Vázquez y Adorna, Vicente José. Conde de Guadalete (I). Sevilla, 4.IV.1762 – 25.II.1830. Ganadero de toros de lidia y labrador.
Vicente José Vázquez y Adorna nació en Sevilla en 1762 y fue ordenado de menores. Era hijo de Juan Francisco Gregorio Vázquez Gaytán y de María Adorna Álamos, ambos también naturales y vecinos de Sevilla. Gregorio Vázquez realizaba una variada actividad económica, pues era propietario de fábricas de ladrillos y canales, así como arrendador de los diezmos de cal, teja y ladrillos que percibían los Reales Alcázares. Aunque la más importante de sus actividades era, sin duda, la provisión de los Ejércitos de Andalucía, que debió de reportarles grandes beneficios, especialmente durante el sitio de Gibraltar entre 1779 y 1782. La intendencia de los ejércitos le permitió diversificar su actividad económica, así llevaba en arrendamiento cinco molinos harineros y hornos para cocer pan y, además, tenía almacenes de madera y hierros e, incluso, llegó a fundar una fábrica de tejidos de lana “a la inglesa”.
En cuanto a las actividades agrarias se puede destacar la explotación de varias fincas de cereal y un cerrado en las marismas del Guadalquivir para la cría del ganado, una importante cabaña ganadera que se componía de setecientas cabezas de vacuno, ciento treinta de caballar y casi cuatro mil quinientas cabezas lanares que pastan en las islas del término de Puebla del Río. Además, Gregorio Vázquez había comprado ganado procedente de la ganadería del Colegio de San Hermenegildo de Sevilla tras la expulsión de los jesuitas en 1767. Este colegio había vendido en varias ocasiones toros a la Real Maestranza y, después, Gregorio Vázquez también figura como proveedor de toros de lidia a la citada institución sevillana.
En 1784, Vicente José Vázquez y Adorna fue nombrado tesorero de los Propios y Arbitrios de la ciudad de Sevilla, y a la muerte de su padre, Gregorio Vázquez, ocurrida en 1792, recibió en herencia la labor del cortijo que se llevaba en arrendamiento, así como los ganados y aperos de labor y el grano almacenado en los graneros en el cortijo y en Sevilla. Este patrimonio constituye el punto de arranque de la actividad como labrador y ganadero de Vicente José Vázquez.
Tras la Guerra de la Independencia, Vicente José Vázquez alcanzó la distinción de caballero de la Orden de Carlos III y fue condecorado con la Cruz de Distinción por la Reconquista de Sevilla en 1812.
Ese mismo año, el 22 de octubre formó parte del primer Ayuntamiento Constitucional de la ciudad tras la expulsión de los franceses. Su nombramiento como décimo octavo regidor se hizo a propuesta del jefe político por ser “persona de arraigo, probidad y patriotismo notorio”. Un año después fue nombrado Hermano Mayor de la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla, entidad a la que pertenecía desde 1807, ostentando dicho cargo hasta su muerte.
Vicente José Vázquez había continuado la actividad profesional de la familia como proveedor del Ejército, por lo que por Real Decreto de 14 de enero de 1817 es nombrado intendente honorario de los Ejércitos. Fernando VII, mediante Real Orden de 12 de octubre de 1819 le concedió el título nobiliario de conde de Guadalete con el vizcondado previo de San Vicente, en compensación a la cesión hecha a favor del Monarca de dos millones de reales, parte de una suma de más de quince millones de reales que se le adeudaban por los suministros anticipados al Ejército entre 1806 y 1810.
Murió en Sevilla en 1830 soltero y sin descendencia directa. En su testamento de 15 de septiembre de 1829 declaraba heredera única y universal de todos sus bienes “a mi alma para que a beneficio de ella y por mano de sus albaceas se invierta el producto de la venta de los bienes en misas, limosnas y demás sufragios”. Por albaceas testamentarios designó a tres canónigos de la Catedral de Sevilla. Era tal la magnitud y complejidad de la hacienda de Vicente José Vázquez, valorada en más de dieciséis millones de reales que los albaceas presentaron su dimisión en el cargo. La renuncia por parte de dichos albaceas dio paso a un largo y complejo proceso sucesorio que llevó en 1831 al capitán general de Andalucía a hacerse cargo de los autos de dicha sucesión alegando la condición de intendente honorario del Ejército que ostentaba Vicente José Vázquez. Toda la documentación relativa a esta testamentaría se encuentra en el Archivo Militar de Segovia donde ocupa un voluminoso expediente de doce legajos y más de diez mil folios.
El conde de Guadalete se había anticipado a lo que serían los grandes labradores de la segunda mitad del siglo XIX, que gracias a las desamortizaciones accedieron de forma plena a la gran propiedad. Vázquez aunque había comenzado siendo un gran arrendatario se aprovechó de los profundos cambios y de la inestabilidad que se estaba produciendo en las primeras décadas del siglo XIX para convertirse en uno de los primeros grandes labradores que accedieron a la propiedad a gran escala.
Llegó a reunir una gran explotación agraria, que en el momento de su muerte alcanzaba las nueve mil hectáreas, constituida tanto por fincas en propiedad como en arrendamiento. Las grandes dimensiones de las tierras explotadas por Vicente José Vázquez se unían a una cabaña ganadera de excepcional tamaño, en la que destacaba el ganado vacuno, que en el momento de su muerte estaba integrado por más de cuatro mil quinientas cabezas, entre ellas casi trescientos toros mayores de tres años. Además de este ganado vacuno, Vázquez tenía más de cuatro mil cabezas de ganado lanar y más de quinientas de ganado yeguar. En concreto, su ganadería se considera como una de las castas fundacionales del toro de lidia, origen de las ganaderías actuales. Debido a la celebridad que habían llegado a adquirir los productos vazqueños, el mismo rey Fernando VII envió rápidamente a Utrera al ganadero Fernando Criado Freire, nombrado a tal fin comisario regio, con el encargo de adquirir la mayoría de las reses. Esta petición real, hecha antes de que otros solicitantes hubiesen dividido la vacada y extirpado la pureza obtenida, fue tenida en cuenta y aceptada por el juez especial de la testamentaría, el general Vicente Genaro Quesada, adjudicándosele al Monarca la cantidad de quinientas vacas, cien erales y treinta y cuatro cuatreños, de los de mejores notas obtenidas en tienta, en pelo, trapío y bravura, formándose así lo que se denominó desde entonces la Real Vacada. Con el resto se hicieron otros cuatro lotes que fueron vendidos a Francisco Taviel de Andrade, Francisco Martínez Ruiz, Juan Francisco Rivera y José María Benjumea. A partir de esta compra, la casta vazqueña ha llegado hasta nuestros días.
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Antonio Luis López Martínez