Teves y Tello de Guzmán, Gaspar de. Marqués de la Fuente de Torno (I), en Milán, conde de Benazuza (I). ?, c. 1608 – Madrid, 15.VI.1673. Caballero de Santiago, diplomático y consejero de Estado.
Hijo de Melchor de Teves y Brito y de Mariana Tello de Guzmán, señora de Benazuza y de Lerena.
La familia paterna, de origen portugués, entró al servicio de la Corona española a comienzos del siglo xvi. El abuelo, Gaspar Teves, casado con Ana de Brito, fue caballerizo mayor de la reina María, primera esposa de Felipe II, y de la princesa Juana. El padre, graduado en Derecho por la Universidad de Salamanca, fue nombrado por Felipe II oidor y visitador de la Audiencia de La Coruña, alcalde de Casa y Corte, superintendente de Hacienda en Portugal (1607) y oidor de la Cámara de Castilla, del Consejo Real, mientras que un hermano de éste, Alejo de Teves y Brito, fue designado paje del futuro Felipe III. La familia materna también ocupó cargos en la Corte. El tatarabuelo, Fernando Tello de Guzmán, fue miembro del Consejo de la reina Juana, hija de los Reyes Católicos, y embajador del Emperador Carlos V en Roma, y el abuelo, Pedro Tello de Guzmán, caballero de Santiago, fue señor de Lerena y Benazuza, alcaide mayor y escribano del juzgado de la ciudad de Sevilla.
Muy joven, bajo la protección del conde-duque de Olivares, a quien en la Corte atribuían su paternidad, entró en 1615 como paje al servicio de Felipe IV, ascendiendo en 1623 a gentilhombre de boca, para ser nombrado poco después acemilero mayor del Rey.
Tras alistarse voluntariamente en el Ejército para la defensa de la plaza de Fuenterrabía, en 1627 se trasladó a Flandes con Diego Mexia Felipez de Guzmán, I marqués de Leganés, encargado por el conde-duque, su valedor y pariente, de negociar la “Unión de Armas”. La formación adquirida en estos años en los Países Bajos sería esencial para el inicio de su carrera diplomática. Desde este privilegiado observatorio adquirió un sólido conocimiento de la realidad política y militar de Europa que se vería incrementado con sus primeras misiones en Alemania (1638) y en Italia (1639) preparándole para empresas de mayor responsabilidad. En 1639, cuando se hallaba en Milán cumpliendo el cargo de embajador extraordinario cerca de los príncipes y potentados italianos, recibió la orden de trasladarse a Alemania para representar a Felipe IV en la Dieta Imperial que se celebraría en Ratisbona (1640) y que aceptó el 21 de octubre de 1639. Su presencia en este magno cónclave, donde se debatieron asuntos de gran transcendencia para el futuro del Imperio, entre ellos la supresión del “Edicto de Restitución” de los bienes eclesiásticos secularizados por los príncipes, y que supuso una derrota política más para el emperador Fernando III, fue definitiva de cara a su promoción en la carrera diplomática.
En el mes de febrero de 1641, todavía en Alemania, solicitó, sin conseguirlo, la embajada ordinaria de Viena, pero Felipe IV le otorgó a cambio la de Venecia, aunque hasta el mes de agosto de 1642 no tomaría posesión de su nuevo destino.
De trato amable y conversación amena, agudo observador y firme defensor de los intereses de la Monarquía hispánica, su actividad no siempre fue del agrado de Madrid por la independencia de criterio demostrada en las negociaciones que le fueron encomendadas y su resistencia a acatar determinadas órdenes. Durante su estancia en Venecia acogió en su casa, en dos ocasiones (en 1649 y en 1651), al pintor Diego Velázquez, a quien facilitó el acceso a numerosas colecciones privadas para la adquisición de pinturas destinadas a la decoración del Alcázar Real de Madrid. Pero su actuación más significativa al frente de la embajada fue la paralización de los contactos diplomáticos que el rebelde Reino de Portugal quería mantener con la Serenísima con miras a establecer un cónsul permanente y el apoyo dado a la facción “castellana” frente a la de los “Nicoletti”, lo que provocaría un enorme malestar contra su persona entre la población y los grupos dirigentes. Malquisto de los venecianos y con escasez de recursos para mantenerse decentemente en la República, en 1651 solicitó el nombramiento de embajador ordinario en Viena alegando su conocimiento de los asuntos alemanes. Propuesto embajador extraordinario en Suecia, y estando a punto de partir hacia su nuevo destino, recibió órdenes para detenerse en Viena con el encargo de obtener del Emperador algunos refuerzos para los Ejércitos de Flandes y Milán.
En esta coyuntura fue nombrado en 1656 embajador en Viena tras la designación de su anterior titular, el marqués de Castel Rodrigo, para el virreinato de Cerdeña. Su intervención entre los príncipes alemanes para que apoyaran la elección del Rey de Hungría como nuevo emperador de Alemania, por la que fue felicitado por Felipe IV, y la ejecución, igualmente satisfactoria, de otras misiones como embajador extraordinario en la Dieta de Fráncfort, serían recompensadas con la concesión de un título nobiliario castellano, merced que le fue comunicada por Felipe IV el 16 de septiembre de 1658, aunque la posesión del título de conde de Benazuza no se haría efectiva hasta 1663.
La renuncia del marqués de Fuensaldaña a la embajada extraordinaria de Francia fue la ocasión para que Felipe IV le nombró embajador extraordinario en París, lo que le fue comunicado el 16 de abril de 1661.
Pese a que al Monarca le urgía su traslado, el viaje se demoraría hasta el mes de septiembre a causa de la falta de dinero. Su entrada en París no se produciría hasta el 17 de febrero de 1662, debido a que se le encargó una misión diplomática en Copenhague aprovechando su viaje a Francia y a que fue retenido en la frontera francesa a raíz de un incidente diplomático ocurrido en Londres entre el embajador español y el francés por cuestiones de precedencia. La primera audiencia con los Reyes, en presencia de la Corte y de los embajadores extranjeros, tuvo lugar el 24 de febrero y en ella el marqués de la Fuente procedió a presentar las excusas de Felipe IV por el desafortunado incidente de Londres, lo que sería considerado en Madrid una humillación intolerable, sobre todo porque Luis XIV aprovecharía la ocasión para manifestar públicamente que el monarca español había, con este acto de desagravio, renunciado expresamente a que sus embajadores precedieran a los del Rey de Francia, tal como lo recogió en sus Memorias: “obtuve lo que mis predecesores ni siquiera esperaron, obligando a los españoles no sólo a no entablar competencia, sino a declararlo solemnemente”.
Los años que el marqués de la Fuente permaneció al frente de la embajada española en Francia fueron los más difíciles de su larga carrera diplomática: sin apenas dinero para mantener con decoro su casa y financiar la red de agentes que necesitaba para enterarse de los asuntos franceses, no obstante la asignación estipulada de 12.000 escudos de plata de a diez reales anuales, tuvo que afrontar la actitud beligerante de Luis XIV hacia los intereses españoles y la pasividad de Madrid, que no deseaba nuevos conflictos con su poderoso vecino hasta no recuperar el Reino rebelde de Portugal, y eso aún a sabiendas de que Francia, vulnerando el Tratado de los Pirineos, suministraba dinero y hombres a Lisboa, a la vez que establecía alianzas diplomáticas con Holanda, Suecia e Inglaterra a fin de aislar más a España, y amenazaba la tranquilidad de los Países Bajos españoles con alardes de sus tropas en la frontera y con la reclamación, desde la muerte en 1665 de Felipe IV, de Brabante como parte de la herencia de su esposa María Teresa. Pero en España su posición también era delicada, pues tuvo que hacer frente a las reticencias del Consejo de Estado sobre su gestión, particularmente por su resistencia a acudir a la Dieta Imperial, para la que había sido nombrado embajador extraordinario en 1662 con la misión de desbaratar las alianzas que el Rey de Francia había concluido con los príncipes alemanes y que recortaban “la autoridad del emperador”, poniendo en peligro, además, los intereses españoles en la región, y luego por su negativa a volver a París, cuando ya había iniciado el viaje, para actuar como mediador, a petición del monarca francés, en el conflicto que éste mantenía con la Santa Sede. La invasión de los Países Bajos españoles en 1667 por el Ejército de Luis XIV pondría fin a su estancia en Francia, siendo canjeado el 28 de agosto de ese año en el Bidasoa con el embajador francés, el arzobispo de Embrum. Instalado en España, contrajo segundas nupcias, a pesar de su delicada salud, con Ana de Portocarrero, marquesa viuda de Espinardo, cuyas intrigas fueron motivo de habladurías en la Corte, y se incorporó a la plaza de consejero de Estado que le había concedido Mariana de Austria el 15 de enero de 1666. Tras la Paz de Aquisgrán (1668), que puso fin a la guerra con Francia, se estudió la posibilidad de enviarle de nuevo a París como embajador, aunque su edad y sus achaques desaconsejaron el nombramiento, que recayó finalmente en el conde de Molina.
De su matrimonio con Úrsula de Córdoba, hija de Antonio Fernández de Córdoba, I marqués de Valenzuela, y de Ana María de Córdoba, descendiente de una familia de origen converso, los Pisa, al servicio de la Corona desde el siglo xvi, tuvo dos hijos: Gaspar de Teves, II marqués de la Fuente, embajador de España en Venecia en 1666 y en Francia en 1680, casado con Luisa Osorio, hija de los condes de Villalba; e Inés de Córdoba, dama de la reina Isabel de Borbón, casada con el marqués de Florencia en Milán.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Palacio, Expedientes personales, caja 1028/19, 1298/30 y 1298/31; Biblioteca del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, Mss. 174, fol. 206r.; Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, D-19, fol. 210; D-21, fol. 285v., D-26, fols. 195- 196, A-78, fol. 146, A-79, fols. 70-71, 276 y 355; D-42, fols, 131-146; D-19, fol. 210; ED-27, fol. 155.
L. de Salazar y Castro, Advertencias Históricas sobre las obras de algunos doctos escritores modernos, Madrid, 1688, pág. 235; F. X. Garma y Durán, Theatro Universal de España. Descripción eclesiástica y secular de todos sus reinos y provincias, en general y particular, t. IV, Madrid, 1738-1751, pág. 110; A. Morel Fatio y H. Leonardon, Recueil des Instructions données aux Ambassadeurs [...] de France, XI. Espagne, 1649- 1700, Paris, 1894; Duque de Maura, Vida y reinado de Carlos II, Madrid, Espasa Calpe, 1954; F. Barrios, El Consejo de Estado de la Monarquía Española, 1521-1812, Madrid, Consejo de Estado, 1984.
Juan Antonio Sánchez Belén