Río, Louis del. Brujas (Bélgica) 1517 – 31.VII.1578. Jurista, profesor de derecho en la Universidad de París, consejero del Consejo de los Tumultos en Flandes, guardia de las Cartas de la Provincia de Flandes y miembro del Consejo Privado de Bruselas.
Nacido en Brujas en 1517, Louis del Río fue el décimo hijo de Francisco —hidalgo castellano emigrado a Flandes en el primer tercio del siglo XVI— y de su segunda mujer, Magdalena de la Torre.
Aparentemente venida a menos, la familia prosperó y se impuso rápidamente en las instituciones flamencas: caídos en desgracia, letrados, católicos fervientes y sobre todo “ni españoles ni flamencos”, los del Río tuvieron algo de providencial para la Administración real.
Louis se matriculó en la Universidad de Lovania en noviembre de 1552. Mientras estudiaba estableció contactos determinantes: gracias a su tío, se atrajo la simpatía de los miembros del Consejo privado, y gracias a su hermano Pedro del Castillo, la inestimable protección del cardenal de Granvela. De tal manera que en 1565, Felipe II le convocó a su Corte. Del Río dejó su cargo parisino y se puso en marcha, rumbo a Madrid, el 24 de marzo de 1566. Llevaba consigo una carta de recomendación del duque de Arschot; Joachim Hopperus le prometió su apoyo a la Corte, mientras Lorenzo de Villavicencio y Alonso del Canto firmaron pliegos para Gonzalo Pérez, rogando al secretario que acogiera a este “hombre muy doto [...]con la gracia y suavidad que suele a quien las musas tanta honra como a este han hecho”. Louis llegó a Madrid a principios de abril, donde Charles de Tisnacq y Josse de Courteville le introdujeron al Rey. Felipe II le nombró Consejero Extraordinario y le dejó irse a Sevilla, para echar una mano en el negocio de uno de sus hermanos. Del Río volvió a la Corte, donde se quedó un año, aguardando una resolución real. El Rey firmó su nombramiento en febrero, destinándole a ayudar al duque de Alba en la administración de la justicia en Flandes. El 22 de agosto, Louis del Río llegó a Bruselas al lado del nuevo gobernador general.
Desde antes del juramento de los miembros del Consejo de los Tumultos, Louis percibía los derechos y trabajaba en los negocios del falso tribunal: participó en la constitución de los informes de los principales sospechosos, examinó sus papeles y entendió de los testigos de cargo. Colaborando estrechamente con Juan de Vargas, Del Río tuvo las instrucciones de todos los Grandes bajo su mando (Van Straelen, Backerzeele, Laloo), de las cuales las más significativas fueron las de los condes d’Egmont y de Hornes.
A finales del verano de 1568, los “Grands procès” se acabaron y las actividades de Louis del Río se modificaron poco a poco. De hecho, llevada a cabo su principal misión, el Consejo de los Tumultos se metamorfoseó radicalmente: muchos de sus miembros fueron despedidos y suplidos por otros —que no habían visto nada de los procesos expeditivos— mientras los negocios civiles ganaban por la mano a los penales. Si Del Río siguió ocupando un escaño, lo debió a su discreción y abnegación, primordiales, pero también a su carácter fácil y acomodable al del valido Vargas, así como a sus innegables capacidades jurídicas y lingüísticas.
Vargas dominaba el supuesto “trío español” por su prestancia irascible; Roda se quedó en la sombra; mientras Del Río asumía el trabajo de fondo del Consejo.
Louis del Río analizó los negocios comunicados por las Cortes provinciales y los debatió con Vargas y Roda; su aval era imprescindible para los negocios civiles y era el único que podía tratar sólo de negocios de menor importancia. Finalizados los “Grands procès”, el duque de Alba se sirvió de las cualidades de Del Río en muchos negocios de importancia política, hasta que le ordenó entrar en el Consejo Privado.
Este escaño, obtenido a título temporal, fue ansiado por Del Río desde su viaje a la Corte en 1566, y si el duque de Alba se lo concedió en ese momento fue gracias a que Del Río llegó a ganarse su confianza. De hecho, Louis del Río no era un discípulo del duque, pero su alejamiento drástico de los seguidores del cardenal de Granvela, así como la amistad de Vargas y del fiel secretario del duque —Juan de Albornoz—, le permitieron alcanzar el estrecho círculo de los allegados al duque de Alba.
Poco antes de irse, el duque le prometió sus derechos del Consejo de Tumultos para siempre (aunque fuera desechado), así como los escaños oficiales de Consejero Privado y del de Estado. Desde entonces, el agradecimiento y el afecto de Louis al duque serán absolutos. Habiéndose marchado el duque, Del Río se quedó en Bruselas, y se impuso como su más ardiente defensor y fustigó la política de conciliación llevada a cabo por Requeséns. Cada semana, hasta septiembre de 1576, Del Río escribía una larga carta al duque y a su secretario, contándoles todos los acontecimientos, tanto privados como políticos, de la vida que llevaba en Bruselas. Louis pagó cara su terca fidelidad al duque, pues una vez llegado el duque a Madrid, se vio totalmente alejado de la escena política.
Para desmarcarse del duque de Alba, Requeséns tuvo que alejar a sus ministros. Desde este momento, el Consejo de los Tumultos era dirigido por Roda, los derechos de Del Río fueron suspendidos y, a pesar de sus numerosas demandas, no obtuvo ninguno de los escaños prometidos por el duque. Poco a poco, Del Río se dio cuenta de su desgracia, así como de la de su protector, pero siguió proclamándose su exclusivo y eterno servidor.
Sin embargo, un año después de la marcha de Alba, Requeséns comenzó a encargarle misiones puntuales.
El nuevo gobernador necesitaba los servicios de un jurista competente y conocedor de los negocios pasados: intentó conseguirle los escaños prometidos pero, en Madrid, Hopperus se opuso a la idea, arguyendo que participó en el Consejo de los Tumultos, y que no era el que más los merecía y que no se podía aceptar que los gobernadores decidan a quién nombrar por sí solos. Felipe II ordenó que se quedara en el Consejo Privado, por sus competencias, pero no oficialmente, para que no se pudiera asociar su real persona a la represión de los Tumultos.
Requeséns falleció durante la noche del 4 de marzo de 1574, el Consejo de Estado se encargó del gobierno de Flandes y Del Río se asustó. Siguió escribiendo al duque de Alba (tal y como le pidió), pero en lenguaje cifrado y en tercera persona del singular.
Alejado de los negocios, privado de sus salarios, Del Río asistió, impotente, al manejo de los consejeros regentes, a los que consideraba como felones.
Cuando los Estados provinciales (Cortes) de Brabante fomentaron la detención de los miembros del Consejo de Estado, Del Río fue también detenido, mantenido unos meses en Bruselas y despachado ante el Príncipe de Orange, que quería interrogarle. Durante su encarcelamiento por los Estados, Del Río firmó un documento singular, que demostraba sus competencias jurídicas, su talento de retórico y la situación en que se encontraba. Por escrito, los Estados le preguntaron si estaban autorizados a levantarse contra el “illegitime gouvernement et domination des Espagnolz”. En apariencia, Del Río rechazó todas las ideas que defendía antes de ser preso, y defendió realmente la causa de Brabante. Pero lo hizo con una disertación muy sutil, jurídicamente argumentada y en perfecto equilibrio entre la defensa de la autoridad real y la defensa del pueblo “engañado”. De hecho, Del Río se apoyó en las obras de Pedro de Soto y de Diego de Covarrubias y Leyva, famosos juristas, muy allegados y leales a la Casa Real. Ambos estimaron que los sujetos sólo debían obedecer a un príncipe virtuoso y atento a su bienestar, pero que tenían la obligación, a través de sus representantes legales (las Cortes españolas o los Estados flamencos), de destituir un opresor. Su discurso se reveló algo oportunista, muy teórico y eludiendo las cuestiones espinosas; sin embargo, parece evidente que Felipe II nunca supo nada del singular “Advys du conseiller Loys”.
Aunque Juan de Austria llegó a las Provincias, Del Río era requerido ante el Príncipe de Orange el 30 de enero de 1577. El Príncipe le entregó un cuestionario que trataba principalmente del gobierno de Alba.
En sus respuestas, Del Río reveló sinceramente lo que sabía —o lo que creía saber— de los negocios, aunque se aprestó a esquivar cualquier responsabilidad.
Como todos los ministros de la represión de los Tumultos denegados por Felipe II, Del Río clamó haber ejecutado las órdenes dadas oralmente por el Rey.
En virtud del edicto de Marche-en-Famenne, Del Río recuperó la libertad, y llegó a Bruselas poco antes de la entrada de Juan de Austria. El nuevo gobernador, abandonado por la mayoría de los ministros flamencos, ofreció a Del Río su real (pero muy efímera) vuelta en gracia. Por fin, y tras numerosas cartas ditirámbicas alabando la constante lealtad del jurista, don Juan obtuvo el nombramiento oficial de Louis del Río en lo que quedaba del Consejo Privado el 2 de julio de 1578. Diez días después, don Juan se vio forzado a replegarse en Bouge, cerca de Namur, dónde Del Río sucumbía a una epidemia de fiebre, que también llevará a don Juan al ataúd. Fue la viuda de Del Río, Wilhelmine de Bronkhorst, quien se aprovechó de la liquidación de las deudas del Rey a su consejero.
Fuentes y bibl.: Archives Générales du Royaume de Belgique, Papiers de l’État et de l’Audience; Conseil des Troubles; Conseil Privé; Chambres des Comptes; Archivo de los duques de Alba (Palacio de Liria-Madrid), n.º 48; Archivo General de Simancas, Estado (leg. 535-539, 542, 550, 554, 561, 566- 568, 571-574, 576; 2842-2843); Secretarías Provinciales.
L. P. Gachard, Correspondance de Philippe II sur les affaires des Pays-Bas, 1558-1577, Bruxelles, Librairie Ancienne et Moderne, 1849-1879 (ed. de J. Lefevre, Bruxelles, 1940- 1960); J. B. Blaes (ed.), Mémoires anonymes sur les troubles des Pays-Bas, 1565-1580, Bruxelles, 1866; A.D. Delvigne (ed.), Mémoires de Martin-Antoine del Rio sur les troubles des Pays-Bas durant l’administration de Don Juan d’Autriche, Bruxelles, 1869-1871; P. Poullet y C. Piot (eds.), Correspondance du Cardinal de Granvelle, Bruxelles, 1877-1896; Bull etin de la Commission Royale d’Histoire, 2e série, t. 6 (1879); E. Jacobs, Étude d’ensemble sur les membres du Conseil des Troubles, tesis doctoral, Bruxelles, Université libre de Bruxelles, 1954 (inéd.); A. Gosselin, Étude d’ensemble sur les membres du Conseil Privé des Pays-Bas de 1555 à 1585, tesis doctoral, Bruxelles, Université libre de Bruxelles, 1955 (inéd.); A. L. E. Verheyden, Le Conseil des Troubles, La Phare, Florennes, 1981; J. Versele, Louis del Río (1537-1578). Reflets d’une période troublée, Bruxelles, Université libre de Bruxelles, 2004; “Rapport de Gerónimo de Roda sur le fonctionnement du Conseil des Troubles aux Pays-Bas, suivi de suggestions pour sa réforme”, en Bulletin de la Commission Royale d’Histoire, 170 (2004), págs. 169-191.
Julie Versele