Ayuda

Pedro Miguel de Argandoña y Pastene

Biografía

Argandoña y Pastene, Pedro Miguel de. Lima (Perú), 29.VI.1697 – Chuquisaca (Bolivia), 11.VIII.1775. Obispo de Tucumán y arzobispo de la Plata.

Descendiente de una familia de origen vasco, su abuelo, Gaspar de Argandoña, había servido en las distintas armadas, presidio de Cádiz, Cabos, Océano y Carrera de Indias, hasta obtener el Corregimiento de Guayaquil. Y su padre, Tomás Félix de Argandoña y Alicante, nacido en Sevilla, siguió los mismos pasos, llegando a América como alférez de la Real Armada con el marqués de Mancera, virrey de México, y después capitán de Caballería de la Guardia del conde de Castellar, virrey del Perú. Nombrado corregidor de Guayaquil, ocupó también el cargo de gobernador de la provincia de Tucumán desde 1686 a 1691.

Pedro Miguel fue uno de los hijos habidos de su matrimonio, celebrado en Lima en 1687, con Bartolina Pastene, nacida en La Serena (Chile), quien obtuvo el grado de doctor y siguió la carrera eclesiástica, siendo cura de la doctrina de San Miguel de Toledo en Charcas y de la iglesia catedral de Santiago de Chile (1717-1718), visitador de La Serena y canónigo magistral de Quito.

Fue en Quito donde, tras los funerales del obispo y vicario general de la Merced en el Perú, fray Feliciano Palomares —propuesto para pasar a ocupar la sede de Tucumán y fallecido antes de ser consagrado—, se reunieron los canónigos en Capítulo para la designación de vicario capitular en la persona de Gaspar Félix de Argandoña, canónigo doctoral, quien renunció su cargo a los dos meses alegando enfermedad, por lo que en su lugar fue elegido el 17 de septiembre de 1745, su hermano, canónigo magistral, el doctor Pedro Miguel de Argandoña —quien ya había sido presentado (10 de diciembre de 1744) y confirmado (8 de marzo de 1745) por el Rey para convertirse en el próximo obispo de Córdoba del Tucumán—, y cuando entró al desempeño del oficio de vicario capitular el 6 de marzo de 1746, hubo de renunciar tras haber recibido las bulas de su obispado.

Consagrado y ordenado obispo de Tucumán en la ciudad de Trujillo (Perú) el 28 de agosto de 1746, el criollo Pedro Miguel de Argandoña, hijo del antiguo gobernador Tomás Félix de Argandoña, entró el año siguiente en Jujuy (8 de diciembre de 1747) y llegó a la ciudad de Córdoba (2 de enero de 1748) para ocupar finalmente la silla episcopal (21 de enero de 1748).

Una de las primeras actuaciones de su gobierno eclesiástico fue con el Seminario Diocesano que se había visto reducido un modesto edificio y a tres alumnos, por lo que comenzó por arrendar una casa apropiada, mientras en el solar ocupado por el edificio anterior ordenó levantar una nueva fábrica, y también se ocupó de la redacción de su reglamento, modelo de pedagogía eclesiástica, insistiendo en la piedad y ordenando la práctica de los Ejercicios de san Ignacio de Loyola conjuntamente con los alumnos del Colegio de Monserrat, bajo la dirección de los jesuitas. Reglas que estuvieron vigentes hasta 1852, después de haber sido aprobadas en 1752 por el Sínodo convocado por el obispo Argandoña el 15 de agosto de 1751.

En Tucumán, tierra de frontera, durante su mandato continuaron las entradas a la región indígena, con la idea de levantar una barrera de fuertes y reducciones que aislaran las regiones no sometidas, con levantamientos como el de Catamarca en 1752, situación que desembocó en el programa de rescate que en 1759 puso en marcha el gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos, que contó con la participación de jesuitas como el padre Cayetano Oyarzábal, cosmógrafo y geógrafo.

El obispo Argandoña gobernó su obispado hasta que fue promovido al arzobispado de La Plata (25 de enero de 1762), en el Alto Perú, donde tomó posesión (25 de octubre de 1763) y permaneció hasta su muerte (11 de agosto de 1775). En Córdoba, su sucesor, Manuel Abad de Illana, natural de Valladolid, doctor en Teología y lector de Artes y Moral en la Universidad de Salamanca, llegaría a la ciudad en 1764, donde impidió que tras la expulsión de los jesuitas pocos años después, la universidad se trasladase a Buenos Aires y que, en lugar de pasar al clero secular, las cátedras y el rectorado fuesen ocupados por los regulares franciscanos.

Estando Argandoña ya al frente del arzobispado de La Plata de Los Charcas, se recibió la orden de ejecutar la expulsión de los jesuitas. El presidente y oidores de la Audiencia gestionaron la salida de los jesuitas altoperuanos hacia el puerto de Arica desde Charcas (4 de septiembre de 1767), Potosí (19 de septiembre de 1767) y La Paz (29 de septiembre de 1767).

Desde allí se trasladaron por mar al puerto de El Callao, donde fueron embarcados junto con los jesuitas peruanos y los procedentes de las misiones de moxos.

Los jesuitas tuvieron que abandonar los colegios de La Paz y de Potosí, las residencias de Santa Cruz de la Sierra y de Charcas, y la Universidad de San Francisco Javier, donde se venían formando a las elites dirigentes del virreinato de Buenos Aires, con lo que comenzaría así una nueva etapa en la historia de esta universidad.

Charcas vivió también la época del Concilio Provincial convocado el 12 de enero de 1774 por el arzobispo Argandoña, con la asistencia de las iglesias sufragáneas de La Paz, Santa Cruz de la Sierra, Córdoba del Tucumán y Buenos Aires, proseguido por su sucesor Francisco Herboso hasta 1778. La convocatoria formaba parte de la política implementada por la Corona para limitar, desde dentro de la propia iglesia, los ingresos y jurisdicción de los doctrineros.

Uno de los temas más importantes que ocupó sus sesiones fue el de la limitación de fiestas y la formación de un arancel en el que constara cuáles habrían de ser las obligatorias y cuál sería el costo de su celebración.

Y entre los temas más debatidos figuró el de la división de doctrinas que se había dispuesto por Real Cédula de 1769, ya que los curas del arzobispado hacían utilización política de su posición al frente de una doctrina para evitar ser afectados por las medidas de la administración borbónica, al tiempo que se aseguraban una mejor carrera eclesiástica.

Como en otros concilios provinciales de la época celebrados por voluntad de Carlos III, se dictaron ordenanzas para el gobierno eclesiástico, la vida pastoral en general, para los indios y contra las órdenes religiosas. En Charcas se dio la circunstancia del enfrentamiento entre el obispo de Buenos Aires, Manuel Antonio de la Torre, opuesto al programa regalista del obispo de Córdoba, Juan Manuel Moscoso, y del propio Argandoña, en unos momentos en que políticamente (Real Cédula de 1 de agosto de 1776) el territorio de la Audiencia de Charcas ya había pasado a formar parte del nuevo virreinato del Río de la Plata.

En vísperas de los grandes alzamientos de 1780, la mitra arzobispal, tras la muerte de Argandoña en 1775, pasó a manos de Francisco Herboso, llegado desde Santa Cruz de la Sierra, y más tarde la ocupó el carmelita fray José Antonio de San Alberto, procedente de Córdoba del Tucumán, quien ya entregaría su mando al primer arzobispo de la época de la Independencia altoperuana.

 

Obras de ~: Constituciones Sinodales del Arzobispado de La Plata, escrito por ~. Concluidas en la dicha ciudad de La Plata en once de Julio de 1773 años, y aprobadas por los Señores de la Real Audiencia de ella en 18 de Noviembre del mismo año y vigentes en las Diócesis de la República, Cochabamba, Imprenta de los Amigos, 1854.

 

Bibl.: Reglas y Constituciones. Colección de la imprenta jesuita del Colegio de Montserrat, Córdoba, Argentina, Universidad Nacional de Córdoba, Instituto de Estudios Americanistas, 1940; A. de Egaña, Historia de la Iglesia en la América española. Desde el Descubrimiento hasta comienzos del siglo xix. Hemisferio sur, Madrid, Biblioteca de Autores Cristinanos, 1966; F. González Suárez, Historia general de la República del Ecuador, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1969; A. M.ª Rodríguez Cruz, Historia de las universidades hispanoamericanas. Período hispánico, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1973; J. Garmendía Arruebarrena, Diccionario biográfico vasco. Méritos, servicios y bienes de los vascos en el Archivo General de Indias, San Sebastián, Eusko Ikaskuntza, Sociedad de Estudios Vascos, 1989; R. Querejazu Calvo, Chuquisaca, 1538-1825, Sucre, Bolivia, Imprenta Universitaria, 1990; M.ª P. González Rodríguez, “Estudio comparativo de las constituciones de la Universidad de Charcas y de la Universidad de Córdoba”, en Estudios de Historia Social y Económica de América, 13 (1996), págs. 615-623; M.ª C. Vera de Flachs, Finanzas, saberes y vida cotidiana en el Colegio Monserrat. Del Antiguo al Nuevo Régimen, Córdoba, Argentina, Universidad Nacional de Córdoba, Jesuitas, 400 años en Córdoba, 1999.

 

Manuel Casado Arboniés