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Miguel de Salamanca y Turri

Biografía

Salamanca y Turri, Miguel de. Señor de Canillas. Nápoles (Italia), c. 1605 – Madrid, 18.XI.1676. Caballero de la Orden de Santiago, consejero del Consejo de Capuana, regente del Consejo de Italia, consejero de Castilla y de Hacienda, gobernador del Consejo de Hacienda.

Nació en Nápoles en torno a 1605, según resulta de las pruebas para su hábito de la Orden de Santiago obradas en 1638, y en las que la generalidad de los testigos le daba por de treinta y tres años, poco más o menos.

Su padre, Juan Tomás de Salamanca y Guevara, que había nacido en Hontanaya, diócesis de Cuenca, era hijo del capitán Juan de Salamanca, natural de Burgos, y de Catalina de Guevara, natural de Hontanaya.

De la familia de su padre se decía en 1638, cuando se actuaban las pruebas de la Orden de Santiago de su hijo Miguel Francisco, que tenía su origen en la familia Rodríguez de Salamanca y de las Varillas, pobladores de Salamanca. Por esta vía, aunque sin que se precisara su parentesco, se señalaba cómo uno de sus ascendientes al licenciado Francisco García de Salamanca, natural de Burgos, que había estado del lado del emperador en el alzamiento de las comunidades de Castilla y a quien, por sus servicios, Carlos I le confirió en 1526 una plaza de alcalde mayor de la Real Audiencia de Galicia, desde la que pasó, más tarde, a otras de juez de la Audiencia de Sevilla y de oidor de la Audiencia y Chancillería Real de Valladolid. En su matrimonio, contraído en Burgos con Clara Mazuelo Carrillo, tuvo por hijo a García de Salamanca y Varillas y este, entre otros hijos, habidos en su legítima mujer Casilda de Gamarra y Cerón, tuvo a Juan Rodríguez de Salamanca y Gamarra. Este, nacido en Burgos hacia 1565 y muerto en Madrid en 1625, era el segundo miembro de la familia que se dedicaba a la carrera de las letras y en ella tuvo un curso que lo vinculó al servicio real en el reino de Nápoles. En efecto, después de haber iniciado sus estudios de cánones en Salamanca y de haberlos continuado en la de Valladolid, fue admitido en beca canonista del Colegio de San Clemente de Bolonia en 1591 y, graduado allí en el año siguiente de doctor in utroque iure, salió del Colegio al acabar 1593 para servir en el año siguiente el oficio de fiscal de Cremona, continuó como abogado fiscal del Estado de Milán desde 1604, de ahí pasó a una plaza de senador del Senado de Milán en 1607, a una presidencia del Magistrado extraordinario de Milán en 1616 y, finalmente, a la plaza de regente español por el ducado de Milán en Consejo Supremo de Italia en 1623.

Aquel reclamado parentesco en 1638 situaba a Juan Tomás de Salamanca y Guevara, padre de Miguel, como otro de los letrados de la familia cuya carrera, al igual que a su contemporáneo Juan Rodríguez de Salamanca, también le condujo a servir a la Monarquía en los estados de Italia. Una vez graduado de doctor inició su línea en algunas magistraturas temporales, como la de oidor real en Orbitello, gobernador de Talamon en Etruria y auditor general del ejército, y lo hizo hasta que se le concedió una plaza de consejero del Consejo de Capuana, en la vacante del doctor Alfonso de Hermosa, de que se le expidió su privilegio en Ateca el 25 de abril de 1589. Al cabo de más de tres lustros, y después de haber ejecutado variadas comisiones, fue llamado en 1605 a la corte a despachar en la plaza de regente por el reino de Nápoles en el Consejo Supremo de Italia, aunque sólo prestó juramento en Madrid, en manos del condestable Juan Fernández de Velasco y Tobar, el 26 de noviembre de 1606. No pasó más que un año cuando logró, como era habitual aspiración de los regentes naturales de Nápoles, que se le proveyera en una plaza napolitana para regresar a su tierra natal, pues se le hizo merced de la de regente la Cancillería y consejero del Colateral, en lugar de Bernardino de Barrionuevo y Peralta y, aunque se le expidió su privilegio el 12 de diciembre de 1607, no llegó a trasladarse a Nápoles porque lo sorprendió la muerte en Madrid el 1 de mayo de 1608, después de que hubiera otorgado testamento en la misma villa y corte, ante el escribano real Lucas de Pereda, el 28 de abril de ese mismo año.

Juan de Salamanca y Guevara había contraído matrimonio con la napolitana Adriana de Turri, hija legítima de Jerónimo de Turri y de Abandia Belveder, ambos naturales de Nápoles. De esta unión nació Miguel Francisco y otros tres hermanos: Jerónimo de Salamanca y Turri, Catalina de Salamanca y Turri, y Juan de Salamanca y Turri.

Cuando Salamanca y Guevara pasó a Madrid en 1606 dejó a sus hijos en Nápoles. Por esta época hubo de morir su mujer, pues cuando otorgó su testamento en Madrid el 28 de abril de 1608 ya se hallaba viudo y, así, dispuso que su hija Catalina se criara en casa y poder de su cuñado Scipión Gómez hasta que tomara estado y que su hijo Juan cuando tuviera edad “venga aquí a la corte y continue el estudio, con el qual y lo que quedara de memoria de mis servicios, puede esperar alguna merced de su magestad y esto sea teniendo de la iglesia con que sustentarse en la corte, que haviendolo de haber con su hacienda y siendo tan poca, me remito a lo que mejor le estuviere”. En cuanto a Miguel Francisco, que era el menor, también mandó que se criara en casa de su cuñado Scipión Gómez “hasta que sus hermanos tomen resolucion de quererlo consigo o de otra cossa”.

Miguel Francisco permaneció en Nápoles y allí continuó la tradición familiar de la carrera de las letras, pues siguió la de jurisprudencia y en ella obtuvo el grado de doctor y el 28 de octubre de 1622 prestó el juramento acostumbrado en el Colegio de Doctores de Nápoles.

Dedicado al ejercicio de su profesión como avocato primario de los tribunales de Nápoles ganó fama en ellos. Así, por ejemplo, lo recordaba Carlo Petra, a propósito de una causa que había defendido en 1633, y Miguel Ángel Gizzi, en una de sus observaciones a las decisiones de Héctor Capicio Latro, como “varón insigne y abogado primario D. Miguel de Salamanca, después meritísimo consejero real y ahora dignísimo regente decano del Supremo Consejo de Italia” y lo hacía a propósito de una causa en la que había patrocinado a los herederos de Juan Alfonso Carmignani.

Desde la llegada a Nápoles del virrey conde de Monterrey (VI), por el mes de mayo de 1631, Salamanca mantuvo una muy estrecha relación con él y llegó a tal que, cuando Monterrey procuraba sin éxito que se le concediera licencia para dejar el virreinato de Nápoles y regresar a la corte a servir la presidencia del Consejo de Italia, envío a Madrid a Miguel de Salamanca para que instara por ella, tal como lo refería años más tarde en carta que dirigía al conde duque de Olivares el 17 de febrero de 1637: “[S]olo para solicitarla envie a don Juan de Erasso y despues a don Miguel de Salamanca”. Salamanca hubo de pasar a la corte en torno a 1634 y aquí, además de ocuparse en las peticiones del conde de Monterrey (VI), cuando se discutía acerca de la conveniencia de erigir una plaza de fiscal en el Consejo Supremo de Italia trató de que se le hiciera merced de ella, pero a su pretensión se opuso el duque de Medina de las Torres (II) y, así, este oficio de nueva creación se concedió en 1635 al doctor Juan Ruiz de Laguna. En 1643 Medina de las Torres refería aquellos sucesos y las actuaciones de Salamanca en su contra: “Don Miguel de Salamanca fue en esa corte publico Agente del Conde de Monterrey y en varias ocasiones habló a V. Mg.d y a sus Mros en los incidentes que pasaban contra mí, pretendió la Plaza de fiscal del Conss.º de Ytalia, a que yo me opuse y en mi nombre habló sobre esto el secret.º Pedro Lopez de Calo a V. M.”.

Frustrado su deseo de que se le confiriera la fiscalía del Consejo Supremo de Italia perseveró en la corte hasta que obtuvo que se le hiciera merced de una plaza de consejero del Consejo de Capuana, en la vacante por la promoción del doctor Fernando Ezquerra de Rozas, y se le expidió su título por privilegio fechado en Madrid el 20 de septiembre de 1636. Poco después logró que se le concediera un hábito de caballero de la Orden de Santiago y sus pruebas fueron aprobadas en 1638. Algunas de las causas de las que conoció y en las que votó, durante los casi seis años que sirvió su oficio en el Consejo de Capuana, eran comentadas por varios juristas napolitanos contemporáneos suyos, entre otros por Filippo Pasquale y por Francisco María Prato, y este último en algún lugar de su obra, lo trataba de “mi señor Salamanca” (dominus meus Salamanca).

Salamanca regresó, así, a Nápoles y lo hizo casi al tiempo en que el duque de Medina de las Torres (II) sustituía efectivamente al conde de Monterrey (VI) en aquel virreinato, a quien ahora iba a tener como a su principal valedor en la corte desde la presidencia del Consejo Supremo de Italia. En Nápoles su enemistad con el duque de Medina de las Torres (II) fue permanente y fueron muy frecuentes los enfrentamientos que hubo entre ellos. Medina de las Torres escribía en su Memorial de 1643 que Salamanca: “[P]asó a Nápoles a servir la que V. M. le havia hecho merçed de darle en el Conss.º de Santa Clara, pero mucho mas a embarazar mi Gov.no”. En el citado Memorial refería detenidamente algunos de los encuentros que había tenido con Salamanca y, entre ellos, el ocasionado por el altercado que había tenido Salamanca con “un cavallero de los de mayor calidad de aquel Reyno”, cuando este había encontrado a Salamanca a su mujer y a su suegra en su casa y con palabras violentas lo había expulsado de ella. El virrey, para evitar el escándalo y las malas consecuencias que podían seguirse de aquellos hechos, ordenó a Salamanca que pasara a Calabria a despachar un negocio que requería de la asistencia de un consejero, pero se negó con la excusa de su falta de salud y demandó del virrey que le diera la orden por escrito y, como en esta cuestión contó Salamanca con el apoyo del Consejo Colateral, Medina de las Torres desistió de su intento.

La malquerencia de Salamanca y del duque de Medina de las Torres (II) no era más que un reflejo de la enemistad que había entre este y el conde de Monterrey (VI) y tuvo, a principios de 1643, nueva ocasión de enfrentamientos con motivo de la vacante que se produjo de la plaza de regente español por el reino de Nápoles en el Consejo Supremo de Italia, por haber muerto el regente Fernando Ezquerra de Rozas. Medina de las Torres elevó su propuesta el 1 de abril de 1643 y en ella no incluía a Salamanca, pues su terna la formaban los regentes del Colateral Matías de Casanate y Fernando Azcón y el consejero Fernando Muñoz. El Consejo de Italia consultó la vacante el 12 de junio de 1643 y en ella se inclinó por proponer en primer lugar a Azcón, que fue el nombrado por el rey, decisión que se publicó el 28 de julio de ese ese mismo año. Azcón no aceptó esta plaza y, sobre consulta del Consejo de Italia de 22 de noviembre siguiente, le fue admitida su excusa y se ordenó al Consejo que volviera a consultar la vacante de Ezquerra de Rozas. En este momento, como Medina de las Torres se hallaba enterado de las diligencias que hacía el conde de Monterrey (VI) para que se diera la regencia a Salamanca, ordenó al secretario Pedro López de Calo que representara al rey los inconvenientes que podían resultarle de esa provisión. Monterrey, el 5 de diciembre de 1643 remitió la consulta del Consejo del rey, en la que se había incluido a Salamanca, y a ella Felipe IV respondió que: “He nombrado a don Miguel de Salamanca”. De ahí que Medina de las Torres se quejara en 1643 de que: “Prevaleció la authoridad del Conde a mis instancias y así dio V. M., a consulta del Conde solo, por la escusa de D.n Fernando Azcon, esta Plaza a D.n Miguel de Salamanca”.

La promoción de Salamanca al Consejo Supremo de Italia fue muy bien juzgada por algún jurista napolitano, en particular por Paolo Staibano, quien supo de ella precisamente cuando se imprimía una de sus obras. Ello le dio tiempo para incluir unas líneas en alabanza del nuevo regente, en lo que también había mucha idea de ganarse el favor de quien iba a hallarse en la corte y con el manejo de los variados negocios del reino. A propósito de una de las causas que incluía en sus resoluciones, y en la que Salamanca había actuado como comisario en 1642, aprovechaba de escribir que era este “doctísimo e integérrimo y pleno de todo género de virtudes, y por ello últimamente, mientras preparaba para la impresión estas resoluciones, por nuestro invictísimo rey motu proprio fue elevado a regente supremo, con el aplauso de todos los buenos y con la máxima utilidad pública”.

Entre quienes aplaudían aquella provisión no se hallaba, naturalmente, el duque de Medina de las Torres. Según se hallaba en uso, cuando Salamanca le presentó la comunicación de su nombramiento, el virrey le dio la posesión de la plaza de regente en el Colateral de Nápoles y, aunque lo hizo con la prevención de que no conociera de ningún negocio que pudiera tocarle porque le tenía por sospechoso, Salamanca no se abstuvo y entendió en las causas que interesaban al virrey sin atender a sus requerimientos e hizo saber a Medina de las Torres que, si le tenía por sospechoso, lo debía recusar formalmente en el Colateral. El virrey, a pesar de haber acudido al almirante para que le apoyara, no lo consiguió y vio nuevamente imperar el poder e influencia de Monterrey: “Me mandó dezir havia juzgado seria bien pasasse formalm.te su recusaçion, y que esta tenia inconveniente por el disgusto que reciviria de ella el Conde de Monterrey, escriví un papel sobre la materia al Alm.te, el qual como he dicho habia puesto el gobierno en sus manos, a que me respondió no podia ordenar se abstuviese tan gran Minro y que asi podia encaminar formalmente su recusaçion. Haviendose declarado en esta forma el Almirante y dado la primera authoridad que avia al Reg.te, y siendo tan poderosa como era la fortissima mano que tenia en las materias de Napoles y Ytalia el Conde de Monterrey no podia yo esperar en el Colateral favorable resolucion, a cuya causa reservé este punto, con otros, para quando viniesse a los Reales pies de V. M.”.

Salamanca, así, desde 1643 y sin pasar a Madrid, despachaba en su oficio de regente en el Consejo Colateral de Nápoles, y desde allí no dejó de mortificar al virrey, en particular cuando se le encomendó que solicitase los socorros que el rey había mandado hacer en el reino de Nápoles durante el gobierno del duque de Medina de las Torres, lo que le dio ocasión para introducirse en el gobierno de la Cámara y para informar a la corte en contra de las actuaciones del virrey. El cese de este, por el mes de mayo de 1644, no significó que Salamanca disminuyera su inquina contra Medina de las Torres, y de ella tuvo tiempo de dar alguna muestra cuando pasó a Madrid, a principios de 1645, para tomar la posesión de su regencia en el Consejo Supremo de Italia. Ya en los reinos de España, según era uso y estilo, se le despachó su título de tal regente, por privilegio fechado en Zaragoza el 30 de julio de 1645 y prestó juramento en Madrid en manos del doctor Pedro de Neyla, regente más antiguo del Consejo de Italia, el 8 de agosto de ese mismo año.

A Salamanca, al cabo de casi siete años desde su llegada a la corte se le hizo merced de una plaza supernumeraria del Consejo Real de Castilla, con que en su lugar se consumiera la primera que vacare, se le despachó su título por real provisión fechada el Madrid el 9 de abril de 1652. En el día siguiente prestó juramento en el Consejo, y la regencia de Nápoles que, por su promoción, vacaba en el Consejo Supremo de Italia, se dio a don Diego de Uceda.

En el año siguiente fue nombrado para que, como consejero de Castilla, gobernara la sala de los alcaldes de Casa y Corte, en lugar de don Jerónimo Pueyo. Al poco tiempo notó Salamanca una serie de usos y prácticas en la Sala, que juzgó que no eran las más apropiadas para su funcionamiento y adoptó varias resoluciones para corregirlas. Esto dio ocasión a que los alcaldes de Casa y Corte formaran un memorial en el que reparaban “las novedades de este tiempo al del S.r D. Pedro de Amezqueta”, que había gobernado la Sala hasta 1651. Salamanca dio respuesta a ese memorial en un detallado escrito, fechado el 17 de marzo de 1655, y en él explicaba un total de doce novedades que, según los alcaldes, él había introducido, y concluía con la súplica de que se le sacara del gobierno de la sala, a lo que se accedió antes de que acabara aquel año.

A su cese en el gobierno de la sala de los alcaldes de Casa y Corte sucedió en 1656 una nueva ocupación. Por real decreto fechado en Buen Retiro el 17 de febrero de 1656 comunicó el monarca al presidente del Consejo Real de Castilla que: “A D.n Miguel de Salamanca he nombrado para la substitución que servía en el Consejo de Hacienda de las tardes D.n Martín Iñiguez de Arnedo y quedó vaca por haber entrado en la propiedad”, y se mandó que se le advirtiera “que acuda quando se le avisare”. Se le expidió su título de tal consejero substituto de Hacienda “por las tardes”, por real cédula fechada en Madrid el 8 de marzo de 1656. Cuatro años después, por real decreto fechado en Madrid el 18 de agosto de 1660, se le concedió la propiedad de la dicha asistencia al Consejo de Hacienda, en la plaza que había vacado por la muerte de don Antonio de Valdés y, una vez dado el “cúmplase” en Cámara del 23 de agosto siguiente, se le expidió su título por real cédula de 7 de septiembre de 1660.

Sus ocupaciones en el real servicio le dejaban, por esta época, algún tiempo para ocuparse en sus negocios personales. Así, cuando el 25 de febrero de 1657 el rey había concedido licencia a Diego de Guzmán como administrador que era de las rentas de Francisco Melchor Dávila y Zúñiga, marqués de Loriana (VI), para separar del mayorazgo que poseía la villa de Canillas, Miguel de Salamanca había hecho postura por ella el 21 de marzo de aquel año, cuando salió a pregón público y, como no hubo más postores, le fue adjudicada en los veintisiete mil reales que había ofrecido, el 7 de abril de 1657.

Llevaba Salamanca siete años en su asistencia al Consejo de Hacienda, como consejero de “tardes”, cuando se decidió exonerar del gobierno a Juan Jiménez de Góngora, del que se decía había pedido el retiro por su falta de salud. Por real decreto fechado en Buen Retiro el 22 de julio de 1663, Salamanca fue nombrado en su lugar como gobernador del Consejo de Hacienda, “con retenzion de la plaza del Consejo que oy sirve y con las preeminenzias, prerrogativas, salarios y emolumentos que han tenido y gozado otros Governadores del mismo Consejo que hayan retenido juntamente la plaza del de Castilla”. Una vez publicado el real decreto en Cámara reunida el día siguiente y asegurado el pago de la media anata en 24 de julio del mismo año, se le despachó su título por real cédula fechada en Buen Retiro el mismo 24 de julio de 1663 y tomó posesión tres días más tarde.

La promoción de Salamanca al gobierno del Consejo de Hacienda, como buena parte de su carrera tras la muerte del conde de Monterrey en 1653, la debía al conde de Castrillo, al punto que se afirmaba que era “criatura suya”. La salida de Jiménez de Góngora del gobierno del Consejo de Hacienda y la entrada en él de Salamanca, según se decía, se debía a los embarazos que ponía el primero a algunas de las medidas que se procuraba adoptar: “[P]arece que se van quitando de delante embarazos, porque D. Juan de Góngora, Presidente (que es voz común que los ha puesto hasta aquí y que los ponía) queda ya degradado de la Presidencia de Hacienda tan de repente, que antes se supo que estaba ya sin ella que tratase de estarlo. Píamente se entiende que la renunció por sus molestos achaques, y es de creer, si bien algunos discurren muy al contrario, y poco o nada en su favor. Quédase en el Consejo y Cámara de Castilla y con otras comisiones por pelendengues. Hale sucedido en el puesto D. Miguel de Salamanca, Oidor de los Consejos de Castilla y Hacienda, y se tiene por cierto que será más manejable”.

Salamanca se mantuvo en el gobierno del Consejo de Hacienda hasta que fue exonerado de él por real decreto fechado en Madrid el 24 de febrero de 1666: “Por las repetidas instancias que me ha hecho Don Miguel de Salamanca Governador del Consexo de Hazienda para dexar este puesto; he venido en exonerarle del”. En el mismo real decreto se dispuso que su exoneración era: “[P]or su maior consuelo conservandole en todo los honores prerrogativas, preheminencias grado y lugar que con el dicho Gobierno tiene en los concursos y Juntas, con los demas Presidentes, como si actualmente le sirviera sin diferencia alguna; y continuandosele el quento de mrs que oi goza en la parte que le tiene, y podra acudir al Consexo de Castilla y a las demas ocupaciones que conserva, quando pudiere y le pareciere en la misma forma y con la antigüedad que le toca, y se ha observado con otros, que han tenido preheminencias de Presidente, en casos semexantes”. Por real decreto fechado en Madrid el 24 de febrero de 1666, fue nombrado para que le sucediera, en calidad de presidente del Consejo de Hacienda, don Pedro Núñez de Guzmán, y por real cédula fechada en Madrid el 6 de marzo de 1666 se comunicó al presidente del Consejo Real y a todos quienes pudiere tocar la merced que se le había hecho de servir su plaza en el Consejo con los honores y prerrogativas de gobernador del Consejo de Hacienda. Alonso del Pozo, en su Vida de la venerable madre Doña Michaela de Aguirre, apuntaba que Salamanca dejó la gobernación del Consejo de Hacienda a instancias de la referida religiosa: “Era cosa de admiración ver lo que apreciaban sus consejos Hombres discretos y de muy alta graduación […] El señor Don Miguel de Salamanca, por su consejo, dexó la Presidencia de el Consexo Real de Hacienda; porque la Bendita Criatura le dixo, era ocupacion muy peligrosa, y que para el no convenía morir en ella”.

Pasó Salamanca los últimos años de su vida en Madrid, villa en la que permaneció hasta su muerte, la que le sorprendió “a la una del día” 18 de noviembre de 1676. Había otorgado testamento cerrado, a fe del escribano del número Francisco Suárez, en la villa y corte el 11 de abril de 1663, complementado por un codicilo extendido ante el mismo escribano, ambos abiertos y publicados en el día de su muerte.

Le sobrevivía su viuda, Aldonza Manrique de Córdoba, que moriría en Madrid el 10 de abril de 1687, y con la que había contraído matrimonio, bajo capitulaciones que habían pasado en Madrid ante el escribano real Francisco Suárez el 20 de agosto de 1648. Era hija legítima de Íñigo de Córdoba y Mendoza, nacido en Jaén y bautizado en el Sagrario de su catedral el 27 de mayo de 1596, muerto en Jaén en 1664, conde de Torralba (I) y vizconde de las Torres (I), señor de Torrequebradilla, caballero de la Orden de Alcántara con pruebas aprobadas en 1624, regidor de la ciudad de Jaén, corregidor de Granada en 1641, corregidor de Madrid en 1648, caballerizo mayor de don Juan de Austria en el año siguiente, de quien era gentilhombre de cámara, y nombrado mayordomo de la reina doña Mariana el 21 de junio de 1656, y de Blanca Mesía de Guzmán, muerta en Jaén en 1634. Su expresada mujer había estado casada en primeras nupcias con Antonio de Camporredondo y Cevallos, nacido en Granada en 1616 y muerto en Valladolid en 1647, colegial del Colegio Mayor de Santa Cruz de la Universidad de Valladolid en 1635, del que había salido en 1641 con plaza de fiscal de la Audiencia y Chancillería Real de Granada, pero de inmediato nombrado fiscal de la Audiencia y Chancillería Real de Valladolid, promovido a oidor aquí mismo en el año siguiente y murió provisto fiscal del Consejo Real de las Órdenes.

De su matrimonio dejaba un único hijo: Juan de Salamanca Manrique de Córdoba, muerto en Madrid el martes 12 de agosto de 1676, cuyo cuerpo cadáver fue enterrado en el Carmen, nombrado auditor de la Audiencia de Principato Citra por título fechado en Nápoles el 28 de febrero de 1659, promovido en 1665 al oficio de juez civil de la Gran Corte de la Vicaría, por real decreto fechado en Madrid el 24 de febrero de 1666, en atención a los méritos y servicios de su padre, se le hizo merced de la primera plaza que vacare de oidor del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda y, una vez dado el “cúmplase” en Cámara reunida dos días más tarde, se le expidió su título por real cédula fechada en Madrid el 6 de marzo de 1666. Se declaró por real decreto de 10 de noviembre de ese mismo año de 1666 “que esta merced se cumpla y tenga efecto en la primera Plaza que vacare por los que oy están sirviendo actualmente, aunque aya alguna supernumeraria”. Previa petición suya, al producirse la vacante del número por muerte de don Francisco Sánchez Randoli, se le despachó título de plaza del número por real provisión fechada en Madrid el 7 de noviembre de 1667.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas (AGS), Secretarías Provinciales, leg. 118; AGS, Secretarías Provinciales, libro 149, fol. 111v, libro 165, fol. 316, libro 168, fol. 261v, libro 195, fol. 314v, libro 203, fol. 349r, libro 635, fol. 62r-63r, libro 636, fol. 43r-44v; Archivo Histórico Nacional (AHN), Consejos, libro 728, fol. 99v, 235v-236r, 421r; AHN, Consejos, libro 729, fol. 77r-77v, 199r-199v, 236v-237v; AHN, Consejos, libro 1.190, fol. 197v; AHN, Estado, leg. 1.997, n. 24, 51, 54, 55, 56. 59 y 68; AHN, Estado, leg. 6.399-1, n. 6, 18 y 31; AHN, Estado, leg. 6.401-1, n. 18, 19; AHN, Órdenes Militares-Caballeros-Alcántara, exp. 514; AHN, Órdenes Militares-Caballeros-Santiago, exp. 7.409; AHN, Órdenes Militares-Expedientillos, 13.360; Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (AHPM), Prot. 2.442, fol. 308r-315v; AHPM, Prot. 6.237, fol. 1.002r; AHPM, Prot. 9.861, fol. 1r-7v, 12v-19r, 38r-55r; Biblioteca Nacional Madrid (BNE), Ms. 2.024, fol. 58v; BNE, Ms. 9.398, fol. 2r-3r, 47r-50r; BNE Ms. 10.410, fol. 49v-51r; Real Academia de la Historia (RAH), Colección Luis de Salazar y Castro, Ms. 9/294, fol. 167r, Ms. 9/306, fol. 55r.

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Javier Barrientos Grandon

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