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José Ruiz de Apodaca y Beranger

Biografía

Ruiz de Apodaca y Beranger, José. San Fernando (Cádiz), 12.X.1788 – Madrid, 17.III.1867. Teniente general de Marina y político.

Nació en el seno de una familia de marinos, pues era el segundo hijo, primer varón, de los cinco habidos en el matrimonio formado por Vicente Ruiz de Apodaca y Eliza y Antonia Paula Beranger García- Orbaneja. En 1802 sentó plaza de guardia marina y, realizadas las prácticas de mar, en 1805 embarcó en el navío San Juan Nepomuceno, que estaba al mando de su cuñado Federico Churruca, y tomó parte en el combate de Trafalgar, donde, tras la muerte de éste, fue hecho prisionero junto a toda la dotación y conducido a Gibraltar.

En junio de 1808, cuando se encontraba de alférez de fragata en el buque Descubridor, y desencadenado el levantamiento general contra los franceses, fue destinado al 3.er Batallón de Infantería de Marina de Ferrol, de donde salió para tomar parte en las acciones de Durango, Somoza, Sodupe, Espinosa, los tres de Lugo, Puete Sampayo, etc., ascendiendo a alférez de navío por méritos de guerra.

Destinado a Cuba, en julio de 1812, permaneció en dicha isla durante más de veinte años, a excepción de los cortos intervalos que permaneció en la Península.

A su llegada a La Habana, embarcó en varios buques en los que realizó principalmente misiones de vigilancia por las Antillas hasta 1814, cuando tomó el mando de la goleta Ramona.

Dos años después, pasó destinado a Veracruz a disposición del virrey de Nueva España, su tío Juan Ruiz de Apodaca. En 1817 con las fuerzas mandadas por Ciriaco Llanos, intervino en la toma de Tchuacán y Cerro Colorado, siendo ascendido a capitán de fragata y nombrado teniente coronel de Ejército, y se le nombró, en el mismo año, mayor general de las tropas de Infantería de las provincias de Puebla, los Ángeles y Veracruz. Permaneció en dicho destino hasta 1821, en que tuvo que rendirse junto a sus fuerzas ante la sublevación de Itúrbide, general español enviado por el virrey Apodaca para sofocar el levantamiento independentista, que llegó a un acuerdo con los insurgentes (plan de Iguala) para llevar a cabo una independencia pacífica.

Destinado de nuevo a Cuba en 1822, durante su mando en diversos buques de la escuadra de dicha isla tuvo que afrontar continuos enfrentamientos con temidos piratas, como el caso del “francés”, o con una fragata colombiana que desde hacía tiempo venía hostigando los barcos españoles; en 1825 se le designó para ocuparse de la comandancia de matrículas y la capitanía del puerto de Matanzas; acabada la interinidad, el mismo año embarcó en la fragata Sabina, en la que llevó a cabo diversas misiones entre las que cabe destacar el traslado de fuerzas y víveres para socorrer al castillo de San Juan de Ulloa, siendo interferida la misión por un fuerte temporal que le obligó a volver a Cuba.

Tras una corta estancia en la Península, volvió a Cuba, donde permaneció hasta 1830, año en que regresó a la Península. Ascendido a capitán de navío, se le destinó nuevamente a Cuba de comandante de matrículas de San Juan de los Remedios, y comandante de la Comandancia General de Marina de Santiago.

En diciembre de 1836, por orden del Gobierno de Madrid se le exigió su vuelta inmediata a Madrid, para hacer frente a los cargos que se le imputaban por haber tomado parte en los pronunciamientos acaecidos en Cuba, el 27 de septiembre de dicho año, coincidiendo con los ocurridos en Madrid en las mismas fechas (sucesos de La Granja); tras varios meses con licencia en su domicilio, por Real Orden quedó exento de todo cargo, nombrándosele secretario de la Junta de Almirantazgo, cargo que desempeñó durante tres años, excepto los días que estuvo prisionero de una partida carlista que le retuvo hasta cobrar un rescate de 20.000 reales.

En mayo de 1839, se le nombró comandante de Marina del Apostadero de Filipinas; alcanzó las islas a finales del mismo año, desempeñando dicho cargo hasta 1842, cuando por Real Orden se dispuso que regresase a la “Península sin excusa ni demora” con amenazas de ser dado de baja en el cuerpo, con retirada de sueldo como consecuencia de su mediación entre las desavenencias habidas entre el obispo de Cebú y el alcalde de un pueblo de su diócesis. Fueron los buenos informes emitidos por el gobernador general de Filipinas, Lardizábal, sobre la cuestión en litigio y sobre su buena gestión en la Comandancia de Marina, los que le restituyeron; volvió a Filipinas al año siguiente como comandante de Marina del Apostadero de Filipinas, encargándose también de la “comisión hidrográfica” del archipiélago filipino, a partir de 1845. Sin cesar en los cargos expresados, en varias ocasiones asumió el cargo interinamente de comandante general del Apostadero de Filipinas, ascendiendo a brigadier en 1847.

En 1848, con el cargo de comandante general del Apostadero, salió con todas sus fuerzas navales, a bordo del vapor Reina Cristina con el gobernador general de Filipinas, Narciso Clavería, para la toma de la isla de Balanguingui (Joló), centro estratégico de la piratería que tanto daño causaba al archipiélago filipino.

A las fuerzas de Manila se le unieron las de Iloilo y Zamboanga; tras ser bombardeada la isla, las tropas hispano-filipinas desembarcaron logrando, tras duros combates, hacerse con los cuatro fuertes principales (Balanguingui, Sipac, Sungap y Bucotungol), algunos prácticamente inexpugnables. Por dichas acciones de guerra la Sociedad Económica de Amigos del País de Filipinas le concedió una medalla y fue promovido a jefe de escuadra.

De regreso a la Península, desempeñó diversos cargos militares y políticos, y fue ascendido a teniente general (1861); entre ellos cabe destacar: comandante general del Departamento de Cartagena, (1849-1852); vocal de la Junta Consultiva de la Armada (1852-1854); comandante general de los cuerpos de Artillería e Infantería de Marina (1853-1854); consejero real ordinario (1854); vocal del almirantazgo (1855); ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina (1858-1865); senador del Reino (1861); vocal del Consejo de Administración y Gobierno (1862); vocal y posteriormente presidente del Consejo de Redención y Enganches (1864-1867) y finalmente consejero de Estado (1865-1867).

 

Fuentes y bibl.: Archivo Museo don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), Hoja de Servicios y exp. personal de J. Ruiz de Apodaca y Beranger.

P. A. Pazos y Vela-Hidalgo, Joló, relato histórico militar, Burgos, Imprenta de Polo, 1879; J. Montero Vidal, Historia de la piratería malayo-mahometana en Mindanao, Joló y Borneo, Madrid, 1888; Historia general de Filipinas, t. III, Madrid, Est. Tipográfico de la Viuda e Hijos de Tello, 1895; A. Pirala, Historia Contemporánea, Guerra Civil. Anales desde 1843 hasta el fallecimiento de don Alfonso XII, t. VI, Madrid, Felipe González Rojas, 1895; C. Seco, Tríptico carlista, Barcelona, Ariel, 1973; C. Martínez Valverde, La Marina en la Guerra de la Independencia, Madrid, Editora Nacional, 1974; V. Palacio Atard, La España del siglo XIX, Madrid, Espasa Calpe, 1981; F. Morales Padrón, Manual de historia universal: historia general de América, Madrid, Espasa Calpe, 1982 (2.ª ed. rev. y aum.); A. Molina, Historia de Filipinas, t. II, Madrid, Mapfre, 1985; R. Carr, España, 1808- 1975, Barcelona, Ariel, 1985; A. Ubieto, J. Reglá, J. M.ª Jover y C. Seco, Introducción a la Historia de España, Barcelona, Teide, 1986; M. Hernández Sánchez-Barba, Hispanoamérica en el siglo XIX, Madrid, Anaya, 1988.

 

Alicia Castellanos Escudier

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