Jiménez Navarro de Xaso, Pablo. Pablo de la Concepción. Peralta (Navarra), 15.I.1666 – Granada, 2.XII.1734. Carmelita descalzo (OCD), superior general de la Orden, teólogo.
Su madre, María Teresa, era parienta lejana de san Francisco Javier. Fueron seis hijos en la familia, tres de ellos carmelitas descalzos y dos hermanas religiosas en el convento de las Calatravas de Burgos. Hechos los primeros estudios en Peralta, cursó Humanidades en Calahorra, saliendo muy aventajado en la lengua latina en la que escribió algunas poesías. Pasó a continuación a la Universidad que en Santiago tenían los padres dominicos. Al cumplir dieciséis años en 1682 tomó el hábito de carmelita descalzo en Pamplona.
Para hacer el noviciado se trasladó a Tudela y allí lo terminó y profesó. Fue a estudiar Artes en Medina del Campo; de allí pasó a Salamanca a los estudios de Teología.
Pasante durante seis años en Ávila, fue después a explicar Artes en Palencia y de aquí a Burgos en 1694 como profesor de Teología. Gran obra suya fue reducir a cuatro volúmenes el inmenso Curso Salmanticense Dogmático, para uso de los estudiantes. Comenzó esta gran obra en estos años burgaleses, por orden de los superiores generales. Para que quedase más libre de otras ocupaciones y pudiera culminar la obra encomendada, le enviaron a la pequeña residencia, llamada “hospicio” u hospedería, que tenían en Soria. En 1718 se le nombró prior de Tudela; en 1721 pasó de superior y profesor de Teología Moral al colegio de Burgo de Osma. Participó en el Capítulo General de 1724 celebrado en Pastrana y salió elegido general de la Orden, a sus cincuenta y ocho años. Durante su mandato tuvo que afrontar algunos casos complicados, uno en México, y otro con su procurador general en Roma que, contra toda ley, pidió a la Santa Sede un breve para que le nombrase general de la Orden. Ambos casos, sobre todo este último, más complicado e insólito, los resolvió con gran prudencia y valentía.
Además de gobernar con su cercanía y visitas a los conventos, lo hizo, como se solía tradicionalmente, con una gran Pastoral, dividida en cinco capítulos, llenos de doctrina con la que alentaba a todos al itinerario de la perfección. En su generalato fue canonizado san Juan de la Cruz el 27 de diciembre de 1726 por Benedicto XIII, celebrándolo con gran alegría y presidiendo como superior general las fiestas que se tuvieron en honor del nuevo santo.
En 1727 celebró el Capítulo Intermedio y continuó su visita personal a los conventos. Terminó su oficio a finales de abril de 1730. Unos meses después del Capítulo, en los que puso al corriente al nuevo elegido acerca de los asuntos de la Orden, en septiembre se retiró a la casa eremítica o desierto de Bilbao. Fallándole la salud, se le dio la conventualidad de Pamplona. Fue al hospicio de Bilbao, con idea de seguir para Pamplona después de Navidad. Pero, después de haber celebrado las tres misas de Navidad, “un emisario de la Corte, autorizado por el Nuncio Aldobrandini, se personó al Corregidor y Vicario de Bilbao para que, yendo al Hospicio y Residencia de los carmelitas descalzos, intimasen al P. Pablo un decreto del representante de Su Santidad en España en que le declaraba preso y a disposición de los ministros de Su Majestad” (padre Silverio). El motivo del encarcelamiento era la respuesta que a fines de su generalato había dado a una consulta que se le había hecho desde la Corte. Al principio rehuía dar contestación, pero, al fin, respondió en conciencia lo que creía. Llegó a las manos del rey Felipe V y de la reina Isabel Farnesio y, como decía lo contrario de lo que ellos querían y de lo que quería el ministro José Patiño firmaron el Decreto de prisión que se le comunicó al padre Pablo con nueva orden del Nuncio, como queda dicho. No se acaba de saber con exactitud el contenido de la consulta y de la respuesta.
Después de la comunicación de encarcelamiento pasó todavía unos días en el hospicio bilbaíno, de donde fue llevado al convento de San Francisco de la misma ciudad. La orden de llevarlo a Granada para encerrarlo allí en la fortaleza de la Alhambra se había encomendado al vicario episcopal de Bilbao; pero éste delegó “en un sacerdote de buenos puños, ignorante y zafio, que pareció luego tenía más vocación para verdugo que para mártir de la caridad” (padre Silverio). Salieron de Bilbao el 25 de enero un número de veintidós personas: dos notarios, alguaciles, guardas, y en Vitoria les esperaban seis soldados del Regimiento Farnesio.
Todo este despliegue para acompañar a un pobre e indefenso fraile. En Vitoria se presentó el hermano Blas, religioso de la Orden muy afecto al padre Pablo.
De momento el clérigo que capitaneaba la marcha se lo permitió, pero enseguida le alejó de la comitiva.
El viaje hasta Granada fue de lo más penoso, por el clima y el talante del referido clérigo. Puesto al corriente de lo que pasaba, el arzobispo de Granada se hizo cargo del preso y fue él quien le entregó al alcaide de la Alhambra, marqués de Alhandén, ordenándole que nadie le molestase y que le cuidasen como era debido a persona tan digna. Se le encerró en la torre del Homenaje, en habitación pequeña y desacomodada.
Con muy poca luz. Se le permitió decir la misa todos los días en otra habitación contigua, y, cuando las rúbricas lo permitían, decía misa de san José, de quien era muy devoto. Al medio año de su encarcelamiento pudo escribir al arzobispo de Granada: “Seis meses ha que me hallo en esta estrecha prisión, sin que en todo este tiempo se me haya dicho el motivo de ella”. Las gestiones del arzobispo de Granada, de los procuradores de la Orden en Madrid y en Roma con los ministros de la Corte no surtieron ningún efecto en orden a liberar al preso. El 15 o 16 de julio de 1733 pudo entrar, con las debidas licencias, el hermano Blas en la Alhambra para cuidar al preso. Todo lo puso en orden el buen hermanito, le guisaba la comida, tenía todo muy limpio y hacía compañía al encarcelado que llevaba una vida como si estuviese en el convento con los horarios de la oración mental, el rezo del Oficio divino, etc., guiándose por la campaña del vecino convento de los Santos Mártires, donde había estado seis años san Juan de la Cruz, que oía desde su cárcel. El padre Pablo leía al hermano las obras de fray Luis de Granada, de santa Teresa, de la Biblia que le iba traduciendo del latín para que el hermanito la entendiese y disfrutase.
Llevaba ya más de tres años en la cárcel cuando su salud se resintió de modo alarmante. La última misa que pudo decir fue la del día 12 de septiembre, aunque tuvo que interrumpirla hasta cinco veces, descansando un poco para poder seguir adelante. La asistencia médica con que le rodearon estos últimos meses fue muy esmerada por parte de la Orden que tenía un gran experto en medicina, el hermano José, en Sevilla y que se llegó a Granada para atenderle. También se interesaron por él el marqués de Valdeolmos y otras personas. El 1 de diciembre se agravó. Vinieron del cercano convento de los mártires ocho o diez descalzos.
El prior de Antequera le dio la unción de enfermos.
Murió el 2 de diciembre de 1734 “este gran religioso y sabio eminente, sufriendo persecución por la justicia, incorruptible a los halagos palaciegos, a los sesenta y ocho años de edad, diez meses y once días” (padre Silverio), en represalias de la Corte real y con la aquiescencia del nuncio en España.
Gran multitud de gentes, señores de título, religiosos de todas las órdenes acudió a la Alhambra, expresando sus condolencias y repitiendo: “Éste es el santo mártir”. Allí estaba presente también el arzobispo.
Vino toda la comunidad de los Mártires y trasladó el cadáver a su convento, donde se le enterró y “donde se le pudieron cantar solemnes exequias, porque estaba ya en su casa y allí no se toleraban intromisiones de nadie” (padre Silverio). Más adelante se le puso en lugar de preferencia con un gran epitafio en latín en el que se le elogia como a varón santo, amigo de Dios, columna y honor de la Iglesia santa de Dios, defensor y mártir de la verdad: “Hic jacet Doctor Paulus pro Christo anathema”.
Obras de ~: Tractatus theologici iuxta D. Thomae et Cursus Salmanticensis FF. Discalceatorum B. Mariae de Monte Careli Primitivae Observantiae doctrinam. tomus primus, quinque complectense tractatus, quórum 1. De Deo et eius attributis; II. De Visione Dei; III. De scientia Dei; IV. De voluntate Dei; V. De praedestinatione. Per R. P. F. Paulum a Conceptione, Sacrae Teolog. Lectorem Primarium, et eiusdem Ordinis Definitorem Generalem (grabado con los escudos de la descalzez y de los dominicos con sus leyendas y un abrazo de manos) Nunc primum in lucem prodit. Superiorum permissu. Matriti, Ex Typographia Viduae Joannnis Garcia Infançon, Anno 1722; Tractatus theologici iuxta miram D. Thomae et Cursus Salmanticensis FF. Discalceatotum B. Mariae de Monte Carmeli primitivae observantiae doctrinam, tomus secundus, Sex complectens tractatus, quorum I. De Trinitate. II. De Angelis. III. De ultimo fine. IV. De voluntario. V. De bonitate et malitia. VI. De virtutibus. Per R. P. F. Pavlum a Conceptione, Sacrae Theolo. Lectorem Primarium, et eiusdem Ordinis Definitorem Generalem (grabado como en el anterior), Nunc primum in lucem prodit. Superiorum permissu. Matriti, Ex Typographia Viduae Ionanis Garcia Infançon, Anno 1722; Tractatus theologici iuxta miram D. Thomae et Cursus Salmanticensis FF. Discalceatotum B. Mariae de Monte Carmeli primitivae observantiae doctrinam, tomus tertius. Tres complectens tractatus, quorum I. De peccatis. II. De- Gratia Dei. III. De effectibus gratiae, scilicet de iustificatione et merito Per R. P. F. Paulum a Conceptione, Sacrae Theologiae Lectorem primarium, et eiusdem Ordinis Definitorem Generalem (grabado como en los anteriores), Nunc primum in lucem prodit. Cum privilegio Regis. Matriti, Ex Typographia Viduae Ionanis Garcia Infançon, Anno 1724; Tractatus theologici iuxta miram D. Thomae et Cursus Salmanticensis FF. Discalceatotum B. Mariae de Monte Carmeli primitivae observantiae doctrinam. tomus quartus. Quinque complectense tractatus, quórum I. De virtutibus theologicis. II. De Incarnatione. III. De gratia Christi. IV. De scientia Christi. V. De aliis coassumptis a Verbo, etc., Per R. P. F. Paulum a Conceptione, sacrae theologiae Lectorem primarium, et eiusdem Ordinis Definitorem Generalem (grabado como en los anteriores), Nunc primum in lucem prodit. Cum privilegio Regis. Matriti, Ex Typographia Viduae Ioannis Garcia Infançon, Anno 1724; Tractatus theologici iuxta miram D. Thomae et Cursus Salmanticensis FF. Discalceatotum B. Mariae de Monte Carmeli primitivae observantiae doctrinam. tomus quintus. Tres complectense tractatus, quórum I. De sacramentis in genere. II. De Eucaristía. III. De poenitentia virtute et sacramento. Per. R. P. N. F. Paulum a Conceptione, sacrae theologiae primarium lectorem et eiusdem Ordinis Generalem (grabado como en los anteriores), Nunc primum in lucem prodit. Cum privilegio Regis. Matriti, Ex Typographia Viduae Blasii a Villanova, Anno 1729; Carta Pastoral a los religiosos y religiosas descalzos de Nuestra Señora del Carmen de la Primitiva Observancia [...] en Madrid, en la Imprenta de la Viuda de Blas de Villanueva, año de 1726; Consultas varias hechas en diversas ocasiones por el M. R. P. Fr. Pablo de la Concepción, General de Carmelitas Descalzos, Biblioteca Nacional, mss. 4421-4430.
Bibl.: E. de Santa Teresa (OCD), “Prelados o Superiores de la Congregación de España, R. P. Pablo de la Concepción Su prisión”; “¿Cuál fue la consulta?”; “En las prisiones de la Alambra”; “Sus virtudes y fama póstuma”, en Monte Carmelo, 10 (1909), págs. 88-93, págs. 247-253, págs. 327-334 y págs. 407- 415, respect.; “Por el mártir de la Alambra”, en Monte Carmelo, 25 (1924), págs. 512-518; Silverio de Santa Teresa (OCD), Historia del Carmen descalzo en España, Portugal y América, t. XI, Burgos, El Monte Carmelo, 1943, págs. 396-443; t. XII, 1944, págs. 657-659; Apéndice VI: Carta del Nuncio Alamani sobre la prisión del P. Pablo en la Alambra: 7.XI.1733, págs. 875-876; T. Egido López, “La represión borbónica del siglo xviii español (En torno al misterio de la muerte del P. Pablo de la Concepción (1734)”, en Monte Carmelo, 76 (1968), págs. 449-459; A. de la V. del Carmen, “Pablo de la Concepción”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia eclesiástica de España, t. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, pág. 1857.
José Vicente Rodríguez, OCD