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Joaquín Ania

Biografía

Ania, Joaquín. San Esteban de los Caballeros, concejo de Siero (Asturias), m. s. XVII – Sandoval (León), 1733. Monje cisterciense (OCist.), teólogo, escritor, abad y general.

Nació en San Esteban de los Caballeros a mediados del siglo XVII. Ingresó muy joven en Sandoval (León), donde brillaría como monje irreprochable. Después de recibir la primera formación monástica, recorrió los colegios que la Orden tenía establecidos en las

distintas regiones, donde obtuvo elevadas calificaciones.

Muñiz sintetiza así su brillante hoja de servicios: “Fue doctor Teólogo de la Universidad de Ávila, cuyo grado incorporó en la de Alcalá, opositor en esta, abad del colegio de Belmonte y del de Santa Ana de Madrid, electo general reformador de la congregación de Castilla en 1721, sujeto muy estudioso y versado en las lenguas italiana y francesa, como lo demuestran los muchos y exquisitos libros que dejó a su monasterio”.

Las abadías de Belmonte y Santa Ana de Madrid llevaban anejas unas circunstancias que requerían en los candidatos destinados a ellas cualidades excepcionales.

En la primera, radicaba la Facultad de Filosofía, lo que suponía en el abad, además de preocupación por la buena marcha de la comunidad y del colegio, tener muy presente el mantenimiento de un nivel elevado de los estudios, por cuanto llevaba anejo a la vez el cargo de rector. Para el monasterio de Santa Ana de Madrid solían escogerse como abades personas del mayor prestigio, de ordinario los exabades generales solían ser los escogidos, por razón de que hallándose el monasterio —como caso excepcional— dentro de la capital del estado español, se veían obligados a tratar con los altos directivos del Gobierno y con familias nobles. Era necesario que los abades estuvieran a la altura de las exigencias y a tono en la manera de tratar con el mundo. Precisamente a fray Joaquín Ania, habiendo cesado en el mando supremo de la congregación en 1724, le concedieron como merecido descanso aquella abadía, que de suyo no tenía una vida muy complicada, ya que la comunidad solía ser pequeña y carecía de bienes materiales que exigieran una preocupación constante. Venía a ser una especie de premio o descanso de los tres años transcurridos al frente de la congregación, en los que tuvo que recorrer los diversos monasterios solucionando problemas, a veces graves.

Hombre culto y experimentado, sobre todo por haberle tocado lidiar en unos años muy difíciles —se estaba fraguando una grave crisis que afectó a toda la congregación pocos años después de expirar su mandato (1733-1738)—. Existía, efectivamente, cierta tirantez en el seno de las comunidades debido a la deficiente distribución de los cargos superiores de la misma, para los cuales se buscaba con preferencia sujetos de algunas regiones, posponiendo o casi marginando a los de otras. Tal situación creaba malestar, alteró el orden y tenía inquietos a los monjes, que deseaban que se estableciera una distribución equitativa.

En el mismo Capítulo en que fue elegido general fray Joaquín Ania, el presidente, fray José de Talavera, obispo de Valladolid, propuso a los capitulares la conveniencia de dividir la congregación en cuatro regiones, pero no en sentido territorial, sino más bien mezclando las distintas regiones. Fue una forma excelente de acabar con el excesivo apego de algunos al regionalismo, que ya entonces comenzaba a dejarse sentir en el ánimo de muchos monjes.

Tal determinación —que fue aceptada por cuarenta y seis votos contra veinte— dio origen más tarde a las cuatro provincias determinadas en la bula quatripartita: Castilla la Nueva, Galicia, Castilla la Vieja y Naciones adyacentes. Cada una de ellas se componía de monasterios diseminados por todo el noroeste. Así, por citar un ejemplo, en la provincia de Castilla la Nueva figuraba algún monasterio de Galicia, de Valladolid o de La Rioja, y otro tanto sucedía en las otras tres provincias. Hoy se quiere tildar de aberrante tal idea. Se puede juzgar como un gran intento por acabar con el excesivo apego al regionalismo, porque aquellos padres querían que los monjes fueran ante todo y sobre todo españoles. Después de haber desempeñado brillantemente todos aquellos cargos que le confiaron sus hermanos, pasó a mejor vida en su propio monasterio de Sandoval, en las riberas del Esla.

 

Obras de ~: Emblemas y máximas morales, 4 mss. (desapar.); Dictamen y aprobación del Defensorio de la Religiosidad de los Militares, s. l., s. f.

 

Bibl.: R. Muñiz, Biblioteca cisterciense española, Burgos, José de Navas, 1793; R. Trilhe, [“Ania, Joaquín”], en A. Baudrillart, R. Aigrain, P. Richard y U. Rouziès, Dictionnaire d’Histoire et de Geographie Ecclesiastiques, vol. III, Paris, Letouzey et Ané, 1924, col. 271; D. Yáñez Neira, “La cultura en los monasterios leoneses”, en Archivos leoneses, 49 (1971), pág. 120; E. Manning, Dictionnaire des auteurs cisterciens, Rochefort, Abbaye Notre Dame de Rochefort, 1975, pág. 47; D. Yáñez Neira, “Asturianos ilustres en la orden del Císter”, en Boletín de Estudios Asturianos (1980), págs. 177-198.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO

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