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Cipriano Gutiérrez

Biografía

Gutiérrez, Cipriano. Escalona (Toledo), p. m. s. xvi – Ovila (Guadalajara), I.1572. Monje cisterciense (OCist.), teólogo, filósofo, liturgista, apóstol de la Alcarria.

Crisóstomo Henríquez —al que siguen Carlos de Visch y Nicolás Antonio— le apellida erróneamente Rodríguez en vez de Gutiérrez. Le confunden con fray Alonso Ruiz, monje del mismo monasterio de Nogales, general reformador; en cambio, no hay referencia alguna de que fray Cipriano ostentara nunca este cargo. Ingresó en Nogales en 1545, teniendo la suerte de recibir el hábito de manos del gran exégeta fray Cipriano de la Huerga, el 1 de noviembre de 1545.

Se dice que fue el primer hábito que dio este maestro, del cual recibió lecciones que le sirvieron para llegar a ser con el tiempo un afamado maestro y apóstol de las almas. Formado primero en la abadía, emporio de la cultura cisterciense en la España de aquellos tiempos, y luego en los distintos colegios, comenzó muy pronto a rendir frutos, en los distintos puestos prestados a la Orden.

En 1569 fue nombrado abad de Ovila, donde desarrolló una ingente labor, aunque es posible que su modo de actuar se antoje discutible para algunos al fijarse en el relato transmitido por el Tumbo del monasterio, al decir que ejecutaba unas funciones que no eran muy acordes con las tradiciones de la Orden.

Tan pronto como tomó posesión de la abadía el 25 de junio de 1569, comenzó a actuar de una manera distinta de las prácticas cistercienses. Encomendó el gobierno del monasterio al padre prior y a los decanos del monasterio, y él salía a predicar por los lugares de la comarca, ocupándose en el apostolado externo todo el trienio como si se tratara de unvarón apostólico. Algunas veces salía a caballo, pero las más caminaba a pie, llevando su cogulla al hombro, y otras veces se la llevaba un criado de la casa.

Estando predicando en el lugar de Valdeolivas, le avisaron que habían llegado al monasterio los padres visitadores para realizar la visita ordinaria a la comunidad, y aunque después se personó en el monasterio, su contestación fue que él no tenía nada que hacer en la visita, que los padres visitadores cumplieran con su oficio.

A pesar de aquel celo apostólico en que vivía sumergido, no tenía abandonados sus deberes pastorales sobre los monjes, según lo dan a entender las notables mejoras introducidas en la casa y el cuidado diligente en recuperar bienes materiales que anteriormente habían sido usurpados a la comunidad. No olvidó nunca los deberes impuestos al abad, antes los cumplió, buscando personal competente que le suplieran en muchos casos, y él se entregaba luego al apostolado de las almas. Este proceder, si bien no estaba muy acorde con las normas existentes en aquellos tiempos, sin duda se fijó cómo en los primeros tiempos de la Orden, en que no faltaron quienes de una manera u otra ejercieron el apostolado, comenzando por san Bernardo. No pudiendo descender a enumerar tantos beneficios dispensados a Ovila, se recoge su último aliento consignado en el Tumbo: “Al fin con la fatiga de la continua predicación por los lugares así de Sigüenza como de Cuenca, le dio un tabardillo de que murió, dejando a todos mucho exemplo”. Su muerte parece fue a comienzos de 1572, cuatro meses antes de concluir el trienio. Dicen que uno de los monjes, llamado fray Pedro de Ovila, escribió su vida, de la cual no ha quedado el menor vestigio.

 

Obras de ~: Teología oescolástica y expositiva; Comentarios sobre los Himnos de Tempore et Sanctis.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, sección clero, manuscrito 5564, fol. 244.

C. Henriquez, Phenix reviviscens, Antuerpiae, 1626, págs. 292-294; N. Antonio, Biblioteca hispana vetus, t. II, Roma, ex officina Nicolai Angeli Tinassii, 1672, pág. 200; R. Muñiz, Biblioteca Cisterciense española, Burgos, Joseph de Navas, 1793, pág. 160; E. Manning, Dictionnaire des auteurs cisterciens, Rochefort, La Documentation Cistercienne, 1975, pág. 326; D. Yáñez Neira, Archivos leoneses, 49 (1971), pág. 121; Anales Toledanos, XII (1977), págs. 102-103; Archivos Leoneses, 78 (1985), págs. 318-319.

 

Damián Yañez Neira, OCSO

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