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Pedro de Lucuce y Ponte

Biografía

Lucuce y Ponte, Pedro de. Avilés (Asturias), 21.XI.1692 – Barcelona, 20.XI.1779. Ingeniero militar.

El ingeniero militar Pedro de Lucuce nació en el seno de una familia acomodada en la asturiana ciudad de Avilés, el día 21 de noviembre de 1692. Al parecer, por determinación paterna, realizó estudios conducentes a la carrera eclesiástica, de manera que en la Universidad de Oviedo cursó materias de Latín, Filosofía, Letras Humanas y Teología, lo que le dio un alto bagaje cultural que tuvo su reflejo en su posterior actividad, dedicada especialmente a la labor docente dentro del ámbito militar.

Por esas mismas fechas, España atravesaba un momento crucial en su historia, pues estaba en pleno desarrollo el conflicto dinástico de la Guerra de Sucesión (1702-1713), lo que sin duda terminó por orientar la actividad de Pedro de Lucuce hacia el servicio de las armas, de manera que con dieciocho años, en 1710, abandonó los estudios eclesiásticos y al año siguiente, el 1 de mayo, sentó plaza de soldado en el Regimiento de Caballería Santiago, con el cual intervino en las últimas fases de la Guerra de Sucesión, continuando su actividad castrense en la Guerra de Cataluña (1713- 1714), en el transcurso de la cual fue herido.

Lograda la paz, el 1 de marzo de 1719 ingresó Lucuce en la Compañía Española de las Reales Guardias de Corps, en la que permaneció por espacio de once años. Este período fue trascendental para la configuración de su futuro, pues su estancia en Madrid, por razón de la Unidad a la que pertenecía, le permitió compaginar las funciones propias del servicio con la dedicación al estudio de las Matemáticas, llegando a adquirir un alto nivel que hizo que fuera solicitado para incorporarse a los Cuerpos Facultativos de Artillería e Ingenieros.

Fue así como en el año 1730, siendo ya teniente, optó por el último de estos dos Cuerpos, en el que ingresó el día 1 de enero de 1730, resultando promovido al grado de ingeniero extraordinario con fecha 28 de febrero del mismo año.

Miembro ya del Cuerpo de Ingenieros, fue destinado a la costa de Granada, a los presidios menores de África y a la plaza de Ceuta, en un momento en el que la labor de los ingenieros militares españoles en esas costas del sur de la Península Ibérica y del norte de África era muy activa con el fin de poder asegurar la defensa e integridad del territorio español. Esto propició la redacción de numerosos proyectos, entre los que Pedro de Lucuce firmó, con fecha de 16 de enero de 1733, un plano para el fuerte de la isleta del peñón de Vélez de la Gomera.

Al tiempo que realizaba esta actividad, Pedro de Lucuce se había ido destacando como un gran teórico de la fortificación y un buen conocedor de las matemáticas, lo que acabó determinando, el que, con fecha de 26 de noviembre de 1735, el Rey lo destinara a la Real Academia de Matemáticas de Barcelona en calidad de ayudante de su director, el ingeniero Mateo Calabro, tomando posesión del cargo el día 14 de junio de 1736. Esta institución, que había sido constituida formalmente en el año 1716, no había comenzado su actividad hasta el 15 de octubre de 1720, si bien cuando llegó a ella Lucuce, ya era una entidad plenamente consagrada y acreditada.

Comenzó así una nueva faceta en la vida de Pedro de Lucuce orientada a la actividad docente en la citada Academia, la cual se extendió hasta el final de sus días (1736-1779), salvo un breve período de cuatro años en que estuvo encargado de la Real Sociedad de Matemáticas de Madrid (1756-1760).

La labor de Lucuce en la Academia barcelonesa fue trascendental para la formación de varias generaciones de ingenieros militares, pues a la actividad meramente docente unió la de redactor de textos para las clases de los alumnos y la elaboración de reglamentos para el funcionamiento de la institución, los cuales eran algo más que unas meras ordenanzas, pues afectaban a lo que hoy se llamaría “plan de estudios”, en los que se determinaban los años de aprendizaje, las materias que cursar, la forma de desarrollar la docencia, etc.

Ya al poco de su incorporación, en 1737, recibió el encargo de redactar un proyecto de “Reglamento de las Academias Militares”. En él propuso fijar los estudios en tres años, distribuyéndolos en cuatro clases de nueve meses cada una. Una vez elaborado el proyecto, sirvió de base para las Ordenanzas e Instrucción para la enseñanza de las Matemáticas en la Real y Militar Academia que se ha establecido en Barcelona y las que en adelante se formaren. Estas Ordenanzas fueron aprobadas por una Real Orden de 22 de julio de 1739.

De todas formas, mientras se desarrollaba este proceso, la Academia pasó por momentos importantes, pues los ya antiguos problemas entre Calabro y el ingeniero general, el marqués de Verboom, se habían ido agravando, hasta el punto de que el primero dimitió y luego fue cesado como director de la Academia el 14 de marzo de 1738, asumiendo Lucuce la dirección interina el día 22 de mayo, y un año después, el 19 de septiembre de 1739, siendo ya ingeniero extraordinario y capitán, la dirección efectiva, tarea que ejerció casi hasta el momento de su fallecimiento, salvo la etapa de cuatro años ya mencionada, en la que hubo de permanecer en Madrid.

Compaginando esa actividad docente, se desarrolló su carrera militar, de manera que en enero de 1740 ascendió a ingeniero ordinario y en 1750 era teniente coronel del Ejército e ingeniero en jefe. En calidad de esta última graduación, y siendo director de la Academia, fue encargado de la realización de un reconocimiento de la frontera del Ampurdán, con el fin de determinar el lugar en que habría de levantarse una plaza fuerte para la defensa del territorio español.

En 1751 se promulgaba otro reglamento para el funcionamiento de las academias militares, el Reglamento, Ordenanza e Instrucción de Su Magestad para la subsistencia, régimen y enseñanza de la Real Escuela o Academia Militar de Matemáticas establecida en Barcelona: y las particulares de Orán, Ceuta, unas y otras al cargo, y dirección del Cuerpo de Ingenieros, para la enseñanza de los Oficiales y Cadetes del Ejército. En él se reforzaba la función del director de la Academia como organizador de la docencia en el centro, siendo ésta una de las causas que más directamente influyeron en Pedro de Lucuce para dedicarse a la elaboración del “Curso de Matemáticas”, pues la faceta de director implicaba la propuesta de los tratados y textos que deberían dictarse en las clases para ser estudiados por los alumnos. Esto llevó a Lucuce a que, a partir de ese año de 1739, y dominado por una gran vocación docente, redactara unos textos en los que recopilaba lo mejor de otros autores y lo que su propia experiencia le sugería, configurando así el Curso Matemático, del que no ha llegado ningún manuscrito de su autor, pero sí de algunos de los alumnos que en las clases lo copiaban al dictado. El curso, ampliamente estudiado por el profesor Horacio Capel y sus colaboradores, constaba de ocho tratados que eran: Aritmética, Geometría Elemental, Geometría Práctica, Fortificación, Artillería, Cosmografía, Estática y Óptica, y Arquitectura Civil. El estudio y análisis de estos textos es importante para comprender el alto nivel de conocimientos que poseían los ingenieros militares en aquellos años en que Lucuce fue director de la Academia barcelonesa, y que les hacía estar, al menos, al mismo nivel que los de las restantes naciones europeas, al tiempo que colocaba a los ingenieros militares en uno de los puntos más altos en el escalafón cultural y científico de la sociedad española del siglo xviii.

Por otra parte, el Curso de Matemáticas es otra faceta más que permite determinar la importancia que tuvo la labor de Pedro de Lucuce al mando de la Academia, pues durante su dirección la enseñanza fue muy activa y progresó en el adelanto de los conocimientos, algo que tras su etapa se ralentizó, lo que no hace sino confirmar a Lucuce como un verdadero docente, plenamente entregado a su labor con dedicación total y auténtica vocación.

En 1754 ya era ingeniero director, y en calidad de tal, por Real Orden, se le envió temporalmente a hacer un reconocimiento en la frontera de Guipúzcoa con Francia, lo que no suponía abandonar la actividad pedagógica en la Academia barcelonesa.

Dos años después, en 1756, se producía uno de los momentos más importantes en la historia del Cuerpo de Ingenieros, al ser nombrado el conde de Aranda director general de Artillería e Ingenieros, unificando así los dos Cuerpos facultativos. Desde este cargo, el 23 de octubre de 1756 fundó el conde la Real Sociedad de Matemáticas de Madrid, con la intención de mejorar la enseñanza militar al centralizar los estudios en Madrid, los cuales se apoyarían en unas pocas academias secundarias que se constituirían en algunas provincias y que serían dependientes de la central; por otra parte, y con la loable intención de contribuir a la mejora de la formación de los alumnos, también se planteaba una revisión y nueva elaboración de los textos o manuales a emplearse en la enseñanza. A tenor de las intenciones con las que nacía el nuevo centro, no parece extraño que el conde de Aranda pensara en Pedro de Lucuce como la persona más indicada para estar al frente de la nueva institución, con la que se pretendía llevar a cabo una amplia reforma en la enseñanza militar.

Lucuce apoyó desde el primer instante la intención de Aranda de constituir el nuevo centro como un lugar en el que la primera función sería la de cuidar la enseñanza y la elaboración de libros de texto. Sin embargo, la situación política llevó a que en febrero de 1758 dimitiera de su cargo el conde de Aranda, ocupando su puesto, interinamente, el mariscal de campo, perteneciente al Cuerpo de Artillería, Maximiliano de la Croix, quien tenía un concepto totalmente distinto de la finalidad que debería tener la institución, pues la entendía como una sociedad científica en la que deberían incluirse científicos y hombres de letras que fomentaran los debates sobre los avances científicos y humanísticos. Las consecuencias de esta controversia, unida a problemas presupuestarios, llevaron a la supresión de la Real Sociedad Militar de Matemáticas por un Decreto de fecha 17 de noviembre de 1760.

Cabe señalar que, ante esta diversidad de pareceres, Lucuce se decantaba por la parte docente, quedando patente así una vez más su vocación pedagógica, la cual entendía como la mejor manera de conseguir buenos ingenieros militares gracias a una buena formación.

Tras la clausura del centro madrileño, y vuelta la enseñanza militar a la situación que tenía antes del intento de reforma del conde de Aranda, Lucuce regresó a la dirección de la Academia barcelonesa, función que ya desarrolló sin interrupción hasta el momento de su fallecimiento, al tiempo que proseguía su carrera militar, de manera que en 1765 era brigadier y en 1770 ascendía a mariscal de campo, ordenándosele en ambos ascensos que prosiguiera destinado en el Principado de Cataluña, dedicado a la tarea docente en la Real Academia de Matemáticas de Barcelona.

Como consecuencia de esa labor dedicada a la enseñanza, en el año 1772 se imprimió en Barcelona el único manual que publicó y que llevó el título de Principios de fortificación que contiene las definiciones de los términos principales de las obras de Plaza y de campaña, con una idea de la conducta regularmente observada en el Ataque y Defensa de las Fortalezas. Dispuestas para la instrucción de la Juventud Militar. El origen de esta obra está en el Diccionario de Fortificación que el marqués de la Mina, siendo capitán general de Cataluña, solicitó a Lucuce que redactara con el fin de incorporarlo a sus Reflexiones o Memorias Militares.

Mucho fue el tiempo que medió entre el encargo y la publicación, pero se compensó con el enorme éxito que tuvo la obra, ya que para muchos fue el manual predilecto para la enseñanza de la Arquitectura de Fortificación y de las tareas relacionadas con el ataque y defensa de las plazas, pues el texto se acompañaba de excelentes dibujos de una gran claridad explicativa, lo que no había escapado al pedagogo Lucuce, que cuidó la claridad expositiva de los conceptos comunicados.

Del éxito de la obra es testimonio, entre otros, el que unos años después, en 1781, el capitán del Regimiento de Dragones de Sagunto, José Ignacio March, reeditó la obra en Barcelona, en la imprenta de Bernardo Plá, con el título de Nociones Militares o suplemento a los principios del Excmo. Sr. Don Pedro de Lucuce.

Transcurridos dos años desde la publicación de la obra que consolidó el carácter docente de Lucuce, se produjo otra situación trascendental en la historia del Cuerpo de Ingenieros Militares cuando, en fecha de 12 de septiembre de 1774, se dividió su organización en tres ramos, el primero de Fortificaciones, el segundo de Academias y el tercero de Caminos, Puentes, Arquitectura Civil y Canales. Al mando del primero se colocó a Silvestre Abarca, del tercero a Francisco Sabatini y del de Academias, a Pedro de Lucuce, con el título de “Director Comandante de las Academias Militares de Matemáticas de Barcelona, Orán, Ceuta y demás que se ofrezcan”.

Ese cargo, que ostentó hasta su fallecimiento en 1779, lo compartió con la actividad docente y de ingeniero constructor, tarea esta última que le llevó a la realización de varios planos para las obras del puerto de Barcelona, labor en la que contó con la ayuda del también ingeniero militar Francisco Llovet y que se desarrolló a lo largo de los siguientes años.

El 24 de enero de 1776 solicitó el ascenso a teniente general, lo que le fue concedido bastante después, el 10 de agosto de 1779, cuando su estado de salud estaba ya seriamente deteriorado, hasta el punto de que, no pudiendo apenas ocuparse de la dirección de la Academia, un par de meses antes, el 5 de junio, una Real Orden había nombrado director interino al coronel e ingeniero en jefe, Miguel Sánchez Taramas, que hasta ese momento había sido primer ayudante de Lucuce.

Los últimos meses de vida de Pedro de Lucuce fueron de lucha contra el deterioro de su salud, lo que llevó con gran entereza, produciéndose su fallecimiento a las dos horas de la madrugada del día 20 de noviembre de 1779, siendo enterrado al día siguiente en la barcelonesa iglesia de San Cayetano.

Por encima de la importante y trascendental tarea docente de Pedro de Lucuce en aras a mejorar la formación de los ingenieros militares que estaban a su cargo, su vida fue ejemplar, quedando como testimonio, lo que de él decía su primer ayudante, el ya citado coronel Sánchez Taramas, cuando comunicaba al conde de Ricla, el mismo día 20 de noviembre, el fallecimiento de su jefe. De él decía algo que parece oportuno y justo recoger al pie de la letra, por cuanto que, sobre el afecto que por él sintiera, sin duda es un fiel reflejo de la personalidad de Lucuce. Tras alabar sus facetas militares, continuaba diciendo que “todas esas recomendaciones, aunque dignas del mayor aprecio, son menos en comparación de las sobresalientes y nada comunes virtudes morales que le caracterizaban de un militar verdaderamente cristiano, sabio, íntegro, destituido de pasiones de ambición, de interés y de vanidad; compasivo, humilde, agradecido y discreto limosnero, hasta un grado comparable con un San Thomás de Villanueva; más compañero que superior de sus súbditos, a quienes nos ha tratado siempre con amor, afabilidad y obras de un buen padre, sin que por eso haya dado lugar con su prudente entereza a que jamás se le faltase al justísimo respeto que se le debía y a ser obedecido puntualísimamente en cuanto su voluntad insinuaba” (Archivo General de Simancas, Guerra Moderna, leg. 3791).

Obras de ~: “Carta al Dr. D. Joseph Finistres y Monsalvo, Catedrático de Prima de Leyes en la Real Universidad de Cervera, sobre la Lengua Española”, en Semanario Erudito, t. XXI (18 de junio de 1757), págs. 218-219; Examen de la verdad: que con mayor respeto expone al Excmo. Sr. Dn. Sebastián Eslaba el Ingeniero Director Dn. Pedro de Lucuce, encargado de la Dirección de la Sociedad Militar de Matemáticas establecida en esta Corte, para sincerarse en el concepto de S. E. de los cargos que se le hacen y justificar la representación que hizo en 21 de agosto del presente año, Madrid, 2 de diciembre de 1758, ms. (Instituto de Historia y Cultura Militar); Discurso o dictamen sobre la anchura de los caminos reales, Barcelona, Francisco Suriá, 1763; Copia del discurso de los Brigadieres Lucuce y Zermeño sobre conservar o abandonar los presidios menores de Melilla, Alhucemas y Peñón de la Gomera, 1765, ms. (Instituto de Historia y Cultura Militar); Advertencia para la medida y cálculo de los desmontes para las obras de fortificación, Barcelona, Francisco Suriá, 1766; Principios de fortificación que contiene las definiciones de los términos principales de las obras de Plaza y de campaña, con una idea de la conducta regularmente observada en el Ataque y Defensa de las Fortalezas. Dispuestas para la instrucción de la Juventud Militar, Barcelona, Tomás Piferrer, 1772; Disertación sobre las medidas militares que contiene la razón de preferir el uso de las nacionales al de las forasteras, Barcelona, Francisco Suriá, 1773; Discurso sobre la ocupación militar, con economía del Horario y beneficio de la causa pública, Barcelona, 23 de abril de 1773, ms. (Instituto de Historia y Cultura Militar); Nociones militares o simplemente a los Principios de Fortificaciones, Barcelona, Bernardo Plá, 1781 (obra póstuma); Prevenciones contra alborotos, motines y rebeliones en la Plaza de Barcelona, s. f. (reed. Barcelona, Eumo, 2002); Curso de Matématicas, Fortificación, Artillería, Cosmografía y Arquitectura (sirvió de tratado o manual en la Academia de Matemáticas de Barcelona y se conserva a través de los apuntes de clase de algunos alumnos).

 

Bibl.: J. Suárez Inclán, El Teniente General don Pedro de Lucuce, sus obras e influencias que ejerció en la Instrucción Militar de España, Madrid, Imprenta de la Administración Militar, 1903; H. Capel et al., Los ingenieros militares en España. Siglo xviii. Repertorio biográfico e inventario de su labor científica, Barcelona, Ediciones de la Universidad, 1983; H. Capel, J. E . Sánchez y O. Moncada, De Palas a Minerva: La formación científica y la estructura institucional de los ingenieros militares en el siglo xviii, Barcelona, Serbal-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1988; R. Alcaide González y H. Capel Sáez, “El curso de cosmografía de Lucuce en las Academias de Matemáticas militares: El problema de los textos científicos y el desarrollo de la ciencia española del siglo xviii”, en http://www.ub.es/ geocrit/tcestin.htm.

 

Jesús Cantera Montenegro

 

 

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