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Pedro Ángel de Espiñeira

Biografía

Espiñeira, Pedro Ángel de. San Pedro de Vilariño (La Coruña), 1727 – Concepción (Chile), 1778. Religioso franciscano (OFM) y obispo de Concepción (Chile).

Pedro Ángel ingresó a la Orden de los Hermanos Menores de San Francisco en 1742, profesó en ella en 1743, cursó sus estudios en el convento Máximo de Santiago de Galicia y se destacó durante los años de su formación por su sobresaliente capacidad intelectual. Dado su indiscutible talento, pudo haberse presentado para ejercer alguna cátedra magistral, pero su vocación misionera le impulsó a embarcarse con los tres fundadores del colegio de misiones de Chillán a comienzos de 1752 con rumbo al convento de Ocopa en Perú. Permaneció en él hasta enero de 1757. Su espíritu apostólico vibraba con la cristianización de los araucanos y no se detuvo hasta llegar a las misiones de Rucalhue y Rarinlevu en el sur de Chile.

Antes de este nombramiento trabajó en la conversión de los pehuenches en la alta cordillera del Bío Bío. Su recia espiritualidad y la bondad seráfica de su trato le ganó el aprecio de los naturales que lo apodaron Tipaiante, es decir, nació el sol.

En su diario publicado con el título Relación del viaje a los pehuenches, en 1758, fray Pedro Ángel Espiñeira estampa en forma nítida, sincera y espontánea los motivos que lo llevaron evangelizar a los indios: el amor al prójimo y el compromiso con su Orden religiosa y la Monarquía española. Su experiencia misionera le permitió conocerlos bien. Por haber vivido entre los pehuenches en las escarpadas cumbres andinas, comprendió que este pueblo se oponía al sedentarismo que deseaba imponer el gobernador Antonio de Guil Gonzaga siguiendo el criterio de los jesuitas, partidarios de reducir los indios a pueblos para evangelizarlos mejor. El misionero Espiñeira era partidario del aumento de misioneros, de la convivencia de estos con los indios y del establecimiento de escuelas para educar a los niños indígenas.

Los franciscanos, en general, estimaban que no bastaba la mera recepción del bautismo. Era necesario acompañarlos en el proceso de su cristianización respetando su libertad. No coincidían con los métodos de los jesuitas, quienes bautizaban con facilidad a los párvulos y posteriormente los atendían durante sus correrías misionales. Fray Pedro Ángel Espiñeira siguió este método solamente en Chiloé, en consideración a la dispersión de las comunidades en las numerosas islas del archipiélago y a las tareas de acompañamiento y atención sacramental realizada por los fiscales de las islas.

En 1760 fue elegido guardián del colegio de misiones de Chillán. Su gestión fue reconocida por el gobernador Manuel Amat, quien lo propuso al rey Carlos III para el cargo de obispo de Concepción a la muerte de José Toro. Presentado al papa Clemente XIII fue nombrado obispo en el consistorio del 24 de noviembre de 1761 y se le encargó la diócesis de la Concepción de Chile. En 1762 fue consagrado por el obispo de Santiago Manuel Alday y Aspée. El nuevo obispo encontró la ciudad de Concepción recuperándose lentamente del terremoto de 1751, sin embargo todavía no se decidía el lugar donde se construiría la nueva ciudad. El obispo comunicó esta situación al Rey en 1764 para zanjar una discusión que se mantenía ya durante trece años entre los vecinos y apoyó al gobernador Antonio de Guil de Gonzaga para reedificar la ciudad en el valle de la Mocha.

La aprobación por parte del gobernador de concretar el proyecto jesuita de reducir los indios a pueblos, provocó el alzamiento y la rebelión de los indios en 1766 lo que dificultó la visita pastoral del obispo a la diócesis. Conocidos los problemas de las parroquias no se pudo abordarlos como deseaba el obispo, debido a la merma de religiosos para atender a los fieles. Los jesuitas fueron expulsados en 1767 y era imposible reemplazarlos por la falta de sacerdotes. A raíz de la expulsión, la actividad pastoral absorbió todas las energías del obispo Pedro Ángel Espiñeira, quien tuvo que esperar algunos años más para reorganizar el seminario diocesano y levantar el nivel cultural de la ciudad reabriendo el colegio convictorio, pues los continuos terremotos y alzamientos indígenas contribuían a la destrucción de lo realizado con tanto esfuerzo.

Asistió al concilio de Lima de 1772 y se mostró contrario a la doctrina del probabilismo que habían difundido los jesuitas y tomó numerosas medidas para combatirla. Tras quince años de gobierno episcopal, falleció el 9 de febrero de 1778, a la edad de cincuenta y un años. Los logros de la reorganización diocesana que emprendió permiten afirmar que fue el más destacado de los prelados del siglo xvii que gobernaron la diócesis de Concepción.

 

Bibl.: R. Lagps Baeza, Historia de las misiones del Colegio de Chillán, Barcelona, Juan Gil Editores, 1908; J. A. González Pizarro, “Pedro Ángel de Espiñeira”, en Episcopologio chileno. 1561-1815, t. IV, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1992; M. Barrios Valdés, Presencia franciscana en Chile. 1553-2003, Santiago de Chile, Publicaciones del Archivo Franciscano de Santiago, 2003.

 

Marciano Barrios Valdés

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