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Gregorio Guazo Calderón

Biografía

Guazo Calderón, Gregorio. Osuna (Sevilla), c. 1675 – La Habana (Cuba), 29.VIII.1726. Militar, brigadier, gobernador y capitán general de la isla de Cuba entre los años 1718 y 1724, jefe superior de la Marina de guerra en las Antillas y América Central en 1726.

Nació en Osuna de familia bastante distinguida; esto se demuestra porque siendo muy joven tomó el hábito de la Orden de Santiago. Dedicado a la carrera de las armas, la emprendió desde la clase de “soldado distinguido”, ascendiendo pronto a los grados de alférez y capitán de Infantería. Pasó a ser el capitán de la compañía de caballos corazas que servía de escolta al capitán general de Cataluña. En 1708, después de concurrir a multitud de hechos de guerra, ascendió a teniente coronel de Caballería, cargo que desempeñó durante ocho años, ascendiendo a coronel y, sucesivamente, a brigadier en el otoño de 1717. Poco después, a fines de 1717, fue elegido “para ordenar las cosas de Cuba”, pues en La Habana se había desobedecido por vez primera la autoridad del delegado del Rey, su gobernador, al sublevarse los vegueros, entrar en armas en La Habana y obligar a huir al gobernador y capitán general Vicente Raja el 23 de agosto de 1717. Llegó a La Habana y el 23 de junio de 1718, sin el más leve síntoma de inquietud, tomó posesión del mando de la isla. Traía Guazo un real indulto que preservó del castigo a los promotores del motín y atentado contra la suprema autoridad. Pero también trajo fuerzas suficientes para hacerse respetar: estas consistían en mil hombres bien armados, dos buques de guerra y barcos de transporte. Depuso al gobernador interino Gómez de Maraver, volvió a instalar la factoría de tabacos con los mismos empleados que habían sido expulsados, y reorganizó rápidamente las guarniciones de La Habana, de las principales ciudades y pueblos y de la Florida, sometida a un nuevo reglamento de total dependencia jurisdiccional del gobernador de Cuba.

Las fuerzas de la guarnición de La Habana quedaban compuestas por un batallón de siete compañías de a cien hombres, además de una compañía de Artillería y otra de Caballería, que fue la primera fuerza veterana que se conoció en la isla. Se renovó el armamento, sustituyendo el fusil y la bayoneta al mosquete y la pica, cuyos usos estaban ya desterrados en Europa.

Se habían renovado o, por mejor decir, no habían cesado seriamente las hostilidades con los ingleses, desde la Paz de Utrecht, y Guazo, después de repartir patentes a los corsarios de la isla que se lo pidieron, consiguió bastantes presas de importancia persiguiendo vivamente el contrabando.

Pronto renovó estas patentes contra los franceses ante el inesperado rompimiento de 1718. Entonces preparó una expedición de catorce buques, con novecientos hombres que, al mando del sargento mayor Esteban Berroa, salió el 29 de julio a recobrar la disputada plaza de Pensacola, sorprendida poco antes por una fuerza francesa. Aunque el coronel Juan Pedro Matamoros, antiguo gobernador de esta plaza, consiguió recobrarla, el éxito se convirtió en desastre, porque poco tiempo después tuvo que capitular de nuevo ante fuerzas redobladas francesas.

En el interior se recrudeció el problema de los vegueros o cultivadores de tabaco. La severidad con que el visitador del tabaco Manual de León y Navarro cumplía sus obligaciones, y las instrucciones del propio Guazo, produjo un ferviente descontento que estalló en una nueva sublevación en el verano de 1721. A duras penas consiguieron el joven sacerdote Pedro Agustín Morell (después, obispo de La Habana) y José Bayona Chacón, rico propietario de Guanabacoa, pro españolista, que Guazo les permitiese disolverla con su prestigio y prédicas y, en efecto, lograron disipar a la muchedumbre que se reunía en Jesús del Monte, que estaba a un poco más de una legua de La Habana. “Pero quedaron mal apagadas las cenizas de las sedición”, dice Pezuela (1863: 528). Porque el visitador León no quiso doblegarse a la contemporización acordada con los mediadores. Y un año y medio después, en febrero de 1723, estalló un nuevo motín de los vegueros.

Fueron los de San Miguel, Guanabacoa y Jesús del Monte los que, resueltos a rechazar toda proposición de compra de tabaco a un precio que no fuese superior al señalado en las tarifas de León, se reunieron, todos montados y armados, en número superior a quinientos y destruyeron el 18 de febrero de 1723 las labranzas de los vegueros de Santiago y Bejucal, que se avenían a admitir las condiciones del visitador.

Deseoso Guazo de aniquilar esta decisión de un fuerte golpe, antes de que tomara un mayor vuelo, a las nueve de la noche del 20 de febrero, despachó contra los sublevados a la Compañía de caballos, mandada por Ignacio Barrutia. Los encuentra este oficial al amanecer del 21 y se adelanta hacia ellos casi solo a intimidarles la sumisión; fue recibido a mosquetazos. Cargó sobre ellos, hiriendo y matando a algunos y apresando a once cabecillas (otros historiadores dicen que fueron doce), a los que Guazo mandó, ese mismo día, arcabucear y colgarlos en los árboles de Jesús del Monte (la mayoría de los historiadores dicen que los ahorcaron). El durísimo castigo consiguió aquietar por mucho tiempo a los vegueros.

En el Archivo General de Indias se halla el detallado parte oficial de Guazo al ministro Patiño, fechado el 15 de mayo de 1723, sobre el suceso. Por este asunto se suscitaron en el Consejo de Indias acusaciones contra Guazo, y el Fiscal propuso que se le cesara y multara fuertemente “para amparar a las viudas de los ajusticiados”. Sin embargo, el Consejo, por mayoría, determinó una jurídica justificación de la actuación de Guazo y, aún más, fue ascendido, no por éste, sino por sus anteriores servicios, al grado de mariscal de campo.

En 1724 se festejó en La Habana la subida al trono del malogrado Luis I y, pocos meses después, se alzaron pendones por el segundo reinado de Felipe V.

Guazo entregó el mando el 29 de septiembre de 1724 y regresó a España. Un nuevo rompimiento con Inglaterra hizo que Guazo regresase a La Habana el 13 de agosto de 1726 a la cabeza de una expedición de tres mil hombres, con el mando superior militar de las Antillas y de todas las plazas de América Central.

Pero, enfermo de disentería cuando embarcó, sucumbió de este mal el 28 de agosto de 1726 en La Habana.

En la Real Academia de la Historia hay de Guazo varias cartas, escritas en La Habana en 1719, en que propone contener los piratas, restaurar la Carolina, atacar el fuerte de San Jorge y otros asuntos más.

 

Obras de ~: Cartas al rey nuestro señor sobre el estado de la isla de Cuba. Y sus adyacentes; y de las cosas pertenecientes á su mejor gobierno, ms. citado por A. de León Pinelo, 1738, y por J. M. Beristain de Souza, 1883.

 

Bibl.: A. de León Pinelo, Epítome de la Bibliotheca oriental, y occidental, nautica y geográfica [...], vol. II, Madrid, Francisco Martínez Abad, 1738; A. de Alcedo, Diccionario Geográfico- Histórico de las Indias Occidentales, ó América [...], Madrid, vol. I, Benito Cano, 1786, pág. 703; J. de la Pezuela, Historia de la Isla de Cuba, vol. II, Madrid, C. Bailly-Bailliere, 1868, págs. 306-333; F. Calcagno, Diccionario Biográfico Cubano, New York, Imprenta y Lib. de N. Ponce de León, 1878, pág. 319; J. M. Beristain de Souza, Biblioteca Hispano Americana Septentrional, vol. II, Amecameca, Tipografía del Colegio Católico, 1883 (2.ª ed.), pág. 56; A. Ballesteros y Beretta, Historia de España y su influencia en la historia universal, vol. V, Barcelona, Salvat Editores, 1949; Historia de la Nación Cubana, vol. II, La Habana, Editorial Historia de la Nación Cubana, 1952, págs. 14-19, 21 y 23; F. Portuondo, Historia de Cuba: 1492-1898, La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1965, pág. 184; R. Guerra, Manual de historia de Cuba, La Habana, Editora de Ciencias Sociales, 1971, págs. 143-145; La Enciclopedia de Cuba, vol. IV, San Juan y Madrid, Enciclopedia y Clásicos Cubanos, 1974, págs. 166, 169 y 172.

 

Francisco Rodríguez de la Torre

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