Pons y Ojeda, José de. León de Palleja. General. Orihuela (Murcia), 1817 – Boquerón del Sauce (Paraguay), 18.VII.1866. Militar y escritor.
Según la mayoría de la bibliografía, era natural de Sevilla, quizás por haber sido bautizado allí. Sin embargo, en la fe de bautismo de su hijo León, nacido en La Aguada, Montevideo, el 8 de febrero de 1845 (iglesia de San Francisco de Asís, Montevideo, n.º 40, 2 de marzo de 1845, Libro I., foja 328), se inscribe como “natural de Orihuela, Reino de Murcia”.
Su padre, Manuel Pons de Palleja, doctor en Medicina, le hizo educar bajo el cuidado de un tío sacerdote, comenzando su formación militar en la Academia Militar de Segovia. Su madre era María de los Reyes de Ojeda.
Desde 1834, participó en la guerra civil (1833- 1840), tomando partido por el bando del pretendiente don Carlos en el Ejército de Operaciones del Norte. En estas fuerzas fue nombrado teniente, ascendiendo hasta el rango de ayudante mayor (1838) del conde de Negrí. Este conflicto fratricida enfrentaría al joven militar con su padre, a la sazón médico cirujano del primer batallón del Regimiento de Infantería del Príncipe, tercero de línea, quien luchaba en el bando “cristino”. Con el Convenio de Vergara, ajustado el 30 de agosto de 1839 entre los generales Espartero y Maroto, el joven Pons, no contento con los acontecimientos políticos resultantes del fin de la guerra, se exilió en noviembre de 1839 a Francia.
Residió un tiempo en Nantes, y de allí se embarcó (1840) con destino a Montevideo (Uruguay), llegando a esta ciudad en octubre. Trabajaría por un tiempo en una barraca de frutos perteneciente a Damián Ferreira, y posteriormente en Paysandú, villa del litoral uruguayo, donde, al frente de un almacén, desarrolló una productiva actividad. La invasión del general Manuel Oribe —comandando el ejército de vanguardia del gobernador argentino Juan Manuel de Rosas— le obligó a buscar refugio en Montevideo. En la capital uruguaya, y como el resto de los españoles —extranjeros sin cónsul—, se vería obligado a empuñar las armas.
Al contrario que la mayoría de sus camaradas de armas de la Península —combatientes en filas del pretendiente en la primera “carlistada”, y ahora en Uruguay, prestando servicio voluntariamente en el bando del general Oribe, cuyo conservadurismo los acercaba más a sus ideales— el joven León de Palleja, seudónimo que había adoptado en suelo uruguayo, formó parte del denominado “Ejército de la Defensa”, organizado en Montevideo por el general argentino, unitario y liberal, José María Paz. Como simple soldado se alistó el 16 de febrero de 1843 en la compañía de cazadores del capitán Francisco Fernández en el Batallón 1.º de Guardias Nacionales al mando del comandante Lorenzo Batlle. Pronto demostró sus aptitudes para asuntos de milicia, encargado de hacer las listas de revista de su compañía y de ejecutar las más audaces incursiones al campo enemigo. Al tiempo, reveló sus servicios en España, ingresando como capitán al escalafón del Ejército uruguayo (1844), siendo destinado como segundo jefe de la Escucha Española al mando del sargento mayor Manuel de Clemente y Guerra, pasando después en carácter de “agregado” a la Compañía de Cazadores Correntinos.
El 13 de junio de 1844 escribió desde la línea de fortificaciones, una atrevida y extensa nota dirigida al general José María Paz. En ella, Palleja solicitaba una licencia para retirarse a su casa en La Aguada debido a su mal estado de salud. Dejaba entrever el exaltado orgullo que le acompañó siempre, y con no pocas ínfulas —aún reconociendo que sus méritos pudieran dar lugar a ello— el capitán Palleja finalizaba su extensa y franca nota: “Sin embargo Exmo. Señor, apelo á V.E. y creo pueda jactarme de que hé llenado con deber, tanto en servicio, como en los combates, como él mejor Capitán del Ejercito que V.E. comanda, solamente tengo la Desgracia de que mis servicios no sean gratos a la Patria, y sobre todo de ser Extranjero”. Protagonizó numerosos combates en torno a la ciudad asediada, participando posteriormente en las expediciones a Colonia y a Maldonado, destacándose en la defensa de esta última plaza, sitiada por las fuerzas de Oribe.
Su dilatada hoja de servicios prestados en los encarnizados combates que se desarrollaron durante la defensa de Montevideo —a la que había contribuido decididamente— motivaron sus sucesivos ascensos desde sargento mayor (1848) hasta coronel graduado (1851) y la justificada fama que comenzó a cosechar entre sus compañeros de armas.
Finalizado el Sitio de Montevideo (1843-1851), Palleja, entonces jefe del Batallón Voltígeros, integró la División Oriental, fuerza militar al mando del coronel César Díaz que representó a la pequeña república en la lucha que comenzaría para derrocar a Rosas. Actor principal en la toma (3 de febrero de 1852) de la casa fortificada de Monte Caseros (provincia de Buenos Aires), mereció por su participación en la batalla que derribó a Juan Manuel de Rosas, la Medalla de Oro otorgada por el Estado Oriental del Uruguay a los “Vencedores de Caseros”. Así se expresaba Palleja al relatar su actuación en dicha jornada: “hallándose la División Oriental como a doscientas cincuenta varas de la casa fortificada de Caseros, recibí orden del señor general don César Díaz para avanzar a paso de trote en el orden de columna en que me hallaba, lo que verifiqué llevando a mis flancos dos compañías de tiradores de los batallones Resistencia y Guardia Oriental, a lo que dicho señor hizo al mismo tiempo la señal de avanzar. Que luego que llegué a la altura de la casa y después de haber roto contra la línea de carretas, un batallón enemigo que estaba desplegado sobre la plazoleta de la derecha del edificio, hice romper las puertas y ventanas de la casa con mis gastadores y carabineros, a culatazos y golpes de hacha y penetré en su interior seguido de todo mi batallón, donde al cabo de diez minutos de lucha, toda la guarnición quedó muerta o prisionera”. Finalizadas las operaciones militares, al coronel Palleja le tocó mandar en forma interina al batallón 2.º de Cazadores. Al frente del mismo, es uno de los principales protagonistas del luctuoso motín militar (18 de julio de 1853) del Partido Conservador Colorado, liderado por los generales Melchor Pacheco y Obes, y César Díaz, quienes propugnaban conservar las tradiciones liberales del viejo núcleo de la defensa montevideana. Ese día, aniversario de la Jura de la Constitución, la Guardia Nacional formada en la plaza Matriz de Montevideo, armada con fusiles de fogueo, fue impunemente fusilada por el batallón al mando del coronel graduado León de Palleja, lo cual provocó la caída del gobierno fusionista presidido por Juan Francisco Giró, surgido tras la terminación de la Guerra Grande. Seguidamente, Palleja marchó al interior de la república en la expedición punitiva organizada para sofocar la revuelta de los caudillos militares de extracción partidaria “blanca”. Disuelto su batallón en septiembre de 1854, se hizo cargo, con los elementos constitutivos del mismo, de una brigada de Policía Militar en cuyo comando alternó con la Jefatura Política y de Policía del Departamento de Durazno.
Ante el giro adverso que tomaba la dirección política gubernamental para con los militares colorados “de la Defensa” (1856), pidió licencia para radicarse en Argentina. Borrado del escalafón militar (1857), posteriormente desarrolló tareas de campo en su estancia de Durazno. Al iniciarse la revolución del general Venancio Flores (1863-1865), sospechoso de buscar incorporarse a la misma, fue preso y traído a Montevideo, donde le alojaron sucesivamente en el Fuerte de San José, en el cuartel del batallón 2.º de Cazadores —al mando del coronel vasco Lesmes Bastarrica— y finalmente en el pontón Berenice, fondeado en el puerto de Montevideo, donde padeció unos tres meses de prisión. Debió su libertad a los buenos oficios de Pedro Sáenz de Zumarán, y emigró seguidamente a Buenos Aires. Vuelto a la república, poco antes que el “Ejército Libertador” —denominación que distinguía a las fuerzas revolucionarias— entrara a Montevideo, Palleja fue incorporado al Batallón Florida, que tanto prestigio adquiriría bajo su mando en la Guerra del Paraguay.
Declarada la Triple Alianza, Uruguay envió un contingente que Palleja integraba. El 17 de agosto de 1865 se hallaba en la reñida batalla de Yatay, librada en territorio de la provincia de Corrientes, República Argentina, cercano al pueblo de Paso de los Libres.
Mandó, en esa ocasión, una brigada compuesta por cuatro batallones entre los que se contaba su Florida.
Trasladada la lucha a territorio paraguayo, se halló en los principales combates de la primera fase de la guerra.
Desde el teatro de operaciones, comenzó a enviar cartas en forma de diario, relatando los acontecimientos de la desigual brega contra el Paraguay. Se reveló por su precisa y galante pluma y su Diario de la Campaña de las Fuerzas Aliadas contra el Paraguay —que ha llegado hasta nuestros días en su forma clásica de dos tomos— se convirtió en el más conocido y difundido de los escritos durante la guerra, redactado con una frescura, franqueza y riqueza de lenguaje que aún hoy atrapan al lector. Su biógrafo, Joaquín de Salterain y Herrera es quien brinda una precisa semblanza de este incansable militar y escritor: “Día por día, hora por hora, entre marchas penosas del ejército, reposo en tiendas del campamento, fragor de la lucha cercana o sorpresas del enemigo; ejercicios de las tropas al amanecer, retraimiento forzoso en la selva o chapoteo en la ciénaga y los esteros; disposiciones tácticas y múltiples atenciones del comando, entre las que Palleja escribe incansablemente con estilo decoroso y expresivo, para noticiar a Montevideo acerca de la Guerra del Paraguay”.
Se distinguió por su valeroso comportamiento al frente de la Brigada de Infantería Oriental, en la toma de Itapirú, y en los combates del 2, 20 y 24 de mayo de 1866, en donde su batallón fue diezmado.
El 18 de julio del mismo año, murió en Boquerón del Sauce al frente de su batallón cuando intentaba tomar las trincheras paraguayas, “legando a sus compañeros sobrevivientes un ejemplo inmortal de bravura y de heroísmo”, como expresaba en sus reminiscencias históricas el coronel paraguayo Juan C. Centurión. Por Decreto del 4 de agosto de 1866, se le ascendió a general a título póstumo, atento el gobernador delegado de la República, brigadier general Venancio Flores, “al reconocido merito del Coronel D. Leon de Pallejas, su muerte heroica producida por el deliberado intento con que marchó a la campaña del Paraguay de no consentir que ninguna de las banderas aliadas se antepusiera a la bandera Nacional, propósito digno de su esforzado aliento y que cumplió hasta su muerte”.
Palleja se destacó no sólo por su producción bibliográfica, escasa pero de indudable valor historiográfico y literario. En abril de 1865 el Ministerio de Guerra y Marina nombró una comisión para someter a examen la Ordenanza de los batallones de Cazadores y la 2.ª parte de la Escuela de Batallón, obra del militar.
Esta comisión tenía como presidente al veterano guerrero de la independencia general Gabriel Velazco y a los coroneles José Antonio Freire y José María Solsona.
Velazco, en razón de su avanzada edad, se excusaba por no “poder estudiar” el manuscrito y la primera parte de esta táctica de infantería, cuando se publicó en 1867 después de muerto su autor. Editada en Montevideo por la imprenta de El Pueblo, la Ordenanza sobre el ejercicio y las maniobras de los Batallones de Cazadores á Pié llenaría cumplidamente con sus trescientas ochenta y tres páginas de texto, el vacío existente en obras de este género en el Ejército uruguayo.
Una revalorización de su obra sería un merecido homenaje a este bizarro militar hispano, cuyos restos descansan en el Cementerio Central de Montevideo.
De su matrimonio con Matilde García nacieron Matilde, León, Álvaro, Óscar, Rodolfo y Alfredo. Tres de sus hijos varones —León, Óscar y Rodolfo— fueron también militares, aunque ninguno llegaría a desarrollar la exuberante capacidad castrense de su padre.
Obras de ~: Diario de la Campaña de las fuerzas Aliadas contra el Paraguay, Montevideo, Imprenta de El Pueblo, t. I, 1865, y t. II, 1866 (pról. de E. de Salterain y Herrera, Montevideo, Colección Clásicos Uruguayos, vols. 29 y 30, Talleres Gráficos Barreiro y Ramos, 1960) (Montevideo, Departamento Editorial General Artigas, Centro Militar, vols. 58 y 59, Mimeografía Pesce S.R.L. Impresos, 1984); Ordenanza sobre el ejercicio y las maniobras de los Batallones de Cazadores á Pié por el general oriental Don León de Palleja, Primera parte. Formacion de los batallones. Escuela del soldado y de compañía. Escuela del tiro. Instruccion de guerrilla, Montevideo, Imprenta de El Pueblo, 1867.
Fuentes y bibl.: Archivo del Estado Mayor del Ejército (Montevideo, Uruguay), Secc. Legajos de Oficiales, leg. 40, carpeta 26; Archivo de la iglesia de San Francisco de Asís (Montevideo), lib. I., foja 328, n.º 40, 2 de marzo de 1845.
L. Carve (comp.), “El General don León de Palleja”, en Revista Histórica (Montevideo, Imprenta Siglo Ilustrado), t. VIII, n.º 19 (1914), págs. 855-868; J. M.ª Fernandez Saldaña, “El coronel León de Palleja y su diario de Campaña”, en Suplemento Dominical del diario El Día (Montevideo), 3 de marzo de 1935; VV. AA., Diccionario Uruguayo de Biografías 1810-1940, Montevideo, Editorial Amerindia, 1945, págs. 969-972; “El diario de Palleja en nuestra literatura militar”, en Suplemento Dominical del diario El Día, año XVIII, n.º 871, 25 de septiembre de 1949; C. Díaz, Memorias, pról.
de J. E. Pivel Devoto, Montevideo, Talleres Gráficos Barreiro y Ramos, 1968 (Biblioteca Artigas, Colección Clásicos Uruguayos, vol. 129), págs. 317-318; E. L. Alonso Rodríguez, “León de Palleja, Selección biográfica en homenaje recordatorio del centenario de su inmolación”, en Boletín Histórico del Ejército (Montevideo, Estado Mayor del Ejército, Sección Historia y Archivo), n.º 108-111 (1966), págs. 289-293.
Alberto del Pino Menck