Cárdenas y Pacheco, Bernardino de. Duque de Maqueda (II). ?, p. s. xvi – Torrijos (Toledo), 1560. Virrey y capitán general de Navarra y de Valencia, Grande de España.
Hijo de Diego de Cárdenas y Mencía Pacheco, ambos pertenecientes a ilustres linajes castellanos, Bernardino de Cárdenas sucedió a su padre en el ducado de Maqueda que, además de este título, obtuvo de Carlos V el marquesado de Elche para los primogénitos de su casa, por lo que Bernardino fue II duque de Maqueda y I marqués de Elche.
Gracias a su matrimonio con Isabel de Velasco emparentó con el condestable de Castilla, y a través de los enlaces de sus hijos pasó a relacionarse con las familias de los duques de Braganza (su hijo Bernardino casó con Juana de Portugal), de los marqueses de Almazán (por la boda de su hija María con Francisco Hurtado de Mendoza), de los condes de Siruela (matrimonio de Mencía de Cárdenas con Juan de Velasco) y de los duques de Cardona (gracias al enlace de Ángeles —o Ángela— de Cárdenas con Francisco de Aragón Folch de Cardona).
En los años siguientes, el duque de Maqueda sirvió a Carlos V en las campañas del norte de África, sobresaliendo en la de Túnez (1535). A su regreso a la Península y como titular del marquesado levantino, solicitó y consiguió de las Cortes de la Corona de Aragón, reunidas en 1542 en Monzón, la “habilitación”, es decir, el documento que lo acreditaba como natural del reino de Valencia, con todas las prerrogativas que ello conllevaba, como el derecho de asiento en las sucesivas reuniones de Cortes del reino, entre el brazo militar.
Oficialmente, Cárdenas figura como virrey y capitán general de Navarra entre 1550 y 1553, si bien Carlos V despachó su nombramiento y título en 1548; en 1549 el duque de Maqueda se encontraba en la ciudad de Tudela, donde debía presidir, en nombre del Rey, la sesión de apertura de las Cortes Generales que se celebraron en esa localidad. Del mismo año data la autorización que se le envió para trasladar a Pamplona todo aquello que pudiese necesitar en el desempeño de su oficio. Con anterioridad, desde la Corte se había informado del nombramiento del duque —que sustituía en el cargo a Luis de Velasco— a las instituciones, ciudades y villas del reino de Navarra.
A causa de la reunión de Tudela, Cárdenas no llegó a Pamplona hasta 1550. Una vez allí, las cuestiones más urgentes que hubo de tratar fueron las relacionadas con la defensa del territorio, dado su carácter fronterizo: las obras de fortificación puestas en marcha en la ciudad (se construía la Ciudadela), para acelerarlas Cárdenas solicitó la erección en Navarra de una Casa de fundición; la cantidad y calidad de la artillería disponible en la plaza, y la vigilancia de los pasos a Francia. El virrey pidió también la provisión de algunos cargos, solicitud que fue atendida prontamente por el Monarca. El mismo año de la llegada de Cárdenas a la capital navarra, Carlos V despachó una nueva convocatoria de Cortes Generales para el reino. Las reuniones se iniciaron en diciembre de ese año, prolongándose hasta el mes de enero de 1551. Entre los temas tratados destacan los relativos al alojamiento de soldados y al almacenamiento de trigo en el reino, en previsión de un asedio francés. Una medida más de seguridad en este sentido, aparte de las solicitadas por las Cortes, fue la propuesta del virrey de trasladar a otro lugar la Audiencia de Pamplona, petición que no fue atendida.
Además del peligro de una posible declaración de guerra de Francia (que finalmente no se produjo), Cárdenas se ganó algunos enemigos en el propio reino entre los miembros de la facción beamontesa, es decir, aquella que había apoyado la entrada del duque de Alba en Pamplona en 1512, y por lo tanto, la anexión de Navarra a Castilla. Por otro lado, Maqueda no ocultaba su gran interés por los asuntos de Valencia (participó en las Cortes de Monzón en 1552), lo cual causó un cierto malestar entre la nobleza y la población navarras.
En cuanto a sus relaciones con la jerarquía eclesiástica del reino, Cárdenas no tuvo apenas oportunidad de tratar al obispo de Pamplona, Álvaro de Moscoso, antiguo capellán del Emperador. Moscoso había sido confirmado en la sede pamplonesa por el papa Julio III en 1550, previa presentación del Rey. El duque de Maqueda recibió al nuevo obispo en la catedral de la capital navarra a su llegada a la misma, en agosto del mencionado año, si bien lo había dejado sin alojamiento, ya que el palacio episcopal, situado en el centro de Pamplona, se utilizaba como residencia de los virreyes. Al poco de la llegada de Moscoso, el Emperador le ordenó acudir a las sesiones del Concilio que se estaba celebrando en Trento, y emprendió viaje a principios de agosto de 1551; no volvería a encontrarse con Maqueda. Es reseñable, por otro lado, que poco después de la marcha del obispo, el virrey invitase a Francisco de Borja (antes marqués de Lombay, a quien Maqueda había conocido en la Corte) a visitar la ciudad junto con otros dos miembros de la Compañía de Jesús. Borja acababa de establecerse en la ermita de Santa Magdalena de Oñate, localidad guipuzcoana próxima a Pamplona. Los religiosos se hospedaron en casa del virrey durante tres semanas, a lo largo de las cuales el futuro santo recibió a numerosas personalidades del reino. El recuerdo de esa visita perduró mucho tiempo en la memoria de cronistas e historiadores navarros.
Sin embargo, probablemente a causa de su delicada salud y de sus intereses en Levante, ese año el virrey expresó por escrito al Emperador su deseo de abandonar el cargo, cuando hacía apenas unos meses que lo ocupaba; su solicitud fue atendida a finales de 1552, fecha en que Carlos V despachó su nombramiento como virrey de Valencia, en sustitución del lugarteniente interino Juan Lorenzo de Villarrasa. Cárdenas abandonó Navarra en diciembre de 1552 y llegó a Valencia el 4 de enero de 1553; juró el cargo diez días más tarde.
En la capital de este reino vivió casi seis años, durante los cuales él y su subordinado más cercano, Luis Ferrer, se dedicaron a varios asuntos del máximo interés. En primer lugar, Cárdenas debía frenar el preocupante crecimiento del bandolerismo en la zona. En segundo lugar tenía que dar cumplimiento a una disposición emanada de las Cortes de 1552, en la que se pedía al Rey que la defensa de los ataques de piratas berberiscos se hiciese desde tierra, y según unas directrices dadas por el próximo virrey (en ese momento aún no se había nombrado). Cumpliendo aquella provisión, Maqueda elaboró unas ordenanzas por las que debía regirse la guarda de la costa, además de proceder a la construcción y remodelación de varias torres en la zona meridional del litoral valenciano (Guardamar, por ejemplo, cuya muralla reparó y dotó de artillería; o Santa Pola, construida y defendida a expensas del propio Maqueda para defender “el puerto antiguo de Elche”, como rezaba una lápida conmemorativa). Las ordenanzas se publicaron en Valencia y poblaciones vecinas en febrero de 1555; los primeros capítulos dividían la costa en ocho partidos y especificaban el modo de hacer y transmitir las señales o “almenaras” de una torre de guarda a otra. Con algunos retoques introducidos en 1580 y 1596, estas Ordenanzas permanecieron en vigor hasta el virreinato del conde de Paredes, quien las sustituyó por otras en 1673.
Finalmente, como representante de la Corona, Cárdenas hubo de sortear las dificultades surgidas entre ésta y las instituciones valencianas al producirse el traspaso de poderes del Emperador a su hijo, el príncipe Felipe, en Bruselas, el año 1555: la jurisdicción de los cargos nombrados por el Emperador tenía, bien carácter «delegado», en cuyo caso el traspaso de poderes anulaba esos nombramientos, o bien carácter «ordinario», por lo que dicho traspaso no les afectaba. En el primer caso se encontraban los virreyes de Cataluña y Aragón, pero en Valencia se consideraba que la jurisdicción virreinal tenía carácter «ordinario». Pese a esto, la permanencia de Maqueda en su cargo y su juramento de un nuevo trienio como virrey, realizado cuando el Emperador ya había fallecido, fueron situaciones especialmente difíciles para él, al reabrirse el debate (entre el reino y el gobierno central) sobre el carácter de la jurisdicción virreinal valenciana.
En 1557 el único hijo varón del duque de Maqueda, Bernardino de Cárdenas y Velasco, capitán del ejército, falleció en la villa de Torrijos, por lo que los títulos y estados de su Casa pasaron a su nieto, que llevaba el mismo nombre que su padre y abuelo, y que años más tarde (1592) sería virrey de Cataluña.
En 1558 el rey Felipe II relevó a Cárdenas de su cargo a causa de achaques de salud que lo indisponían con frecuencia, y que al parecer le impedían tomar las medidas represivas necesarias para controlar la delincuencia y el problema morisco. Juan Lorenzo de Villarrasa gobernó de forma interina durante unos meses, a la espera de Alfonso de Aragón, duque de Segorbe y nuevo virrey de Valencia, que juró el cargo el 7 de agosto de 1559. El duque de Maqueda se retiró a la villa de Torrijos, donde murió en 1560.
Bibl.: Duque de Maqueda, Don Gutierre de Cárdenas. Íntimo confidente y consejero de los Reyes Católicos, Madrid, Editora Nacional, 1945, págs. 198-200; C. Álvarez Terán, Catálogo del Archivo General de Simancas, XVIII: Guerra y Marina I, Época de Carlos I de España y V de Alemania, Valladolid, Patronato Nacional de Archivos Históricos, 1949; A. y A. García Carraffa, Enciclopedia Heráldica y Genealógica Hispano Americana, t. XXI, Madrid, Imprenta de Antonio Marzo, 1952, págs. 108-114; J. Mateu Ibars, Los virreyes de Valencia. Fuentes para su estudio, Valencia, Ayuntamiento, 1963, págs. 130-135; J. Yanguas y Miranda, Diccionario de Antigüedades del Reino de Navarra, vol. III, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1964, págs. 178-182; R. García Cárcel (ed.), Cortes del reinado de Carlos I, Valencia, Universidad de Valencia, 1972, págs. 158-159 y 269; J. Mateu Ibars, “Nóminas y cronología de los virreyes de los estados de la Corona de Aragón en el siglo xvi”, en VV. AA., VIII Congreso de Historia de la Corona de Aragón, III-2. La Corona de Aragón en el siglo xvi, Valencia, Sucesor de Vives Mora, 1973, págs. 235-263; J. Goñi Gaztambide, Historia de los obispos de Pamplona, t. III (siglo xvi), Pamplona, Eunsa-Departamento de Educación y Cultura del Gobierno de Navarra, 1985, págs. 421-447; F. González Doria, Diccionario heráldico y nobiliario de los reinos de España, Madrid, Bitácora, 1987, pág. 131; R. García Bourrellier, M. D. Martínez Arce, y S. Solbes Ferri, Las Cortes de Navarra desde su incorporación a la Corona de Castilla: tres siglos de actividad legislativa (1513-1829), Pamplona, Eunsa, 1993; F. Requena Amoraga, La defensa de las costas valencianas en la época de los Austrias, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1997; J. Buyreu Juan, La Corona de Aragón de Carlos V a Felipe II. Las instrucciones a los virreyes bajo la regencia de la princesa Juana (1554-1559), Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, págs. 84-125.
Rocío García Bourrellier