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José Herrera y Sotomayor

Biografía

Herrera y Sotomayor, José. Cartagena de Indias (Colombia), p. s. XVIII – El Castillo del Río San Juan (Nicaragua), 17.VII.1762. Militar.

De una noble familia de larga tradición militar, fue hijo del ingeniero militar y brigadier Juan Herrera y Sotomayor, fortificador de Indias y fundador en 1731 de la que se llamó Academia Militar de Mathematicas Cartaginesa, primera academia de ingenieros en América; fue nieto de José Herrera y Sotomayor, comandante de la Compañía de Caballos Corazas, que estaba acuartelada en el Alcázar de Toledo (1675), gobernador de Buenos Aires, de Sanlúcar y gobernador interino del Río de la Plata (1682-1691). En el año 1731 figuró el alférez José Herrera y Sotomayor como uno de los primeros alumnos de la mencionada Academia de Matemáticas fundada por su padre. Junto a él figuraban en el memorial de alumnos que asistían a aquella escuela otros dos alféreces, dos capitanes, seis cadetes y nueve particulares. Allí estudió Geometría Práctica, Aritmética, Trigonometría, Uso de los Instrumentos Matemáticos, Método de Levantar Planos, Principios Geográficos y del Dibujo, Fortificación Moderna, Ofensiva, Manejo del Cañón, Fabricación de Armas, Maquinaria y Nivelaciones de Terreno.

El 25 de febrero de 1732 fallecía su padre a una avanzada edad y en ese mismo año escribió al intendente general y secretario de Marina e Indias José Patiño Rosales (1666-1736), expresándole el estado de pobreza en el que quedaron sumidos los bienes personales de su padre, tras sufragar con su sueldo de 160 pesos los gastos de la Academia: “A su muerte, el señor Gobernador sólo le halló en su escritorio 97 pesos”. Sirvió a Su Majestad desde 1738 en los empleos de alférez, teniente y capitán de Artillería del Batallón Fijo de la plaza de Cartagena de Indias. En la Guerra de 1740 sirvió y montó la Artillería del cerro de San Lázaro. En 1741 se produjo el sitio de Cartagena de Indias por la Armada inglesa, que sufrió la mayor derrota de su historia. En 1747 sirvió y montó la misma artillería en el castillo Grande. Hizo también la defensa de Boca Chica. El virrey Sebastián de Eslaba y Lazaga (1684-1759) lo envió de comandante del castillo de San Sebastián. Hallándose vacante el empleo de primer teniente de la Compañía de Artilleros de la dotación de la plaza de Cartagena de Indias, por fallecimiento de Joaquín de Andrade, el rey Fernando VI se la confiere en el palacio del Buen Retiro el 22 de agosto de 1752. Se tomó razón de dicho nombramiento en la Contaduría General de la Real Hacienda el 26 de agosto de 1752.

El 22 de enero de 1753 el Rey le confirió el empleo de capitán alcaide del castillo del Río San Juan de Nicaragua, que se hallaba vacante por fallecimiento del teniente coronel Juan Antonio Alonso de Arce, bajo “el juramento que debeis hacer de que tendreis en mi nombre el dicho Castillo, y no lo entregareis hasta morir a ningún enemigo, u otra persona que la mia, o a la de mi Presidente, Gobernador y Capitán General de Goathemala, o Gobernador de la Provincia de Nicaragua, o a la que yo os mandase por Cedula firmada de mi mano”. La construcción de la fortaleza de la “Limpia y Pura Concepción” se había iniciado en 1673 sobre unos restos defensivos de tiempos de Felipe II, en un recodo de la ribera, sobre una colina, a cuyos pies se extiende el pueblo del Castillo en honor a la fortaleza, y las obras fueron terminadas en 1675, en lo que fue la más grande fortificación de América Central hasta aquella fecha. Por el año 1751, los zambos que habitaban en las costas de Nicaragua realizaban, alentados por los ingleses, frecuentes incursiones al interior de la provincia, perpetrando robos, saqueos e incendios. En 1755 José Herrera y Sotomayor informaba sobre el estado de la fortaleza, pidiendo refuerzos y pertrechos al gobernador, el gallego José González Rancaño. Durante su mandato se realizaron algunas obras en el castillo, tales como la construcción de viviendas alrededor del castillo (1759), la reedificación de los alojamientos, reduciendo sus techumbres antiguas a cubiertas de azoteas “para que resista la continua lluvia de este paraje” (1759), la reparación de la crujía de la canoa de Su Majestad (1759), la revisión de tres velas para la canoa del castillo, el arreglo de la galera y la compra de una canoa para conducir bastimentos al castillo (1759), la renovación del puente levadizo, cuyo daño se había producido “por las continuas y abundantes lluvias de este paraje” (1760), etc. En 1761 fue nombrado gobernador de Nicaragua Melchor Vidal de Lorca y Villena, quien un año después visitó el castillo de la Inmaculada, donde reconoció la capilla y alojamientos que estaban arruinados y estudió las defensas del mismo, enviándose materiales desde Granada para poner en orden de defensa la abandonada fortaleza. Durante esta visita, el gobernador pasó revista a la tropa y dispuso que se construyera una barca con quilla armada de galeota para la resolución de un sitio al castillo.

En 1762 España entró en guerra con la nación inglesa, como inmediata consecuencia del Pacto de Familia entre Carlos III y Luis XV de Francia. El reflejo de la guerra no se hizo esperar en las provincias, provocando invasiones de los ingleses, cada vez con mayor atrevimiento, por el río San Juan, desaguadero del Gran Lago y llave de la provincia de Nicaragua. En junio de 1762 un grupo de zambomisquitos atacó las plantaciones de cacao en el valle de Matina; al mes siguiente incendiaron y saquearon las poblaciones de Lóvago, Lovigüisca y la misión de Apompuá, cerca de Juigalpa, además de capturar a algunos prisioneros. Pocas semanas después una tropa de ingleses, zambos y misquitos se posesionó de las bocas del San Juan y marchó río arriba con la intención de tomarse la fortaleza de la Inmaculada. Por aquel entonces la dotación del castillo era la siguiente: alcaide castellano, padre capellán, comisario, cirujano, teniente, alférez, sargento, condestable (de Artillería), diez artilleros, cuatro cabos de escuadra, veinte mosqueteros, sesenta y cuatro arcabuceros, con un tambor, tres cabos y ocho remeros, el piloto del barco en que se conducían los víveres al presidio y las ocho mulatas que servían en la cocina del presidio. José Herrera vivía en el castillo junto a su hija Rafaela Herrera, a la que había procurado educar no sólo en ejercicios varoniles, como el manejo del cañón, sino también en las leyes de honor, de la fe y de un ardiente amor patriótico y filial. La provincia española de Nicaragua era uno de los principales objetivos de los ingleses, porque presentaba facilidades para la comunicación interoceánica, por lo que el gobernador inglés de Jamaica, William Henry Littleton, recibió instrucciones de preparar una invasión de Nicaragua por el río San Juan, con un ejército de tres mil hombres y más de cincuenta embarcaciones. Las tropas inglesas tomaron Matina y las bocas del río San Juan, haciendo veinticuatro prisioneros y asentándose en la zona. Amenazaba el castillo de la Concepción, precisamente cuando José Herrera y Sotomayor —castellano de la fortaleza— estaba gravemente enfermo. Ante su lecho de muerte, su hija Rafaela juró solemnemente a su padre que defendería la fortaleza, aun a costa de su vida. El 17 de julio murió repentinamente el comandante José Herrera y Sotomayor, declarando “única y universal heredera a puerta cerrada” a su hija Rafaela —habida de Felipa Torreynosa—, y asumió la comandancia interinamente el alférez Juan Aguilar y Santa Cruz, sucediéndose después uno de los episodios más conocidos y heroicos de la historia de Nicaragua.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, dir. tes, inv. 2 leg. 39-121; dir. tes, inv. 2 leg. 39-274; Archivo Centroamericano (Guatemala), Fuerte Inmaculada: 0054/a21 año 1758; 00-56/A21; año 1759; 0268/A.2.3.2; 0055/A21 año 1760; 0058/A21; año 1760; 0059/A2/leg. 8 año 1760; 0060/A21 año 1761; 0061/A21 año 1761; Archivo General de Centroamérica, Al.29.2, leg. 201. exp. 1651; Archivo General de Indias (Sevilla), Guatemala, 449 y 875.

“Rafaela de Herrera”, en VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada, t. XXVII, Madrid, Espasa Calpe Editores, 1925, págs. 1270-1271; R. Trigueros Bada, “Defensas estratégicas de la Capitanía General de Guatemala. El Castillo de la Inmaculada Concepción. Castillo de San Carlos”, en Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano, 105 (1969), págs. 1-24; J. Ibáñez Montoya, Estudio Asesor para la restauración del Fuerte de la Inmaculada Concepción del Río San Juan. Primera Parte: Reconocimiento técnico, histórico y militar, Nicaragua, Organización de los Estados Americanos, 1976; J. Marchena, “La primera Academia de Ingenieros en América”, en Revista Ejército, 447 (1977), págs. 23-28; J. Dolores Gámez, “La gesta de Rafaela Herrera”, en VV. AA., El Río San Juan. Estrecho dudoso en el centro de América. Selección de textos por Ernesto Cardenal, El Salvador, Latino Editores, 1993, págs. 27-28; R. Pasos Marciacq, Rafaela. Una danza en la colina y nada más, Managua, Colección Cultural Banco Nicaragüense, Fondo de Promoción Cultural, 1997; M. R. Brisquet Torres y E. Fuentes Legaz, “Las Academias de Artillería en América en el siglo xviii”, en Militaria. Revista de Cultura Militar, 10 (1997), págs. 265-276; J. Rabella Vives, Aproximación a la historia del Río San Juan, Managua, Proyecto ARAUCARIA del Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales (MARENA), 2004 (2.ª ed.).

 

Carlos Viscasillas Vázquez

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