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Eugenio María Hostos de Bonilla

Biografía

Hostos de Bonilla, Eugenio María de. Ciudadano de América. Mayagüez (Puerto Rico), 11.II.1839 – Santo Domingo (República Dominicana), 11.VII.1903. Polígrafo y prócer.

Nació y pasó sus primeros años de vida en el partido de Río Cañas, jurisdicción de Mayagüez. Por su ascendencia se entronca con ilustres familias de Cuba y Santo Domingo. Se casó en 1877 con Belinda de Ayala, boda que ofició monseñor Ponte, arzobispo de Caracas. Sirvió de madrina de bodas la patricia Lola Rodríguez de Tió, exiliada en Venezuela por esa época. Tuvieron tres hijos: Carlos, Adolfo y Luisa Amelia. Cursó el bachillerato en España, en la Universidad de Bilbao, y más tarde estudió Leyes en la Universidad Central de Madrid, carrera que nunca completó. En Madrid luchó en la prensa y desde el Ateneo por la autonomía y la libertad de los esclavos en las Antillas. Pérez Galdós, en su episodio nacional Prim, aludió a él, aunque enmascarando su apellido, al situarle en el Ateneo como “un antillano llamado Hoscos, de ideas muy radicales, talentudo y brioso”. En Madrid también colaboró activamente en la prensa escribiendo para La Iberia, La Soberanía Nacional, La Nación y El Universal. Además dirigió en Barcelona El Progreso y fue asiduo colaborador en la revista Las Antillas, que dirigían los puertorriqueños Coll Britapaja y Corchado Juarbe.

En 1863 publicó La peregrinación de Bayoán, novela en la que critica el régimen colonialista de España en América. Colaboró desde España con los que preparaban el triunfo de la Primera República Española (Castelar, Ruiz Zorrilla y Pi y Margall), pensando que ésta daría a Cuba y Puerto Rico la libertad necesaria para su soñada confederación de las Antillas. Desengañado de tal esperanza, se fue a Nueva York a trabajar con los que preparaban posibles expediciones para libertar a Cuba y Puerto Rico. Ya antes había expresado en su último discurso en el Ateneo de Madrid su decisión de luchar en adelante, no ya por la autonomía, sino por la total independencia de Cuba y Puerto Rico.

Comenzó un prolongado recorrido en 1871, a favor de la causa cubana, que lo llevó por tierras de Hispanoamérica. Visitó Caracas, Bogotá, Santiago de Chile, Valparaíso, Buenos Aires y Río de Janeiro, siempre observando y comprendiendo las realidades hispanoamericanas. En esta época escribió un juicio crítico del Hamlet de Shakespeare, que se integró en la obra Meditando (1909), un compendio de ensayos escritos entre 1872 y 1900, en la que también se incluyeron Plácido, Carlos Guido Spano, Guillermo Matta, Lo que no guiso el lírico Quisgueyana, José María Samper, Salomé Ureña de Henríquez, entre otros. También, en Buenos Aires, dio a conocer sus ideas y defendió en la prensa el proyecto del ferrocarril transandino, que se realizaría pocos años después. La primera locomotora que cruzó los Andes fue bautizada con su nombre. Fruto de estas experiencias fue su libro Mi viaje al sur (1939). Fue en Santo Domingo y Chile, al decir de Concha Meléndez, “donde su inteligencia y su saber rindieron un servicio civilizador y cultural de valor incalculable”. En Chile fue el primero en abogar por la instrucción científica de la mujer, y en Santo Domingo fundó la Escuela Normal (c. 1880) para maestros, extendiendo la enseñanza a la mujer. Implantó un método moderno de educación, centrado en la ciencia positiva y la moral laica; integral y objetivo. En Santo Domingo permaneció durante nueve años a partir de 1879, donde desempeñó una fecunda actividad pedagógica, sociológica y filosófica. Ofreció conferencias, escribió artículos y textos para sus cátedras en las áreas de derecho, moral social, crítica literaria y muchos otros temas, recogidos en veinte tomos en sus Obras completas, publicadas en una edición conmemorativa de su centenario (1939). De Santo Domingo marchó a Chile en 1888, por invitación del presidente Balmaceda y allí permaneció durante ocho años desempeñado una labor fecunda y obteniendo grandes éxitos: director del liceo Miguel Luis Amunátegui, catedrático de Derecho Constitucional, director del Ateneo y del Centro de Profesores, entre otros puestos.

La noticia del final de la Guerra Hispanoamericana y la invasión y ocupación de Puerto Rico por los Estados Unidos en 1898, lo hicieron retornar a Nueva York. Allí organizó la Liga Puertorriqueña de Patriotas y fue a Puerto Rico donde fundó la filial puertorriqueña, con el propósito de “trabajar para que los Estados Unidos reconozcan el derecho de Puerto Rico a decidir su suerte”. Gestiones éstas que fracasaron, como fracasó la comisión que visitó al presidente McKinley y de la cual él formó parte. Decepcionado, regresó a Puerto Rico y eventualmente a Santo Domingo, donde permaneció hasta los últimos días de su existencia. Por acuerdo de la Octava Conferencia de Estados Americanos celebrada en Lima en 1938, fue proclamado Ciudadano de América. El patriota puertorriqueño que llamó a su Antilla “Madre Isla”, fue reconocido por el ensayista colombiano Carlos Arturo Torres como “una de las más altas voces de la conciencia colectiva puertorriqueña”. Pedro Henríquez Ureña añade: “[Su] obra fue extraordinaria, moral e intelectualmente comparable con la de Bello en Chile, Sarmiento en la Argentina, Giner en España. Sólo el escenario era pequeño”.

Su Diario ha sido valorado por Francisco Manrique Cabrera como “páginas confesionales, austeramente sobrias, [que] esparcen [...] sus hondas convicciones, sus preocupaciones máximas [...] su vocación americana [...] y, sobre todo, su entrega devota al sacerdocio del deber”.

 

Obras de ~: La peregrinación de Bayoán, Madrid, Imprenta del Comercio, 1863; Meditando, París, Biblioteca Quisqueyana, 1909; Lecciones de Derecho Constitucional, Santo Domingo, José Ricardo Rogues, 1887; Moral social, Santo Domingo, 1888; Obras completas, I y II. Diario; III. Páginas íntimas; IV. Cartas; V. Madre Isla; VI. Mi viaje al sur; VII. Temas sudamericanos; VIII. La peregrinación de Bayoán; IX. Temas cubanos; X. La cuna de América; XI. Crítica; XII y XIII. Forjando el porvenir americano; XIV. Hombres e ideas; XV. Lecciones de Derecho Constitucional; XVI. Tratado de moral; XVII. Tratado de sociología; XVIII, XIX y XX. Ensayos didácticos, La Habana, Cultural, 1939 (ed. rev., Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, 2000).

 

Bibl.: C. Coll y Toste, Boletín Histórico de Puerto Rico, San Juan, 1918; E. Astol, Hombres del pasado, San Juan, 1923; A. S. Pedreira, Bibliografía Puertorriqueña, Madrid, Hernando, 1932; Hostos ciudadano de América, Madrid, Espasa Calpe, 1932; J. A. Balseiro, Crítica y estilo literario en De Hostos, El Vigía, San Juan, 1942; C. Meléndez, “Hostos y la naturaleza de América”, en Asomante (San Juan), 1943; G. González y Tejera, La novela en Puerto Rico: apuntes para su historia, San Juan, 1947; A. Sáez, El teatro en Puerto Rico (notas para su historia), San Juan, Editorial Universitaria, 1950; J. Rivera de Álvarez, Diccionario de la literatura puertorriqueña, Río Piedras, Ediciones de la Torre, 1955 (ed. rev., San Juan, Instituto de Cultura Puertoriqueña, 1794); L. Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico (siglo xix), Río Piedras, 1957; W. Rex Crawford, “The Cubans and Hostos”, en A Century of Latin- American Thought, Cambridge, Mass., 1967; R. Gutiérrez Laboy, Hostos y su filosofía, Lajas, Ediciones Sociedad Histórica de Lajas, 1992; M.ª M. Caballero Wangüemert, Memoria, escritura, identidad nacional: Eugenio María de Hostos, pról. de J. C. Rovira, Alicante, Universidad, Servicio de Publicaciones, 2005; J. M. Rodríguez Matos, “Abordajes a la figura de Hostos a cien años de su muerte”, en R. D. Molinari (ed.), Puerto Rico ¿Autodeterminación huracanada?, Madrid, Fundación Francisco Carvajal, 2006.

 

Juan E. Hernández Cruz

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