López de Ontiveros, Martín. Salamanca, 11.IV.1596 – Valencia, 5.IX.1666. Obispo y canonista, regente del Consejo Real de Navarra.
Con gran capacidad para las letras ya desde niño, Martín López de Ontiveros, todavía muy joven, entró en contacto con la Universidad salmantina, iniciando en ella una brillante carrera. Y es que, además de regentar varias cátedras de Cánones, ocupó el cargo de cancelario. Previa oposición, ganó también una canonjía doctoral en la catedral de Salamanca, tomando posesión de ella a finales de 1648 y sirviéndole de título de ordenación in sacris. En los años siguientes, fue oidor de Granada, desde 1652, y regente de Navarra, a partir de 1654. De paso por la Corte, la Corona lo presentó para el Obispado de Puebla de los Ángeles en Nueva España —vacante este último por la promoción del venerable Palafox—, dignidad que no aceptó, admitiendo en cambio la regencia de Sevilla, en 1655, donde permaneció hasta ser nuevamente propuesto para el episcopado, esta vez con diferente resultado. En junio de 1657 tomaba posesión de la mitra calagurritana, que no llegó a ceñir siquiera unos meses, al ser designado por Alejandro VII para el arzobispado de Valencia en abril del año siguiente, entrando solemnemente en aquella diócesis en mayo de 1659. En su definitivo destino, López de Ontiveros compaginó el impulso de nuevos establecimientos religiosos con el apoyo a las numerosas manifestaciones de la religiosidad contrarreformista y barroca. Fue así como fundó y dotó en Russafa, extramuros de la capital, un convento de religiosas franciscanas descalzas para mujeres jóvenes pobres y sin posibilidades económicas, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, inaugurado en 1661.
Autorizó, de igual modo, la fundación de otro convento, el de Nuestra Señora de Belén, en este caso de monjas dominicas. Entretanto, participó de manera activa en los fastos valentinos de 1662 en conmemoración del reciente breve pontificio Sollicitudo omnium Ecclesiarum, favorable a las tesis inmaculistas, con tanto predicamento en el levante peninsular. Dio licencia, asimismo, al establecimiento de la Escuela de Cristo en Valencia, dedicada, entre otros fines, a fomentar la perfección cristiana de sus asociados. Tuvo tiempo, además, de colaborar con las autoridades civiles en la lucha por la erradicación de la peor de las lacras que asolaba, desde hacía décadas, el entonces reino: el bandolerismo, y, junto a él, la delincuencia común, con ramificaciones ambos fenómenos en todos los estamentos sociales, incluido el clero. La política represiva del arzobispo para con los clérigos díscolos y la labor conjunta de jurisdicción eclesiástica y real en esta materia, sumadas a la decisiva contribución episcopal al sofocamiento del motín de los labradores de la huerta y la contribución capitalina, en 1663, se tradujeron en una serie de éxitos que merecieron al religioso el reconocimiento de la Corona. En 1666, a los setenta años de edad, fallecía Martín López de Ontiveros. Sus restos mortales fueron depositados en la capilla catedralicia de San Pedro y trasladados luego al convento por él mismo fundado en Russafa.
Bibl.: E. Olmos Canalda, Los prelados valentinos, Valencia, Instituto Jerónimo Zurita, 1949; L. Guía Marín, “La revolta dels llauradors de l’horta de 1663”, en Estudios dedicados a Juan Peset Aleixandre, Valencia, Universidad, 1982, págs. 305- 326; V. Cárcel Ortí, Historia de la Iglesia en Valencia, t. I, Valencia, Arzobispado de Valencia, 1986; J. Teixidor, Episcopologio de Valencia (1092-1773), introd. y transcr. de A. Esponera Cerdán, Valencia, Facultad de Teología San Vicente Ferrer, 1998; E. Callado Estela, Inmunidad eclesiástica y delincuencia en el siglo xvii. Los arzobispos de Valencia y la pacificación del reino (1612-1699), Valencia, Biblioteca Valenciana, 2003.
Emilio Callado Estela