Tamay,
Nació en la reducción jesuítica de San Cosme y San Damián, ubicada muy cerca de Itapúa, la actual ciudad de Encarnación. Dicho pueblo fue fundado por el padre Adrián Formoso en 1634 en territorio que hoy pertenece al Brasil. En 1718 emigró hacia el Sur por temor a la invasión de los paulistas y se asentó al este de la reducción de Candelaria, a la que se incorporó debido a su escasa población, sin perder su identidad. Cuando en 1760 se trasladó al lugar donde actualmente se encuentra enclavada, Pedro Tamay contaba con seis años y, según sus declaraciones, sirvió a la comunidad “desde su tierna edad”. Contrajo matrimonio con María y para 1788 contaban con tres hijos: Roque de siete años, Pedro de Alcántara de tres y Mateo, de dos años.
Tamay trabajó al lado del padre Bartolomé Pizá, jesuita que se vio obligado a entregar la reducción en manos de los dominicos en 1768. Estos religiosos permanecieron por poco tiempo, pues al menos desde 1787 su administración espiritual ya estaba a cargo de los franciscanos, y Tamay los cita en los libros de cuentas de 1792, obrantes en el Archivo Nacional de Asunción. En el padrón de 1799 el cacicazgo Tamay se hallaba bajo la dirección de Martín Tamay, hijo y heredero legítimo de María Antonia Tamay, casada con Ángelo Amanduru. Para entonces la familia de
Cuando Tamay solicitó su jubilación en la última fecha arriba indicada, hizo constar entre sus méritos el hecho de que nunca se había fugado de la reducción ni incurrido en “ningún defecto criminal”. Estas expresiones cobran sentido ante el elevado número de indígenas fugados que figuran en los padrones. Sus reales méritos se cifran en haber ejercido la docencia en la escuela de música de la reducción, así como en la escuela de primeras letras, haber “trabajado en la pluma” en los libros de cuentas, en el dibujo de letras de molde para las sacras, volúmenes de solfa, actas del cabildo, libros de la Administración y hasta padrones de los pueblos ubicados en el sur del río Paraná, que compuso cuando acompañó al gobernador Joaquín de Alós y Brú en 1795. De ser así, son muchos los escritos de
Al gobernador Alós y Brú lo reemplazó Lázaro de Ribera en 1795, a él le escribió Tamay dos años después solicitando su jubilación, al igual que la de su esposa que trabajó de hilandera desde temprana edad. Hechas las consultas de rigor ante el administrador del pueblo y el Cabildo indígena, Ribera lo exoneró de “todo servicio y trabajo de Comunidad”, no así a la esposa que siguió con su habitual tarea a solicitud del administrador, quien informó al gobernador que el pueblo se hallaba “bastante escaso de hilanderas”. Entre tanto,
Hacia 1812 ofreció sus servicios a la reducción de Caazapá, tiempo en que dicha reducción franciscana también había sido entregada al clero secular. Por espacio de dos años y siete meses enseñó a los jóvenes de dicho pueblo a leer y escribir música y solfas y escribir cuadernos de comedias sobre vidas de santos.
No se sabe si recibió pago por dichos servicios, ni el lugar donde el maestro Tamay terminó sus días. Lo cierto y concreto es poder contar hoy con unos documentos que justifican la hipótesis de que, tras la expulsión de los jesuitas y la entrega de la administración temporal de los pueblos a manos de personas inescrupulosas, salvo raras excepciones, poco o nada pudieron hacer los frailes que le sucedieron en las tareas netamente espirituales para evitar las fuga de personas como Tamay que, sintiéndose “un infeliz natural en la antigua servidumbre” se viera en la obligación de abandonar su pueblo en busca de un trabajo asalariado.
Igual suerte corrió la antigua reducción de Yuty y a partir de 1785 y la de Caazapá desde 1808. También allí se habrán dado “fugas” de maestros artesanos, razón por la cual aceptaron los servicios de Tamay. Cuando éste salió de Yuty en 1804, debido a la falta de pago por los servicios prestados, no fue a la cercana reducción de Caazapá a solicitar trabajo. Para entonces, todavía estaban los franciscanos, quienes llevaban la administración temporal y espiritual del pueblo. No es casual que
Bibl.: M. Duran Estrago,
Margarita Durán Estrago