Palafox y Croy, Antonio. Madrid, 10.VI.1740 – Cuenca, 9.XII.1802. Arcediano, obispo, ilustrado, benefactor.
Grande de España y con plena conciencia de ello, su trayectoria y su destino, empero, se ritmaron con las pausas más acordes al espíritu ilustrado, proyectado obsesivamente a la utilidad y el rendimiento. El valor y la consideración del clero, como el de cualquier otro estamento, habrían de medirse, en su dimensión temporal, por su aportación al bien común y al progreso material y social de la España de las reformas, con cuyo talante sintonizó sin reservas este personaje, paradigma y arquetipo, en todas las facetas de su rica existencia, de aquélla. Educado en los mejores centros de la capital de la Monarquía, estudió Filosofía en la Universidad de Valencia, en la que se graduó bachiller y maestro en Artes, licenciándose en Teología y Sagrados Cánones en Roma, donde, bajo la orientación de su tío, el cardenal de Gante, se consagró al estudio de las lenguas orientales y modernas, perfeccionándolas mediante los viajes realizados por Italia y Francia. En las postrimerías de diciembre de 1762, el flamante Carlos III le otorgó el cargo más pingüe de la sede conquense y un trienio más tarde le concedió una de las canonjías de su Cabildo catedralicio. Cubriendo el vacío dejado en tal faceta por su obispo, monseñor Solano —de carácter en extremo bondadoso y apacible— y con total coordinación con los planes y proyectos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Cuenca, de la que fue su más dinámico e infatigable integrante, el arcediano Palafox consagró gran parte de sus energías a la promoción de las clases menesterosas del obispado. Según el guión más clásico de los gobernantes ilustrados, fomentó, con sus propios caudales, fábricas, escuelas y centros asistenciales y hospitalarios, en cuyo funcionamiento introdujo, con la ayuda de operarios y maestros extranjeros, técnicas e innovaciones muy positivas para su buena andadura, todo ello sin personalismo ni pretensiones protagonistas. Preconizado obispo en octubre de 1800, en enero siguiente tomó posesión de la mitra, en cuyo gobierno continuó el modelo seguido durante su actuación canonical, con una mayor atención, desde luego, al cultivo de las parcelas estrictamente eclesiales, como, por ejemplo, la preparación de los futuros sacerdotes y la revitalización de las parroquias y el reordenamiento administrativo de la diócesis, bien que el exacto conocimiento de los problemas de la sede no bastara para compensar la brevedad de su gobierno. Antes y durante éste fue acusado en varias ocasiones de favoritismo y autoritarismo, así como de tendencias jansenizantes por su estrecha relación con los círculos culturales y eclesiásticos madrileños favorables a dichas corrientes; ataques respondidos siempre con buen humor, incluso cuando, sin mayores consecuencias, fue llevado ante la ya agonizante Inquisición.
Bibl.: T. Muñoz Soliva, Noticias de todos los Ilmos. Señores Obispos que han regido la diócesis de Cuenca, aumentadas con los sucesos más notables acaecidos en sus pontificados y con muchas curiosidades referentes a la Santa Iglesia catedral y su cabildo y a esta ciudad y su provincia, Cuenca, Imprenta de Francisco Gómez e Hijo, 1860; P. Demerson, María Francisca de Sales y Portocarrero, condesa de Montijo, una figura de la Ilustración, Madrid, Taurus, 1975; J. M. Cuenca Toribio, Aproximación a la historia de la Iglesia española contemporánea, Madrid, Rial, 1979; Sociología del episcopado español e hispanoamericano (1789-1985), Madrid, Pegaso, 1986; H. Priego Sánchez- Morate y J. A. Silva Herranz, Diccionario de personajes conquenses (nacidos antes del año 1900), Cuenca, Diputación Provincial, 2002.
José Manuel Cuenca Toribio