Rodríguez, Cristóbal. Hita (Guadalajara), 1521 – Nápoles (Italia), 12.II.1581. Jesuita (SI), superior y misionero.
Era otro de los jesuitas que solicitaron su admisión en la Compañía de Jesús, contando con una formación destacable. Ya era doctor en Teología por la Universidad de Alcalá, leyendo como profesor de esta Facultad en la Universidad de Sigüenza. Habría de ser en Alcalá de Henares, una importante cantera de los jesuitas en Castilla por ser ciudad universitaria, donde habría de entrar en el Instituto ignaciano en 1554. Para entonces, ya era sacerdote. Poco tiempo después —debiéndose adoptar los períodos de probación o noviciado a las necesidades— fue remitido a la Universidad de Gandía, que fue la primera en la historia de la Compañía de Jesús, por impulso del entonces duque Francisco de Borja.
Habría de regentar la Cátedra de Teología primero y, después, suceder a Antonio Cordeses en el rectorado de la misma, desde junio de 1556, aunque en este oficio permaneció poco tiempo. No había terminado el verano cuando hubo de viajar a Zaragoza y a Valladolid, donde habría de ser compañero de Francisco de Borja, ya como jesuita. Era entonces Borja el comisario para España y Portugal y un hombre adecuado para el progreso de aquel Colegio de San Antonio que le estaba costando tanto esfuerzo prosperar en medio de una ciudad levítica. En aquel Valladolid residía la regente de estos reinos, la princesa Juana de Austria, tan vinculada devocional y espiritualmente con la Compañía de Jesús.
Cristóbal Rodríguez vivió esta protección real con gran cercanía, pues fue rector del Colegio de Valladolid, entre 1557 y 1559. En ausencia de Antonio de Araoz, un hombre no siempre cercano a Borja, debió ser viceprovincial de Castilla, en 1558.
Nuevos destinos habrían de llegarle desde el controvertido año de 1559. Primero, habría de viajar a la Corte imperial de Viena, donde permaneció hasta 1560, para pasar después a Egipto, para desempeñar y ocuparse de una misión pontificia ante el patriarca copto de Alejandría, entre 1561 y 1563, y acompañado de Giovanni B.
Eliano. Habría de ser ya un hombre de gobierno, pues cuando regresó a Italia se tuvo que responsabilizar de distintos oficios y tareas delicadas. El que entonces era inquisidor mayor, el cardenal dominico Michele Ghislieri, le encargó una misión entre los grupos valdenses de Capitanata, Abulia y Calabria, en agosto de 1563. A principios del año 1566, el cardenal dominico Ghislieri, habría de ser elegido Papa con el nombre de Pío V. Un año antes de este acontecimiento, Cristóbal Rodríguez se convertía en provincial de la Toscana, existiendo una intensa relación entre este jesuita y el nuevo Pontífice, pues Pío V le habría de encomendar una serie de misiones.
Por ejemplo, acompañó en noviembre de 1566 a Tomaso Orfini en la visita a veintidós obispados de la Campania. Estaba realizando esta misión cuando tuvo conocimiento, por vía de Juan de Polanco, de su nombramiento como provincial de la Romana. Gobernaba ya la Compañía de Jesús como prepósito general, su anterior compañero Francisco de Borja.
Tampoco, en esas misiones, algunas de ellas encomendadas desde la Santa Sede, estaban ajenos los escenarios bélicos. Uno de ellos era la guerra contra los moriscos sublevados en Granada, en 1569. Rodríguez fue superior de los jesuitas que habían sido destinados para trabajar apostólicamente en las galeras de España, al mando del lugarteniente de Juan de Austria —hermanastro del rey Felipe II—, Luis de Requesens. Los pontífices Pío V y Gregorio XIII pusieron mucho empeño en que Rodríguez acompañase al mencionado Juan de Austria en la Liga Santa que habría de enfrentarse al turco, como así ocurrió en la batalla de Lepanto en 1571. Posteriormente, este jesuita siguió en las operaciones bélicas que habrían de hacerse con base en Corfú en el Mediterráneo oriental en 1572 y en la expedición de Túnez en 1573. No fue su único oficio en aquellos años, pues Cristóbal Rodríguez entonces era rector del Colegio de la Penitenciaría de San Pedro de Roma —habría de serlo en el período entre 1571 y 1574—. El ya conocido Luis de Requesens, que por entonces era gobernador de los Países Bajos, le llamó a aquellos territorios controvertidos de la Monarquía de Felipe II, permaneciendo en aquellas tierras entre mayo de 1574 y junio de 1575. Cuando regresó a Italia, después de haber desempeñado estas tareas, fue rector del Colegio de Loreto, entre 1576 y 1579.
Hasta allí habría de acudir a buscarle Juan de Austria para que le acompañase a Flandes, pues el hermanastro del Rey había sido nombrado gobernador de esos territorios. Cristóbal Rodríguez rechazó esta solicitud.
Sí que aceptó, sin embargo, su paso a Nápoles, a finales de 1579 o principios de 1580, tal y como se lo había pedido su virrey Juan de Zúñiga. Aquella habría de ser la última etapa de su dilatado transitar como jesuita.
Apenas contaba con sesenta años cuando murió.
Demostró sus peculiaridades en sus trabajos y en sus métodos apostólicos. En los inicios de los mismos, en Gandía, se distinguió por sus predicaciones entre la población morisca, siendo el primero que empleó con los alfaquíes el método de la disputa personal en privado.
Él pensaba que era un método muy recomendable, como se lo expuso a Ignacio de Loyola. Fue efectivo, tal y como comprobó por las conversiones que consiguió.
Pensaba que los jesuitas debían dedicarse más intensamente a los trabajos entre los moriscos. Entre los coptos intentó alcanzar un diálogo que fue imposible hacer fructificar. No siempre siguió las normas de la Inquisición romana pues, además, consiguió que un buen número de presos fuesen liberados y se preocupó por atender las condiciones de sus familias. Se distinguió, de esta manera, por su carácter reconciliador que generó habitualmente confianza, aunque consiguió el regreso a la Iglesia de ciertos colectivos. Los notables acudían a él, pues siempre generaba eficacia, sabiendo además de su cercanía y proximidad con el papa Pío V. A pesar de su activismo, no fue ajeno al mundo de la oración y dejó una obra manuscrita acerca del modo de orar.
Obras de ~: Libro delle cose sucesse nella missione del Cairo, 1561 (en col. Monumenta Historica Societatis Iesu, Polanco, vol. II, págs. 272-299); Relación de la misión en Egipto (en col. Monumenta Historica Societatis Iesu, Polanco, vol. II, págs. 299-307); “Cartas”, en Monumenta Historica Societatis Iesu, Polanco, vol. II; Monumenta Historica Societatis Iesu, Lainez, vols. IV-VII; Monumenta Historica Societatis Iesu, Epistolae Mixtae, vol. V, pág. 874; Monumenta Historica Societatis Iesu, Epistolae Quadrimestres, vol. III, pág. 783; “Modo di orare per excitar l’afetto”, en Archivum Romanum Societatis Iesu (ARSI), HS, 176.
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Javier Burrieza Sánchez