Chumillas Fernández, Víctor. Olmeda del Rey (Cuenca), 28.VII.1902 – Fuente el Fresno (Ciudad Real), 16.VIII.1936. Religioso franciscano (OFM), mártir, beato.
Fueron sus padres Alfonso y Catalina, matrimonio humilde y profundamente religioso que tuvo seis hijos.
Víctor fue bautizado el 30 de julio de 1902. Al morir su padre tuvo que colaborar al sostenimiento económico de la familia, ayudando a su madre a vender yeso por los pueblos y ajustándose como trillador en verano, sin dejar de asistir a la escuela y a la catequesis.
Mostró desde niño afición a todo lo religioso.
La devoción a María Santísima, que su madre le inculcó, arraigó en él. Delicado de conciencia, asiduo a la lectura de vida de santos, hablaba con frecuencia de los mártires de Japón y decía que quería ser franciscano para ir a misiones y ser mártir.
Preparado por el párroco de su pueblo, en 1914 entró en el Seminario Menor de Belmonte (Cuenca).
Tenía doce años. Terminó el noviciado en Arenas de San Pedro (Ávila) y emitió los votos simples. En Pastrana cursó el trienio de Filosofía y el primer curso de Teología, que terminó en Consuegra. Allí recibió la ordenación de presbítero en 1924. Se dedicó especialmente a tareas educativas con estudiantes y seminaristas franciscanos; celoso predicador y confesor, edificaba a todos por su humildad, alegría y obediencia.
Estuvo en Arenas de San Pedro durante el curso 1925- 1926, luego en el Seminario Menor de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y en la Puebla de Montalbán (Toledo) como profesor y maestro de disciplina de los seminaristas.
A estas tareas sumaba las de predicación y confesionario. En 1928 estuvo en el Convento de San Antonio (Madrid) y en 1929 fue de nuevo profesor del Seminario y procurador del convento en Alcázar de San Juan. En el curso 1930-1931 fue profesor en el Seminario de Pastrana, desde donde fue trasladado a Consuegra (Toledo). Volvió a Madrid, al convento de San Antonio, en 1932. Desde febrero de 1935 fue Guardián del convento de Consuegra y visitador regional de la Tercera Orden Franciscana.
De voluntad decidida y constante, era emprendedor, estudioso y laboriosísimo; muy sencillo, alegre y optimista, bondadoso y con mucho don de gentes. Su abnegación, su espíritu de sacrificio, su identificación con la pobreza franciscana, su comedimiento, prudencia y sinceridad eran evidentes y notables. Todo lo encomendaba a Dios, y a mayor dificultad, más fe mostraba en su Providencia.
Entre 1931 y 1936, publicó numerosos artículos en las revistas Cruzada Seráfica y Hogar Antoniano. En sus escritos dio muestras de su capacidad de iluminar la realidad de la sociedad española con la luz del evangelio, mostrando una gran pasión por las verdades de la fe y por la Iglesia, así como una disposición plena para el martirio. Ya en vida, gozó fama de santo.
El 21 de julio de 1936, a las cinco de la tarde, se presentaron dos agentes de la autoridad local acompañados de unos quince paisanos, pidieron al padre Víctor Chumillas las llaves de la iglesia y prohibieron celebrar culto alguno; los franciscanos quedaron detenidos en el mismo convento. Durante estos días, los franciscanos se prepararon para la muerte con adoración continua del Santísimo, expuesto en el oratorio, en el cual los sacerdotes celebraban la eucaristía y los no sacerdotes recibían la comunión.
El 24 de julio, a las nueve de la mañana, llegó el alcalde acompañado de milicianos armados. Registraron el convento e intimaron a los religiosos a que lo abandonaran. A las 2.30 de la tarde se presentó en el convento el primer teniente de alcalde y jefe del comité revolucionario del Frente Popular con más milicianos y, tras registrar las maletas, les obligaron a abandonar el convento. Salieron vestidos de paisano hacia casas de familiares o bienhechores. Pero entre la tarde del 9 de agosto y la mañana del día siguiente, todos los franciscanos fueron buscados en las casas de acogida, detenidos y encarcelados. El padre Víctor Chumillas, dejó escrito en su breviario lo que hicieron en la mañana del día 10: se reunieron todos y se confesaron sacramentalmente, se pidieron mutuamente perdón y recibieron la absolución general del padre Guardián.
El 11 de agosto fueron encarcelados el párroco de Consuegra, varios sacerdotes, un dominico y los escolapios del pueblo. Llegaron a juntarse sesenta y cuatro en la cárcel y, debido a su estrechez, los condujeron a la iglesia de Santa María, convirtiéndola en cárcel. Allí se dedicaron a rezar, meditar y llevar una vida de piedad. Los familiares y bienhechores les procuraban la comida y cubrían sus necesidades. En este tiempo los milicianos no les molestaron en sus prácticas religiosas, aunque el no poder celebrar la eucaristía les apenaba grandemente. El padre Chumillas fue desde el primer momento el pastor providencial que dio Dios a todos aquellos sus elegidos para sostenerlos en la prueba y prepararse para su destino.
El día 13, a la hora de comer, se presentó el teniente de alcalde con varios milicianos y tomó nota de los sacerdotes mayores de sesenta años, excepto el párroco de Consuegra y fray Cecilio Alocén, franciscano.
El día 14 volvió y se llevó a los apuntados el día anterior, más a fray Ciriaco Sánchez, con el pretexto de que debía recoger dinero para liberar a todos los franciscanos.
En la noche del 15 al 16 de agosto sacaron a veinte franciscanos en un camión y los condujeron a un paraje cercano a Fuente el Fresno, llamado Boca de Balondillo (Ciudad Real). Primero bajó el padre Víctor y lo situaron de espaldas a la carretera, a unos diez metros de ésta. A continuación fueron bajando del camión los demás franciscanos, a los que colocaron en fila, todos de espaldas a la carretera. Pidieron que les desataran las manos para morir con los brazos en cruz como Jesucristo, a lo que los milicianos se negaron. También pidieron darse la vuelta y morir de cara, y no de espaldas como traidores, a lo que sí accedieron.
La actitud de los franciscanos fue como la de Cristo: silencio. Cuando se acercaba ya el momento de la muerte, el padre Chumillas dijo: “Elevad vuestros ojos al cielo y rezad el último Padrenuestro, pues dentro de breves momentos estaremos en el Reino de los Cielos”. Al dar las órdenes de rigor, se oyó: “Perdónales, Señor, que no saben lo que hacen” y varias exclamaciones: “¡Viva Cristo Rey!”, “¡Viva la Orden Franciscana!” y otras parecidas, pero ningún quejido ni lamento. Terminaron de rematarlos con el tiro de gracia.
Los cadáveres fueron llevados a Fuente el Fresno. Exhumados después, hoy se veneran en el convento franciscano de San Juan de los Reyes, en Toledo.
El padre Chumillas tenía treinta y cuatro años, pero de los diecinueve franciscanos de Consuegra que con él murieron en Fuente el Fresno (Ciudad Real), en la madrugada del 16 de agosto de 1936, catorce eran estudiantes de Teología y contaban solamente entre los veinte y los veintitrés años. Habían hecho la profesión religiosa y se preparaban para el sacerdocio: Marcelino Ovejero Gómez —Becedas (Ávila), 13.II.1913—, de veintidós años; José de Vega Pedraza —Dos Barrios (Toledo), 30.VIII.1913—, de veintidós años; José Álvarez Rodríguez —Sorriba (León), 14.X.1913—, de veintidós años; Santiago Maté Calzada —Cañizar de Argaño (Burgos), 25.VII.1914—, de veintidós años; Andrés Majadas Málaga —Becedas (Ávila), 2.III.1914—, de veintidós años; Alfonso Sánchez Hernández-Ranera —Lérida, 26.I.1915—, de veintiún años; Anastasio González Rodríguez —Villaute (Burgos), 11.X.1914—, de veintiún años; Félix Maroto Moreno —Gutierremuñoz (Ávila), 30.I.1915—, de veintiún años; Federico Herrera Bermejo —Almagro (Ciudad Real), 21.II.1915—, de veintiún años; Antonio Rodrigo Antón —Velamazán (Soria), 8.VI.1913—, de veintitrés años; Saturnino Río Rojo —Mansilla (Burgos), 16.II.1915—, de veintiún años; Ramón Tejado Librado —Alcázar de San Juan (Ciudad Real), 3.V.1915—, de veintiún años; Vicente Majadas Málaga —Becedas (Ávila), 27.X.1915—, de veinte años, y Valentín Díez Serna —Tablada de Villadiego (Burgos), 11.XI.1915—, de veinte años.
De más edad, con distintas responsabilidades en la misma comunidad de Consuegra (Toledo), y habiendo muerto en Fuente el Fresno, eran: Ángel Hernández-Ranera de Diego —Pastrana (Guadalajara), 1.X.1877—, de cincuenta y ocho años, ordenado sacerdote en 1900, que había sido misionero en Filipinas. Desde 1935 estaba en Consuegra como vicario y maestro de hermanos no clérigos.
Domingo Alonso de Frutos —Navares de Ayuso (Segovia), 12.V.1900—, de treinta y seis años, ordenado sacerdote en 1924. Se doctoró en Teología en Manila (Filipinas) y fue profesor de esta materia en Estados Unidos y luego en Consuegra.
Martín Lozano Tello —Corral de Almaguer (Toledo), 19.IX.1900—, de treinta y cinco años. Fue ordenado sacerdote en 1925. Licenciado en Sagrada Escritura, ejerció la docencia.
Julián Navío Colado —Mazarete (Guadalajara), 12.VIII.1904—, treinta y dos años, sacerdote desde 1927. Se licenció en Roma en Historia de la Iglesia y explicó esta materia en Pastrana, Estados Unidos y, desde 1935, en Consuegra.
Benigno Prieto del Pozo —Salce (León), 25.XI.1906—, de veintinueve años, ordenado sacerdote en 1930. Escribió artículos sobre la doctrina social de la Iglesia y fue profesor y maestro de disciplina en el teologazo de Consuegra.
A esta comunidad mártir de Consuegra (Toledo), hay que añadir otros dos religiosos franciscanos: Félix Gómez-Pinto Piñero —La Torre de Esteban Hambrán (Toledo), 18.V.1870 – Hueva (Guadalajara), 7.IX.1936—, de sesenta y seis años. Sacerdote desde 1894, pasó buena parte de su vida en Filipinas y desde 1933 estaba en Pastrana (Guadalajara). Dispersada la comunidad, se refugió en el campo, pero lo delataron. Por negarse a blasfemar, fue cruelmente asesinado.
Perfecto Carrascosa Santos —Villacañas (Toledo), 18.IV.1906 – Tembleque (Toledo) 17.X.1936—, de treinta años. Ordenado sacerdote en 1929, pertenecía la comunidad del convento de San Antonio de Madrid y era secretario provincial. Se había refugiado con sus padres en Villacañas (Toledo), donde lo encontraron. También fue asesinado.
Todos estos religiosos franciscanos fueron beatificados el 28 de octubre de 2007.
Bibl .: M. Rincón Cruz, Testigos de nuestra fe: Mártires franciscanos de Castilla (1936-1939), Madrid, Provincia Franciscana de Castilla, 1997, págs. 325-470; Mártires Franciscanos de Castilla. 73 testigos de Cristo para el siglo xxi, Madrid, Edibesa, 2007; Beatos Víctor Chumillas y 21 Compañeros Mártires Franciscanos de Castilla, Madrid, Edibesa, 2007; M.ª E. González Rodríguez (ed.), Quiénes son y de dónde vienen. 498 mártires del siglo xx en España, Madrid, Conferencia Episcopal Española, Edice, 2007, págs. 313-330; Hablar hoy de martirio y de santidad, Madrid, Conferencia Episcopal Española, Edice, 2007, págs. 145-206; Confer, 28 de octubre de 2007. Beatificación de 462 Religiosos y Religiosas Mártires de España, “Vosotros sois la luz del mundo”, “Folletos Con Él. Testimonio y Testigos”, n.º 282, octubre de 2007.
María Encarnación González Rodríguez