Ismācīl II: Abū l-Walīd Ismācīl b. Yūsuf b. Ismācīl b. Faraŷ. Granada, 28.III.740 H./ 4.X.1339 C. – 27.VIII.761 H./13.VII.1360 C. Emir de al-Andalus (1359-1360), noveno sultán de la dinastía nazarí de Granada (precedido por Muḥammad V y sucedido por Muḥammad VI).
Fue hijo de uno de los más importantes emires de la dinastía nazarí, Yūsuf I, que desposó a dos mujeres, ambas esclavas suyas, Butayna (de la que nacieron Muḥammad y cĀ’iša) y Maryam, de la que nació Ismācīl además de su hermano menor Qays y varias hijas más.
Aunque su hermanastro Muḥammad (futuro sultán Muḥammad V, el mayor de la dinastía) era nueve meses mayor y por tanto era el primogénito, Ismācīl fue designado heredero del trono por el afecto que Yūsuf I, su padre, sentía hacia él y su madre Maryam. Desafortunadamente para Ismācīl, su padre cambió de idea días antes de morir y designó heredero al primogénito, Muḥammad.
Dos semanas después de que Ismācīl cumpliera quince años, su padre, el sultán Yūsuf I, fue brutalmente asesinado en la mezquita de la Alhambra durante la solemne oración de la fiesta de ruptura del ayuno de ramadán (1 de šawwāl de 755/19 de octubre de 1354). Su primogénito, ya Muḥammad V, fue entronizado con quince años bajo la tutela del visir Riḍwān, que tomó las riendas del gobierno. Inmediatamente, Muḥammad V ordenó que Ismācīl fuera recluido, junto con su madre y hermanas, en uno de los alcázares de su padre, un suntuoso y confortable palacio que se hallaba cerca de la Casa Real y donde fueron tratados con generosidad.
Sin embargo, la madre de Ismācīl y viuda de Yūsuf I, Maryam, no se resignó a esta situación e instigó a su yerno el arráez Muḥammad a que urdiera un complot para derrocar al joven emir y entronizar a su hijo. Este arráez (futuro sultán Muḥammad VI el Bermejo), era primo segundo de Muḥammad V y de Ismācīl y se había casado hacía años con una de las hermanas de este último, hija de Yūsuf I y de la mencionada Maryam. Por tanto, estrechos lazos familiares lo vinculaban a la madre de Ismācīl, la cual aprovechó este parentesco para menudear las visitas a su hija casada con dicho arráez; además, utilizó las cuantiosas riquezas de las que se había apoderado tomándolas del tesoro real el día de la muerte de su esposo Yūsuf I para financiar la operación y entregó una elevada cantidad de dinero al arráez Muḥammad, cuya ambición de poder era lo bastante fuerte como para empujarlo a tal empresa.
La sublevación tuvo lugar una noche de verano, el 28 de ramaḍān de 760/23 de agosto de 1359. Aprovechando la oscuridad, un centenar de conjurados reunidos entre los descontentos y codiciosos de poder, escalaron los muros y redujeron a la guardia. Una vez en el interior de la fortaleza, se dirigieron con antorchas y gritería a la casa del visir Riḍwān, derribaron sus puertas, lo mataron en su lecho y se apoderaron de sus riquezas. En el acto liberaron a Ismācīl II, lo proclamaron y lo subieron a caballo para llevarlo al palacio real.
En el momento de su entronización, el nuevo emir apenas alcanzaba los veinte años de edad. Según el visir Ibn al-Jaṭīb, coetáneo suyo, era un muchacho guapo y corpulento, con apariencia afeminada y débil por la reclusión que le había impuesto su hermanastro Muḥammad V y por la convivencia con las mujeres, dominado por los placeres y poco enérgico. Entre sus extravagancias se cita la forma de arreglarse el cabello, pues llevaba una abundante cabellera entretejida con hilos de seda que le colgaban hasta la cintura y de la que sobresalía una exuberante trenza llena de nudos dorados o plateados.
En cuanto a Muḥammad V, en el momento de los hechos no se encontraba casualmente en la Alhambra sino que se hallaba con su hijo de camino al Generalife, lo que le permitió huir y refugiarse en Guadix.
Una vez en el trono, Ismācīl II, dirigido por el arráez Muḥammad el Bermejo, lanzó varios ataques contra su hermano el derrocado Muḥammad V, pero la población de Guadix le prestó su ayuda y pudo rechazar estos ataques temporalmente. Sin embargo, ese apoyo no era suficiente; por otro lado, no consiguió la obediencia del gobernador de Almería, el cual reconoció a Ismācīl II. De Castilla, envuelta en luchas internas y externas, no pudo obtener tampoco ayuda, de forma que dos meses y medio después de su destronamiento se vio obligado a emprender el exilio hacia Fez (12 de ḏū l-ḥiŷŷa de 760/4 de noviembre de 1359), cuyo sultán Abū Sālim le concedió asilo y solicitó a Ismācīl II autorización para el traslado y la liberación del visir de Muḥammad V, Ibn al-Jaṭīb, para que lo acompañase en el exilio, a todo lo cual accedió el nuevo emir de la Alhambra.
De esta manera, con la partida del emir derrocado, Ismācīl II podía gozar de una situación interior estabilizada y pacífica.
Por lo que respecta a la política exterior, renovó el tratado de paz con Castilla, cuyo rey Pedro I tuvo que aceptar el tratado y reconocer al nuevo emir dada su delicada situación: envuelto en la guerra contra Aragón y en las luchas internas con sus hermanos bastardos, necesitaba mantener la paz en su frontera con al-Andalus.
Ello provocó la reacción del rey de Aragón, Pedro IV el Ceremonioso, que intentó contrarrestar la alianza castellano-granadina y la hostilidad bélica nazarí. Además de aproximarse al reino de Tremecén, autorizó a los caballeros granadinos que estaban a su servicio para que regresaran a Granada en 1359 y 1360, quizá con el objetivo intervencionista de facilitar el derrocamiento de Ismācīl II y reorientar la política exterior granadina en favor de Aragón, cosa que, efectivamente, conseguiría con el sultán sucesor, Muhammad VI el Bermejo.
Sin embargo, más que la posible conexión catalana, lo que provocó la caída y muerte de Ismācīl II fue la gran ambición de poder del mismo hombre que lo había elevado al trono, su primo segundo y cuñado Muhammad, conocido como Abū Sacīd el Bermejo. Este arráez, que desde el principio había ejercido el poder efectivo y gobernado realmente en nombre del poco enérgico Ismācīl, fue favoreciendo y permitiendo desmanes a sus propios seguidores. Al poco tiempo, su poder era tal que se permitía molestar a Ismācīl II y abusar de su confianza, hasta el punto de que a los pocos meses decidió suplantarlo definitivamente.
Así, organizó una nueva conspiración para derrocarlo y autoproclamarse como Muḥammad VI el Bermejo. La noche del 27 de šacbān de 761/13 de julio de 1360, rodeó a Ismācīl II en uno de sus palacios. Aunque el emir pudo refugiarse en una torre que daba a la ciudad, desde la que pidió ayuda pues los servidores que tenía consigo no podían defenderlo, finalmente debió rendirse y descender de la torre. Aunque ofreció su disposición a volver a su antigua reclusión, el usurpador ordenó encarcelarlo en una mazmorra para delincuentes, adonde fue llevado descalzo y sin cubrir la cabeza. Una vez allí, fue ejecutado y cabeza fue cortada y arrojada a la gente, entre la que un individuo la cogió y la paseó llevándola de una trenza de su espesa melena.
De esta manera, su breve reinado, que no alcanzó siquiera el año (nueve meses y veinte días), finalizó como había comenzado: violentamente.
No satisfecho el usurpador Muḥammad VI con la ejecución del emir, ordenó que también su hermano Qays, un niño pequeño, fuera ejecutado. Los cadáveres de ambos hermanos fueron arrojados desnudos y cubiertos solo con unos harapos, aunque al día siguiente fueron enterrados en el panteón del cementerio familiar, la conocida rauda de la Alhambra.
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Francisco Vidal Castro