (1936-1939).

De familia oriunda de Vizcaya, su padre era Juan González de Ubieta, ingeniero, y su madre Matilde González del Campillo; tenía un hermano menor que ingresó en el cuerpo de Artillería de la Armada y posteriormente en el de Intervención, siendo asesinado en Cartagena el 15 de agosto de 1936 en la matanza llevada a cabo por miembros del Frente Popular en el vapor España n.º 3. Se presentó a las oposiciones para el ingreso en la Escuela Naval Militar de San Fernando celebradas en Madrid en octubre de 1916. Ingresó el 10 de enero de 1917 en la citada Escuela como aspirante de Marina por Real Orden de 22 de noviembre de 1916, comenzando sus estudios con la promoción n.º 319, la 5.ª ingresada en San Fernando, tras el cierre en Ferrol de la Escuela Naval flotante a bordo de la fragata Asturias. Permaneció Ubieta en la citada Escuela hasta su ascenso a guardia marina, que fue promovido el 1 de enero de 1919. Como aspirante efectuó prácticas a bordo de los torpederos asignados a la Escuela y efectuó dos viajes de fin de curso a bordo del crucero Reina Regente, y prácticas de inmersión en la nueva flotilla de submarinos. Ascendido a guardia marina, volvió a embarcar en el Reina Regente el 10 de septiembre de 1919 y, el 6 de octubre trasbordó al crucero Cataluña y, de este buque, al acorazado Alfonso XIII el 12 de octubre en Ferrol. En este barco permaneció haciendo prácticas de navegación, artillería y lanzamientos de torpedos en las Rías Bajas gallegas, hasta que el 26 de noviembre desembarcó por finalizar el curso escolar. De vuelta a la Escuela Naval, continuó sus estudios, embarcando el 20 de septiembre de 1920 en el acorazado España para continuar las prácticas reglamentarias. El 7 de octubre salió de Cartagena para Puente Mayorga y Algeciras, en donde embarcó el infante Fernando de Baviera y los miembros de la misión para representar a España en el IV Centenario del Descubrimiento del Estrecho de Magallanes. El 11 de dicho mes de octubre salió para Santa Cruz de Tenerife llegando el 14, saliendo el mismo día después de carbonear para Puerto Colón (Panamá), haciendo escala en San Juan de Puerto Rico. Pasado el canal fondeó en Balboa el 2 de noviembre, y tras volver a carbonear se dirigió a Chile, entrando en Valparaíso el 25 de dicho mes de noviembre.

El 9 de diciembre arrumbó a Punta Arenas, adonde arribó el 14. El 1 de enero de 1921 fue habilitado como alférez de navío y el 8 de enero, de regreso de Magallanes, varó el España en el Paso del Chacao, saliendo de la varada el mismo día dirigiéndose a Talcahuano para reparar en su arsenal, en donde entró el día 31. Hechas las reparaciones provisionales, salió el 28 de marzo, para Panamá con escala en Valparaíso. En Balboa entró el barco en dique seco para reparar definitivamente los daños producidos.

Por orden del ministro de Marina desembarcó para su regreso a España en el vapor Puerto Rico de la Compañía General Trasatlántica francesa. Habiendo llegado a Santander, se trasladó a Cádiz y el 13 de julio de 1921, embarcó en La Carraca en el torpedero n.º 11; el 7 de agosto pasó destinado al Cataluña, operando en las costas de Marruecos hasta el 22 de octubre en que el buque se trasladó a Lisboa por los sucesos tumultuosos que se produjeron en dicha capital, quedando a las órdenes del embajador de España, hasta que por orden del ministro de Marina, pasó a la División de Instrucción el 2 de noviembre, para efectuar el curso de fin de carrera. El 14 de dicho mes embarcó en el crucero Carlos V, con el fin de terminar su preparación.

Efectuados los exámenes finales fue promovido a alférez de navío efectivo por Real Orden de 5 de enero de 1922, y por otra se le destinó al buque de salvamento de submarinos Kanguro. De las certificaciones de sus informes personales durante su permanencia en la Escuela Naval y buques en que estuvo embarcado se extrae lo siguiente: “Regular inteligencia y afición, formal y mal estudiante [...] suficientemente estudioso, correcto y formal [...] formal y serio, poco aficionado al trabajo, y de formas correctas [...] ha demostrado ser trabajador, formal y serio.” El 13 de octubre de 1922 se le concedieron dos meses de licencia por enfermo, prorrogados otros dos meses por Real Orden de 14 de diciembre. Por Real Orden de 22 de noviembre de 1922, se le concedió la Medalla Militar de Marruecos, con los pasadores de Melilla y Tetuán, y por otra de 28 de marzo de 1923 se le otorgó la Cruz del Mérito Naval con distintivo rojo, por las operaciones efectuadas el año anterior en la campaña de Marruecos. Por haber pasado a reemplazo por enfermo, continuó en Madrid hasta el 27 de febrero de 1924, que volvió al servicio activo, siendo destinado al cañonero Álvaro de Bazán, en donde embarcó el 17 de marzo en Cartagena, a las órdenes del capitán general. En octubre, se incorporó a un nuevo destino, el guardacostas Uad-Martín, como 2.º comandante, perteneciente a las Fuerzas Navales del Norte de África. En dicho buque desarrolló una gran actividad, en apoyo y protección del Ejército. El 5 de septiembre por haber sido ascendido el 17 de agosto y por desembarco del comandante Fernando Barreto Palacios, fue nombrado comandante [Diario Oficial (DO) n.º 183]. Participó en las operaciones en el desembarco de Alhucemas, llevando a remolque hacia el objetivo, playa de la Cebadilla, a la barcaza K-8 con material de ingenieros, y apoyando con fuego de cañón a las fuerzas de desembarco, teniendo las bajas de dos marineros, uno de ellos tuvo que ser evacuado al buque-hospital Barceló. Continuó en cruceros por la costa marroquí y otras comisiones hasta que el 27 de octubre desembarcó para ir al crucero Princesa de Asturias, al mando del capitán de navío Francisco Núñez Quijano en Ceuta, ocupando el destino de oficial de derrota. Permaneció en este crucero hasta el 14 de agosto de 1926, en que fue destinado al de la misma clase Reina Victoria Eugenia; embarcando posteriormente como 2.º comandante del cañonero Laya y del contratorpedero Bustamante. Por Reales Órdenes de 22 de julio y de 28 de agosto, se le concedieron la Cruz Naval de María Cristina de 1.ª Clase pensionada y la Cruz de 1.ª Clase del Mérito Militar, con distintivo blanco. El 27 de enero de 1927, salió para Sevilla convoyando al Giralda con el rey Alfonso XIII, desembarcando de su buque el día 28, por haber sido destinado a Ferrol a la Comisión Inspectora, para embarcar en el crucero Príncipe Alfonso. Por Real Orden del Ministerio de la Guerra de 13 de enero (DO de Marina del 22), se le concedió la Cruz de 1.ª Clase del Mérito Militar con distintivo rojo. Permaneció en Ferrol efectuando pruebas con su nuevo buque, hasta que el 20 de septiembre fue entregado a la Marina y en 3.ª situación. Por Real Orden del 2 de octubre se le concedió la Cruz del Mérito Naval de 1.ª Clase con distintivo rojo. El 8 de dicho mes salió para Bilbao y el 12, desde este puerto, hacia Barcelona, en donde permaneció hasta el 1 de noviembre, en que salió conduciendo a Su Majestad el Rey en su viaje a Italia, Malta y Túnez, regresando a Ferrol el 7 de diciembre.

Por disposición del 10 de noviembre, se le otorgó la Encomienda de la Orden de Michan Ifdikahar (Túnez).

Continuó en su destino el año 1928, hasta que el 10 de diciembre fue nombrado comandante del guardacostas Alcázar en Cartagena; efectuando comisiones y cruceros en aguas del departamento, por orden superior pasó con su buque a depender del Polígono de Tiro Naval “Janer” de Marín (Pontevedra), en donde atracó el 30 de diciembre de 1929. Por Real Orden comunicada, se le concedió la Medalla de la Paz de Marruecos. En septiembre de 1930, su buque se incorporó a las Fuerzas Navales del Norte de África en Ceuta el día 27. El 3 de diciembre, por haber cumplido el tiempo reglamentario entregó el mando, embarcando como 2.º comandante el mismo día en el crucero Extremadura. En 1932 embarcó en el buqueescuela Juan Sebastián de Elcano como oficial de derrota, efectuando tres cruceros de instrucción, desembarcando al rendir viaje en Ferrol, ascendiendo a capitán de corbeta el 1 de julio de 1934, siendo destinado al Estado Mayor de la Armada. Tras los sucesos revolucionarios de octubre de 1934, Ubieta se ofreció voluntario para, con un pequeño grupo, dar un golpe de mano en Francia y rescatar el vapor Turquesa, buque que había trasladado las armas a Asturias para la Revolución socialista-comunista, y al ser descubierto se había dirigido a Burdeos. No siendo admitida su propuesta, se inició por parte del Gobierno de la República las negociaciones con el de Francia, enviando entonces una pequeña dotación al mando de Luis González de Ubieta, trasladando el buque a Ferrol en noviembre de dicho año 1934. El 17 de noviembre, una vez efectuada su comisión, pasó “al servicio de otros ministerios”, como comandante del buque especial Ártabro, que se construía en Valencia para llevar a cabo una expedición científica al Amazonas. En dicha expedición y como miembros destacados de la Armada, aparecen unidos los nombres de Luis González de Ubieta, David Gasca Aznar y Baudilio Sanmartín García, que van a tener un protagonismo fundamental dentro de los cuadros de mando de la Marina republicana.

Fracasado el proyecto expedicionario, el barco pasó a engrosar la lista de buques de la Armada, dirigiéndose en mayo de 1936 a Cartagena al mando de Ubieta.

Iniciado el levantamiento del 18 de julio, éste se mantuvo leal al Gobierno, no autorizando el vuelo de la avioneta del Ártabro, que le solicitaron el capitán de corbeta Pemartín y el teniente de navío Guitián, piloto de ésta, para dirigirse a Valencia para traer la declaración del estado de guerra. Ubieta en estos primeros momentos parece que se trasladó a Madrid, aunque no está demostrado. Fracasada la sublevación en la Base Naval Principal de Cartagena, tomó el mando del destructor José Luis Díez, trasladándose con él a Alicante y posteriormente a Málaga, en donde entró el 9 de agosto. El día 19 fue nombrado jefe de las flotillas de destructores en la incipiente Base Naval de Málaga, donde el jefe de maquinas del Ártabro, el maquinista Sanmartín, había sido nombrado su jefe.

Posteriormente fue comisionado a Casablanca, para devolver a Cartagena el destructor Gravina, refugiado en este puerto después del enfrentamiento acaecido en el Estrecho, con el crucero nacional Almirante Cervera, y en donde fue hundido el destructor de la misma clase Almirante Ferrándiz, por el crucero Canarias en la amanecida del 29 de septiembre. El buque, permanecía en Casablanca, no pudiendo salir al no disponer de oficiales del Cuerpo General, pues los dos existentes a bordo, alféreces de navío Caso Montaner y Fernández Segade, habían abandonado el barco presentándose en zona sublevada. Por ello y por la competencia profesional de Ubieta, y conocer de Casablanca, donde había estado en varias ocasiones durante la Guerra de África, fue comisionado para llevar a Cartagena el destructor, el cual, el 8 de noviembre, salió de puerto y, tras arrumbar a cabo San Vicente para enmascarar sus verdaderas intenciones, cruzó de noche el Estrecho a 25 nudos y en zafarrancho de combate sin ser detectado por la vigilancia nacional.

Al día siguiente se incorporó a la flota republicana en Cartagena. Tras este éxito, fue nombrado comandante del crucero Miguel de Cervantes. A los pocos días de tomar el mando, estando fondeado el crucero junto con otros buques de la flota gubernamental, fue atacado por el submarino italiano Torriccelli, que le lanzó dos torpedos que lo inutilizó gravemente, y que lo dejó fuera de combate la mayor parte de la guerra. La incapacidad del teniente de navío, Pedro Prado Mendizábal, jefe de operaciones de la flota republicana, que actuaba como un pequeño Estado Mayor de la Armada, aunque sin estar bien definidas sus atribuciones, apoyándose siempre en los comités, y los fracasos de la flota en el Estrecho y en el Cantábrico, hicieron ver la necesidad del restablecimiento del Estado Mayor de la Armada, lo cual se produjo por Orden de 19 de diciembre de 1936, siendo nombrado su primer jefe, el capitán de corbeta González de Ubieta. Otra medida orgánica implantada por el ministro Indalecio Prieto fue la creación del Comisariado Político, sistema inspirado en el instalado en las fuerzas armadas de la Unión Soviética, que sustituirá en mayo a los Comités de gobierno; siendo nombrado para este puesto el obrero metalúrgico y diputado por Santander Bruno Alonso. El mando militar de la flota lo ejercía entonces el capitán de corbeta Miguel Buiza y Fernández- Palacios; tanto éste como Alonso eran personas de buen talante, y sus relaciones difíciles entre el mando político y el militar, fueron armoniosas. No ocurrió lo mismo cuando el jefe de la flota fue Ubieta, que sustituyó a Buiza el 25 de octubre de 1937, cuyo carácter duro y firme era proverbial. Las luchas internas entre comunistas y anarcosindicalistas de la CNT y de la FAI, y demás partidos de izquierda, hicieron dedicar su tiempo a Bruno Alonso en los primeros meses de 1937, pero, desde la llegada de Ubieta, siempre chocando con éste. Hubo gran tirantez entre ellos, incluso se produjo la dimisión del comisario político.

Los anarquistas en sus informes apoyaban a González de Ubieta, considerándolo un magnífico profesional; a este respecto decían en un informe emitido por la comarcal de la CNT de Cartagena a mediados de 1938 sobre ambos lo siguiente: “González de Ubieta: militar profesional, simpatizante con la Organización anarquista, enemigo acérrimo de los marxistas y también del Comisariado, pretende la anulación del mismo, causa a la que se deban sus incidentes con Bruno Alonso. Sus simpatías por la CNT no deben ser motivo para que ésta confíe ciegamente en él.

Bruno Alonso: su historial antifascista es sobradamente conocido. Ha demostrado valor en los actos que ha intervenido con la Flota. No tiene la competencia ni el tacto que su cargo exige. La incompatibilidad con González de Ubieta y su incompetencia podrían ser aprovechadas por la Organización para aspirar al Comisariado General de la Flota”. La noche del 5 al 6 de marzo de 1938 se produjo el encuentro entre la flota republicana y la sublevada, en las proximidades de cabo de Palos, con el consiguiente hundimiento del crucero Baleares; de él dice Bruno Alonso: “No habrían transcurrido más de cinco minutos de haberse iniciado el fuego, cuando una inmensa y terrible explosión resonó en el mar [...]. Muy pronto distinguimos perfectamente al crucero insignia enemigo Baleares, destrozado por la voladura y hundiéndose en las aguas. Al emprender la huida la escuadra enemiga, estimé que debía perseguírsela con el propósito de hundirla o dejarla fuera de combate. Así se lo expresé al almirante Ubieta, diciéndole: ‘don Luis, ¡a por ellos, que son nuestros!’. El almirante no lo entendió así, y con prudencia exagerada desistió de la persecución y puso rumbo a Cartagena”. González de Ubieta justificó su actitud de no tener un segundo encuentro con los cruceros nacionales por una serie de razones técnicas y de falta de torpedos en la mayoría de los destructores. En esta acción se distinguió el alférez de navío Gasca Aznar, uno de los oficiales del Ártabro, que mandaba en esta ocasión el destructor Lepanto. A la llegada de los buques a Cartagena, llegaron distintos mandos a felicitar al jefe de la flota; el primero de ellos fue el jefe de la Base Naval, teniente de navío Antonio Ruiz González, que telegráficamente le había concedido a Ubieta la Placa laureada de Madrid, condecoración creada por el Gobierno de la República durante la guerra en sustitución de la laureada de San Fernando, que le fue impuesta por el general Miaja a Ubieta, en el campo de aviación de la Aparecida días más tarde en presencia de todas las dotaciones de la flota, que costearon, por otra parte, la citada recompensa, aunque finalmente fue la Base la que lo hizo. A finales de 1938 hubo un reajuste de mandos principales de la Armada republicana, cesando en el mando de la flota el capitán de corbeta Ubieta, que pasó destinado como jefe de la isla de Menorca, volviendo a tomar el mando de la flota el del mismo empleo Miguel Buiza. Con la huida del Gobierno de la República a Francia, y el derrumbamiento del frente de Cataluña, el mando nacional comisionó al capitán de fragata Fernando Sartorius y Díaz de Mendoza, conde de San Luis, para que se entrevistase con González de Ubieta para la entrega de la isla. Se llevaron las negociaciones a bordo del crucero inglés Devonshire, para intentar evitar más derramamiento de sangre; Ubieta, acompañado del jefe de la Base Naval de Mahón, 2.º maquinista Baudilio Sanmartín, aceptó entregando su pistola y saliendo con el personal que lo deseó para Marsella a bordo del citado crucero británico. Posteriormente, Luis González de Ubieta se trasladó a Estados Unidos, México, Panamá y Colombia, donde se dedicó, primero como oficial y después como capitán, a navegar en buques de unas navieras americana y colombiana. Finalizada la guerra, fue dado de baja en la Armada el 22 de noviembre de 1939, por no presentarse a las autoridades nacionales. A partir de mediados de los años cuarenta, por presiones de su esposa, a la vista de un decreto que abría la puerta del exilio, González de Ubieta se dirigió a un antiguo compañero de promoción en busca de asesoramiento y apoyo; manteniendo una interesante correspondencia con su compañero el capitán de fragata Aquiles Vial de Leste, comandante de Marina de Santander, con la intención de regresar a España. Su contenido desvela, su fuerte carácter y personalidad, y de él dice Aquiles Vial, al remitir a un sobrino de González de Ubieta, años más tarde (1978), dicha correspondencia, lo siguiente: “Luis González de Ubieta, fue muy amigo mío desde guardia marina y estuvimos juntos en África durante la guerra y después de ella, esta amistad continuó muchos años; cuando nos casamos venía a nuestra casa en Madrid con frecuencia. Luis era muy buen amigo y temible enemigo, valía profesionalmente, en los años anteriores a la guerra civil hizo algún viaje en el Elcano y en Madrid pasaba otras temporadas, sus ideas fueron siempre muy liberales y avanzadas sobre todo en el aspecto religioso, tenía gustos de bien vivir, bien educado y nada socialista, tan confirma esto que en 1934 cuando el célebre contrabando de armas que hicieron los socialistas organizado por Prieto en un bou de pesca llamado Turquesa que pretendió desembarcarlas en la costa asturiana, con fines para la revolución de aquel año en aquella región y que al fracasar el intento escapó y se refugió en un puerto francés; Luis se presentó en el Estado Mayor de Marina, yo estaba entonces destinado en él, ofreciendo un proyecto de ir con personas de confianza, lo que hoy llamaríamos un comando, para apoderarse del barco y traerlo a España, proyecto que no se aceptó y se recuperó el barco por vía diplomática. En el año 1935 fue agregado a la expedición al Amazonas que mandaba el entonces comandante de aviación Iglesias en un barco que Luis mandaría que se llamaba Ártabro y allí hizo amistad con personas muy de izquierdas, unas socialistas y otras simplemente revoltosas. Sin duda como consecuencia de estas amistades, al estallar nuestra guerra y después de un período de oscuridad en Madrid, lo mandaron de almirante de la Escuadra, que era un verdadero desastre, en total anarquía, sin disciplina ni organización. Impuso la disciplina, evitó los desórdenes y asesinatos de aquella marinería desmandada e incontrolada, teniendo que emplear bastante dureza, cosa que no dudo haría, pues por sí lo era cuando hacía falta, y consiguió una mediana organización.

Su actuación con los compañeros en la Zona republicana fue muy buena, nunca quiso cotizarla, pero conozco lo bien que se portó con Jáuregui, que pudo pasar a la Zona sublevada... Como verás por las cartas trató de venir a España empujado por su mujer, no le dieron la entrada o al menos no contestaron y dejaron pasar el tiempo; yo creo que tenía bastantes enemigos y otros temían que al llegar a aquí hubiese hablado, cosa que estoy seguro no hubiera hecho, como dice en sus cartas. Entre los enemigos que tenía el de más importancia era don Salvador Moreno, entonces Ministro de Marina, enemistad muy antigua y que arrancaba de cuando don Salvador mandaba el Elcano y Luis fue de oficial”. La correspondencia se inicia el 12 de diciembre de 1947 y finaliza el 5 de septiembre de 1950. De ella se deduce su honradez y hombría de bien; respecto a su actuación en la guerra y por su intención de volver a España, dice en una de las cartas: “Mis temores no vienen del lado oficial; sé perfectamente, que en este terreno, tomada una determinación, no caben. Pero sí, ya que no las tema, me desagradan las cosas de tipo particular, que, en mi concepto, no pasan de mezquindades. He estado enfrente, pero sin traicionar a nadie, pues a nada me había comprometido... ni siquiera con mi silencio, ya que bien ajeno estaba a lo que se proyectaba, viviendo mi vida, que no era mala; no jugué, pues con dos barajas, como tantos... Bien o mal, hice lo que entendí era mi obligación. Pero sin tener que reprocharme de nada deshonroso. En lo que al alcance de mi mano estuvo, no se cometió un desmán —lo evité— ni tan siquiera en los primeros momentos, que fueron los del barullo; en donde se cometieron, no estaba yo (¿no iba a interesarme mi hermano Álvaro?)” (Asesinado en el vapor España n.º 3 el 15 de agosto de 1936 en Cartagena, junto con cerca de trescientos jefes y oficiales). “No dí el vergonzoso espectáculo de mandar de precario, como tantos sin excluir algunos que hoy están ahí... aunque esto pueda no ser un mérito, para solicitar la entrada; ni a nadie perjudiqué, para hacer méritos, por el contrario, P. Cayetano debe recordar cómo reaccioné con él, cuando me rogó no lo llevara a la Flota conmigo, y por qué [...], y al ayudar a más de uno me jugué muchas cosas, y la cara, que el horno [...] Ni muchas cosas más. Deliberadamente rehuí exhibicionismos que se me proponían a sabiendas de en su día —que son éstos— me proporcionarían magníficos frutos... Todo esto, de ti para mí, pues nada de ello voy a alegar; me parece de mal gusto; lo mismo que pretender disculparse con coacciones que en mi caso, si existieron (no me enteré), no tuve en cuenta. Lo que hice lo hice yo, y nadie más. No hay miedo a lo que puedan decir. Pero no son agradables las pequeñeces y ruindades, en el caso. Me parecen obligadas las anteriores explicaciones, para tu debida tranquilidad de conciencia, ya que tan espontáneamente te brindas a ayudarnos. Con muchas cosas malas, si quieres, como mi actuación militar, ya que política no la haya tenido nunca, ¡ni ganas!, pero perfectamente limpias y correctas, y son sobradamente conocidas”. Luis González de Ubieta escribió su última carta resignado a la posible negativa a su solicitud de entrada en España. Estaba, por otro lado, muy contento por haber obtenido el mando de la motonave Chiriqui, de la Compañía de Navegación y Tierras Elliot S.A., con casa comercial en Barranquilla (Colombia). Le explicaba a su compañero Aquiles Vial los proyectos para los dos próximos años; el mando lo había tomado en Panamá y lo había llevado a Barranquilla con un transporte de toros para Puerto Cabello (Venezuela); le comentaba que para diciembre pasaría al Pacífico, pues otra de las “especialidades” del barco, decía, es el “guineo” (plátano) y para esa época manifiesta que la compañía alquilaba el barco a la United Fruit Cº. No tuvo tiempo a volver al Pacífico, pues el barco se hundió dos mes y pico después, a últimos de diciembre de 1950, en aguas colombianas del Atlántico, no queriendo abandonar el barco y yéndose a pique con él, en un último acto de romanticismo y valor. La tragedia se produjo por su bien probada valentía y espíritu del deber llevado a su más alto grado, pues le costó la vida. En los últimos diez años navegó por aguas de Canadá, Estados Unidos, México, Panamá, Colombia y Ecuador en el Pacífico, en el Atlántico y en el Caribe. Estaba casado por lo civil, en boda celebrada en Barcelona en 1938, con Concepción Casuso, que a su muerte intentó que le reconociesen su matrimonio eclesiástico, por no poderlo celebrar en aquellas fechas en Barcelona. Era primo hermano del héroe de la aviación nacional Carlos Haya González de Ubieta. Fue muy respetado por amigos y enemigos, dejando un gran recuerdo entre sus compañeros de ambos bandos.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Central de la Armada, exp. personal y Hoja de Servicios del capitán de corbeta Luis Felipe González de Ubieta y González del Campillo; Archivo del Comité Nacional de la CNT, Secc. Defensa, Correspondencia y documentos del Ministerio de Defensa Nacional de la República, sign. 33 D, Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid (existe copia legalizada en el Archivo del Museo Naval de Madrid desde enero del 2007); Correspondencia particular entre Aquiles Vial de Leste y Luis González de Ubieta y González del Campillo, facilitada al autor por su sobrino Adolfo González de Ubieta en 2004 (existe una copia en el Archivo del Museo Naval de Madrid).

F. y S. Moreno de Alborán y Reyna, La guerra Silenciosa y Silenciada. Historia de la campaña naval durante la guerra de 1936-1939, Madrid, 1998; P. López Gómez, La expedición Iglesias al Amazonas, Madrid, Organismo Autónomo Parques Nacionales, Ministerio de Medio Ambiente, 2002; B. Alonso, La Flota Republicana y la Guerra Civil de España. Memorias de su Comisario General, Sevilla, Fundación Bruno Alonso, 2006.

 

Hermenegildo Franco Castañón