Hoz Berrio, Antonio de la. Segovia, c. 1520 – Santo Tomé de Guayana (Venezuela), 1597. Conquistador y gobernador.
Segoviano de origen vizcaíno, hijo de Juan de Berrio y de Ana de la Hoz. Pocos datos se tienen de sus primeros años en su tierra natal. Desde los catorce años se encontraba actuando, seguramente como escudero de algún noble caballero, primero al servicio de Carlos I y después de Felipe II, con el que compartía generación. La hoja de servicios militares de Antonio de Berrio, quien perdió tres hermanos al servicio del Emperador, refleja el mapa de los principales conflictos a los que tuvo que hacer frente Felipe II durante su mandato, heredando y ampliando de su padre tanto posesiones como conflictos. Aparece Berrio en la toma de Siena (1555) con las tropas reales del duque de Alba, en un inestable Flandes, en Alemania con los tercios españoles, en la berbería mediterránea (1560-1565), donde actuó ya como alférez, o en la represión de la rebelión morisca de las Alpujarras (1568), que le sirvió para ser nombrado gobernador de la región granadina. Soldado, pues, veterano, llegó a las Indias en 1580, con cincuenta y tres años, al recibir en herencia por su mujer, María de Oruña, sobrina del conquistador y adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada, el patrimonio familiar e ideológico de este último, fallecido en febrero de 1579. Le esperaba una encomienda en el Nuevo Reino de Granada y, sobre todo, la ilusión y obsesión en una empresa: la empresa de El Dorado, que Jiménez de Quesada dejó inacabada y que Berrio asumió como reto personal.
Desembarcó en Cartagena para rápidamente hacerse cargo de la prometedora herencia que incluía la gobernación de El Dorado, territorio de 400 leguas cuadradas entre los ríos Pauto y Papamene, concedido por la Audiencia de Santafé (1582), que hizo soñar a Berrio con adquirir, no sólo gloria y fama, sino un posible título de marqués, que podía situarle a la misma altura que los ya consagrados Hernán Cortés o Francisco de Pizarro. Se instaló primero en Tunja y posteriormente en Chita, en los Andes, localidad próxima a los ríos Meta y Casanare. En 1584 emprendió, con ochenta hombres, su primera jornada a El Dorado, en la que tuvo noticias de una comunidad de amazonas, con las que no contactó, y de la laguna de Manoa, situada en unas montañas tras el Orinoco, donde, presumiblemente, se hallaban los tesoros de El Dorado. La espesura de la selva, las enfermedades y la falta de alimentos le obligaron a regresar al Nuevo Reino tras diecisiete meses de fatigas y haber gastado 30.000 ducados. Lo mismo le sucedió durante su segunda entrada en 1587, añadiéndose la actitud hostil de los indios y el amotinamiento de sus hombres que prefirieron abandonarle a seguir sufriendo sin recompensas. Regresó en marzo de 1589 y tardó solamente un año en organizar la tercera y más importante de sus expediciones.
Esta vez (1590), partió con setenta hombres, entre los que se encontraba su hijo y heredero Fernando, que contaba sólo con trece años. De nuevo, no consiguió romper la cordillera del macizo guayanés, pero en lugar de regresar derrotado al Nuevo Reino, descendió por el Caroní hacia el Orinoco para llegar a la isla de Trinidad en septiembre de 1591. Desde la isla Margarita, donde se había refugiado, encargó a su hombre de confianza y maestre de campo, Domingo de Vera Ibargoyen, la fundación de la ciudad de San José de Oruña (18 de mayo de 1592) en el interior de Trinidad y, posteriormente (1593) una nueva exploración, Orinoco arriba, en busca de la entrada a El Dorado guayanés. En abril de 1595, mientras un envejecido Berrio esperaba en Trinidad la ayuda peninsular para organizar la entrada definitiva a El Dorado, una expedición inglesa al mando de sir Walter Ralegh, cortesano de la reina Isabel, desembarcaba en Trinidad, quemando la ciudad de San José de Oruña y capturando al propio gobernador. Tras un intento frustrado de Ralegh de capturar Cumaná (junio de 1595), Berrio quedó libre para intentar de nuevo la aventura del Orinoco. Con refuerzos llegados del Nuevo Reino de Granada, fundó Santo Tomé de Guayana (diciembre de 1595), cerca de la desembocadura del Caroní, e intentó el poblamiento con familias de colonos llegados de España (1596), gracias a los esfuerzos de Vera. La falta de víveres, las enfermedades y los ataques indígenas acabaron con las últimas esperanzas del viejo capitán y gobernador, que con más de setenta años a cuestas y diez hijos, enfermo y sin fuerzas, rindió su vida (1597), vencido finalmente por la leyenda de El Dorado.
Bibl.: H. Ruiz, La búsqueda de El Dorado por Guayana, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1959; P. Ojer, Antonio de Berrio, gobernador de El Dorado, Burgos, Universidad Católica Andrés Bello-Instituto de Investigaciones Históricas, 1960; “El testamento de Jiménez de Quesada y el de Don Fernando de Berrio”, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, n.º 170 (1960), págs. 318-326; La formación del Oriente venezolano, Caracas, Instituto de Investigaciones Históricas, 1966; J. Hemming, En busca de El Dorado, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1984; F. J. Mosacula María, Don Antonio de Berrio (1527-1597). Un capitán segoviano en Indias, Segovia, Ayuntamiento, 1994; R. Piqueras, “Antonio de Berrio y las Ordenanzas de 1573”, en Boletín Americanista, n.º 49 (1999), págs. 233-243.
Ricardo Piqueras Céspedes