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Suero Pérez

Biografía

Pérez, Suero. ¿Zamora?, 1224 ant. – Fermoselle (Zamora), III.1286. Notario de León y obispo de Zamora.

Nada se conoce de sus orígenes. Las alegaciones a favor de antecedentes gallegos carecen de base. La propiedad en Zamora, heredada de su padre, muy bien pudo haber sido adquirida después de 1255. Algún resquicio existe de su conexión con Badajoz, inmediatamente después de la reconquista de esta plaza en 1230. Lo que toca a su educación permanece todavía en la sombra. Su conducta posterior sugiere, si acaso, una formación más legal que teológica, pudiendo haber estudiado en Palencia, Salamanca, quizás Bolonia o incluso en Zamora, que fue una próspera colmena de juristas en la década de 1240, capaz de proveer con solvencia las necesidades de un joven aplicado. De ser así, sin embargo, la ausencia de cualquier rastro del particular entre los papeles zamoranos de su archivo de beneficios eclesiásticos sugiere que Suero no debió hacerse excesivamente simpático a los custodios de esta sociedad cerrada y, en concreto, al obispo Pedro. Lo cierto es que el propio Suero no fue precisamente tardo en presentar a su predecesor en la custodia de la sede en términos desfavorables, enseguida de su elección como sucesor por parte de Alfonso X en febrero de 1255.

Para entonces, Suero brillaba ya con luz propia en la Cancillería castellana. Nombrado notario de León en diciembre de 1254, estuvo al tanto de los primeros movimientos de Alfonso X en pos del Imperio, que nunca alcanzaría. En 1259 cesó su desempeño de oficio real, lo que no lo disuadió de seguir a la Corte.

Los centenares de cartas pedidas por él en la Cancillería Real y el Tumbo Negro, el cartulario en el que éste copió los textos, muestra el gran ingenio y la energía consagrada por Suero con vistas a asegurar y extender los derechos y privilegios de su Iglesia en la época en la que Alfonso X trató de ampliar la autoridad real por todo el Reino. En este empeño, el obispo se topó con una resuelta oposición, especialmente de los concejos de Zamora y Toro, principalmente terratenientes laicos, la Orden del Temple y, no en menor medida, su propio Cabildo catedralicio. Su formación cancilleresca imbuyó en él una reverencia por el formalismo en la escritura, y lo convirtió en un litigante infatigable, en tanto que la mayoría de sus contemporáneos prefirieron la acción directa, antes que el prestigio sutil de la ley escrita. A pesar de todo, fue siempre de temperamento belicoso, y perfectamente preparado para el caso en que hubo de recurrir a la acción directa.

Aunque fue durante su obispado cuando los restos de san Ildefonso fueron milagrosamente descubiertos en Zamora, hay que reconocer que los servicios que Suero rindió a su Iglesia, ciudad y diócesis, no fueron, en esencia, de naturaleza pastoral. El único sínodo por el cual ha sido elogiado no estuvo, al menos, orientado en este sentido. Su afecto, como indicó en su última voluntad, recayó en las órdenes monásticas —los cistercienses de Moreruela y Valparaíso, con los cuales su madre estuvo asociada, y los premostratenses de San Miguel del Monte—, más que en los mendicantes, si bien éstos tampoco fueron olvidados en el planteamiento estratégico de su salvación personal. Es quizás lo más reseñable en vista de la contienda que mantuvo con los dominicos locales respecto a la jurisdicción sobre el Convento de Las Dueñas, en su propia ciudad episcopal, que culminó con la visita que hizo en 1279 y el descubrimiento, en esta ocasión, de ciertos deslices y relajamientos morales que atañían a frailes y monjas. Lo acerbo de esta disputa marró los últimos años de su carrera, coincidiendo con las complicaciones políticas creadas por la rebelión del infante Sancho y el triste fin del reinado de Alfonso X.

En abril de 1282, Suero Pérez fue uno de los primeros obispos en abandonar al Rey al que debía su carrera y en ponerse a favor del infante rebelde. Sancho prometió a Suero lealtad recíproca pero, cuando en 1284 el infante se alzó como Rey, la lealtad se tornó en odio: “Por sanna que auya al obispo don Suero”.

Sancho fue el causante de que se desposeyera a Suero de su sede y de que se le condujera fuera de Zamora.

La principal razón para el cambio de actitud del Rey parece haber sido el resentimiento de María de Molina contra el obispo que, en los inicios de su obispado, treinta años antes, recuperó las tercias que se había apropiado Alfonso de Molina en Villardefrades para su iglesia, así como el hecho de que Alfonso de Molina fuera padre de aquella señora que más tarde sería Reina.

Roto el eje del carro que otrora lo condujo a rozar la cima de la sociedad política, Suero Pérez se trasladó a Fermoselle, cerca de la frontera con Portugal, y allí murió “en exilio”, como atestigua su testamento, en la primavera de 1286.

En su última voluntad y en el memorandum (o “adventarium”) redactado por Suero durante su última década, lista las varias mejoras que introdujo en su sede, y por ella se está en condiciones de formarse un más claro retrato del que hasta ahora se posee de casi cualquier otro de sus colegas episcopales. Ambos documentos, de singular importancia, se hayan repletos de una vívida información biográfica atinente a la carrera de Suero Pérez como obispo de Zamora, así como de jugosos detalles acerca de los logros y mejoras introducidos por él en su señorío, así como de las expensas de su propio patrimonio en interés de su Iglesia. Ambos están imbuidos por un agudo sentido del desencanto y del resentimiento contra aquéllos por los cuales se sintió traicionado, desde Sancho IV a los canónigos de su Catedral.

 

Bibl.: F. Fita, “Traslación é invención del cuerpo de San Ildefonso. Reseña histórica por Gil de Zamora”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, 6 (1885), págs. 60-71; M. Gaibrois de Ballesteros, Historia del reinado de Sancho IV de Castilla, Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1922-1928; P. Linehan, La iglesia española y el papado en el siglo XIII, Salamanca, Universidad Pontificia, 1975; A. Pérez Martín, “Estudiantes zamoranos en Bolonia”, en Studia Zamorensia, 2 (1981), págs. 23-66; I. Schwab, “Kanzlei und Urkundenwesen König Alfons’ X. von Kastilien für das Reich”, en Archiv für Diplomatik, 32 (1986), págs. 569-616; A. García y García (ed.), Synodicon Hispanum, t. IV, Ciudad Rodrigo, Salamanca y Zamora, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1987; J. J. Coria Colino, “El pleito entre cabildo y concejo zamoranos de 1278: análisis de la conflictividad jurisdiccional. Concejo, cabildo y rey”, y M. A. Sánchez Rodríguez, “La diócesis de Zamora en la segunda mitad del siglo XIII”, en VV. AA., Primer Congreso de Historia de Zamora. III. Medieval y moderna, Zamora, Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, 1991, págs. 285-303; P. Linehan, “Two charters for Toro”, en Historia. Instituciones. Documentos, 23 (1996), págs. 333-337; C. García, “Les entreprises de l’évêque de Zamora don Suero Pérez (1255-1286) d’après son testament”, en Atalaya, 9 (1998), págs. 45-63; J. C. de Lera Maíllo, “El Obituario de la catedral de Zamora”, en Cúpula (Zamora), diciembre de 1998; Catálogo de los documentos medievales de la Catedral de Zamora, Zamora, Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, 1999; P. Linehan, “El cardenal zamorano D. Gil Torres y la sociedad zamorana de su época”, en VV. AA., Segundo Congreso de Historia de Zamora, noviembre de 2003, Zamora, Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, 2002; Las Dueñas de Zamora, Barcelona, Ediciones Península, 2000; P. Linehan y J. C. de Lera Maíllo, Las postrimerías de un Obispo alfonsino. Don Suero Pérez, el de Zamora, Zamora, Semuret, 2003.

 

Peter Linehan

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