Sá e Benavides, Salvador Correia de. ?, c. 1602 – ¿Lisboa (Portugal)?, ¿1686? Administrador, estadista, militar.
Salvador Correia de Sá e Benavides nació en un momento crucial para el destino de las potencias marítimas europeas Castilla, Portugal, Holanda e Inglaterra.
Hijo de Martim de Sá, cuya familia era muy próxima al rey João III y había participado en el inicio de la colonización de Brasil directamente por la Corona. Su madre, María de Mendoza y Benavides, pertenecía a la familia noble del gobernador de Cádiz.
Poco se conoce de la infancia y adolescencia de Salvador de Sá, si bien algunos hechos tuvieron probablemente gran importancia en su estancia en Brasil, cuando tenía cerca de doce años, y los estudios en la Compañía de Jesús le marcaron tanto que deseó ingresar en esa Orden, según carta de Salvador del 2 de junio de 1643 en ese sentido, dirigida a los jesuitas que tuvieron un papel relevante en su formación moral y fueron sus fieles aliados. Salvador tuvo asegurada por su nacimiento la posibilidad de participar en las altas esferas del poder en Portugal y Castilla y supo aprovechar esa oportunidad única.
El siglo XVII fue un período de decadencia económica comercial, de caída del precio del azúcar y de aumento del precio de los esclavos, mano de obra de las plantaciones de caña de Brasil, perjudicadas por la competencia de la producción similar en el Caribe, principalmente holandesa. La unión de las dos Coronas ibéricas de Portugal y Castilla (1580-1640), bajo la dinastía de los Austrias, convirtió a Holanda de antigua aliada lusa en adversaria. Portugal tuvo que acarrear con los costos de la guerra contra Holanda, que invadió las colonias lusas. Inglaterra era otra amenaza para las colonias. La guerra de independencia de Portugal también representó un serio desgaste.
Durante el período de la unión de las dos Coronas ibéricas las colonias adquirieron una relativa autonomía, no obedecían el régimen de flotas, no respetaban el bloqueo, abastecían naves extranjeras. El poder central se debilitó considerablemente. Con la restauración de la independencia de Portugal en 1640, la dinastía de los Bragança, débil e insegura, necesitaba el apoyo de los municipios, y otorgó a varios de Brasil fueros que concedían mayores derechos al poder local en compensación por el reconocimiento de la nueva dinastía por los ayuntamientos. Fue en ese escenario en el que Salvador de Sá inició la etapa fundamental de su vida política en Brasil. En 1628 Salvador fue nombrado alcalde mayor de la ciudad de Río de Janeiro, que adquirió mayor relevancia debido a la crisis del Nordeste y de la colonia, con la conquista de Olinda (1630) y Recife por los holandeses y la amenaza de ataque a Río. Salvador ya tenía fama de militar competente en esa época.
Escoltó la comitiva de su prima que iba desde Río a Asunción, en 1630, vía São Paulo, siendo instado a acompañarla hasta Asunción, a pesar de su preocupación por los riesgos que corría Río de Janeiro.
La llegada de Salvador a Asunción coincidió con rebeliones indígenas y fue escogido por las autoridades locales para comandar la defensa debido a la fama que atesoraba como conocedor de los indios, con los que mantenía buenas relaciones. En 1625, en Espírito Santo comandó con éxito tropas de nativos contra los holandeses. Su actuación se extendió desde Paraguay hasta la provincia de Tucumán y a Potosí, y consiguió apaciguar la región.
Martim de Sá, el padre de Salvador y gobernador de Río de Janeiro, murió en 1632, y en febrero de 1636 Salvador fue nombrado por el rey Felipe IV gobernador y capitán mayor de la ciudad y de la capitanía de Río de Janeiro. En esa época ya era propietario de plantaciones de caña, algunas heredadas de su padre, y de un trapiche. Tenía un contrato para proveer azúcar a la ciudad de Río, que se convirtió en un monopolio muy lucrativo.
La dominación holandesa se consolidó en el nordeste y el gobierno general pidió ayuda a Río para defender Bahía. Salvador de Sá fue nombrado para esa tarea. La expedición llegó a Salvador en septiembre de 1636 y, cumplida su misión, regresó a Río y tomó posesión del cargo de gobernador y capitán mayor de Río el 19 de septiembre de 1637.
En 1640 Salvador se enfrentó a un dilema: tenía que tomar postura ante el movimiento de independencia de Portugal. Se unió a la nueva dinastía de los Bragança y pasó a defender la autoridad de la Monarquía lusa. Siguiendo las instrucciones de la Corona, defendió la libertad de los indios y redujo la autonomía del Ayuntamiento.
São Paulo, por su situación geográfica, era lógicamente el centro abastecedor de indios de la zona sur de Brasil. Ahí surgieron los conflictos; no se respetaban las órdenes reales, se combatía a los jesuitas. Las actas del Ayuntamiento de la villa constituyen una verdadera crónica sobre el asunto.
El motivo de discordia era siempre la esclavitud del indígena. Ya en enero de 1640 el procurador de la villa se oponía a la inspección del auditor en los siguientes términos: “[...] porquanto até o presente estava em huzo e costume irse ao sertão por ser bem comu ho que visto pelos ditos ofisiaes da camara mandarão que lhe tomase seu requerim.t”. Sin embargo, al mes siguiente, el procurador fue obligado a desdecirse por las autoridades reales (Atas da Câmara da Vila de São Paulo, 1640-1652, vol. 5, págs. 8 y 11).
En julio de 1640 se organizó una coalición de las villas de São Vicente, Nossa Senhora da Conceição y São Paulo, contra los jesuitas, enemigos más fuertes del tráfico ilegal de nativos que el auditor. Los paulistas, convocados en gran número por el gobierno municipal, decidieron por unanimidad de votos expulsar a los padres de la Compañía. Cinco días después, el 7 de julio, se produjo una nueva intimidación y se dieron tres días de plazo. El pueblo, sin embargo, exigía la partida inmediata. Los oficiales municipales procuraban conciliar los ánimos, concediendo dos días de tolerancia (Atas da Câmara, vol. 5, págs. 25, 30 y 31).
El padre vicario y magistrado de la Audiencia recibió poderes para administrar los bienes de los padres de la Compañía de Jesús, que el Ayuntamiento anuló. En represalia celebró los sacramentos de la Iglesia, a puerta cerrada, declarando al pueblo excomulgado.
El procurador requirió inmediatamente el nombramiento de administradores para fiscalizar las propiedades de la Orden y la destitución del clérigo.
Los colonos, libres de los religiosos, asaltaban las aldeas próximas y robaban indígenas impunemente.
Éstos reclamaban ante el Ayuntamiento, en mayo de 1641, que actuara contra el capitán de la aldea, conocido por su violencia en el interior (Atas da Câmara, vol. 5, pág. 86).
La fuerza de los municipios del Nuevo Mundo residía en la confederación de las villas en defensa de los intereses comunes. Santos apoyó el movimiento de expulsión de los jesuitas pero, acobardada, dio cobijo a los padres.
São Paulo, más afectada que las otras poblaciones por la traición de Santos, propuso una reunión de procuradores en São Vicente para deliberar sobre la sanción que debía ser aplicada a aquel puerto (Atas da Câmara, vol. 5, pág. 264). En 1640 los holandeses ocuparon Angola creando un gran problema para el abastecimiento de mano de obra. Se justificaba la esclavitud de los africanos por ser infieles y la libertad de los nativos por ser supuestamente paganos.
En 1646 Salvador de Sá, nombrado por tercera vez gobernador y capitán general de Río de Janeiro, intentó tímidamente hacer respetar en São Paulo la autoridad real, designando un auditor-general para proceder a la investigación judicial sobre las incursiones al interior. Este juez prohibió al Ayuntamiento continuar nombrando capitanes y capellanes para las aldeas de indios pertenecientes a la Corona. Dio, sin embargo, gran apoyo a los colonos en las contiendas contra el vicario y el prelado de la Orden de Jesús, elogiándolos por defender la jurisdicción real (Atas da Câmara, vol. 5, pág. 277).
La inconsistencia de la política real se desmoralizaba ante los ojos de los colonos. En 1647 el Monarca daba su protección a la bandeira (expedición) de Antônio Nunes, que se proponía descubrir plata en el interior, llevando, naturalmente, gran número de nativos esclavos como cargadores. En noviembre del mismo año, pasaba un albarán confirmando la libertad de los aborígenes y aboliendo las aldeas de la Corona. Al año siguiente enviaba un desembargador a São Paulo, dotado de amplios poderes, con el fin de conminar a los residentes a devolver los indios robados, y las tierras de las aldeas, bajo pena de pagar 4 vinténs (moneda portuguesa equivalente a 20 reis) por día de trabajo, 200 cruzados de multa y dos años de destierro.
La revuelta de los residentes de São Paulo provocó la venida de Salvador Corrêa de Sá a esta ciudad. Los habitantes de la villa lo suponían dispuesto a libertar a los indios. Salvador de Sá, nombrado gobernadorgeneral de la provincia del Sur en 1658, solamente consiguió apaciguarlos perdonando la rebeldía y desistiendo de cualquier iniciativa en relación con la muchedumbre. El pueblo, en el momento de su partida, realizó una manifestación en agradecimiento por la construcción del camino para el mar y por las expediciones que organizó en busca de minas.
En 1640 las autoridades de Río de Janeiro aceptaron la dinastía de Bragança, lo que era vital para el Reino dada la situación estratégica del puerto, próximo a la cuenca del Plata (V. Coaracy, 1965: 96, 111, 130 y 175). Mientras tanto, la autoridad real en esa zona era débil. La publicación de la bula del papa Urbano VIII que proclamaba la libertad de los indios, por ejemplo, provocó un ataque de la multitud en Río de Janeiro al Colegio de los jesuitas (20 de mayo de 1640), contenida por el gobernador Salvador de Sá, a través de su guardia personal, pero principalmente como consecuencia de un compromiso negociado con el administrador eclesiástico y los representantes de las órdenes religiosas, de la nobleza y de los ciudadanos.
Los jesuitas se comprometieron a no liberar indios esclavos o dar refugio a esclavos huidos y a conceder perdón a los amotinados. En Santos y São Paulo los jesuitas fueron expulsados de la ciudad.
A pesar de su participación en la rebelión, el Ayuntamiento de Río de Janeiro recibió de la Monarquía los privilegios del Gobierno municipal de la ciudad del puerto que eximían a los concejales y jueces ordinarios de los castigos a los que estaban sujetos los habitantes comunes de las villas y ciudades. En 1644 este Ayuntamiento obtuvo el derecho de designar a los sucesores provisionales de los gobernadores de la capitanía en el caso de que el cargo quedara vacante de forma inesperada y no hubiera instrucciones reales para la sucesión. Finalmente, en 1647 el Ayuntamiento recibió el título de leal y el derecho de ejercer las funciones militares de capitán-mayor en ausencia del gobernador y del alcalde-mayor.
El primer convoy, compuesto por dos galeones reales bajo el mando de Salvador de Sá, partió de Lisboa en diciembre de 1644, acompañando la flota de navíos mercantes armados. En Salvador los grandes productores de azúcar, los labradores y los comerciantes se aliaron en el rechazo al pago del impuesto de avería destinado a costear el convoy, en oposición a la prioridad concedida en la carga y en la evaluación de ésta a los navíos de más de doscientas toneladas.
En el compromiso celebrado entre el Ayuntamiento y el general del convoy y de la flota, éste cedió a la presión local reduciendo el impuesto y aceptando, en la flota convoyada, navíos por debajo del límite. En Río de Janeiro, representantes de los comerciantes, de grandes y pequeños propietarios rurales y del clero llegaron a un acuerdo con Salvador de Sá, mediante el cual navíos de todos los tamaños e incluso desarmados serían aceptados en la flota, pagando una tasa de 60 centavos de dólar y un flete reducido. Ese acuerdo representó una victoria casi integral para los grupos locales (Ch. R. Boxer, 1952: 189). En ese año, Río de Janeiro y Bahía habían contribuido a las expediciones de recuperación de Angola, y en 1648 la primera ciudad reunió una suma de 60.000 cruzados y organizó un cuerpo auxiliar de indígenas para la reconquista de Angola. En esas circunstancias la Monarquía se veía forzada a ceder.
En Río de Janeiro, la rebelión de 1660 contra Salvador de Sá estaba causada, al menos en parte, por las cuestiones comerciales. El descontento provenía del reinicio del cobro de los diezmos del azúcar y de la gabela de la sal, del establecimiento del nuevo impuesto sobre los inmuebles para financiar el aumento de la guarnición de Río de Janeiro, del retraso del pago a los soldados y del abuso de poder por parte del gobernador. Salvador de Sá, que distribuía lotes de tierra y cargos públicos a sus familiares, obligaba a los ciudadanos a proveer trabajo esclavo gratuito, madera y bueyes a sus astilleros y a comprar ganado exclusivamente en sus haciendas. También se responsabilizaba al gobernador de la inflación, consecuencia de la política de monopolio comercial. Salvador de Sá consiguió dominar la revuelta del 6 de abril de 1661, pero la Monarquía, comprometida en la guerra con España, estaba ansiosa por apaciguar la región y hacer concesiones a los revoltosos. Salvador de Sá fue destituido, los nuevos impuestos suprimidos y los líderes de la rebelión amnistiados, excepto Jerônimo Barbalho, condenado a muerte en una corte marcial convocada por Salvador de Sá, en Río de Janeiro. Esta medida provocó una reacción en contra en la Corte.
Salvador regresó a Portugal en 1662.
A partir de 1663 la jurisdicción del gobernador de Río de Janeiro fue reducida en función de los abusos de la oligarquía de la familia Sá. Paralelamente, el poder real se debilitó en Portugal por presión del Tercer Estado, de las Cortes y de las Cámaras.
En 1664, con el fin de la guerra, la Compañía de Comercio fue abolida y reorganizada la Junta de Comercio, compuesta por cuatro diputados nombrados por el Rey: dos militares y dos comerciantes, además de un tesorero.
Durante ese mandato, Salvador de Sá se dedicó a la cuestión fundamental de la navegación, proponiendo el mantenimiento de convoyes que defendiesen las flotas y contribuyendo en el combate a la invasión de Luanda y Angola por los holandeses. Organizó la expedición a Angola en 1648 y logró restaurar el dominio portugués en Luanda. En 1651 discutió con el Rey su regreso a Portugal, lo que consiguió en 1652. Desarrolló una intensa actividad política proponiendo el régimen de flotas y convoyes y la creación de la Compañía Comercial monopolística y el establecimiento de una provincia del Sur con sede en Río de Janeiro. Fue designado en 1658 gobernador y capitán general de la provincia del Sur. Tenía grandes esperanzas de encontrar minas de metales y piedras preciosas. Organizó en Río de Janeiro la construcción de un galeón aprovechando el coste más bajo del material de construcción y de la mano de obra en sus astilleros.
El gobierno de Salvador estuvo marcado por su actuación en la defensa y reconquista de las colonias lusas, en la consolidación del poder real restaurando las flotas y estableciendo los convoyes, haciendo respetar el bloqueo, fortaleciendo las relaciones entre el Estado y los jesuitas, luchando para implantar la bula del papa Urbano VIII que concedía libertad a los indios, promoviendo la busca y la explotación de las minas de metales preciosos en São Paulo. Pretendía ampliar el volumen de comercio trasatlántico, asegurar el abastecimiento de las colonias y la expansión de las exportaciones, diversificar la producción para compensar la decadencia del pau brasil (tipo de madera) y del azúcar en particular, explotar piedras preciosas y metales preciosos, maderas y materiales de construcción naval que se habían vuelto raros en Portugal, sustituir la esclavitud indígena por la africana, y estimular el comercio con Asia y África.
Todo indica que falleció en Lisboa en 1686, si bien no existen documentos oficiales al respecto.
Bibl.: P. Taques de Almeida Leme, Informações sobre as Minas de São Paulo e a expulsão dos jesuítas do colégio de São Paulo, São Paulo, Melhoramentos, s. f.; Actas da Câmara da Vila de São Paulo, 1647-1652, vol. 5, São Paulo, Arquivo Municipal de São Paulo, 1915, pág. 277; Actas da Câmara da Vila de São Paulo, 1653-1678, vol. VI, São Paulo, Arquivo Municipal de São Paulo, 1915, págs. 31-32 y 172; Actas da Câmara da Vila de São Paulo, 1653-1678, vol. anexo a vol. 6 (1656-1669), São Paulo, Arquivo Municipal de São Paulo, 1915, págs. 32 y 172; Documentos Históricos. Correspondência dos Governadores Gerais (1675-1709) e Provisão (1664-1669), vol. IX, Rio de Janeiro, Biblioteca Nacional, 1929, págs. 129 y 252; Documentos Históricos. Provisões, Patentes, Alvarás, Mandados, 1651-1603, vol. 32, Rio de Janeiro, Biblioteca Nacional, 1936, pág. 362; Ch. R. Boxer, Salvador de Sá and the struggle for Brazil and Angola 1602-1686, London, University, The Athlone Press, 1952; V. Coaracy, O Rio de Janeiro do século XVII, Rio de Janeiro, José Olympio, 1965; E. M.ª Lahmeyer Lobo, Processo Administrativo Ibero-Americano (Aspectos Sócio-Econômicos Período Colonial), Rio de Janeiro, Biblioteca do Exército, 1962, págs. 291-458; N. Omegna, A Cidade Colonial, Brasília, Editora Brasília, 1971; E. M.ª Lahmeyer Lobo, História do Rio de Janeiro (Do Capital Comercial ao Capital Industrial e Financeiro), Rio de Janeiro, Instituto Brasileiro de Mercado de Capitais, 1978, págs. 21-35, 2 vols.; C. F. Cardoso y P. H. da Silva Araùjo, Río de Janeiro, cap. II (Rio de Janeiro do Século XVII), Madrid, Mapfre, 1992, págs. 67-89.
Eulália Maria Lahmeyer Lobo