Pablo-Romero Artaloita, José Luis de. Provincia de Sevilla, 1892 – Sevilla, 26.XII.1975. Ganadero e industrial.
Quien fuera hijo de Felipe de Pablo-Romero Llorente (el primero en unir el apellido Pablo-Romero) es la tercera generación de estos empresarios sorianos que, llevados por la afición a los toros y merced a las desamortizaciones civiles, llegaron a ocupar, habitar y colonizar los latifundios de la marisma de Andalucía, nieto por tanto del primer Pablo-Romero ganadero y padre del último.
Casado con Concepción de la Cámara y Benjumea, fue padre de diez hijos y un habitual en los ecos de sociedad de la época tanto por los nacimientos, bautizos y desposorios de sus hijos como por sus actividades industriales y ganaderas.
A pesar de su actividad económica industrial —al ser presidente de la empresa Sociedad Andaluza de Cementos PORTLAND S.A.— y de su participación en la vida religiosa sevillana en la Cofradía de María Santísima de los Desamparados de la que fue hermano mayor y consiliario, lo que a José Luis de Pablo-Romero le dio fama e hizo brillar su nombre y apellido fue su actividad como ganadero de toros de lidia, hecho que le permitió también ser vicepresidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia en la zona de Mediodía y Portugal.
Como ganadero, heredó de su padre en 1917 (en ese año pasó a realizar la gestión de la ganadería, si bien no fue su titular hasta 1944) un inicio de lo que ha sido el toro de pablorromero. Su herencia no pasaba de ser una amalgama de distintas sangres (procedentes de los diezmos que en tiempos pretéritos —siglo XVIII— y anteriores recibían los monjes dominicos de Sevilla y de las reses de Casta Navarra que tenía el presbítero de Rota Bernaldo de Quirós) que ya habían comenzado a seleccionar los hermanos Gallardo, la familia Laffite y el padre y el abuelo José Luis de Pablo-Romero.
Gracias a su trabajo como ganadero, los toros de su divisa consiguieron ser los favoritos del exigente público de Madrid durante décadas, gracias a una bravura y casta patente. Uno de sus méritos como ganadero fue el saber hacer evolucionar su vacada según iban cambiando las exigencias de una lidia en plena evolución como fue la primera mitad del siglo XX.
El toro de pablorromero mantuvo, durante esos cincuenta años, un trapío acorde a una funcionalidad en pos de la toreabilidad sin perder el temperamento que siempre han de suponer la bravura y, por ende, la casta. En los años de dirección de la ganadería por parte de José Luis de Pablo-Romero, se fueron asentando los genes transmitidos durante la tenencia en sus predios de la vacada del marqués de Saltillo, hecho que sucedió durante su gestión de la ganadería por cesión de su padre (durante los años 1917-1918 los toros de Saltillo pastaron en las 15.000 hectáreas que poseía la familia Pablo-Romero). Esta impregnación de sangre “saltilla”, no solo hizo fijar la capa del toro de pablorromero moderno en las pintas negra y cárdena y una morfología más armónica (a los toros de Pablo-Romero se les ha llamado siempre “los toros guapos”), sino que le dio un comportamiento más moderno, orientado hacia esa nueva lidia que surgió de Joselito y Belmonte.
No todas las figuras del toreo respetaron ese comportamiento y morfología de los toros de pablorromero, sino que en la década de 1940, en pleno apogeo de “Manolete” (que en 1939 había matado un toro en El Puerto de esta ganadería que dio 380 kilos de canal) y de su apoderado Camará (ambos poco amigos de esta ganadería), hubo un enfrentamiento de José Luis de Pablo-Romero y Artaloita con el famoso apoderado, al tratar éste de “afeitar” los toros para el “monstruo” cordobés y negarse José Luis en rotundo, haciendo fracasar el intento de agradar al público al matar Manolete una corrida de esta ganadería, cosa que, por otro lado, exigían los públicos. Esta circunstancia aquí descrita supuso un veto a la ganadería en todas las plazas donde toreara Manolete. En la década de 1960, a pesar de la caída de poder de Camará, volvió a sufrir los reveses del afeitado con nuevos vetos por parte de las figuras, y tuvo que ver partir a sus “toros guapos” hacia los mataderos de abasto, hasta que la irrupción de Ordóñez y su gusto por esta ganadería volvió a obligar a otras figuras a torear los toros de José Luis de Pablo-Romero (que el 23 de mayo de 1968 vería indultar al toro Potrico de su ganadería en Barcelona a manos del diestro Andrés Hernando). En esta época, cedió la ganadería a sus hijos, especialmente a su hijo Felipe que fue el director de la ganadería hasta 1979.
En resumen, y como ganadero, se puede decir que José Luis de Pablo-Romero y Artaloita, aparte de un acertado “seleccionador” de toros, fue un ganadero serio y honrado y en cierto modo heroico, con vocación de servir a un público que le había puesto en las cotas más altas de la historia de la Tauromaquia.
Fuentes y bibl.: Hemeroteca Digital de ABC.
A. Rodríguez Montesinos, Los Toros del Recuerdo, Madrid, Consejo General de Colegios Veterinarios de España, 2000; Prototipos Raciales del Vacuno de Lidia, Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 2002; Unión de Criadores de Toros de Lidia, Catálogo de Ganaderías 2009, Madrid, UCTL, 2009.
Álvaro Ignacio Muñoz Cardona