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José María Halcón y Mendoza

Biografía

Halcón y Mendoza, José María. Marqués de San Gil (VI). Lebrija (Sevilla), 3.V.1799 – Sevilla, 29.IX.1872. Teniente general de la Armada y cartógrafo de Filipinas.

Hijo segundo de Martín Halcón de Cala y Villegas, IV marqués de San Gil, y de María Antonia de Mendoza y González Torres de Navarra (Jerez de la Frontera, 9 de octubre de 1777-Lebrija, 29 de julio de 1842). Sucedió en la merced a su hermano primogénito el coronel Bartolomé Halcón y Mendoza, senador del reino y maestrante de Sevilla, que falleció soltero en Sevilla, el 8 de junio de 1863.

Creció en una familia numerosa de diez hermanos en un ambiente militar. Por gracia especial empezó su carrera siendo menor de edad en la clase de cadete con antigüedad en el Regimiento de Cazadores de Sagunto (23 de agosto de 1808), con permiso para seguir los estudios en el Colegio Militar de San Telmo de Sevilla hasta salir de oficial. Inició su carrera militar en plena Guerra de la Independencia. Su Majestad le confirió el empleo de teniente en el Regimiento Provincial de Sevilla (29 de abril de 1816). En 1819 fue promovido a capitán. Ya iniciado el Trienio Liberal, ingresó en la Armada de alférez de navío sin antigüedad (6 de julio e 1820), pendiente de examen de estudios elementales y de prácticas en la Academia de Guardias Marinas, sin derecho a usar el distintivo de capitán; fue asignado al Departamento de Cádiz.

Una vez aprobado, embarcó en prácticas en la fragata Perla (1821), e hizo en ella un viaje por las costas de Italia en unión del navío Guerrero. Más tarde (1822) se incorporó a la Armada holandesa para formar parte de una escuadra combinada conforme al tratado de los gabinetes de ambos países denominado de Alcalá. Con la fragata Perla estuvo en comisión en Argel, donde después de relacionarse con aquella regencia volvió al puerto de Mahón, para salir de nuevo en unión del navío San Pablo llevando de transporte para Tarragona al 6.º Regimiento Ligero de Barcelona.

A su regreso se incorporó a la división holandesa.

Salió la escuadra para la costa de África en misión de vigilancia, permaneciendo varios días frente a Argel hasta que se rompieron las buenas relaciones con la Regencia y tuvo lugar la fuga el cónsul español, quien se acogió al navío San Pablo. Retiradas las fuerzas, quedaron de vigilancia ante esta plaza, durante tres meses, la Perla y el bergantín Jasón, para evitar las salidas de los corsarios argelinos; pasado este tiempo se reincorporaron a los demás buques en Mahón. Por haber acreditado aptitud práctica para el desempeño de su empleo, ascendió y se le asignó antigüedad de alférez de navío (19 de marzo de 1822).

En octubre pasó a Cartagena y allí se le dio el mando del falucho Santa Clara con el que se incorporó al apostadero de Barcelona e hizo varias salidas de vigilancia por la costa del principado, donde apresó seis embarcaciones sospechosas. En enero de 1823 salió, junto con otros buques, escoltando un convoy con la guarnición de la plaza de Peñíscola, a cuyo peligroso fondeadero llegaron con viento declarado del Este.

Desembarcada la tropa, cargó el tiempo y Halcón pudo salvar su buque embarrancándolo en la playa.

Mientras tanto, naufragaba el falucho de guerra Intrépido, y este oficial, escaso de víveres y recursos, se comprometió a satisfacer de su propio peculio víveres y auxilios para los equipajes y salvamento de los efectos del falucho sin remuneración alguna. Participó durante unos meses en la defensa del puerto de Barcelona, que fue bloqueado por los franceses. Se distinguió en hacer una salida mandando una división de lanchas con un convoy de mil quinientos hombres para hacer un desembarco en el puerto de Montgat, a pesar de los esfuerzos de los buques enemigos para evitarlo, protegiendo la entrada de los transportes y conduciendo cierto número de prisioneros franceses.

En julio hizo otra salida con los buques menores del apostadero para proteger sobre Besós la retirada de una división que había salido de la plaza, y batió una batería que hostilizaba desde el citado punto de la playa. Esta misma división de lanchas cazó un bergantín francés de veintidós cañones y un pailebot que les salieron al encuentro, a la vista de un navío y una fragata de la misma nación. El 25 de agosto salió con los demás buques de aquel apostadero escoltando a ocho transportes con efectos de guerra para Tarragona, burlando la vigilancia de catorce buques que bloqueaban el puerto, y al regreso, para tomarlo, se batieron con un bergantín y un pailebot que trataron de cortarles el paso, manteniéndose en el bajo fondo de la punta del Llobregat a la vista de los otros buques mayores del mismo bloqueo. El 30 se hallaba sotaventeando con el falucho Santa Clara y el Catalán entre la linterna y el río Besós, cuando vino sobre ellos una fragata francesa, pero acoderados y protegidos por el fuego de las baterías de tierra, que la fragata intentó apagar, sostuvo el combate durante hora y media.

Durante el Trienio Liberal se originó un ambiente enrarecido, con señales de alarma sobre las causas por las que se regía el desarrollo político español, produciéndose graves incidentes y alzamientos en varias ciudades, dando lugar a la formación de Juntas que cuestionaban la autoridad establecida. El 7 de abril de 1823 entró en España la expedición francesa al mando de Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema, futuro Carlos X de Francia, denominada los Cien Mil Hijos de San Luis, como desenlace de la actividad diplomática de las potencias absolutistas europeas en el marco de la Santa Alianza y en el Congreso de Verona (1822), donde se decidió la invasión de España por Francia si la Constitución de Cádiz no se modificaba y restringía. Avanzaron sin resistencia en su progresión hacia Madrid y luego hacia Andalucía, adonde se había ido el Gobierno con las Cortes (Sevilla y Cádiz). La Junta Provisional de Gobierno de España e Indias restableció el orden anterior a 1820 y se iniciaron las purificaciones a fin de comprobar quiénes eran los verdaderos absolutistas.

Terminada la guerra y reconocida la soberanía de Fernando II, se desarmó el falucho Santa Clara (4 de septiembre de 1823) y Halcón fue pasaportado para Cádiz. Concluía así el Trienio Liberal y comenzaba la llamada Década Ominosa. Habiendo sido declarados nulos todos los actos del Gobierno Constitucional, Fernando VII revalidó a Halcón el empleo de alférez de navío (26 de septiembre de 1824). En la goleta Andaluza, de oficial de detall, salió éste en comisión para cruzar entre los cabos de San Vicente y de Santa María.

También estuvo en el bloqueo de los revolucionarios refugiados en Tánger y escoltó a un convoy desde Cádiz hasta los puertos del Mediterráneo. El 5 de septiembre de 1825 el Rey aprobó su purificación. Luego se le concedieron cuatro meses de licencia para disfrutar en Guadalajara. Siendo 2.º secretario de la Dirección General de la Armada, se le reconoció la antigüedad (1 de octubre de 1823) y ascendió a teniente de navío graduado (22 de septiembre de 1826) y, al año siguiente, a teniente de navío efectivo. Por una Real Orden de 11 de mayo de 1827 declaró el Rey haberle sido grato el servicio que prestó Halcón en el naufragio del Intrépido con el falucho Santa Clara en el año 1823, y mandó reconocerle el crédito del desembolso que hizo este oficial en aquella época.

Durante los años siguientes se mantuvo Halcón en el mismo destino, recibió la Cruz Supernumeraria de la Real y Distinguida Orden de Carlos III (1829) y, al día siguiente, el nombramiento de comendador de número de esta Orden; hasta que al organizarse la Comisión de Trabajos Hidrográficos en el archipiélago Filipino, el Rey ordenó que se le diera el mando al teniente de navío Halcón y se le ascendiera a capitán de fragata en el acto de emprender el viaje a otro puerto. El 15 de julio del año siguiente salió para Filipinas, ya de capitán de fragata, en el navío Santa Ana de la Compañía de Filipinas, llegando a su destino el día 6 de diciembre. A los pocos días, el comandante general de Marina Pascual Enrile, le dio el mando de la goleta Mosca y dos falúas de fuerza para hacer los reconocimientos previstos y, para no retardar las operaciones, pues la Mosca estaba en obras de rehabilitación; salió Halcón con una lancha y una falúa. Terminada la comisión (1834), regresó a Manila y allí tomó el mando de la goleta y con ella y dos lanchas salió con orden de levantar una carta de recalada a la bahía de esta ciudad, en cuyos trabajos permaneció hasta que en mayo de 1836 se presentó una fuerte división de piratas moros sobre la costa de Capones y recibió orden de cruzar desde la boca de la bahía hasta la embocadura del estrecho. El 27 del mismo mes, cuando se hallaba a la vista de la isla de Corregidor, recibió orden de dirigirse a Manila, donde fondeó, dejando casi concluidos los trabajos de la carta encargada. Allí recibió órdenes del Gobierno de la isla de salir inmediatamente para Joló en comisión de servicio para aprobar y ratificar el tratado que había con el sultán; se llevó la Mosca y tres falúas, además de las fuerzas del apostadero de Zamboanga (15 de junio de 1836).

Realizó las gestiones tan a satisfacción que se le dieron las gracias por ello y se le notificó que se elevaba al Rey el mérito que había contraído. Recibidas órdenes de permanecer en aquella parte del archipiélago, se ocupó de las operaciones para levantar la carta del estrecho de Basilán y parte de la isla de Zamales. Se ocupó asimismo de la corta de la madera para construir una falúa de cincuenta y cinco pies en el apostadero de Zamboanga, falúa que entregó al Gobierno sin coste alguno. Al extinguirse la Comisión Hidrográfica (Real Orden de 4 de abril de 1836), se ordenó el regreso a la Península de todos los oficiales que la componían, pero, por orden del comandante, el general Halcón permaneció al sur del archipiélago hasta concluir los encargos del Gobierno de las islas (1837), uno de los cuales era hacer una salida con el pailebot Tirol y las falúas 4, 11 y 38 para cruzar contra los moros y hacerse cargo del apostadero de Zamboanga; regresó en junio con el pailebote, una falúa y un barangayán de Burias. También se le ordenó (20 de enero de 1837) pasar a Mindanao y hacer estipulaciones y tratados con el sultán Mahamad Diamahel Quirán y los datos confederados de aquella isla, gestiones que realizó con éxito, ya que el sultán aceptó que sus sucesores recibieran el nombramiento del Gobierno español y se comprometió a no arbolar otra bandera que la española, entregando las suyas. Estos servicios fueron considerados como muy meritorios y tendrían como premio el ascenso a capitán de navío (14 de abril de 1837) y su continuación en Filipinas. En este año, recibió un aviso de Joló, donde la epidemia de cólera había ocasionado la muerte de los capitanes y maestres de dos buques españoles. Su conducta fue tan eficaz que, a pesar del contagio, que diezmó sus tripulaciones, concurrió y se mantuvo en aquel punto para proteger las expediciones, por lo que el Comercio le dio las gracias. Considerando cumplidas las comisiones al sur del archipiélago, decidió regresar a Manila con el pailebote Tirol y dos falúas, haciendo entrega del mando del apostadero; fondeó en Manila el 25 de octubre. Continuaron los trabajos hidrográficos y Halcón se encargó de ellos mientras no se presentara el nuevo jefe. Por orden superior redactó una Memoria sobre los problemas del sur del archipiélago, trabajo que fue entregado en enero de 1838. El 14 de este mes los moros se presentaron sobre Manila y la Junta de Oficiales del Apostadero, presidida por el brigadier comandante, decidió darle a Halcón el mando de los cruceros. Las acciones no pudieron ser más brillantes; tres divisiones de moros que se presentaron fueron batidos con gran pérdida de gente y embarcaciones: apresamiento de dos pancos, sesenta prisioneros y varias piezas de artillería, hasta hacerlos desaparecer del archipiélago. El general gobernador publicó estas acciones en la orden del Ejército, concediendo grados y distinciones; para Halcón las aprobaciones más honrosas. En junio regresó a Manila llamado para ocuparse de una comisión reservada, y hasta principios de 1839 se ocupó de esta comisión y de terminar algunos planos. Aun cuando se nombró su relevo en el mando de la Comisión Hidrográfica (21 de marzo de 1839), se dispuso que permaneciera en estos dominios a las órdenes del capitán general y pagado por el Ejército, para pasar a encargarse del mando de la división naval de las Visayas (15 de mayo de 1839), sin perjuicio de seguir atendiendo a los trabajos hidrográficos en el estrecho de San Bernardino.

Organizó un establecimiento militar y un apostadero en el sur de la isla de Marbate. Los combates con los pancos de los moros continuaron y se produjeron en el centro de las Visayas. Halcón concentró las embarcaciones en Pangasinán e Ilocos, dictando disposiciones y estableciendo cruceros en estas aguas. Aunque por Real Orden de 25 de agosto se disponía que regresase a la Península, sólo se le relevó del mando de la división de las Visayas, a petición propia, el 21 de noviembre, y el 28 de diciembre se presentaba en la capital con los buques de la Comisión Hidrográfica.

En enero de 1840 se le dio orden de desarmar el pailebote Tirol, que entregó al arsenal de Cavite y cesó en el mando de dicha Comisión.

No obstante, el Gobierno de la isla lo mandó a China a tratar directamente con el Gobierno de este país sobre lo ocurrido al bergantín comercial Bilbaíno (1840), y obtuvo la libertad de la dotación, que se hallaba detenida. La misión era delicada y exigió frecuentes conferencias y convenciones con el plenipontenciario británico y los funcionarios chinos. Se halló en las factorías y con los buques de la escuadra inglesa en el ataque a la ciudad de Cantón. Al celo con que se comportó se debió el que en las capitulaciones se estipulara la indemnización de la propiedad española del bergantín Bilbaíno, del comercio. Durante esta estancia en China Halcón solicitó por dos veces el relevo, cosa que le fue denegada, aunque se le autorizó a pasar a Manila. Todavía desempeñó otra comisión ese mismo año, también en China, para hacer las veces de cónsul, hasta que por disposición del comandante general del apostadero, quedó sin efecto su agregación al Ejército y se incorporó de nuevo a Marina, por lo que se presentó en Manila procedente de Macao (2 de agosto de 1841). Nuevamente se le ordenó volver a China, donde la guerra se estaba agravando (1842) y otra vez solicitó retirarse de allí, y se le concedió pasar a Manila para recuperarse. Por los méritos contraídos en las comisiones de China, y en especial por los de la segunda época, el regente del reino, Espartero, le concedió la Cruz de comendador de la Orden Americana de Isabel la Católica (22 de agosto de 1842). En octubre de 1842 aún estaba en Filipinas cuando una Real Orden del día 6 de este mes le destinó al Servicio de Matrículas, y otra del día 13 dispuso que regresara a la Península sin excusa ni demora, entendiéndose que, de no salir en el primer buque para España, sería dado de baja en el Cuerpo y no se le haría abono ninguno en aquellos dominios. Salió Halcón el 15 de diciembre de 1843 vía Egipto presentándose en Cádiz (29 de mayo de 1844).

A petición de la Junta de Comercio de Manila, se le concedieron en agosto seis meses de licencia para Francia con objeto de comprar un fanal giratorio para la isla de Corregidor sita en la entrada de aquella bahía; llevaba Halcón otro encargo: “Aprovechar las ocasiones que se le presentasen para visitar los arsenales y fábricas, y adquirir noticias de los adelantos hechos en los diferentes ramos de la marina francesa”.

A este respecto, remitió sus notas por carta; además mandó copia del Reglamento de sueldos y una Memoria sobre los nuevos calibres adoptados en Francia e Inglaterra para la artillería de marina y su comparación con los españoles. Esta licencia se le amplió hasta ocho meses para darle tiempo a visitar algunas fábricas y arsenales.

Se presentó en Madrid y durante su estancia ascendió a brigadier en tercio (7 de octubre de 1846), se le concedió la Cruz de San Hermenegildo (9 de febrero de 1847) y se le nombró director-primer jefe del Colegio Naval Militar de Aspirantes de Marina de San Fernando (Cádiz). En este Colegio construyó la capilla de Nuestra Señora del Rosario. Una Real Orden del 22 de febrero recoge que “S. M., la reina Isabel II, queda satisfecha del celo de este jefe por la Memoria en que se ha ocupado sobre Artillería Naval y de Costa”. En septiembre de 1849 se le nombró brigadier en activo y al año siguiente se dispuso que el lugar dado a este jefe en el escalafón general de la Armada “fue producido por una equivocación material que no debe causar estado”. Se decidió también, con la conformidad del Consejo Real, que este jefe fuera colocado entre los de su clase en el lugar que le correspondía por antigüedad de su patente. Sin cesar en su destino, se le nombró vocal de la Junta que se estableció en el departamento para el arreglo del Sistema de Contabilidad de la Armada (1851). Se le ascendió a jefe de escuadra “en consideración a los servicios, buenas circunstancias y al particular mérito que está contrayendo como director del Colegio Naval” (19 de diciembre de 1852) y se le concedió la Gran Cruz de la Orden Americana de Isabel la Católica (2 de mayo de 1852). El ascenso hizo que cesara en el destino, quedando la Reina “muy satisfecha del celo, inteligencia y acierto con que lo ha desempeñado, reservándose utilizar sus servicios en más altas escalas”.

A comienzos del nuevo año, se designó a Halcón para mandar las fuerzas de la Armada estacionadas en el Río de la Plata (21 de enero de 1853), pero como la corbeta Ferrolana no saldría para América hasta principios de julio, fue llamado a la Corte para besar la real mano antes de emprender el viaje y recibir instrucciones.

El 9 de marzo se presentó en Madrid, y por Real Decreto, en atención a sus méritos y servicios se le nombró comandante general del departamento de Cartagena, del que tomó posesión en este mismo año (25 de octubre de 1853) y cesó en el mando el 3 de enero de 1855. Ya en Cádiz, pasó a disfrutar dos meses de licencia para tomar los baños de aguas minerales.

Una Real Orden le destinó de nuevo como comandante general del departamento de Cartagena, donde tomó el mando el 7 de julio de 1856. Siete meses después (4 de febrero de 1857) se le nombró capitán general del mismo departamento y el 22 de abril se le designó comandante general de buques, matrículas y aprestos de expediciones. Cesó en Cartagena este año y el 29 de septiembre estaba de encargado del Despacho de la Dirección General de la Armada; más tarde, de presidente de la Junta Consultiva de la Armada (11 de septiembre de 1857), habiendo cesado en los anteriores destinos. Se le concedió entonces la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo (16 de junio de 1859) y la Gran Cruz de la Real y muy Distinguida Orden de Carlos III (Real Decreto de 24 de junio de 1862). En atención a su mal estado de salud se le relevó de su cargo (13 de febrero de 1863) y se dispuso que pasara a Cartagena a esperar órdenes; pero luego se anuló este decreto y se le encargó que siguiera interinamente en la presidencia anterior, hasta que, hallándose la Junta ya organizada se dispuso su cese definitivo (1 de abril de 1863).

En este año ascendió a teniente general (31 de agosto de 1863). Por Decreto de 26 de octubre Su Majestad le expidió Real Carta de sucesión en el título de marqués de San Gil, por haber fallecido su hermano mayor Bartolomé, senador vitalicio del reino (8 de junio de 1863).

Nombrado senador vitalicio (Real Decreto de 30 de diciembre de 1864), siguió de consejero de Estado de la Sección de Ultramar y pasó a mandar el departamento de Ferrol como capitán general (5 de febrero de 1865), del que tomó el mando el 15 de marzo, y arboló su insignia en la fragata Almansa para trasladarse a Zarauz, siguiendo una Real Orden recibida, para encargarse del mando de las fragatas Almansa, Gerona y Concepción, las goletas Santa Teresa y Caridad y el vapor remolcador n.º 1, concentradas durante la permanencia de los Reyes en aquel puerto. El 19 de septiembre desembarcó de la Almansa y se hizo cargo del departamento. Al año siguiente disfrutó de una licencia de dos meses para tomar las aguas medicinales en Chiclana (Cádiz). Se le concedieron asimismo 600 escudos anuales por la Cruz de San Hermenegildo.

Volvió a Ferrol a hacerse cargo de la Capitanía General (1 de agosto de 1866) y embarcó en el vapor Isabel II con el que se dirigió a Zarauz, permaneciendo allí durante la estancia de Sus Majestades.

Luego salió de San Sebastián para Madrid, recibió el cese como capitán general de Ferrol y marchó a Cádiz para hacerse cargo del mando de aquel departamento (27 de marzo de 1867), hasta que, tras algunas ausencias cortas por enfermedad, se le declaró exento de todo servicio (11 de octubre de 1868), recién comenzada la revolución “septembrina”, llamada también la Gloriosa. El 29 de septiembre de 1872 falleció en Sevilla, soltero y de muerte natural, y fue enterrado en el panteón familiar del conde de Peñaflor y marqués de San Gil en el cementerio de San Fernando de aquella ciudad.

José María Halcón era un buen profesional, laborioso y de una gran disposición, perspicacia y tino para realizar misiones delicadas. En palabras del comandante general del archipiélago, Pedro Antonio Salazar, al secretario de Estado y del Despacho de Marina, “[...] lo útil y conveniente que será al servicio de S. M. el que D. José María Halcón quede con destino en este ramo, para que por su carácter, conocimientos y aptitud pueda inspeccionar [...] todas las fuerzas sutiles que se hallan armadas en diferentes puntos de las islas [...] y además desempeñar al mismo tiempo comisiones importantísimas al bien de estas islas y al de la nación que este superior Gobierno tiene que confiarle y para las que son indispensables sus conocimientos, actividad y disposición”.

Como aficionado a la pintura, solicitó en 1819 el título de académico de mérito de la de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, y para ello presentó un cuadro, que permanece en la institución madrileña como Retrato del general Downie, manifestando que ha estudiado pintura en la Academia de la capital sevillana, y fue aprobado. En el Museo Naval de la Armada, en Madrid, existe una pintura al gouach sobre papel titulada Combate de Trafalgar. Sostenido el 21 de octubre de 1805 [...], con el número de inventario 419, pintado en presencia de datos reales por José María Halcón hacia 1831 por orden del conde de Salazar, entonces secretario del Despacho Universal de Marina.

Obras de ~: Sistema para calibres, pesos, dimensiones y demás circunstancias (Real Orden de 22 de marzo de 1847); “Diario de navegación de Manila a Joló con la galeota de S. M. la Mosca y una división de falúas” (en Museo Naval de Madrid, ms. 211, 1º doc.); “Borradores de los cuadernos de bitácora de la goleta del Rey la Mosca y las falúas 4 y 5 de la división de Zamboanga”, [en Museo Naval de Madrid, Filipinas, Comisión Hidrográfica, III, ms. 1479]; “Cartas a D. Pascual Enrile sobre trabajos hidrográficos” (2 cartas, 21 de agosto y 14 de octubre de 1834) (en Museo Naval de Madrid, Filipinas, Comisión Hidrográfica, XIII, ms. 1740, doc. 10, fols. 85-88); “Diarios del teniente de navío José Vicente de Paz del puerto de Subic”, 1836 (en Museo Naval de Madrid, Filipinas, Comisión Hidrográfica, XII, ms. 1488); “Papeles sueltos relativos a la Comisión Hidrográfica de Filipinas (CHF)”, 1829, 1835 y 1836 (en Museo Naval de Madrid, Filipinas, Comisión Hidrográfica, XIV, ms. 1490); “Libro de observaciones y cálculos en el archipiélago de Filipinas”, 1837 (en Museo Naval de Madrid, ms. 715, doc. 1.º); “Noticia de las pruebas practicadas en Lieja con dos cañones de 24, modelo aligerado holandés destinado al servicio de plaza. Su peso, 1750 kg ó 3803 ½ libras españolas”, Bruselas, 1845 (en Biblioteca Central de la Armada, ms. 161).

Pintura: Retrato del general Downie, 1819; Combate de Trafalgar.

Sostenido el 21 de octubre de 1805, c. 1831.

 

Fuentes y bibl.: Archivo-Museo don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), Secc. Cuerpo General, leg. 620/544, Exp. personal de José María Halcón y Mendoza; Archivo General Militar (Segovia), Secc. 1.ª, leg. A-1112, exp. personal del brigadier José María Halcón y Mendoza; Archivo del Senado, Sig. HIS-0410-02, Exp. personal del senador Halcón y Mendoza, José María, marqués de San Gil.

Distribución de los premios concedidos por el Rey Nuestro Señor a los discípulos de las tres nobles artes hecha por la Real Academia de San Fernando en la junta pública de 24 de septiembre de 1808, Madrid, Ibarra, 1832; J. Ezquerra del Bayo, “D. Juan Downie, guerrillero escocés de nuestra guerra de la Independencia”, en Revista Española de Arte, año IV, n.º 6 (junio de 1935), págs. 286-287; C. Vigodet y J. M. Alcón, Artillería naval y de costa, Madrid, Imprenta Corrales y Cía., 1847; F. Bordejé y Morencos, Crónica de la Marina Española en el siglo xix (1800-1868), t. I, Madrid, Editorial Naval, 1993; VV. AA., Atlas Histórico de España II, Madrid, Ediciones Itsmo, 1999; E. Navarrete Martínez, La Academia de Bellas Artes de San Fernando y la Pintura en la primera mitad del siglo xix, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999; J. de Salazar y Acha, Estudio Histórico sobre una familia extremeña. Los Sánchez Arjona, Ciudad Rodrigo, Lletra, 2001, pág. 562; E. Navarrete Martínez y M. P. García Sepúlveda, Relación de Miembros pertenecientes a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, http://portallengua.fsanmillan.org/ portallengua/fcc/pdf/proyectolenguabasf/2.2.4.relacion%20 academicos.pdf.

 

José Antonio Ocampo Aneiros