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Melchor de Talamantes Salvador y Baeza

Biografía

Talamantes Salvador y Baeza, Melchor de. Lima (Perú), 10.I.1765 – San Juan de Ulúa, Veracruz (México), 10.V.1809. Comisionado principal de límites entre Texas y la Luisiana, consultor del virrey Iturrigaray, protomártir de la Independencia.

Nacido en Lima (Perú), siguió sus estudios en el ámbito eclesiástico hasta los catorce años de edad, en que tomó el hábito de la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de las Mercedes. Estudió Teología en la Universidad de San Marcos, sacó las Cátedras de Filosofía, Teología y Sagradas Escrituras, y fue lector jubilado, examinador sinodal del arzobispado del Perú, regente mayor de estudios y definidor general en la provincia de la Merced de Lima.

Implicado en algún turbio asunto local, el 20 de septiembre de 1798 el provincial del Perú le permitió viajar a España, “con objeto de votar en un capítulo general y de arreglar asuntos de familia”, pero en realidad lo que pretendía era la secularización. En noviembre de 1799 llegó a la Ciudad de México y se hospedó en el Convento de la Orden de la Merced, aunque, según testigos de la época, “llevaba una vida muy irregular”. Otros testimonios lo muestran “inquieto, insubordinado e intrigante en los capítulos; poco escrupuloso en el cumplimiento de sus deberes, pasándose mucho tiempo sin que visitase el convento y dejando de celebrar misa en periodos de hasta seis meses consecutivos”.

Entre sus actividades en México destacaron algunos sermones que fueron muy elogiados: el Sermón político-moral predicado en la Real Capilla del Palacio Mayor de México, el 28 de marzo de 1800; el Panegírico de la Gloriosa Virgen y Doctora Santa Teresa de Jesús, que dijo en la iglesia grande de los reverendos padres carmelitas descalzos el 15 de octubre de 1802, y la Oración fúnebre en las exequias de los soldados españoles muertos en la guerra, que pronunció el 18 de noviembre de 1803 en la Santa Iglesia metropolitana.

Fue muy aplaudido “por su delicado ingenio, exquisita crítica y amena erudición”, así como por sus cualidades religiosas y civiles.

Con el tiempo se relacionó e hizo amistad con numerosas personas entre los círculos criollos de la capital, adquiriendo cierta aureola de hombre culto y muy docto en diversas materias. El doctor Jacobo Villaurrutia, director del Diario de México, escribió años más tarde: “Me dieron a conocer al citado religioso como uno de los literatos más a propósito para el cargo de censor, informándome que su trato era con las personas más visibles en dignidad y literatura”. En el círculo de sus amistades estaban los licenciados Juan Francisco Azcárate y Francisco Primo de Verdad, así como José María Fagoaga, todos ellos criollos de prestigio.

Cuando el virrey Iturrigaray le consideró la persona más apta para hacerse cargo de una importante responsabilidad pública, su fama se confirmó. El Rey de España, en 1805, había ordenado reunir y estudiar los documentos que se encontrasen en la capital del virreinato y en la frontera norte, relativos a los límites entre los territorios de Texas y la Luisiana. Por esta razón, el 27 de enero de 1807 Iturrigaray resolvió nombrarlo comisionado principal, encargado de establecer la delimitación fronteriza de esa zona. Y lo explicó de este modo: “Por constarle que a su buena salud reunía un talento y una ilustración muy finos, poseyendo una crítica sabia y no teniendo ocupación alguna de su religión que pueda impedirle hacer este servicio al rey y al Estado”. Con un ayudante, también designado por el virrey, se encargó “de realizar las delineaciones y planos que pudiesen necesitarse para mayor ilustración y claridad de los puntos geográficos e hidrográficos”.

Con esta finalidad, Talamantes preparó un documento titulado Plan de límites de Texas y demás dominios de Su Majestad en la América septentrional española.

Pretendía organizar este trabajo en cinco partes: a) colección de documentos auténticos y originales relativos a la historia general de Texas desde 1630 hasta 1770; b) documentos concernientes a puntos relativos a la historia de Texas y La Luisiana y de interés en el asunto; c) documentos referentes a las pasadas controversias sobre la línea de límites entre ambas provincias; d) colección de reales cédulas y órdenes e informes proporcionados por los virreyes de la Nueva España a la Corte, sobre los evidentes derechos que tenía España en las partes este y norte de Texas; y e) discusión filosófica de los mismos derechos de España sobre diferentes puntos en Norteamérica, muy importante para fijar los límites entre Texas y la Luisiana, e incidentalmente entre Texas y Nuevo México.

A consecuencia de ello, empezó a acumular piezas documentales, expedientes, informes y relaciones de todo tipo, que consiguió visitando y removiendo papeles en archivos personales y bibliotecas públicas, como las de la Real Universidad, la Catedral, el Colegio de Santos, e incluso la Inquisición.

Al parecer, “logró recopilar documentos suficientes para redactar cinco volúmenes de copioso e interesante material, que deberían estar precedidos de una introducción general a toda la obra y de una particular para cada uno de los tomos”. Sin embargo, su desordenado método de trabajo y la reticencia de sus superiores le obligaron a mudar de residencia, instalándose el 4 de mayo de 1807, con libros y papeles, en una vivienda privada.

Los sucesos de 1808, el motín de Aranjuez, la invasión francesa de la Península, la abdicación de los Reyes y el levantamiento del 2 de mayo, produjeron en Talamantes una reacción personal de la que no pudo sustraerse. Abandonó la tarea que tenía encomendada y se convirtió en propagandista de los planes de sus amigos criollos en favor de la autonomía. Se dice que su ayudante, dejando de copiar documentos históricos, se dedicó a copiar y llevar a otras personas los opúsculos políticos que escribía fray Melchor.

Estaba en contacto con el grupo criollo del Ayuntamiento: Azcárate, Primo de Verdad y Sánchez de Tagle, pero también con Villaurrutia, los marqueses de Uluapa y de Guardiola, y los contertulios del Portal de Mercaderes, convencidos de que era necesario “rechazar los planes de Napoleón, usurpador de la monarquía española”, que, como respuesta, promovieron la convocatoria de juntas autónomas, similares a las que se habían constituido en la Península.

En esta línea, su primer objetivo consistía en apoyar al virrey Iturrigaray, obligándole a aceptar la presión social de los grupos criollos, que exigían la convocatoria de una asamblea o congreso representativo de las ciudades del virreinato. Talamantes escribió y difundió, bajo seudónimo, un texto que tituló Congreso Nacional del Reino de Nueva España, en el que recogía los “motivos de su celebración, el modo de convocarlo, los individuos que debían componerlo y los asuntos de sus deliberaciones”. Por estos días escribió Representación nacional de las colonias. Discurso filosófico dedicado al Excelentísimo Ayuntamiento, y además Cuestión importante sobre el regreso de Fernando VII a la España. Se le acusó de que llegó a escribir al virrey Iturrigaray “que podría ser el primer Rey de la Nueva España hecha independiente”.

En unos Apuntes para el plan de Independencia, encontrados en un registro de su casa, apareció este texto: “El Congreso Nacional americano debe ejercer todos los derechos de la soberanía, reduciendo sus operaciones a los puntos siguientes: Nombrar al virrey capitán general del reino. Proveer todas las vacantes civiles y eclesiásticas. Convocar un concilio provincial.

Suspender al Tribunal de la Inquisición toda autoridad civil, dejándole solo la espiritual. Extinguir todos los mayorazgos, vínculos, capellanías y otras pensiones. Arreglar los ramos de comercio, minería, agricultura e industria, quitándoles las trabas. Nombrar embajador que pasase a Estados Unidos a tratar de alianza y pedir auxilios, etc.”.

Al producirse el levantamiento de Gabriel de Yermo, fueron arrestados los dirigentes criollos de la ciudad, y el 16 de septiembre de 1808 fray Melchor de Talamantes ingresó en prisión, iniciándose de inmediato un proceso en el que se le acusó “de haber turbado la tranquilidad pública induciendo a la independencia, a través de sus escritos y proclamas, la ocultación de personas, la divulgación de expresiones seductoras, falsas y sediciosas, de haber solicitado la celebración de un Congreso Nacional de Nueva España y una larga lista de ofertas reprobables”.

Los jueces de la Inquisición, en un informe de 22 de marzo de 1809, insistían en hacer recaer toda la culpabilidad en Talamantes: “La crítica y peligrosa situación porque atravesaba España abrió un dilatado campo al padre fray Melchor de Talamantes para desplegar sus luces, planes y designios, respecto de la suerte política que preveía o deseaba en esta Nueva España [...] El Congreso Nacional había de llevar en sí las semillas de independencia, sin que las notasen los inadvertidos [...] había de tener la representación nacional con ejercicio de la soberanía; y su existencia rompía con la metrópoli los vínculos de dependencia [...] En el Discurso Filosófico se proponían doce cuestiones o casos en que las colonias se podían separar legítimamente de su metrópoli”. En una carta del virrey Garibay, dirigida a la Corte, sobre la prisión y el proceso que se formaba al mercedario, explicó que “se le mandó encerrar en San Juan de Ulúa a causa de haber intentado su fuga y amenazar con suicidarse”.

Acusado de sedición, fue encadenado y enviado al castillo de San Juan de Ulúa, frente a Veracruz, a la espera de su embarque, en el primer navío disponible, con destino a España. Pero atacado por la fiebre amarilla, que hacía estragos en la zona, Talamantes falleció.

Enterrado en el cementerio de la Puntilla, se dice que sólo le quitaron los grillos que lo encadenaban en el momento de su inhumación.

 

Obras de ~: Argumentos en favor de la Independencia de México, presentación y biografía de Luis González Obregón, México, Ediciones del Centro de Documentación Política, 1979.

 

Bibl.: M. Puga y Acal, Verdad y Talamantes, primeros mártires de la Independencia, México, Tipografía El Progreso Latino, 1908; J. M. Miquel i Vergès, Diccionario de Insurgentes, México, Editorial Porrúa, 1969; L. Alamán, Historia de México, México, Fondo de Cultura Económica, 1985; C. M. de Bustamante, Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1985.

 

Manuel Ortuño Martínez

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