Soares, Diogo. ?, ú. t. s. xvi – Madrid, 29.VIII.1649. Secretario de Estado en Portugal.
Diogo Soares, a pesar de lo que contaban sus adversarios, no fue un político advenedizo. Fue el hijo primogénito de João Álvares Soares, caballero de la Orden de Cristo, secretario del Consejo de Portugal en Madrid.
En 1609, el hijo, esperando suceder a su padre, ejerció en la secretaría del Conselho da Fazenda de Lisboa en donde mantenía excelentes relaciones con el virrey conde de Salinas. En 1624, los gobernadores de la Corona de Portugal, Diogo de Castro conde do Basto y Diogo de Silva conde de Portalegre, le encargaron redactar las nuevas ordenaciones de la Casa de India de Lisboa, tribunal sobre asuntos de ultramar. Fue entonces cuando empezó a fiscalizar las flotas de Indias y Brasil. Sus conocimientos sobre la situación colonial lo designaron la persona mejor capacitada para inventar nuevos impuestos para financiar las flotas. Entre 1628 y 1631, Soares fue el consejero íntimo del virrey Manuel de Moura, marques de Castelorodrigo. Fue testigo de los motines estallidos en Oporto en 1629 como consecuencia de la reforma fiscal en curso. En 1631, llegó a Madrid llamado a la Corte para resolver asuntos financieros del Consejo de Portugal. En seguida, creó una “junta da fazenda de Portugal” en Lisboa para identificar nuevas fuentes de ingresos en la Corona de Portugal.
Reunió en ella a un puñado de personas vinculadas con su persona, en particular su cuñado Miguel de Vasconcelos, y su más fiel cliente y servidor, Francisco Leitão, y hasta un inspector castellano, Tomas de Ibio Calderón. Contra toda regla, la junta despachó directamente con Diogo Soares a Madrid, sin pasar por las oficinas del virrey de Portugal. A poco tiempo de establecerse en Madrid, se convirtió en la bestia negra de las principales familias portuguesas. Pero Barbosa, padre de Miguel de Vasconcelos, a principios de siglo, había venido acumulando informaciones sobre rentas de la Corona enajenadas sin derecho por cientos de familias de la nobleza lusa. Semejantes conocimientos le ofrecieron la posibilidad de chantajear a numerosas cabezas de linajes.
Los cuñados, Soares en Madrid y Vasconcelos en Lisboa ocuparon las dos principales secretarías, la del Consejo de Portugal y la del Conselho de Estado de Portugal. Los asuntos pasaron por sus manos y ellos comunicaron directamente, en contravención con todos los usos de los Consejos de la Monarquía. Su sistema de poder se basó en tres pilares. Primero, los Soares- Vasconcelos colocaron a familiares y aliados en todas las instituciones de la Corona de Portugal. Segundo, gozaron del monopolio de venta de oficios, por muy informal que sea. Finalmente, dispusieron de informaciones sobre abusos cometidos por cientos de sujetos portugueses en detrimento de la hacienda real, lo que les permitió presionar y acallar toda veleidad opositora.
Convencido de que nadie podría ya ponerse delante de él, Diogo Soares a finales de la década de 1630 no dudó en humillar a quienes venían a suplicarle que arreglara sus asuntos con la hacienda real. Era su secretario, conocido como cristiano nuevo, Lopo Pereira, quien recibía a representantes de la más rancia aristocracia portuguesa.
Quizás fuese este último rasgo lo que no se le perdonaría. En 1637, sus enemigos dirigidos por el juez Cid de Almeida llevaron a cabo una investigación en Lisboa para ponerle una denuncia. Pero era sin contra con el apoyo incondicional del conde-duque. Así que hasta el golpe de estado del 1 de diciembre 1640, Diogo Soares pudo con sus adversarios. Después del fracaso de Lisboa, las cosas iban a ponerse mucho peor. Exiliados portugueses a Madrid, así como castellanos expulsados por el nuevo Rey de Portugal, Dom João IV, denunciaron a Soares como responsable de la exasperación que condujo al cambio de régimen. Una nueva visita entonces fiscaliza sus métodos. Con la caída de Olivares, Diogo Soares perdió a su más sólido apoyo en la Corte.
Sin llegar jamás a ser condenado, mientras se le investigó no pudo actuar de ninguna forma en los asuntos políticos. Murió en 1649 habiendo perdido todo poder y autoridad. Se le recuerda en Portugal sobre todo a partir de mediados del siglo xix como símbolo de la “tiranía” castellana en la etapa de Olivares.
Bibl.: A. de Oliveira, “O atentado contra Miguel de Vaconcelos em 1634”, O Insituto, 140-141 (1984), págs. 7-41; Poder e oposição em Portugal no período Filipino (1580-1640), Lisboa, Difel, 1991; J. F. Schaub, Le Portugal au temps du comte-duc d’Olivares (1621-1640) Le conflit de juridiction comme exercice de la politique, Madrid, Casa de Velázquez, 2001; A. de Oliveira, Dom Filipe III, Lisboa, Círculo de Leitores, 2005.
Jean-Frédéric Schaub