Ezpeleta, Fernando de. Burguete (Navarra), p. s. xvii – Ausejo (La Rioja), 1660. Retablista y escultor.
Su obra es indisoluble de la de Sebastián del Ribero (Cantabria, p. s. xvii – Logroño, 1664). En realidad, las biografías de ambos aparecen tan entretejidas y se produce tal caudal de interferencias entre ellas que sería prácticamente imposible analizarlas por separado (si bien Sebastián del Ribero es el que parece ejercer más como arquitecto y Fernando de Ezpeleta como escultor). Más aún cuando, en esa sintonía de vidas, querencias y profesiones, acabaron siendo cuñados y defendiendo unos intereses que les eran comunes. Expertos en arquitectura y escultura, su producción está presidida por la originalidad. Así, sus retablos están articulados por poderosas columnas con el tercio inferior de sus fustes engalanados con puntas de diamante o cualquier otro tipo de sucesión de motivos de naturaleza angulosa o curva mientras los dos tercios superiores se recubren con abundancia de líneas, escamas de pescado, etc. Recurso estético que luego heredarían los arquitectos radicados en Enciso, José de Campos y sus hijos José y Juan o Prudencio Martínez de la Vega y su hijo Pedro. En cuanto a sus prototipos escultóricos de canon alargado, vestimentas angulosas y acartonadas, cuellos cilíndricos y cabezas triangulares con un característico mechón sobre la frente (pero sobre todo sus Inmaculadas), la dependencia de Gregorio Fernández es tan fiel que todo indica que al menos uno de los dos tuvo que haberse formado en el taller vallisoletano de aquél. Éste no sería otro que Fernando de Ezpeleta, nacido en Burguete (Navarra), con lo cual habría que suponer que siguió los pasos de tantos otros navarros más, y fallecido en Ausejo mientras estaba atareado en la fábrica del retablo de Nuestra Señora del Rosario (1660) después de una residencia temporal en El Redal.
Por su parte, Sebastián del Ribero, de orígenes cántabros, murió en Logroño mientras estaba volcado en la construcción del retablo mayor del convento de La Merced, de ahí que fuera enterrado entre sus muros (1664), aunque su lugar habitual de residencia sería San Román de Cameros en una clara estrategia por controlar mercados. No en vano era familiar del Santo Oficio de la Inquisición y “veedor de las obras de arquitectura del obispado”. Pero el hecho de que su cuñado fuera el licenciado Diego Sánchez de Cabezón, beneficiado en las iglesias de Soto y Cabezón de Cameros, junto a otros factores más explica suficientemente por qué ambos artistas, Sebastián del Ribero y Fernando de Ezpeleta, se desenvolvieron tan bien por el territorio camerano perteneciente al señorío de los condes de Aguilar o de los condes de Murillo (Camero Viejo y Nuevo o Valle de Ocón, sin perder de vista Enciso o Cervera del Río Alhama). De tal forma que no habrá prácticamente ni un solo edificio religioso de esa superficie que no recurra a sus servicios: Villanueva, Jalón, Velilla, Treguajantes, colateral para Los Molinos de Ocón, retablo mayor de Terroba (1640), antiguo retablo para la ermita de Nuestra Señora de Villavieja en Nalda, según contrato del 9 de septiembre de 1643, Soto (1646), retablo de San Pedro para Luezas (1646), Nuestra Señora de la Estrella en Enciso (1649), Ausejo, Pipona (1649), colaterales de El Redal (1649), Leza de Río Leza (1650), retablo para la ermita de Santiago de Jubera mientras estaban atareados en diferentes cometidos en Herce (1653), retablo mayor de la iglesia de Santa María de Munilla (1655), Cristo a la Columna y Calvario de tres figuras para el retablo mayor de la iglesia de Santa Ana de Cervera del Río Alhama (1657), reconocimiento por parte de Sebastián del Ribero del retablo mayor de Autol en unión de Pedro de Oliver (1659), Santa Lucía de Ocón (1660), trabajos concretos en el retablo mayor y colaterales del convento de carmelitas descalzas de Calahorra (1661), Lapuebla de la Barca.
Pero es el retablo de Nuestra Señora del Rosario de Ausejo el que marca de algún modo, y por imperativo de la muerte, el final de estas relaciones. Contratado en 1655 por Fernando de Ezpeleta, a su fallecimiento era Sebastián del Ribero el encargado de concluirlo (1661), siendo tasado en 1663 por Diego de Ichaso.
Consta que uno de los últimos trabajos de Sebastián del Ribero fue dar traza para el retablo mayor de Torre de Cameros (1664).
Obras de ~: Retablo mayor, Terroba (La Rioja), 1640; Retablo mayor, Soto (La Rioja), 1646; Retablo mayor de la iglesia de Nuestra de la Estrella, Enciso (La Rioja), 1649; Retablo mayor, Ausejo (La Rioja), 1649-1650; Retablo, Pipaona (La Rioja), 1649-1650; Retablos colaterales, El Redal (La Rioja), 1649- 1650; Retablo, Leza de Río Leza (La Rioja), 1649-1650; Retablo para la ermita de Santiago, Jubera (La Rioja), 1653; Retablo mayor de la iglesia de Santa María, Munilla (La Rioja), 1655; Cristo a la Columna y Calvario de tres figuras para el retablo mayor de la iglesia de Santa Ana, Cervera del Río Alhama (La Rioja), 1657; Retablo mayor, Santa Lucía de Ocón (La Rioja), 1660; Trabajos en el retablo mayor y colaterales del convento de carmelitas descalzas, Calahorra (La Rioja), y Lapuebla de la Barca (Álava), 1661; Retablo de Nuestra Señora del Rosario, Ausejo (La Rioja), 1655-1662.
Bibl.: J. M. Ramírez Martínez, Los Talleres Barrocos de Escultura en los Límites de las Provincias de Álava, Navarra y La Rioja, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos (IER), 1981; J. M. Ramírez Martínez y J. M.ª Ramírez Martínez, La Escultura en La Rioja durante el Siglo xvii, Logroño, IER, 1984; M.ª del C. González Echegaray et al., Artistas Cántabros de la Edad Moderna, Salamanca, Europa Artes Gráficas, 1991; J. M. Ramírez, Retablos Mayores de La Rioja, Agoncillo (La Rioja), Labelgrafic, 1993; E. Sainz Ripa y J. M. Ramírez Martínez, El Convento de Carmelitas de San José de Calahorra, Logroño, Gráficas Quintana, 1997; J. M. Ramírez Martínez, “La Ermita de Nuestra Señora de Villavieja en Nalda”, en El Chapitel (Logroño), 7 (noviembre de 1998), pág. 81.
José Manuel Ramírez Martínez