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Miguel de Ucero

Biografía

Ucero, Miguel de. ?, p. t. s. xii – ?, s. xiii. Fraile dominico (OP), compañero de santo Domingo de Guzmán.

En la Historia de la Orden Dominicana, figura fray Miguel de Ucero como uno de los dieciséis primeros dominicos del mundo, de los cuales siete eran españoles, uno de ellos, Manés de Guzmán, hermano del fundador. Su nombre va unido, sin muchos más datos, a las tareas de los obispos Martín Baztán y Diego de Acebes y al de dos canónigos de la Catedral de Osma, Domingo de Guzmán y Pedro de Madrid. Estos, dicen las crónicas, “forman la corona de gloria de restauración y reforma de la diócesis, iniciada por San Pedro de Osma en 1101”. Siendo capitular de Osma, bajo la regla de San Agustín, a comienzos del siglo xiii, acompañó por tierras de Francia (1202-1203) a Diego de Acebes y a Domingo de Guzmán, éste entonces sub prior del Cabildo oxomense, para una misión política al servicio del rey Alfonso VIII. Llegados a Tolosa, se encontraron con la sorpresa de que esta región seguía las corrientes heréticas radicales de los albigenses, valdenses y cátaros, que estaban extendidas igualmente por Flandes, Inglaterra e Italia.

Inmediatamente después de que Diego de Acebes confirmó el matrimonio de Fernando, hijo del Rey, con la hija del conde de Orlamunde, el prelado regresó a Castilla; pero Domingo de Guzmán y Miguel de Ucero permanecieron en Francia, donde emprendieron una campaña de evangelización y conversión de herejes e infieles en Carcasona, Tolosa, Montpellier y Narbona, entre otras ciudades, en medio de revueltas y actos de violencia. Para mejor llevar a cabo la tarea, se creó una Asociación conocida por el nombre de Hermanos de la Predicación, de la que él formó parte. Esto sería el embrión de la Orden de Predicadores, en tiempos de Inocencio III, confirmada luego por Honorio III el 22 de diciembre de 1216. Igualmente participó en la institución de la Milicia de Jesucristo, una especie de Orden Militar, al modo de las de Calatrava y Santiago, y que, al correr de los tiempos, se transformó en la piadosa Orden Tercera de Santo Domingo. Cuando las actas hablan de la posterior dispersión de sus miembros (a raíz de la reunión de Prulla, 15 de agosto de 1217), hay datos sobre la distribución de los primeros frailes a distintos puntos: Roma, España, París y Tolosa. Así, siete frailes fueron destinados a París para estudiar Teología y cuatro vinieron a España; uno de éstos era fray Miguel de Ucero, que fue enviado, junto con Domingo de Segovia, para predicar y fundar nuevos conventos. En menos de cuatro años se establecían en toda Europa no menos de ciento veinticinco comunidades.

No obstante, fray Miguel de Ucero y su compañero, tras sucesivos fracasos, acudieron a informar sobre sus dificultades para conseguir fundaciones a santo Domingo, que entonces se encontraba en Roma. El santo decidió en diciembre de 1218 entrar en España con Domingo de Segovia, pero no se cita la presencia de Miguel de Ucero como componente de esta expedición, que, con la presencia del fundador, consiguió establecer en un sólo año conventos en Segovia, Palencia, Burgos, Zaragoza, Zamora, Barcelona y Santiago de Compostela. A partir de esa fecha se pierde la pista de su actuación hasta su muerte.

 

Bibl.: Archivum Fratrum Praedicatorum, periódica, Roma, Istituto Storico Domenicano, 1931; C. Palomo, “Dominicos, Ordo Praedicatorum”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de la Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, págs. 766-772; J. de Sajonia Beato, “Orígenes de la Orden de Predicadores”, en Santo Domingo de Guzmán. Fuentes para su conocimiento, ed. de L. Galmés y V. T. Gómez, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), 1987, págs. 88-89; “Apostólica vita en el cabildo de Osma”, en C. Aniz Iriarte, L. V. Díaz Martín (coords.), IV Jornadas de Estudios Medievales, Salamanca, Editorial San Esteban, 1996, págs. 225-281; A. Pérez Rioja, Apuntes para un diccionario biográfico de Soria, Soria, Caja Duero, 1998, pág. 341.

 

Gregorio Bartolomé Martínez

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