Heliogábalo. Varius Avitus Bassianus / Marcus Aurelius Antoninus Elagabalus. Homs (antes Émesa) (Siria), 204 – Roma (Italia), 11-12.III.222. Emperador de Roma.
Emperador de Roma desde el 16 de mayo del 218 hasta el 11 o 12 de marzo del 222 (Dión Cassio, 80, 3, 3). Su abuela materna era Iulia Maesa, hermana de Iulia Domna, que fue la segunda esposa de Septimio Severo y madre de sus sucesores Caracalla y Geta. Su padre era el caballero de origen sirio Sextus Varius Marcellus y su madre Iulia Soaemias, hija de Maesa.
La hermana de su madre era Iulia Mammaea, madre de Severo Alejandro, que sucedería a su primo Heliogábalo en el gobierno del Imperio. Según afirman algunas fuentes, a causa de que Iulia Soaemias había cometido adulterio con Caracalla, Heliogábalo pudo ser hijo ilegítimo (Scriptores Historiae Augustae, Heliogábalo [SHA, Heliog.], 2, 1-3; Dión Cassio, 79, 32, 2-3; 33, 2). Tuvo tres esposas. La primera fue Iulia Cornelia Paula, con quien llegó al matrimonio el año 220, llevando a cabo un multitudinario banquete con espectáculos de combates gladiatorios y luchas de animales salvajes (Dión Cassio, 80, 9, 2-3), antes de repudiarla (Herodiano, 5, 6, 1). Se divorció de Paula y se unió a una virgen vestal, Iulia Aquilia Severa, en contra de la ley, pero también la repudió.
Después desposó a Annia Faustina, pero volvió finalmente con Severa. Las tres obtuvieron el título de Augusta. El 16 de mayo del 218, parte del ejército de Oriente le reconoció como Emperador en el campamento de Emesa, a la edad de catorce años, rebelándose contra Marcus Opellius Macrinus (Dión Cassio, 79, 40, 1-5).
Macrinus había sido el prefecto del Pretorio que ordenó el asesinato de Caracalla y que, después de su ejecución, usurpó el poder imperial. Es posible que una parte de los soldados se uniera al joven Varius Avitus por las recompensas económicas ofrecidas por su abuela, Iulia Maesa, poseedora de una gran fortuna (Herodiano, 5, 3, 11). El día 8 de junio de 218, se produjo el enfrentamiento entre los partidarios de Heliogábalo y Macrino, que culminó con la derrota de éstos y la huida del Emperador, hasta que fue asesinado en una aldea de Bithynia (Anatolia, Turquía). Al día siguiente, Heliogábalo mandó sus primeros mensajes al Senado y al ejército desde Antioquía y preparó su viaje hacia Roma. Viajó por Capadocia y Galatia (Anatolia), pasando el invierno del 218-219 en Nicomedia (Pontus-Bithynia). Llegó a Roma en agosto o septiembre del 219.
Los principales autores que narraron los acontecimientos de este principado resaltan los aspectos más negativos de la personalidad de Heliogábalo, principalmente su fanatismo religioso (SHA, Heliog., 6, 6-9; 7, 1 y ss.). De hecho, el nombre Heliogábalo lo tomó del de la divinidad solar de Emesa (Siria), cuyo sacerdocio había detentado su familia durante décadas.
Esta deidad estaba relacionada con las montañas y tenía características semejantes a las de Júpiter (SHA, Heliog., 1, 5). Pero no existía una representación antropomórfica del mismo, ya que su símbolo era un betilo o piedra ovoide, apuntada en su parte superior, de color negro. El Emperador edificó un templo al dios en el monte Palatino (Elagabalium), junto a la mansión imperial, donde llevó el betilo y reunió allí los símbolos más tradicionales de la religión romana: el fuego de Vesta, el Paladión traído de Troya por Eneas, los escudos de Marte y la piedra negra de Cibeles. El dios de Emesa se convertía así en el centro de la religión de Roma. El Emperador asumió su sacerdocio cumpliendo los ritos en todos sus detalles.
Solía vestir con la túnica púrpura y dorada, con una corona de piedras preciosas, siguiendo los cánones estéticos de ese cargo (Herodiano, 5, 3, 6-7; 5, 6, 1-10) y, en ocasiones, con indumentarias típicas de Fenicia o Media, hasta el punto de que se le puso el apodo de “El Asirio” (Dión Cassio, 80, 11, 1-2).
También destacan en las fuentes literarias las referencias a sus perversiones sexuales (SHA, Heliog., 5, 2-5; 6, 1-6; Dión Cassio, 80, 13, 1 y ss.), a su crueldad y sadismo (SHA, Heliog., 8, 1-2) o a su extrema excentricidad en todos los aspectos de su vida pública o privada y en su relación con sus subordinados que, en ocasiones, se califica de demencial. No obstante, algunas de estas informaciones podrían ser algo exageradas (SHA, Heliog., 30, 8; Dión Cassio, 80, 14, 1-4) a causa de la fuerte impresión que sus costumbres orientales y excesos producían en la mentalidad pagana y tradicional de las elites sociales de Roma en las primeras décadas del siglo III.
Pero lo que más impidió una percepción positiva de su gobierno fue la absoluta arbitrariedad al elegir a sus colaboradores (Dión Cassio, 80, 16, 1). En este sentido, concedió importantes privilegios a individuos con quienes se relacionaba sexualmente, como al atleta de Esmirna Aurelius Zoticus; a libertos, a quienes promocionó como gobernadores, legados o cónsules. Nombró prefecto del Pretorio a un bailarín, prefecto de la annona a un barbero y prefecto de las guardias a un auriga (SHA, Heliog., 11, 2 y ss.; 12, 1-2; Herodiano, 5, 7, 6-7).
En junio de 221, el Emperador adoptó como hijo, por instigación de su abuela Maesa (Herodiano, 5, 7, 1-2), a su primo ante el Senado, otorgándole el título de César y haciéndole llamar Alejandro. Ante el favor que el sucesor iba ganando por parte de los soldados y los senadores, el príncipe intentó arrebatarle posteriormente el título que le había otorgado y eliminarlo de la sucesión, haciendo borrar todas las inscripciones de sus estatuas y, finalmente, ordenó su asesinato (SHA, Heliog., 13, 1 y ss.; Herodiano, 5, 5, 1 y ss.). Estos proyectos acabaron volviéndose en contra suya, porque los soldados organizaron una rígida protección de Alejandro a pesar de las promesas que habían conseguido del príncipe de respetar su vida.
Finalmente, la situación se hizo insostenible y los soldados asesinaron a Heliogábalo, humillando su cadáver, arrastrándolo y arrojándolo al Tíber con un peso para que no flotara (SHA, Heliog., 16, 5; 17, 1-2).
También fue asesinada su madre, que había gozado de poder e importantes privilegios, como el de participar en las reuniones del Senado y, en cierto modo, había movido los hilos del gobierno debido a la juventud de Heliogábalo. El Imperio pasaría inmediatamente a Severo Alejandro.
Las evidencias en Hispania del gobierno de Heliogábalo son escasas pero importantes. La principal de ellas es el anfiteatro de Tarraco (Tarragona), monumentalizado el año 221 según recuerda una inscripción de 147 metros de longitud, la mayor del Imperio romano. Sabemos también que fue homenajeado en el foro de Valentia con un pedestal del que luego sería borrado su nombre con motivo de su damnatio memoriae y que reaprovecharía una estatua de Aureliano en las últimas décadas del siglo III.
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Juan Carlos Olivares