Maximino. El Tracio. C(aius) Iulius Verus Maximinus. ¿Tracia o Moesia?, 172-173 – Aquileia (Italia), ¿IV?.238. Emperador de Roma.
Nació en la provincia romana de Tracia, o bien en la zona tracia que quedó adscrita a la provincia de Moesia Inferior (aproximadamente la actual Bulgaria). Parece que pertenecía a una familia humilde local, aunque el nombre Iulius hizo afirmar a Syme que podría ser descendiente de un soldado, que habría transmitido a los suyos la ciudadanía romana. Las fuentes dicen que su padre era un godo llamado Micca y su madre una mujer alana de nombre Hababa (Scriptores Historiae Augustae [SHA], Vita Maximini, 1, 4-7). Se decía que en su juventud había sido pastor y que esta circunstancia le avergonzó a lo largo de su vida. La imagen que las fuentes han transmitido es la de un bárbaro iletrado, mal conocedor del latín, que mantenía buena relación con los germanos y a quien la elite romana toleraba mal (Herodiano, 6, 8, 1 y ss.; Aurelio Víctor, 25, 1). Se casó con Caecilia Paulina, que murió pronto y fue divinizada. Tuvieron un hijo llamado Caius Iulius Verus Maximus, que participó con su padre en el gobierno del estado romano, acompañándole en sus viajes (SHA, Vita Maximi, 27, 1).
Se promocionó en la carrera militar bajo la protección del emperador Severo Alejandro (222-235).
Tras un comienzo que pudo ser como miembro de la guardia imperial, ocupó varias prefecturas, que le llevarían a provincias tan alejadas como Mauretania Tingitana en el norte de África o Mesopotamia en el Próximo Oriente (¿praefectus gentium, praefectus legionis?, ¿praeses pro legato provinciae Mauretaniae Tingitanae, praefectus Mesopotamiae?) (según Kienast). Entre los años 231 y 233, Maximino estuvo en Oriente, con mando en la guerra de Severo Alejandro contra los Persas (¿praefectus exercitus o praepositus vexillationum?).
El año 234 fue enviado al Rhin para ocupar otra prefectura (praefectus tironibus in limite Rhenano).
El mayor reconocimiento a su carrera se debía sobre todo a su capacidad para mantener la disciplina militar, para ganarse el afecto y respeto de los soldados y por su actuación en los lugares más peligrosos de la primera línea de fuego durante las batallas.
En febrero o marzo del año 235, los soldados dieron muerte al emperador Severo Alejandro en la ciudad de Mainz (Alemania). No puede asegurarse que Maximino organizara o participara en el complot, pero lo cierto es que fue elegido inmediatamente Emperador, probablemente en el mismo lugar del magnicidio (¿entre el 18 de febrero y el 9 de marzo?). Dicen las fuentes que fue el primer Emperador militar, sin rango senatorial, nombrado sin un decreto del Senado, sólo con la aclamación del ejército (SHA, Vita Maximini, 8, 1; Eutropio, 9, 1, 1). Unos días después (25 de marzo), obtuvo el título de pontífice máximo, lo que suponía la entrada en los colegios sacerdotales.
A partir de entonces, Maximino se dedicó a restablecer la seguridad en las fronteras. Primero se ocupó de la frontera del Rhin, realizando una campaña contra los germanos, a los que incluso, a decir de las fuentes, persiguió hasta dentro de su propio territorio. Las noticias de las fuentes sobre esta campaña ponían a Maximino al frente de las hazañas más arriesgadas en los peligrosos bosques pantanosos de la Germania libre (Herodiano, 7, 2, 1 y ss.; SHA, Vita Maximini, 11, 7 y ss.; 12, 1 y ss.). Decía su biógrafo en la Historia Augusta que tenía la temeridad propia de los bárbaros y que habría conseguido conquistar todo ese territorio para Roma, si no fuera porque era imposible encontrar a los enemigos en aquel terreno difícil y desconocido. Tras obtener el triunfo, parece que hizo poner ante el edificio de la Curia, donde se reunía el Senado, unas pinturas en las que se representaba la batalla contra los germanos.
A partir del año 236, su objetivo principal fue el Danubio, en donde combatió a los pueblos que vivían al otro lado del río (sármatas y dacios) y que hacían esporádicas incursiones en territorio romano, poniendo así en peligro la integridad del imperio (SHA, Vita Maximini, 13, 1 y ss.). Ese mismo año ocupó su primer y único consulado y recibió los títulos relativos a sus victorias: Germanicus, Dacicus y Sarmaticus. Precisamente a comienzos de ese mismo año (entre el 7 de enero y el 16 de mayo, según ha precisado Kienast), nombró César a su hijo Máximo, quien también se convertiría en princeps iuventutis (príncipe de la juventud), dando continuidad a la dinastía.
Desde el comienzo de su reinado, Maximino tuvo que enfrentarse a algunos complots para derribarle, aunque no todas las noticias sobre estos hechos se pueden considerar auténticas (Herodiano, 7, 1, 4 y ss.; SHA, Vita Maximini, 10, 1 y ss., y 11, 1 y ss.).
Se acusó a un consular llamado Magno de haber preparado la muerte del príncipe con la complicidad de algunos soldados. También parece haberse producido una conjura de los arqueros osroenos (originarios de Osroene, en el Próximo Oriente).
A principios del año 238, tuvo lugar en el norte de África una sublevación contra el príncipe (Herodiano, 7, 4 y ss.; SHA, Vita Maximini, 13, 5 y ss.).
El procurador encargado del cobro de impuestos habría intentado aumentar la presión fiscal sobre los sectores más poderosos de la sociedad local. El descontento prendió en otros sectores y los soldados nombraron emperador a Gordiano, un anciano que asoció a su hijo al trono; tras reconocer este nombramiento, el Senado proclamó enemigos públicos a Maximino y a su hijo (¿mediados de enero?). Sin embargo, el reinado de los Gordiano duró sólo unos días, ya que el ejército fiel a Maximino se les enfrentó y murieron ambos. El Senado nombró entonces emperadores a Pupieno y Balbino, que aceptaron a un descendiente de los Gordiano como César. Ante la situación creada, Maximino entró en Italia con sus soldados y acompañado de su hijo. Tras atacar Aquileia, donde sufrió muchas bajas y tuvo dificultades de aprovisionamiento, tanto Maximino como su hijo fueron asesinados por sus propios soldados. Sus cabezas fueron llevadas a Roma, en donde parece que se quemaron en el Campo de Marte. Ambos sufrieron damnatio memoriae (el borrado de sus nombres de los monumentos públicos e inscripciones).
En Hispania hay una treintena de miliarios correspondientes al reinado de Maximino, concentrados sobre todo en el sur de Portugal, pero también repartidos por las provincias de Navarra, Orense, Burgos, Cuenca, Albacete, Madrid, Córdoba, Málaga y Gerona.
En Pontevedra, un epígrafe recordaba el nombre del príncipe y de su hijo en una inscripción que conmemoraba la reparación de un puente y una vía; en Pedrotoro (Salamanca) y en Arjona (Jaén), se ofrecieron dos dedicatorias públicas de dos ciudades al príncipe y a su hijo. Estos últimos testimonios tienen una especial trascendencia por lo que pueden significar de apoyo de los hispanos a Maximino en su lucha por mantener el poder frente a los usurpadores.
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María Pilar González-Conde