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Sebastián Carrasco Jiménez

Biografía

Carrasco Jiménez, Sebastián. Ubrique (Cádiz), 3.XII.1888 – Málaga, 3.IX.1977. Deán, chantre, vicario general de Málaga, prelado doméstico de Su Santidad, fundador de la congregación religiosa Misioneras de Cristo Sacerdote.

Nació en el seno de una familia católica y piadosa en la que hubo tres hijos, Sebastián el menor de ellos. Ingresó en el seminario de Málaga, a cuya diócesis pertenecía entonces Ubrique, el 30 de septiembre de 1900. Cursó en este centro sus estudios eclesiásti­cos y obtuvo las máximas calificaciones.

Recibió las órdenes sagradas el 23 de diciembre de 1911. Durante los primeros doce años de sacerdo­cio, desempeñó sucesivamente los cargos de coadjutor y cura regente de Monda; párroco arcipreste de la de Colmenar; ecónomo de la de Zafarraya; ecónomo de San Patricio de la ciudad de Málaga —que entonces era una humilde y necesitada barriada— en la cual rea­lizó una gran labor. En agosto de 1923 fue destinado a Vélez-Málaga, donde fue ecónomo y arcipreste hasta 1929 en que se le nombró ecónomo (y posteriormente párroco) de la del Sagrado Corazón de Melilla, única parroquia por entonces en aquella plaza, y vicario eclesiástico de las distintas plazas de África. En 1947 Su Santidad el Papa se dignó conferirle la dignidad de chantre de la santa iglesia catedral de Málaga. Un año después, monseñor Herrera Oria lo nombró vicario general y delegado diocesano de Acción Cató­lica (AC), consiliario de la Junta Diocesana de AC y consejero diocesano de administración. Dos años más tarde fue nombrado deán de la santa iglesia catedral y, posteriormente, prelado doméstico de Su Santidad, título que recibió de manos del entonces cardenal He­rrera Oria. Fue también capellán de la iglesia del Santo Cristo, donde inició la adoración diurna al Santísimo, consejero de disciplina del Seminario, visitador gene­ral de religiosas, presidente del tribunal de oposiciones a canonjía y miembro del Consejo de Administración del Seminario Diocesano.

Hombre de oración y de gran amor a la Virgen, impulsó ambas cosas en todas las parroquias por las que pasaba, sobre todo con su ejemplo. Durante su permanencia en la parroquia de Colmenar fundó una sección del apostolado de la oración con más de trescientos miembros, aparte de otras cofradías. En Vélez-Málaga, y de acuerdo con su prelado, el santo obispo Manuel González, organizó en su casa El Pres­biterio, primera residencia sacerdotal de la diócesis. Dirigidos por él, los sacerdotes recién ordenados hacían vida en común y atendían y gobernaban las parroquias limítrofes extendiendo su acción pastoral a poblados y cortijadas; tenían su propia revista con el mismo nombre. También consiguió reedificar el santuario de la Virgen de los Remedios, patrona de la ciudad, y restableció la hermandad que había sido creada en 1645. Fundó comedores populares para los necesitados y logró establecer una casa para ancianos. Devoto del Corazón de Jesús, proyectó una carretera con una explanada y puso su imagen de piedra sobre un pedestal. Publicó una novena en honor de la Pa­trona y puso en funcionamiento la hoja parroquial mensual.

Cuando llegó a Melilla se encontró una ciudad conflictiva: por un lado, era entonces zona militar con destacamentos de fuerzas de los distintos Cuer­pos, debido a las continuas fricciones con Marrue­cos; y, por otro lado, la población estaba dividida por las tres religiones monoteístas (judíos, musulmanes y cristianos). Con su don de gentes y su prudencia, lo­gró una convivencia apacible y respetuosa y desarrolló un amplio apostolado. Para una mejor atención a los católicos consiguió la creación de dos nuevas parro­quias, desmembradas de la suya; también logró que se establecieran en la ciudad varios institutos religiosos dedicados a la enseñanza; fundó escuelas parroquiales, cofradías y hermandades; y con el reparto de ro­pas y pan, puede decirse que fue el precursor de Cá­ritas. Con su labor espiritual hizo surgir un hermoso plantel de vocaciones sacerdotales y religiosas (mascu­linas y femeninas).

Melilla llegó a ser para él como una gran familia, a pesar de haber estallado la Guerra Civil de 1936-1939. Muchas obras de caridad se llevaron a cabo du­rante este período de tiempo. Una de ellas fue acoger en su casa, durante un tiempo más o menos largo, a muchos sacerdotes —sobre todo catalanes— que cruzaban la frontera después de muchas penalidades, tratando de salvar su vida. Uno de ellos fue Balbino Santos y Olivera, futuro obispo de Málaga y arzo­bispo de Granada.

Cuando dejó Melilla al ser nombrado vicario ge­neral de la diócesis, sus numerosos amigos —entre los que se contaban muchos judíos y antiguos musul­manes que abrazaron la fe católica— le hicieron un sentido homenaje y quisieron dejar constancia de su sentir mandando repujar en cuero su nombre con el apelativo de “pastor bonus”.

Monseñor Sebastián Carrasco, a lo largo de su di­latada vida de casi noventa años, dejó tras de sí una estela de admirables virtudes que, desde sus años jóvenes, moldearon su vida y le hicieron merecer el aprecio de cuantos le trataron y la confianza de sus prelados, quienes le encomendaron cargos y mi­siones a veces gravísimas y delicadas. En cada tarea que desempeñó mostraba una singular prudencia y una ejemplar afabilidad en sus relaciones con todos —de un modo especial con los sacerdotes— que le valió el cariño y el respeto de cuantos acudieron a él en demanda de consejo y ayuda espiritual y ma­terial. Tuvo, además, una particular clarividencia para conocer el interior de las almas y un especial acierto para orientarlas hacia Dios. La vida religiosa femenina encontró en él un fuerte apoyo, pues su amor a Jesucristo, a la Virgen y a las almas “conta­giaba”.

Su amor al sacerdocio lo llevó a implantar la Obra del Fomento de Vocaciones Eclesiásticas en todas las parroquias por las que pasaba; al mismo tiempo, tam­bién formaba grupos de mujeres consagradas al apos­tolado parroquial que no estorbasen al sacerdote, sino que fuesen “como valla que lo defendiese”.

Este amor fue el que le inspiró —en Melilla— crear una asociación de espíritu sacerdotal. Este grupo tomó otros derroteros distintos del espíritu inicial, y, después de múltiples vicisitudes, pudo fundar, junto con la sierva de Dios María Dolores Segarra Gestoso, la Pía Unión de Misioneras de Cristo Sacerdote, cuyo lema es “Cum Christo Per Mariam Sanctifico Me Pro Eis”. Esta pía unión fue aprobada por monseñor Álvarez Lara, obispo de Guadix-Baza, el 4 de octubre de 1957 y erigida canónicamente en Madrid como Congregación de Derecho Diocesano, por el arzo­bispo monseñor Casimiro Morcillo, el 25 de agosto de 1969.

El carisma propio de la Congregación —que quiere vivir y dar a conocer el sacerdocio regio de los bau­tizados— se fundamenta en el Sacerdocio de Cristo con dos modalidades: una mística y otra apostólica. La vertiente mística se orienta a contemplar a Cristo bajo el aspecto de Sacerdote y Víctima a la vez. La vertiente apostólica mira hacia los hombres que par­ticipan del Sacerdocio de Cristo por el sacramento del Orden, y tiende a colaborar con ellos en la salvación de las almas.

 

Obras de ~: E. Moya Casals, Melilla piadosa y tradicio­nal. Descripción histórica y artística de los templos de la ciudad, pról. de ~, Melilla, Ayuntamiento, 1954; Por las rutas de Cristo Sacerdote. Escritos de D. Sebastián Carrasco Jiménez, fundador de las Misioneras de Cristo Sacerdote, Madrid, Misioneras de Cristo Sacerdote, 2004

 

Fuentes y bibl.: Misioneras de Cristo Sacerdote, Ar­chivo General.Boletín Oficial del Obispado de Málaga, años, 1900-1977.

 

María Belén Fernández Romero y José Martín Brocos Fernández

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