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Fernando Ruiz de Gaona

Biografía

Ruiz de Gaona, Fernando. ¿Santa Cruz de Campezo (Álava)?, c. 1300 – ?, c. 1350. Arcediano de Vizcaya y Calahorra, consejero real.

Su devenir histórico ilustra la evolución de la aristocracia alavesa durante la primera mitad del siglo XIV.

Las elites locales, agrupadas en la Cofradía de Arriaga, y el monarca castellano compartían el señorío del territorio.

Sin embargo, este equilibrio se empezó a quebrar con el desarrollo de las villas realengas (sobre todo Vitoria) hasta que, finalmente, Alfonso XI se convirtió en único señor de Álava a raíz de la disolución de la Cofradía de Arriaga en 1332. Para esta maniobra, el rey de Castilla contaba con la ayuda de linajes locales, cuyos dominios ampliaron gracias a las concesiones regias que recompensaron este apoyo. Fernando Ruiz de Gaona y su familia son un ejemplo de estos aristócratas alaveses vinculados al monarca castellano. Lope Sánchez de Gaona, “guarda del cuerpo del rey”, era también “prestamero” de Contrasta y señor de Erenchun por concesión regia. Del mismo modo, Juan Ruiz de Gaona, miembro de la Orden de Caballería de la Banda, desempeñó los cargos de “guarda mayor” y merino de Álava nombrado por Alfonso XI.

Respecto a Fernando Ruiz de Gaona, se ignora casi todo de sus primeros años. Residía en Valladolid, quizás mientras cursaba estudios, y se casó, teniendo hijos con varias mujeres: vástagos suyos fueron Mayor Fernández, Teresa Fernández, Juan Ruiz, Sancha Fernández, Fernando, Aldonza y Teresuela, pero sólo se conoce la madre de esta última, llamada María Díaz de Faido. Enseguida, centró su actividad donde estaba su patrimonio familiar, desarrollando su carrera eclesiástica en la diócesis calagurritana. En 1321, el obispo de Calahorra, Miguel Romero de Yanguas, le concedió media ración en la Catedral de Santo Domingo de La Calzada, despertando oposición dentro del Cabildo calceatense. Poco después, en 1326, ya formaba parte de las dignidades catedralicias como arcediano de Vizcaya; aun tratándose de un arcedianato con escasas rentas, tras la muerte del citado prelado, fue nombrado vicario general para la sede vacante.

Un año después, ya dirigía el arcedianato de Calahorra, mucho más rentable, y, como alcalde del castillo de Arnedillo, hizo frente a los ataques del señor de Cameros contra el patrimonio catedralicio en 1329. Esta elevada posición facilitó el ingreso de su sobrino, Juan Martínez de Sabando, como canónigo calagurritano. Sus intervenciones en la vida diocesana revelan un interés por las cuestiones relacionadas con el cobro de rentas eclesiásticas en Álava: los derechos del arzobispo de Zaragoza en las parroquias de Santa María y San Juan de Laguardia (1327), la disputa sobre la ermita de San Pedro entre la villa castellana de Villaverde y la navarra de Bernedo (1342), la recaudación de los diezmos de San Vicente de La Sonsierra (1326), las aldeas de Vitoria (1329) y Laguardia (1332 y 1341), etc. En cambio, delegó asuntos más alejados del territorio alavés; sirva de ejemplo el pleito entre vecinos de Alfaro y Arnedo que sentenció su vicario Pedro Pérez en 1328. Gracias a estas tareas administrativas, obtuvo sustanciosas participaciones en rentas diocesanas de parroquias alavesas y riojanas.

No obstante, su principal instrumento de expansión patrimonial era el servicio a Alfonso XI de Castilla.

Entre 1333 y 1337, colaboró en las repoblaciones regias en Álava, participando en la fundación de Villarreal, Alegría-Dulanci y Elburgo, así como en la delimitación de términos entre Miranda de Ebro y Ribabellosa. Por su parte, Alfonso XI le entregó los rentables cargos de “cogedor”, de pechos reales y de la fonsadera de Alegría, y la iglesia de Murillo de Calahorra.

Asimismo, afianzó su posición política y patrimonial, casando a sus hijos con miembros de otros linajes alaveses: Mayor Fernández con Juan Rodríguez de Mendoza, Teresa Fernández con Lope García de Murua, señor de Lazcano, y Aldonza con Rui Jiménez de Zurbano.

Tanto por sus actividades eclesiásticas en el obispado calagurritano como por su apoyo político a la Monarquía castellana, reunió un extenso patrimonio que, en opinión de Portilla, permite considerarlo como “uno de los terratenientes más poderosos de Álava en el siglo XIV”. El 4 de octubre de 1250, su amplio testamento contenía una gran cantidad de inmuebles (heredades, casas, ferrerías, molinos, viñas, olivares, huertas...) repartidos por sesenta y nueve localidades alavesas y once riojanas, así como el arriendo de numerosas rentas eclesiásticas (tercias y cuartas decimales, primicias...) en parroquias de las diócesis de Sevilla y, sobre todo, Calahorra. Además, disfrutó de beneficios en las iglesias de Calahorra, Sevilla, Villarreal de Álava, Elburgo, Alegría, Santa Cruz de Campezo y Gaona. Este extraordinario volumen patrimonial le permitió, no sólo dejar propiedades a sus sobrinos, sino también establecer mandas pías, por su alma y/o las de sus antepasados, en iglesias de su tierra alavesa (Santa María en Santa Cruz de Campezo, Gamiz, Fudio, Sabando, Alegría y San Juan en Treviño) y en catedrales donde sirvió (Calahorra y Santo Domingo de La Calzada), así como fundar mayorazgos a favor de cada uno de sus hijos, de su nieto Fernando (hijo de Teresa Fernández) y de Teresuela (nieta de Ruy Martínez de Araya). De este modo, Fernando Ruiz de Gaona pretendía constituir un nuevo linaje, los “Ruiz de Gaona”, pues exigía a sus titulares el uso del apellido y sus armas; asimismo, hizo coincidir a varios herederos en una sola propiedad para forzar una solidaridad familiar en la gestión del conjunto patrimonial.

Su última voluntad resume las directrices de su trayectoria vital. Eligió ser enterrado ante al altar de la iglesia de Santa María en Santa Cruz de Campezo, su solar alavés originario, y ordenó construir a tal efecto un sepulcro dentro de una capilla coronada con las armas de Alfonso XI, el monarca castellano a cuyo servicio forjó su vida y fortuna.

 

Bibl.: C. Rossell, Crónicas de los reyes de Castilla: Crónica del Rey Don Alfonso el Onceno, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1953, pág. 230; G. Martínez Díez, Álava Medieval, I, Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1974, págs. 277- 279; E. Iñurrieta Ambrosio, Cartulario Real de la Provincia de Álava (1258-1500), San Sebastián, Sociedad de Estudios Vascos, Eusko Ikaskuntza, 1983, doc. 5; M. J. Portilla, “Cofrades de Álava en 1332”, en La Formación de Álava. 650 aniversario del Pacto de Arriaga (1332-1982). Ponencias, Vitoria, Diputación Foral de Álava, Arabako Foru Aldundia, 1984, págs. 357-360; C. López de Silanes y E. Saínz Ripa, Colección Diplomática Calceatense. Archivo Catedral (1125- 1397), Logroño, Instituto de Estudios Riojanos (IER), 1985, doc. 76; E. Sáinz Ripa y V. Hernáez Iruzubieta, Documentación Calagurritana del siglo xiv, Logroño, IER, 1995, docs. 116, 125, 139, 142, 196, 254 y 330; J. R. Díaz de Durana Ortíz de Urbina, Álava en la Baja Edad Media. Crisis, Recuperación y Transformaciones Socioeconómicas (c. 1250-1525), Vitoria, Diputación Foral de Álava, Arabako Foru Aldundia, 1986, págs. 305-306; M. L. Lahoz, “El sepulcro de Don Fernán Ruiz de Gaona y la iconografía de exequias en el Gótico en Álava”, en Revista de Cultura e Investigación Vasca, Euskal Kultura eta ikerketa aldizkaria. Sancho el Sabio, III (1993), págs. 209-226; E. García Fernández, “Vida y muerte a mediados del siglo XIV: Fernando Ruiz de Gaona, miembro de la Cofradía de Álava, arcediano de Calahorra y hombre de confianza de Alfonso XI de Castilla”, en Poder y sociedad en la Baja Edad Media hispánica: estudios en homenaje al profesor Luis Vicente Díaz Martínez, Valladolid, Universidad, 2002, págs. 143-163.

 

Tomás Sáenz de Haro

 

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