Ovando, Cristóbal de. Trujillo (Cáceres), s. m. s. XVI – Moreruela (Zamora), VI.1638. Monje cisterciense (OCist.), abad.
Descendiente de una noble familia extremeña, sobre la que no se encuentran hoy datos en los archivos cistercienses, se sabe que ingresó en Moreruela hacia 1570, llegando a ostentar el cargo abacial del propio monasterio el trienio 1614-1617, lo que supone en él una cultura y equilibrio excepcionales, que iría ampliando a lo lago de su vida, por haber ostentado cargos importantes hasta el fin de sus días. Tomás de Peralta —historiador de Oseira—, al reseñar su vida a la vista de la documentación hoy desaparecida sobre su paso por la abadía de Oseira el trienio 1626-1629, le tributa los más cálidos elogios por los gratos recuerdos dejados en el monasterio. Este autor, después de indicar que fue el último monje extraño a la comunidad venido de otro monasterio, escribe: “Hijo fue de Moreruela, y natural de Truxillo, ciudad conocida de Extremadura y del muy ilustre linage de los Ovandos que ay en aquella ciudad el cual después de monje heredó el condado de Ardeque, y por él su monasterio de Moreruela. No tuvo Osera hasta oy trienio de mayor recibo. Es persona noble de superior ingenio y talento, con universal aplicación para todo género de letras y materia de estado y cosas de gobierno. Insigne predicador, lo fue con grande aceptación y general aplauso de la corte y de las escuelas y universidad de Salamanca. Fue abad de aquel nuestro Colegio, habiéndolo sido primero de su monasterio de profesión. Entró a serlo deste el mayo de 1626, donde en el gobierno espiritual de la religión tubo santo celo templado con gran prudencia. Y en lo temporal hizo mucho porque fue muy limosnero con todo género de pobres y peregrinos. Hizo una buena librería y compró cantidad de libros para ella”.
Al abad Ovando se debe igualmente la construcción de la escalera del dormitorio de ancianos, demolida en parte por las turbas a raíz de la desamortización, pero gracias al padre Juan María Vázquez Rey —monje de la comunidad, fallecido en 1993— ha sido restaurada, así como uno de los dos tramos de bóveda de arista que se había hundido. La crónica del monasterio recoge otras muchas obras importantes en el monasterio y sus prioratos.
Desde el año 1150, la comunidad de Oseira era dueña del puerto de Marín, una de las posesiones más lucrativas, que le llegó por cesión testamentaria del monje fray Diego Arias. En esa villa tenía destacado de continuo un monje que atendía a los labriegos y moradores del puerto, y los abades de Oseira velaban también por la buena marcha y progresos de sus asuntos temporales. “Proveyó al puerto de Marín de pan —dice la crónica— el año de el hambre que pereció por mar y tierra y le desamparaban, con que no faltó ningún vezino. En su tiempo se entabló en el dicho puerto la pesca del Cecial y prestó a los vecinos del más de doce mill reales para bolantes y redes. Entabló Ansimesmo el segundo cerco de sardinas. Hiço allí el plantío y huerta y dejó hecha parte de la cerca”.
Ovando llevó a cabo otras muchas obras tanto en dicho priorato como en otros, pero es imposible enumerarlas. Sólo cabe añadir un dato que lo define de carácter enérgico. Existía en el priorato de Santa Cruz de Arrabaldo un vasallo poderoso llamado Antonio Mosquera, el cual, por alguna fricción que tuvo con el monje prior que atendía a los colonos, se portó de manera desmedida hasta echar mano a la espada. Enterado el abad Ovando, le hizo prender y llevar a la cárcel de Oseira, en la cual quedó recluido bastante tiempo hasta que habiendo recurrido a la Audiencia de La Coruña y estudiados los autos, después de gastar mucho dinero se vio libre de la prisión, no sin antes prometer pedir perdón de rodillas a dicho prior ofendido, cesando el pleito “por haberse metido de por medio el padre Abad de Celanova y otras personas graues”.
Al tiempo que el abad Ovando regía la comunidad de Oseira, gobernaba la Congregación de Castilla fray Ángel Manrique, quien siguiendo la costumbre imperante en la misma, antes de cesar en el cargo, preparó el terreno para que los electores se orientaran en el momento de emitir su voto para elegir sucesor. Dicen que estuvo titubeando si recomendar o no a Cristóbal de Ovando, por tener en su haber una brillante hoja de servicios y gran capacidad. Peralta, en su lenguaje incisivo y enigmático, aludiendo a este particular escribe: “Más que entonces huuiera aora quien calificara el acierto y quien reprendiera el yerro”. No salió elegido general, sino sólo definidor o consejero, por lo que siguió viviendo en Oseira. Más tarde le nombraron abad de Armenteira, pero se dice que pidió misericordia, es decir, renunció al cargo para continuar viviendo en su celda de Oseira.
En mayo de 1638 le nombraron abad de Moreruela, donde estaría poco tiempo, pues allí murió en la primavera de 1638: “Huuo de ir a morir como él asseguraua. Cumplióle tan aprisa, que parece que fue solo a eso, no sé si llegaron a veinte días los que allá viuió”.
Bibl.: A. Manrique, Anales Cistercienses, IV. Compendium Observantiae Hispaniae, Lugduni, Iacobi Cardon, 1659, passim; T. de Peralta, Fundación, antigüedad y progresos del imperial monasterio de Nuestra Señora de Osera, de la Orden del Císter, Madrid, Melchor Álvarez, 1677, págs. 324-325; D. Yáñez Neira, “El Monasterio de Oseira cumplió ochocientos cincuenta años”, en Archivos Leoneses, 85-86 (1989), págs. 212-213.
Damián Yáñez Neira, OCSO