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Antonio Santa Cruz Blasco

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Biografía

Santa Cruz Blasco, Antonio. Cádiz, 29.III.1798 – Madrid, 8.X.1865. Teniente general de la Armada, ministro de Marina, senador vitalicio, ministro del Tribunal Superior de Guerra y Marina.

Hijo de Gregorio Santa Cruz y de Isabel Blasco. Comenzó su carrera miliar el 14 de mayo de 1814, como cadete numerario de Reales Guardias Españolas. Se ignoran los servicios que prestó en este cuerpo, así como en el de cadete de Cazadores, en el que había ingresado el 1 de enero de 1818. Tres años después, el 1 de diciembre de 1820, pasó a la Armada con el empleo de alférez de fragata, sin sueldo ni antigüedad, hasta sufrir los exámenes de los estudios teóricos y prácticos correspondientes. Lo teóricos los realizó con éxito en el Colegio Naval Sacramento, situado en San Fernando (Cádiz). Para los prácticos embarcó en enero de 1822 en la corbeta Diana, transbordando en marzo al navío San Pablo y en abril al bergantín Voluntario, con el que llevó correspondencia a las Antillas y seno mexicano.

El cambio político ocurrido en España en 1823 que dio comienzo a la Década Ominosa, le hizo volver de La Habana, ya que entre las medidas adoptadas por el Gobierno, se declaró nula la Real Orden de su admisión en la Armada y, como consecuencia, se le dio de baja el 1 de octubre de aquel año. No obstante, insistió por escrito en sus pretensiones de continuar en ella y se le ratificó su nombramiento de alférez de fragata con fecha 26 de septiembre de 1824. Fue sometido después al indispensable expediente de “purificación”, pasando destinado al Arsenal de La Carraca.

En mayo de 1825 se le destinó a la goleta Roncalesa. El 14 de junio obtuvo el empleo de alférez de navío graduado y el 13 de agosto se le declaró “purificado” de su conducta política y militar durante el Gobierno constitucional. En octubre embarcó en la goleta Andaluza, navegando por las costas mediterráneas y de Canarias. La efectividad en el empleo la obtuvo el 29 de marzo de 1827. A bordo de la Andaluza permaneció hasta septiembre de 1828 en que pasó de nuevo al Arsenal de La Carraca.

En abril de 1829 se le confirió el mando del falucho Catalán en Cartagena, destino en el que cesó un año después por desarme del buque, incorporándose a la subinspección del arsenal de aquel departamento marítimo. Es allí donde hizo notar públicamente sus ideas políticas, contrarias al régimen de Fernando VII. No eran aquellos tiempos los de alardes antigubernamentales y, enterado de una orden “muy reservada” de proceder a su captura, huyó a Francia y como consecuencia fue dado de baja en la Armada.

Al subir al Trono Isabel II se publicó el 22 de marzo de 1833 el decreto de amnistía. Se presentó Antonio Santa Cruz en Madrid solicitando su vuelta al servicio, que le fue admitida; mas con arreglo a aquella disposición, sólo le correspondía el uso de uniforme y las tres quintas partes del sueldo de alférez de navío retirado. Se le concedió fijar su residencia en Cádiz por Real Orden de 2 de mayo siguiente. El 18 de septiembre de 1835 se le confirió el ascenso a teniente de navío y pasó destinado al Arsenal de La Carraca.

Sirvió algún tiempo de segundo secretario de la capitanía general del departamento marítimo y el 24 de octubre de 1837 se integró en el cuerpo de Artillería de Marina, con el empleo de teniente coronel, nombrándosele segundo comandante del quinto batallón, que se encontraba en campaña en Castellón de la Plana. Se presentó allí en enero de 1838. El general jefe de aquel ejército le confió, por breve tiempo, el mando accidental de la segunda brigada, operando en la línea de San Mateo a Alcira. Después de una corta estancia en el estado mayor del departamento, se le concedió por Real Orden de 22 de abril de 1840 el nombramiento de coronel graduado, primer comandante del tercer batallón de Infantería de Marina, por cuyo motivo se trasladó a Vinaroz, tomando posesión del mando el 29 de julio siguiente.

Los antecedentes de Antonio Santa Cruz, la emigración pasada y la profesión pública de sus ideales políticos, le granjearon las simpatías de la Regencia de Baldomero Espartero, y de este modo, aunque se le nombró a principios de 1843 comandante del segundo batallón de Artillería de Marina de Ferrol, permaneció en Madrid a las inmediatas órdenes del ministro de la Guerra, recibiendo la efectividad de coronel por Real Orden de 15 de junio de 1843.

En el levantamiento general de la nación contra Espartero, siguió fielmente su causa y se le ascendió a jefe de escuadra por Real Decreto de 29 de julio de 1843; sin embargo, llevado Espartero al exilio en el navío inglés Malabar, otro Real Decreto del día siguiente anuló el primero, dejando a Antonio Santa Cruz en el grado de coronel, sin destino. Su descontento por estas medidas y su oposición al Gobierno provisional, determinó el 18 de octubre que se dispusiese su traslado a Mahón, y por otra del mes siguiente, a Cartagena. No cejó en su conducta y tomó parte en la sedición de aquel departamento, y debiendo ser juzgado en Consejo de Guerra, huyó por segunda vez a Francia, siendo dado de baja en la Armada por Real Orden de 14 de febrero de 1844.

El 15 de julio de 1847 el consejo de ministros le concedió autorización para regresar a España desde Burdeos, devolviéndole su empleo y honores, gracia que fue seguida por otra del Ministerio de la Guerra, promoviéndolo en agosto inmediato a brigadier del Ejército. Aprovechando influencias favorables, solicitó volver al Cuerpo General de la Armada por ser el de su origen, solicitud que le fue concedida el 12 de octubre, con el empleo de brigadier de la Armada, con asignación a tercios navales y con el mando del de Santander. No era de su agrado el destino y siguió en la Corte, agregado a la comisión que revisaba la Ordenanza de Matrícula de Mar, hasta que el 3 de octubre de 1851, se le ordenó tomar posesión de aquél.

Con la vuelta a Madrid de Baldomero Espartero, duque de la Victoria, en el denominado Bienio Progresista, fue llamado Antonio Santa Cruz a la capital, y el 6 de septiembre de 1854 se le ascendió a jefe de escuadra con la antigüedad de aquel 29 de julio de 1843, en que se le había otorgado por el regente Espartero. Se sentó como vocal de la junta consultiva de la Armada y con la antigüedad adquirida adelantaba a todos los generales que la componían, anteponiéndose a aquellos veteranos forjados en la vida marinera, de tal suerte que se le nombró ministro de Marina a finales de 1854 y, como tal, quiso emprender las reformas e innovaciones demandadas por el partido político dominante.

Comenzó por el restablecimiento del Almirantazgo, aceptado por Real Decreto de 6 de septiembre de 1855. Esta alta institución funcionaba con notable actividad, satisfaciendo por entonces las inquietudes del ramo. Las Cortes habían consignado en los presupuestos de 1855 un proyecto de ley orgánica que reglamentase todas las condiciones de la carrera naval con objeto de eliminar arbitrariedades y favoritismos.

Debía encargarse el Almirantazgo de tan importante trabajo, recibiendo al efecto información de todos los mandos procedentes; pero fue el ministro Santa Cruz el que por sí mismo se ocupó de la elaboración del proyecto. Presentado en las Cortes en enero de 1856, no resultó del agrado de los marinos, sobre todo en lo que se refería a la extinción de la clase pasiva o escala de tercios de reserva, que consideraban una institución benéfica, útil y necesaria, aunque en ocasiones hubiese resultado un tanto abusiva. El Almirantazgo, alarmado por el torrente de males que la adopción del proyecto iba a desencadenar y, ante la responsabilidad que le cabía, acordó enfrentarse a él, a pesar de que era el ministro de Marina el que lo presentaba.

Este enfrentamiento le ocasionó una severa amonestación por parte de Antonio Santa Cruz, por lo que en la sesión celebrada seguidamente acordaron los consejeros renunciar a sus puestos. Ello exacerbó el resentimiento del ministro, que propuso el confinamiento de todos los dimisionarios a diversos puntos del Reino. El Gobierno quiso oír al Supremo Tribunal de Guerra y Marina, quien entendió no aceptar la renuncia en cuestión, amonestándoles para que en lo sucesivo no volviesen a incurrir en tamañas faltas. No obstante, el ministro consideró que había justificado motivo para actuar en su contra y consiguió el 3 de febrero, mediante Real Decreto, la destitución colectiva de los vocales del Almirantazgo.

Los acontecimientos de la “reacción moderada” de julio de 1856 le hicieron presentar su dimisión, que fue admitida con la de todo el Gabinete. Fijó su residencia en Madrid, quedando sin destino. Obtuvo autorización para contraer matrimonio con Amalia Lameyer Berenguer el 27 de julio de 1857. El 16 de septiembre del mismo año se le promovió a teniente general, solicitando licencia, que se le concedió, para Santader y Cambo (Francia).

Manifiesta Cesáreo Fernández Duro, escritor y biógrafo de Antonio Santa Cruz, que la única condecoración que llegó a alcanzar fue, con fecha 30 de octubre de 1859, la Gran Cruz de San Hermenegildo, sin haber sido cruzado caballero en la misma Orden. No parece acertada esta afirmación, pues según consta en el expediente personal del titular, por Real Orden de 11 de agosto de 1840, se le había expedido diploma de la Cruz de San Hermenegildo.

El 18 de octubre de 1861 se le nombró senador vitalicio y el 6 de noviembre, capitán general del departamento de Ferrol. Desde este destino pasó al de ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, en el desempeño del cual falleció víctima del cólera.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Museo don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), leg. n.º 620/1138; Archivo del Senado, HIS-0426-04.

F. de P. Pavía, Galería Biográfica de los Generales de Marina, t. III, Madrid, Imprenta de J. López, 1873, págs. 261-275; C. Fernández Duro, Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón, t. IX, Madrid, Museo Naval, 1973 (ed. facs.); F. González de Canales, Retratos de los Oficiales Generales del Cuerpo General de la Armada, t. II, Madrid, Ministerio de Defensa, 2000.

 

José Carlos Fernández Fernández

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