Majencio. Marcus Aurelius Valerius Maxentius. ¿Siria?, c. 275-278 o 283 – Roma (Italia), 28.X.312. Emperador de Roma (306-312).
Majencio fue hijo del emperador Maximiano y de Galeria Valeria Eutropia —de origen sirio—, que contrajeron matrimonio hacia el año 280 (Aurelio Víctor, Libro de los Césares, 40, 5; Eutropio, Breviario, 10, 2, 3); fue hermano de Flavia Maxima Fausta, que luego contraería matrimonio con el emperador Constantino I (Aurelio Víctor, Libro de los Césares, 40, 22) y hermanastro de Flavia Maximiana Theodora, hija biológica de Eutropia y del prefecto del pretorio Afranius Hannibalianus, que casaría con Constancio I (Eutropio, Breviario, 9, 22, 1; Aurelio Víctor, 39, 25). Estuvo casado con Valeria Maximilla, hija del emperador Galerio (293-311) y con la que debió de contraer matrimonio hacia 293-294; poco después nació su hijo Valerius Romulus (c. 294), muerto el año 309 y que sería divinizado como Divus Romulus en el heroon construido para su sepultura en la Via Appia, a la entrada de Roma, dentro del complejo que en los últimos años de la vida del Emperador incluiría una residencia imperial extraurbana —hoy el Parco Archeologico dell’Appia Antica— como complemento a la residencia oficial en el Palatino.
De su etapa anterior al gobierno no hay apenas noticias.
Por dos inscripciones procedentes de sus propiedades familiares en la Via Labicana, a las afueras de Roma, se sabe que aquí se encontraba la villa a la que alude Eutropio (10, 2, 3) como lugar de residencia en el momento de su proclamación. En uno de esos textos (ILS, 666), anterior al año 306, su hijo le homenajeó únicamente como vir clarissimus, por lo que parece que no tenía ninguna vinculación con la Administración del Estado. Tampoco se conocen datos relevantes de su personalidad o aspecto físico, pues las críticas de Aurelio Víctor (40, 19-25), relacionadas con los hechos de los años 311-312, no pueden tomarse en consideración por su extrema virulencia (fiero, inhumano, lujurioso, derrochador, tirano), y hay que situarlas en el mismo plano que las del libelo de Lactancio.
Tras la muerte de Constancio I en Eburacum (York) el 25 de julio del año 306 y de la proclamación por las tropas de su hijo Constantino, la segunda tetrarquía había quedado rota. El sistema ideado por Diocleciano no contemplaba una sucesión dinástica automática y, en todo caso, Majencio, como hijo de Maximiano, se sentía con los mismos derechos a ocupar el puesto que el ejército daba a Constantino.
El nuevo hombre fuerte de Roma, Galerio, asumió el peso de la decisión que había tomado el ejército de Britannia, de modo que la tercera tetrarquía quedó constituida por él mismo y Severo como Augustos, secundados por Maximino Daia y Constantino I como Césares. El nuevo experimento tetrárquico (25 de julio del 306 a 307-308) dejaba fuera a Majencio, que el 28 de octubre del 306 se proclamó César en Roma, con el respaldo de las tropas pretorianas y, si se hace caso a las fuentes, de una parte de la población (Eutropio, 10, 2, 3; Aurelio Víctor, 40, 5; Anonymus Valesianus, 3, 6; Lactancio, Sobre la muerte de los perseguidores, 26, 1-3 y 44, 4; Zósimo, 9, 3), cuyo respaldo pudo obtener aprovechando el descontento por las medidas fiscales de Diocleciano (Lactancio, 23, 1, y 26, 1-3).
Lo que inicialmente fue uno de los tantos golpes de estado que conoció Roma a lo largo de su historia, encontró pronto apoyos en el Senado e incluso en Maximiano, el padre de Majencio que, retirado contra su voluntad el año 305 junto a Diocleciano, vio ahora la posibilidad de volver a la vida pública. Roma ya tenía dos Augustos y dos Césares; la usurpación de Majencio y el retorno de Maximiano iban a elevar a seis el número de personajes que disputaban el control del Imperio, mientras Diocleciano, retirado en su palacio dálmata, seguía de cerca los acontecimientos, como luego se supo.
El dominio de Majencio, inicialmente reducido a Roma y su entorno, pronto se extendió a la Italia continental si exceptuamos el norte, que permaneció fiel a Severo, respaldado por el ejército de Galerio.
El intento de Severo de recuperar Roma el año 306 por la fuerza terminó con su huida a Ravenna y su muerte en el 307 (Lactancio, 26, 5; Zósimo, 2, 10, 1) tras la entrada en escena de Maximiano en apoyo de su hijo.
Majencio, que hasta entonces sólo se había identificado como príncipe y como César, desde comienzos del año 307 empezó a utilizar el título de Augusto, al tiempo que su dominio se extendía a Sicilia, África, Cerdeña y Córcega. El 1 de abril de ese año dejó de reconocer como Augusto al propio Galerio, cuya entrada en Italia en el verano del 307 y su sitio de Roma fracasó, como lo había hecho la intentona de Severo el año anterior, máxime ante la imposibilidad de evaluar la fidelidad que el ejército podía seguir teniendo a Maximiano (Aurelio Víctor, 40, 21 y 29; Lactancio, 26, 7, 9; Eutropio, 10, 2, 3).
A comienzos del año 308 la situación se había deteriorado de tal manera que una ceca tan septentrional como Aquileia había comenzado a emitir monedas a nombre de Majencio como Augusto, lo mismo que hacían ya Carthago en África y la propia Roma. Esa situación de quiebra de la legalidad tetrárquica se había trasladado al ritmo de los consulados: el 20 de abril del año 308 Majencio asumió el consulado con su hijo Romulus.
Vinculado aún al origen de la tetrarquía y a lo que representaba, Maximiano intentó en vano persuadir a su hijo Majencio de que depusiera su actitud y abandonara el control de Roma para reorganizar el sistema tetrárquico (Eutropio, 10, 3, 1; Aurelio Víctor, 40, 5). Ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo, Maximiano y Galerio se reunieron con Diocleciano en Carnuntum el 11 de noviembre del 308, a fin de buscar una salida al conflicto; de esa reunión surgió la cuarta y última tetrarquía, formada por Galerio como Augusto junto a Licinio (al frente del Danubio y los Balcanes), con los Césares Maximino Daia (Siria y Egipto) y Constantino I (Galia y Britannia); la nueva fórmula dejaba fuera de la ley a Maximiano, que buscaría su propia fórmula de escape junto a Constantino I en la Galia, y a su hijo Majencio, que se convertía en el objetivo militar de los tetrarcas.
A los problemas existentes en la Europa continental vino a sumarse la usurpación de Lucius Domitius Alexander, proclamado Augusto en Carthago el año 308 (Aurelio Víctor, 40, 17; Zósimo, 2, 12) y que se presentaba como un nuevo salvador de Roma (restitutor publicae libertatis). Su actuación no sólo era una amenaza para la integridad territorial, sino que ponía en riesgo el abastecimiento de Roma, lo que obligó a intervenir a Majencio, cuyo prefecto del pretorio, Caius Ceionius Rufius Volusianus acabó el año 311 con la revuelta (Aurelio Víctor, 40, 18; Zósimo, 2, 14).
La muerte de Galerio en mayo del año 311 dejó en manos de Constantino I el control de Occidente y le abrió las puertas de Italia (Aurelio Víctor, 40, 16); tras recorrer la Península de norte a sur el año 312, con sucesivas victorias sobre las tropas de Majencio en Susa, Turín, Milán, Verona, Brescia y Aquileia (Aurelio Víctor, 40, 20), se dirigió a Roma, donde el 28 de octubre del año 312 Majencio pereció ahogado en el Tíber en la batalla de Ponte Milvio (Eutropio, 10, 4, 3; Lactancio, 44, 3-9; Aurelio Víctor, 40, 23, Anonymus Valesianus, 5, 12-13). Constantino I entraba en Roma y la cabeza del usurpador derrotado era enviada a África como prueba de su derrota.
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Juan Manuel Abascal