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Lorenzo de Cabrera y Corbera

Biografía

Cabrera y Corbera [o Corvera], Lorenzo. Úbeda (Jaén), ú. t. s. xvi – Sevilla, 1631 post. Maestre de campo, caballero de la Orden de Santiago, corregidor de Cádiz, gobernador y capitán general de la isla de Cuba entre los años 1626 y 1630.

Se inició desde joven en la carrera de las armas y militó y guerreó durante muchos años en Flandes, en Italia y contra los turcos. En combate con éstos sufrió una grave desfiguración en la cara y boca por efectos de una bomba, mientras que en lucha contra los holandeses fue mutilado, perdiendo un brazo. Se hallaba de alcaide gobernador del castillo de Santa Catalina, en Cádiz, por entonces una ciudad casi abierta, cuando una escuadra inglesa la atacó en 1625. Cabrera defendió su fuerte valerosamente, contribuyendo con ello a que el duque de Medina Sidonia rechazara por completo al enemigo. Era corregidor de Cádiz, tenía el hábito de la Orden de Santiago y el grado militar de maestre de campo cuando fue escogido por el rey Felipe IV como gobernador y capitán general de la isla de Cuba, después de que falleciera en el ejercicio de su cargo el anterior gobernador, Francisco Venegas. Llegó a su destino después de una accidentada navegación en la que estuvo a punto de caer prisionero de barcos holandeses, y tomó solemne posesión de su cargo el 16 de septiembre de 1626.

Nombró como su teniente general y auditor al licenciado Pedro Núñez de Melián, quien más tarde pasó a las audiencias de Guatemala y México.

Mandaba la flota en que llegó Cabrera a La Habana el marqués de Cadereita, encargado por el Rey de examinar, con el nuevo gobernador, las obras de fortificación de las plazas, para que ambos, de común acuerdo, propusieran las reformas más convenientes. Cabrera era un experto en el arte de la fortificación (ars munitoria), con una experiencia práctica de más de cuatro decenios.

De su primera inspección al castillo del Morro escribió al Rey: “Las cossas de la guerra e fabricas hallé como que no avian tenido dueño propietario en tanto tiempo, con muchos mandones y pocos trabajadores.

En ellas se trabaja agora con voluntad y desseo”.

Amplió las fortificaciones de la Punta y del Morro y, aunque no tenía La Habana ningún recinto amurallado, el estado de defensa en que la puso hizo que por dos veces desistieran de invadirla sendas escuadras holandesas que se dedicaron a bloquear el puerto durante muchos días.

Pero “mejor soldado que político, hombre irascible y dominante, con poca pureza en sus manejos, se indispuso con los vecinos más notables haciendo escandalosas introducciones fraudulentas” (Pezuela, 1863, pág. 217). Los oficiales reales, amparados por el general de galeones Carlos Corona, presentaron al Rey graves acusaciones contra Cabrera, casi al mismo tiempo en que ocurrió un desgraciado encuentro en la bahía cubana de Matanzas, en el que la flota de Veracruz, mandada por Juan de Benavides, íntimo y paisano del gobernador Cabrera, fue casi totalmente apresada por los holandeses mandados por el famoso Cornelis Corneliszoon Jol, alias Pata de Palo. Con este motivo se acusó también a Cabrera de haber enviado socorros, más para aprovecharse del rico botín que para amparar a los vencidos, formándosele en La Habana una grave causa por el oidor de la Audiencia de Santo Domingo Francisco de Prada, dándose el caso de que este magistrado no se atrevió a notificar a Cabrera el objeto de su comisión hasta que le vio relevado en el puesto de gobernador y capitán general por el almirante de galeones Juan Bitrian de Viamonte el día 7 de octubre de 1630. Dice el historiador cubano C. Márquez Sterling que “Prada lo acusó de usar coche y caballos con arneses de plata. Le condujeron a la Península. Lo encarcelaron. Y murió de tristeza” (1969).

Enviados presos a España Cabrera y Benavides, a consecuencia de esta causa, Juan de Benavides perdió la vida en un cadalso en Sevilla. Y Cabrera solamente consiguió que se le perdonara la suya, por unos años de calabozos y detenciones, gracias a la protección que le prestaba Fadrique de Toledo, interesado constantemente por él como consecuencia de su valor acreditado y de sus conocimientos militares.

 

Bibl.: “Certificación de Silvestre de Balboa, escribano de Puerto Principe referente a la presencia de navios enemigos en el Caribe, 26 de enero de 1628” (Archivo General de Indias, Santo Domingo, leg. 101, ramo 2, n.º 146), en C. García del Pino y A. Melis Cappa, Documentos para la historia colonial de Cuba, La Habana, Ediciones de Ciencias Sociales, 1988, doc. XXIV, pág. 138; J. de la Pezuela, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, de la Isla de Cuba, vol. I, Madrid, Imprenta del Establecimiento de Mellado, 1863, pág. 180 y 217; J. de la Pezuela, Historia de la Isla de Cuba, vol. II, Madrid, C. Bailly-Bailliere, 1868, págs. 38-55; F. Calcagno, Diccionario Biográfico Cubano, New York, Imprenta y Librería de N. Ponce de León, 1878, pág. 139; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa Calpe, 1911, vol. X, pág. 210, y vol. XVI, 1913, págs. 829- 830; P. J. Guiteras, Historia de la Isla de Cuba, vol. II, La Habana, Cultural, 1928, pág. 94; E. S. Santovenia, Historia de Cuba, vol. II, La Habana, Trópico, 1943, págs. 178, 179, 180, 183, 195, 299 y 310; Historia de la Nación Cubana, vol. I, La Habana, Ed. Historia de la Nación Cubana, 1952, págs. 105, 188, 189 y 322; F. Portuondo, Historia de Cuba: 1492-1898, La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1965, pág. 171; C. Márquez Sterling, Historia de Cuba, Madrid, Las Américas Publishing Company, 1969, pág. 49; R. Guerra, Manual de historia de Cuba, La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 1971, págs. 106, 107, 124, 126; N. Silverio-Sáinz, Cuba y la Casa de Austria, Miami, Universal, 1971, págs. 287, 288; La Enciclopedia de Cuba, vol. IV, Historia, San Juan y Madrid, Enciclopedia y Clásicos Cubanos, 1974, pág. 155; Index Bio-Bibliographicus Notorum Hominum, vol. 30, Osnabrück, Biblio Verlag, 1983, pág. 221.

 

Fernando Rodríguez de la Torre

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