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Perot Rocaguinarda

Biografía

Rocaguinarda, Perot. Oristá (Barcelona), 18.XII.1582 – ?, 1635 post. Bandolero.

Sus padres, Joan y Caterina, eran gentes bien situadas de la Veguería de Vic, propietarios del mas de Rocaguinarda. Pere o Perot era el quinto de los hermanos. Sus primeros años transcurrieron en un ambiente de gran tensión a consecuencia del fenómeno del bandolerismo, sin que tardara en tener problemas con el alcalde del pueblo, lo que unido al interés de sus padres de que aprendiera un oficio, le movió a trasladarse, en 1601 a Vic. Insatisfecho con la vida que llevaba se afilió a las huestes feudales de Carlos de Vilademani, noble caballero, señor de Torelló (Barcelona) y Blanes (Gerona), jefe de los nyerros de Vic, facción opuesta a los caselles, que dominaban la población.

El origen de estos bandos nobiliarios en que se dividía la nobleza catalana, entre finales del siglo XVI y principios del XVII, debe buscarse en las luchas de las casas nobiliarias de los Banyuls, señores de Ayer, en la Cerdaña —de ahí su nombre de nyerros— y el de los Cadells, señores de Asègel (Lérida), iniciadas en el siglo XIII, cuando la casa de Montcada, cuyos intereses defendían los segundos, rehusó pagar ciertos derechos y jurisdicciones al obispado de Vic, sostenido por los primeros. En 1409, una intervención del dominico Vicente Ferrer, enviado por Martín V el Humano, pareció restablecer la concordia, pero las causas del bandidaje subsistieron y éste no tardó en reaparecer.

Gobernaba, a la sazón, el obispado de Vic el célebre Francesc de Robustez i Salas, natural de Igualada, quien llevado por su animosidad hacia los canónigos de la catedral, todos ellos nyerros, se adhirió a los cadells, más conocidos en esta población por el mote de robusters. Disponía el obispo de numerosa y aguerrida cuadrilla, capitaneada por dos famosos facinerosos, los hermanos Coxart, por lo que los nyerros llegaron a sentirse amenazados. En 1602, tras una escaramuza con los Coxart, Rocaguinarda y algunos de sus compañeros resultaron heridos. Decidido a tomarse cumplida venganza, se refugió en las montañas —terreno que conocía bien— con un grupo de secuaces, mientras meditaba un espectacular golpe contra sus enemigos. Entre los años 1602 y 1603 fue virrey el arzobispo de Tarragona, Joan Terés, ligado al bando de los nyerros, a los que favoreció.

Cayó de improviso Perot, con sus hombres, sobre Vic y llegó a ocupar el palacio episcopal durante varias horas, hasta que los cadells, superiores en número, lo recuperaron. Con este acto de bandolerismo, Rocaguinarda quedaba definitivamente fuera de la ley. Se retiró a sus montañas y no tardó en aumentar su cuadrilla, compuesta, en su mayor parte, por gentes poco recomendables. A partir de 1607, siendo virrey Héctor de Pignatelli y Coloma, duque de Monteleón, se convertiría en la máxima figura del bandolerismo catalán.

No tardó Perot en poner de manifiesto su superior personalidad. Actuaba en la zona montañosa del Montseny, la Plana de Vic, el Vallès y por el camino real de Barcelona a Gerona, asaltando a los cadells y a los viajeros; eso sí, con cortesía y evitando el derramamiento de sangre. Caballeroso y galante con las damas, alternaba con clérigos, nobles y letrados. Contaba con amigos muy influyentes como el citado Vilademani o el rector de Vallfogona (Lérida), Francesc Vicent García Avellaneda, quien en 1609 le dedicó un soneto, en cuyo último verso le definía como “lo millor pillard del cristianismo”. Miguel de Cervantes le hizo personaje central de los capítulos LX y LXI de la segunda parte del Quijote, castellanizando su nombre como “Roque Guinart”.

Se conoce bastante bien su aspecto físico por diversos testimonios de sus coetáneos. Era alto, de rostro flaco y arrugado, barba escasa, tirando a pelirroja. Usaba sombreros de buen estilo, adornados con plumas de colores. Solía vestir camisas de color gris plata y usaba medias rojas. Una ancha banda de cuero, de la que colgaban tres “pedreñales” (especie de pequeños trabucos), le cruzaba el pecho. Bajo la barba tenía una señal o cicatriz. Los miembros de su cuadrilla le llamaban “Senyor Guinart”.

Le importaba muy poco el hecho de que los virreyes hubieran puesto elevado precio a su cabeza, permitiéndose ignorar a las autoridades, comisarios y alguaciles siempre que pudo. Además, sus amigos no tenían reparo alguno de acogerle en sus casas o palacios, mientras que el pueblo —que admiraba su osadía— le recibía con los brazos abiertos. La circunstancia de contar con tantos protectores le permitía gozar de una gran libertad de movimientos. En enero de 1608 se le vio por los alrededores de Vic, sin que los cuadrilleros de la Unión —que debían perseguirle— se dieran por enterados. Puede decirse en descargo de éstos que Perot solía amenazar con diversos escritos de su puño y letra, de los que se conservan algunos, a sus adversarios y acosadores. El virrey, Héctor de Pignatelli y Coloma, duque de Monteleón, no pudo por menos de irritarse al ser informado de todo esto. Por si fuera poco, algunos miembros de la Unión estaban relacionados con él o con sus más conspicuos lugartenientes (Joan Canals, alias el Negro Canals; Janot Gili; Miquel Morell; Pere Roza; Jaime Alboquers o Gabriel Galí, alias Barceló). En su mejor momento, llegó Rocaguinarda a capitanear más de un millar de hombres, lo que tenía más de pequeño ejército que de banda, número no superado por ningún otro forajido en toda la historia de España.

A partir de entonces, consciente de lo peligroso de la situación, las autoridades concentraron contra él sus esfuerzos. El virrey Pigantelli puso tras su pista al alcalde del castillo de Puigvaledor (Barcelona), destacado cadell que, acompañado de comisarios y tropas, recorrió sin éxito la comarca de Vic. En esta ocasión gozó Perot de la hospitalidad del prior de la Orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, Miquel d’Alentorn, en cuyo castillo barcelonés de Barberá se refugió. Ya, en 1609 ayudó a los caballeros en su lucha contra el noble Rafael de Viure en Vallverd (zona de Barberá).

El mismo año Perot y sus hombres ocuparon el monasterio de los canónigos agustinos de Sant Joan de les Abadesses, con el fin de protegerlo de los cadells, ya que éstos eran nyerros y estaban en sempiterna pugna con el obispo de Vic. En enero de 1610, por robo en la iglesia parroquial de Sant Martí de Belenyá (Barcelona), el obispo de Vic llegó a excomulgarle, sanción que le fue levantada al restituir lo rapiñado. Un mes más tarde, al frente de doscientos hombres puso sitio a Vic. Los cadells de esta población se defendieron como pudieron, mas a partir de entonces, la hegemonía de los nyerros en la capital del obispado se hizo ostensible.

También en 1610 intervino en la población de Ripio (Gerona), en defensa del abad Françesc de Pons, contra los propios ripollenses —que no veían con buenos ojos la amistad de éste con un bandolero, situación que el 30 de agosto de ese año denunciaron al propio virrey— y los cadells.

A partir de entonces, acosado por la justicia, comenzó a declinar la estrella de Perot y él, consciente de ello, inició gestiones, a través de un intermediario, para obtener el indulto, gestiones que no prosperaron. Había perdido la mayor parte de sus hombres, quedando su cuadrilla reducida a una treintena de forajidos; la idea de ser capturado le producía pánico. El sábado 30 de abril de 1611, pese a que evitaba como podía el enfrentamiento con las fuerzas del virrey, éste se produjo, resultando muerto el comisario Francesc Vidal y uno de sus lugartenientes, apodado el Calandri. Prosiguió sus laboriosas negociaciones para beneficiarse de las medidas de gracia; si se concede crédito a cierta historia relacionada con ciertas perlas de gran valor robadas y devueltas, intercedió a su favor la propia reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III.

Finalmente, Rocaguinarda fue indultado el 10 de julio del mismo año por el nuevo virrey Francisco Hurtado de Mendoza y Cárdenas, marqués de Almazán, junto con Morell y otros treinta y seis bandoleros. Todos ellos embarcaron en Mataró, a primeros de octubre, rumbo a Nápoles.

No se conoce con exactitud la fecha de su óbito, pero se sabe que en 1635 residía todavía en Nápoles ejerciendo su nueva profesión de militar. Por el contrario, Morell regresó algún tiempo después a Cataluña, para perecer en un enfrentamiento armado con los cadells. “El desenlace final de la carrera de Rocaguinarda —en palabras de Alonso Tejada— no se libró de las contradicciones propias de casi todos los rebeldes. Un ‘nyerro’ como él, antirrealista como español y anticastellano como catalán, terminó su vida paradójicamente sirviendo en los tercios de Italia al rey y a su política centralizadora”.

Fuentes y bibl.: Informaciones aportadas por J. Florensa Jamandreu (Barcelona).

L. Alonso Tejada, Gente de trabuco, Barcelona, Bruguera, 1976; Gran Enciclopedia Catalana, Barcelona, Enciclopedia Catalana, 1988; A. Alcoberro, Pirates i bandolers als segles XVI i XVII, Barcelona, Barcanova, 1991 (col. Biblioteca Bàsica d’História de Catalunya, serie “Els temes”).

Fernando Gómez del Val

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