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Raimundo de Losana

Biografía

Losana, Raimundo de. ¿Segovia?, s. XIII – ?, 6.VIII.1286. Obispo de Segovia (c. 1250-1259) y arzobispo de Sevilla (1259-1286).

Eclesiástico ligado estrechamente a la Monarquía castellana, a la que sirvió fielmente durante cuatro décadas.

Raimundo fue, sin duda, una de las personalidades más destacadas en la Castilla de la segunda mitad del siglo XIII, donde brilló por su capacidad organizativa, bien acreditada en el Arzobispado de Sevilla, sus dotes políticas y su sólida formación intelectual.

Dejando a un lado las informaciones legendarias o claramente apócrifas que han llegado hasta nosotros, y a falta de testimonios concluyentes, la documentación parece apuntar al nacimiento de Raimundo en Segovia y a su vinculación personal a la desaparecida parroquia de San Gil de esta ciudad. Aunque algunos autores señalan la pertenencia del prelado a la Orden Dominica, nada en los documentos de la época permite avalar esta suposición.

Las primeras noticias de Raimundo de Losana se encuentran en los años finales del reinado de Fernando III, en cuya Corte se había integrado tras su designación como confesor regio. En enero de 1250 Raimundo aparece ocupando ya la sede segoviana, para la que debió de ser elegido probablemente el año anterior, pues su antecesor Bernardo había fallecido en septiembre de 1248. Por estas mismas fechas el prelado aparece integrado también en la Cancillería Real como notario.

Raimundo dedicó importantes esfuerzos a la organización de la catedral segoviana, apoyando y completando las reformas que se estaban adoptando a instancias del cardenal Gil de Torres. Su actividad al frente de la diócesis segoviana está bien documentada y muestra a un prelado eficiente que supo compaginar las tareas pastorales con una intensa participación en la política y la administración del reino. Así, se puede señalar su mediación en el pleito suscitado entre el monasterio de Santa María de los Huertos y la catedral y los clérigos de la diócesis en 1254, el fuero otorgado a sus vasallos de Luguillas en 1255, o su intervención por indicación pontificia en el establecimiento en Segovia del monasterio de Santa Cruz, primera fundación dominica en la Península, en 1257.

Como ya se ha indicado, la relación de Raimundo con la Monarquía fue muy estrecha. En 1252 asistió espiritualmente a Fernando III en sus últimos momentos participando más tarde en los funerales que se oficiaron en Sevilla por el Monarca. Durante el reinado de Alfonso X el obispo continuó siendo el confesor regio y participó en el bautizo del infante Sancho, el futuro Sancho IV, en 1258. Una muestra evidente de la identificación de Raimundo con sus protectores se encuentra en la fundación que realizó en 1253 de dos capillas en la catedral de Segovia en las que debía oficiarse una misa diaria por Fernando III y Alfonso X y celebrarse aniversarios por ellos y sus esposas tras sus fallecimientos.

La confianza depositada por los Monarcas en Raimundo tuvo su reflejo en la activa participación de éste en la vida política del reino. Está acreditada su presencia, en tanto que notario real, en las Cortes de Sevilla de 1250 y 1252. En 1253 Raimundo recibió el importante encargo de dirigir, como uno de los estaderos principales, el reparto de la conquistada campiña sevillana, en la que él mismo, por expreso deseo regio, había recibido importantes propiedades. El prelado fue también el encargado de dirigir el establecimiento en la capital hispalense de las diferentes parroquias.

Aunque consta que el 1 de julio de 1259 Raimundo se encontraba todavía al frente de la diócesis de Segovia, su traslado a Sevilla debía ser ya una realidad, pues el día 8 el Cabildo catedralicio designó siete compromisarios para que eligieran a su sucesor. En su nueva dignidad arzobispal, a la que había accedido por iniciativa de Alfonso X tras la renuncia y posterior secularización de su hermano el infante Felipe, se le documenta por primera vez el 6 de septiembre de 1259.

Una década después de la conquista de Sevilla la consolidación y definitiva dotación del Arzobispado sevillano era una tarea que no podía demorarse más.

Se trataba de un asunto delicado que sobrepasaba el ámbito estrictamente eclesiástico al ser esta extensa circunscripción parte de la frontera castellana con el reino musulmán de Granada. Varias fueron, pues, las razones que llevaron al Rey a promover la elección de Raimundo como primer arzobispo de Sevilla: era un eclesiástico de su total confianza, conocía sobradamente la demarcación de la que se iba a hacer cargo y poseía una demostrada capacidad como administrador.

Tal y como hiciera en Segovia, el arzobispo dedicó una especial atención al Cabildo catedralicio. El resultado inmediato de este trabajo fue el estatuto redactado en 1261 que regulaba con todo detalle la vida capitular en sus ámbitos litúrgico, económico o administrativo.

Raimundo no escatimó tampoco energías a la hora de defender su jurisdicción de cualquier posible intromisión. Buena muestra de ello son los episodios de 1260, 1266 y 1267, en los que los arzobispos de Toledo y Santiago entraron en Sevilla con la cruz alzada sólo tras declarar solemnemente que ello no iba en mengua alguna de los derechos de la iglesia hispalense.

Durante esta etapa Raimundo continuó manteniendo una intensa actividad al servicio de Alfonso X.

En 1267 fue encargado de la recaudación de la décima de las rentas eclesiásticas del reino concedida por Clemente IV al monarca castellano para sufragar la lucha contra los granadinos. En 1275 el arzobispo formó parte del séquito que acompañó al rey Alfonso a entrevistarse en la localidad francesa de Belcaire con el papa Gregorio X.

Tras la muerte del infante heredero Fernando en 1275 se inició un período de tensiones en torno a la sucesión que culminó en 1282 con la rebelión del infante Sancho, segundo hijo del Rey y futuro Sancho IV, contra su padre. Alfonso X, abandonado por la mayor parte de sus servidores, se refugió en Sevilla. Allí tuvo ocasión Raimundo de demostrar su fidelidad y su estima personal por el Monarca al que atendió en lo espiritual y en lo temporal hasta su muerte en 1284.

La subida al trono de Sancho IV, deseoso, por otra parte, de lograr una rápida pacificación del reino, no tuvo ninguna consecuencia negativa para Raimundo.

Buena muestra del respeto que el nuevo Monarca demostró por el veterano arzobispo es la presencia de éste en el bautizo del primogénito regio en la catedral de Sevilla en 1285.

La última actuación conocida de Raimundo de Losana se encuentra en julio de 1286, cuando dotó una capilla en la catedral de Sevilla en nombre de su sobrina Juana Núñez. Su fallecimiento se produjo muy poco después, el día 6 de agosto, siendo depositado su cuerpo en el coro de la propia catedral hispalense.

 

Bibl.: D. de Colmenares, Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla, Segovia, 1637 (reed. 2 vols., Segovia, Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, 1969-1970), I, págs. 379 y ss.; J. Alonso Morgado, Prelados sevillanos o episcopologio de la Santa Iglesia Metropolitana y Patriarcal de Sevilla con noticias biográficas de los señores obispos auxiliares y otros relacionados con esta Santa Iglesia, Sevilla, Librería e Imprenta de Izquierdo y Cía., 1906, págs. 250-269; A. Ballesteros Beretta, “Don Remondo de Losana, obispo de Segovia”, en Correo Erudito.

Gaceta de las Letras y de las Artes, año II, entrega 9.ª (1941), págs. 313-318.

 

Bonifacio Bartolomé Herrero

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