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Vifredo II Borrell I

Biografía

Vifredo II Borrell I. ?, s. IX – 26.IV.911. Conde Barcelona, Gerona y Ausona (¿897?-911), hijo primogénito de Vifredo el Velloso y de la condesa Guinedilda.

En algunos documentos figura como “Vifredo, conde y marqués, a quien llaman Borrell”, y en otros como “Borrell, conde, hijo del difunto Vifredo”. El nombre Vifredo no plantea problemas, es el de su padre y, por tanto, identifica la línea paterna. Borrell, en cambio, es de origen desconocido aunque podría corresponder a la línea materna si un conde de nombre Borrell que, en época de Carlomagno, a finales del siglo viii, ocupó algunas posiciones en la Cataluña central, fuera un antepasado de su madre, Guinedilda.

A la muerte de Vifredo el Velloso, en el año 897, se produjo un hecho trascendental en la historia política de la futura Cataluña: los hijos mayores del difunto, Vifredo, Miró y Sunifredo, le sucedieron en el gobierno, sin que para ello mediara la voluntad del monarca franco. Se inauguraba así la fórmula hereditaria en la sucesión condal, una fórmula que por sí misma quebraba el principal nexo político entre los condes y la Monarquía. La explicación última del hecho reposa, sin duda, en el proceso de feudalización política que aquejaba al conjunto del antiguo Imperio carolingio, y que se concretaba en la apropiación de poderes públicos de rango condal por parte de grandes linajes, que de este modo constituían principados territoriales.

En contrapartida, el poder real se veía amenazado por nobles ambiciosos que lo codiciaban y, de hecho, menguaba. Precisamente unos años antes, en 887, a la muerte del rey carolingio Carlos III el Gordo, los nobles francos habían dado la Corona a uno de los suyos, Eudes (887-898), que era conde de París. Fue entonces, durante el reinado de Eudes, cuando se produjo la muerte de Vifredo el Velloso y la sucesión de sus hijos, un hecho que esta ruptura de la legitimidad carolingia propició. Pero es de suponer que los hijos de Vifredo el Velloso abrigaran dudas sobre el paso que acababan de dar, sobre su capacidad para mantenerse en el poder.

Por ello no es de extrañar que, una vez muerto Eudes, con quien los dirigentes de los condados apenas mantuvieron relaciones, y entronizada de nuevo la dinastía carolingia en Francia, en la persona de Carlos IV el Simple (898), los jerarcas laicos y eclesiásticos reanudaran los contactos con la Corte. Fue entonces cuando Vifredo Borrell acudió a entrevistarse con el Rey en Tours-sur-Marne (899). Sin duda, le prestó homenaje y juró fidelidad, y a cambio recibió oficialmente la investidura condal, intercambio de prestaciones que redundaba en un mayor arraigo de los descendientes de Vifredo el Velloso al frente de los condados. El conde recibió del Rey, además, un precepto de concesión de tierras fiscales y el derecho sobre la moneda en el condado de Ausona. Instituciones como la sede de Gerona y Elna, el Monasterio de San Juan de las Abadesas y algún particular recibieron también preceptos reales de concesión de bienes, reconocimiento de propiedades e inmunidad.

La escasa documentación conservada de esta época no aclara suficientemente la manera cómo en el año 897 se efectuó la sucesión de Vifredo el Velloso, aunque parece claro que, en ello, sus hijos aplicaron una práctica de derecho privado a una cuestión de naturaleza pública. Vifredo el Velloso, o bien murió intestado o bien testó, pero en su testamento sólo pudo disponer de bienes personales y privados, no de su cargo y de los bienes y derechos fiscales que le estaban asignados, y que él había recibido de la monarquía.

Por tanto, lo que debieron hacer sus hijos, y que resultó de la mayor trascendencia, fue aplicar a la potestad condal, y a estos bienes y derechos, las mismas normas que regían para la sucesión en los patrimonios privados. La historiografía tradicional lo explicaba diciendo que entonces se acabó la etapa de condes beneficiarios y comenzó la de condes propietarios, y hay que convenir que, aunque simple, la fórmula es correcta porque, si bien, como decíamos, Vifredo Borrell viajó a la Corte, prestó homenaje al Rey y recibió de él formalmente la investidura (899), lo hizo con posterioridad a la sucesión condal, la cual el Monarca, de hecho, confirmó. En el futuro ya ningún otro conde catalán sería investido por un rey franco.

El enigma entonces es saber qué hicieron con la herencia los hermanos Vifredo Borrell, Mirón y Sunifredo, hijos de Vifredo el Velloso: ¿se la repartieron o gobernaron conjuntamente? Lo más probable es que al principio quisieran mantener la unidad del conjunto y creyeran poder hacerlo cogobernando, pero que tarde o temprano, en aras de la eficacia, se atribuyeran zonas de actuación, un hecho que a la larga, al tener descendencia e incorporarla al gobierno, acabaría dividiendo enteramente la herencia.

Debió de ser así como a Vifredo Borrell le acabó correspondiendo el gobierno de Barcelona, Gerona y Ausona, además de la tutela de su hermano menor, Suniario; a Mirón el condado de Cerdaña, y a Sunifredo el condado de Urgel. Pero en este punto las fechas de atribución de los condados plantean problemas insolubles. En Gerona, por ejemplo, no está documentada la presencia de Vifredo Borrell hasta el año 908, quizá porque, como opina Ramon Martí, antes estuvo unos años en manos de la casa condal de Ampurias, cuya evicción de Gerona pudo ser obra del obispo de la ciudad enemigo suyo. Otra incógnita de estos años es lo que pudo pasar con la parte norte del condado de Gerona, el territorio o pagus de Besalú que por aquel entonces se convirtió en condado y, separado de Gerona, se vinculó junto con el condado de Cerdaña, a la herencia de Mirón. Como opinaba Abadal, pudiera ser que Vifredo Borrell, al no tener hijos y querer dejar sus condados en herencia a su hermano menor, Suniario, que en principio había quedado excluido de la herencia, negociara un acuerdo con su hermano Mirón, que era el segundo y, por ello, resultaba el más perjudicado. Vifredo Borrell obtendría el acuerdo de Mirón a cambio de cederle Besalú. Pero estas opiniones no son compartidas por Pierre Ponsich, quien cree que hacia el 896-900 hubo conflictos entre las dos casas condales que entonces se perfilaban más claramente en los condados catalanes, la de Cerdaña encabezada por Vifredo el Velloso y sus descendientes y la de Ampurias encabezada por Suniario II y los suyos. El conflicto se habría resuelto con un acuerdo de reparto de condados en el marco del cual se habrían producido las mencionadas atribuciones de Gerona y Besalú a Vifredo Borrell y Mirón respectivamente.

Después de su entrevista con Carlos IV, en el año 899, Vifredo Borrell mantuvo una actitud de respeto hacia la Monarquía, con la que sólo debió contactar indirectamente a través de fieles del Rey como el arzobispo de Narbona y el obispo de Guigo. En efecto, asistió en Barcelona a un concilio presidio por el arzobispo Arnusto, y con este metropolitano y con los obispos de Urgel y Barcelona, presidió el acto de entronización, en Gerona, del obispo Guigo (908), un franco que procedía de la propia Corte carolingia, y a la que viajó con frecuencia. El impulso que dio a la construcción y consagración de iglesias del Llusanés (San Jaime de Frontañá, 905, y Olost, 909) y la cesión de tierras de Cervelló (Bajo Llobregat) a Sant Cugat, en el año 904, parecen mostrarnos a un Vifredo Borrell continuador de la obra de colonización y organización de las tierras de la Cataluña central y frontera de Barcelona.

Vifredo Borrell fue enterrado en el monasterio barcelonés de San Pablo del Campo. Estuvo casado con la condesa Garsenda, quizá originaria de la casa de Ampurias, la cual le dio dos hijas, Riquilda, que casó con el vizconde de Narbona, y Guinedilda, que lo hizo con el conde de Tolosa.

 

Bibl.: R. d’Abadal, Els primers comtes catalans, Barcelona, Vicens Vives, 1961; “Un gran comte de Barcelonapreterit: Guifré-Borrell (897-911)”, en Cuadernos de Arqueología e Historia de la Ciudad de Barcelona, 5 (1964), págs. 83-130; P. Ponsich, “El problema de la partició del comtat de Rosselló entre els casals de Cerdanya i d’Empúries a la mort del comte Miró I el Vell (896)”, en Estudis Universitaris Catalans, 30 (1994), págs. 9-24; R. Martí, Col·lecció diplomàtica de la Seu de Girona (817-1100), Barcelona, Fundació Noguera, 1997; J. M. Salrach, “El régimen político condal”, en J. M. Jover (dir.), Historia de España, tomo VII: La España cristiana de los siglos VII al XI, volumen II: Los núcleos pirenaicos (718-1035). Navarra, Aragón, Cataluña, Madrid, Espasa Calpe, 1999, págs. 578-612; J. M. Salrach, “Guifré II Borrell I (897- 911)”, en J. M. Sans i Travé (coord.), Els comtes sobirans de la Casa de Barcelona. De l’any 801 a l’actualitat, Barcelona, Generalitat de Catalunya, Edicions 62, 2002, págs. 50-52; J. M. Salrach, Catalunya a la fi del primer mil·lenni, Vic y Lérida, Eumo y Pagés, 2004.

 

José María Salrach Marés

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