Ramírez de Orozco, Juan. España, 1765 – 1851 post. Teniente general, presidente de la Audiencia de Quito, gobernador.
“Probablemente de origen extremeño” (Gran Enciclopedia de España, 2003). En 1778 se enroló como cadete en el Regimiento de Infantería de Extremadura (tenía, por lo tanto, trece años) y obtuvo el bautismo de fuego en el bloqueo de Gibraltar. Ya en 1782, a los diecisiete años, pasó a las islas de Santo Domingo y de Cuba, con la expedición que dirigió Bernardo de Gálvez, que pretendía tomar por asalto la isla inglesa de Jamaica, pero, firmada la paz con Inglaterra, su regimiento se dirigió, en 1784, hacia Lima, en el Perú, para reforzar las guarniciones en el virreinato, no para “reprimir la sublevación de Túpac Amaru”, según dicen algunas Historias, pues esta sublevación ya había sido terriblemente vencida en 1781. Es más posible la suposición de Aranzaes (1915) de que llegó en 1784 a La Paz (hoy, Bolivia) para servir un cargo cívico-militar en Charcas.
Estas otras Historias ignoran que en 1794 se encontraba de nuevo en España, luchando contra los franceses en la Guerra de la Convención (1793-1795).
Finalizada la guerra franco-española, volvió otra vez al Perú, pues consta su nombramiento, el 10 de septiembre de 1797, de gobernador, político y militar, de la provincia de Huarochirí, (Magdaleno, Títulos de Indias, 1954). Permaneció allí hasta 1809, en que, siendo ya coronel del Ejército español (tenía cuarenta y cuatro años) se produjo la sublevación del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca y La Paz, en el Alto Perú. Ante ello, el virrey José Fernando Abascal y Souza (1743-1821) lo envió allí, en calidad de segundo del brigadier Juan Manuel de Goyeneche.
Vencedor en la batalla de Chacaltaya, quedó el coronel Ramírez de guarnición en La Paz, al mando de unos quinientos soldados. Y, además recibió el cargo de intendente de La Paz al año siguiente (10 de noviembre de 1810).
En 1810 el virrey Abascal le envió algunos refuerzos.
Pero sobrevenido el primer levantamiento (10 de mayo de 1810) de Buenos Aires, el virrey organiza en Zepita un fuerte ejército, dos mil hombres, al mando de Goyeneche y de Ramírez. Éste, habiendo ocupado ya Viecha, tuvo que desviarse, pues sublevada la provincia de Cochabamba, marchó a tomar la villa de Oruro. El historiador boliviano J. M. Barnadas dice que se retiró por su derrota ante fuerzas rioplatenses en Aroma, batalla que otros historiadores (que fijan el día 14 de noviembre de 1810, que no dice Barnadas) aseguran que no fue derrota. Como segundo de Goyeneche, contribuyó a la victoria de Guaqui, el 20 de junio de 1811, donde su ala luchó, en el campo llamado de Jesús de Machaca, contra los jefes sublevados Viamonte y Díaz Vélez. La victoria de Guaqui (que Barnadas no menciona) le valió el ascenso a brigadier. Incansable, el 13 de agosto siguiente derrota de nuevo a Díaz Vélez en Sipesipe. Ramírez de Orozco fue nombrado presidente de la Audiencia de Charcas y destrozó en Huata un numeroso grupo guerrillero.
El 22 de mayo de 1813 dejó Goyeneche el mando del ejército del Alto Perú, que pasó al brigadier Ramírez.
Éste, en pocos meses de mando, contuvo deserciones, restableció la disciplina y reorganizó las tropas.
El mismo año le sucedió Joaquín de la Pezuela (1761-1830) al frente del ejército del Alto Perú. Bajo el mando de Pezuela se obtuvieron las victorias de Vilcapugio, 27 de septiembre de 1813, y de Viluma, 29 de noviembre siguiente. Por la primera victoria, Ramírez de Orozco fue ascendido a mariscal de campo.
Continuó su campaña y entró en territorio argentino y ocupó la importante plaza de Jujuy (27 de mayo de 1814). Cambiados los planes, por crecer la guerrilla en el Alto Perú, abandonó la actual Argentina para volver a ocupar la actual Bolivia (Barnadas dice que su incursión por Jujuy y Salta fue “otra vez con resultado adverso”).
Ante el primer levantamiento del actual Perú, la revolución del Cuzco el 3 de agosto de 1814, dirigida por los hermanos José, Vicente y Mariano Angulo y por el cacique Mateo García Pumacagua, Ramírez fue nombrado comandante en jefe de la expedición organizada, con el primer Regimiento del Cuzco, para abortar el alzamiento. Salió de Oruro el 24 de octubre de 1814 y el 2 de noviembre obtuvo en La Paz una nueva victoria, venciendo a Pinela y al cura Ildefonso Muñecas. Reconquistó la ciudad, pasó el río Desaguadero, reconquistó Puno y Arequipa, donde fusiló a varios comprometidos de distinción. Salió de Arequipa el 11 de febrero de 1815; rechazó los mensajes del cacique Pumacagua, a quien derrotó totalmente en Pucará el 8 de marzo siguiente (Barnadas dice que lo derrotó el 11 de marzo en Umachiri) y apresó al cacique en Maranqani. Esta victoria trajo consigo la crueldad con los vencidos, en la falsa idea de dar un gran escarmiento. Así, fusiló al cabecilla Melgar y el 17 de marzo hizo ahorcar a Pumacagua en la plaza de Sicuani (el poeta Hereda Vicuña hizo de esto un canto épico en octavas reales). El 25 de marzo conquistó el Cuzco. Y el 29 de marzo fueron fusilados los hermanos Vicente y Mariano Angulo junto con otros jefes de la insurrección.
Ramírez, cubiertos los objetivos, regresó al Alto Perú, dejando por presidente interino de la Audiencia del Cuzco al coronel Bernedo. En el Alto Perú reforzó a Joaquín de la Pezuela y participó en la victoria de Sipesipe, el 28 de noviembre de 1815, sobre los argentinos, con lo que se puso fin a su tercera invasión del Alto Perú, además de suponerle a Ramírez el ascenso a teniente general por méritos de guerra.
Después de la batalla, Ramírez fue enviado por Pezuela a Chuquisaca para restablecer la administración.
Dice Ramón Ezquerra (1979) de Ramírez: “Fue uno de los temibles y capaces enemigos de la independencia, por su valor, actividad y osadía, pero calificado de duro y cruel. Tenía enfrente la aversión, por otra parte, del grupo liberal llamado más tarde de los ayacuchos”.
Al ser nombrado Joaquín de la Pezuela virrey del Perú, en 1816, Abascal y Sousa le ordenó que entregara el mando del Ejército del Alto Perú a Ramírez hasta la llegada del nuevo general en jefe designado, Sánchez Salvador, quien no apareció finalmente, siendo nombrado en su lugar José de la Serna e Hinojosa (1770-1832). Ramírez, activo e incansable, logró dar muerte al valiente jefe Padilla y que se retirara otro de los jefes insurgentes: José Rondeau (1773-1844).
Entonces, Ramírez fue nombrado, el 7 de octubre de 1815, gobernador de la Audiencia de Quito (hoy, Ecuador), de la que tomó posesión al año siguiente.
Contrastó allí su dureza y severidad con la moderación de su antecesor Toribio Montes.
En 1818 se preparó una insurrección separatista con una matanza de españoles, que no llegó a ocurrir porque el plan fue denunciado por alguien. En cambio, se dice (no está contrastado) que Ramírez preparó un atentado contra el ideólogo separatista, doctor Ante, quien sólo resultó herido, pero fue desterrado a Ceuta. También deportó a España al marqués de Selva Alegre y a otros destacados patriotas emancipadores. Fue sucedido en Quito por Aymerich y Ramírez volvió, una vez más, al Perú, nombrado sucesor del general en jefe La Serna e Hinojosa.
Ramírez se hizo cargo del ejército al Alto Perú en Tupiza el 15 de febrero de 1820. Era un ejército fuerte, de más de ses mil hombres, Aunque en los frentes no había ya tropas organizadas que combatir, no cesaban las agresiones y maniobras de los guerrilleros que inquietaban las provincias del Alto Perú y las tropas realistas, por más que los perseguían, no conseguían extinguirlos. Planeó e intentó otra incursión más en tierras argentinas; dispuso una avanzadilla, mandada por José de Canterac (1778-1850) que marchó el 22 de mayo hacia Salta, El 24 de mayo acampó todo el ejército a la vista de Jujuy, pasaron a Salta enseguida, y aun rebasándola bastante. En el curso de estos movimientos, así como en su regreso a Tupiza el 30 de junio hubo muchas lances de armas con los “gauchos” argentinos y otros tipos de partidas volantes que molestaban constantemente al Ejército realista (Barnadas menciona otro triunfo rioplatense en La Rinconada, el 11 de noviembre de 1820). Avanzado el año 1820 y el sesgo de la lucha independentista había consumido años de guerra y creaba cada vez más incertidumbres.
Ante la inmediata invasión del caudillo emancipador José de San Martín (1778-1850), estableció Ramírez su cuartel general en Puno, en el sur del Perú, y luego en la cercana Arequipa, también en el sur del Perú, próxima a Puno, permaneciendo en Tupiza una división en vanguardia al mando del brigadier Olañeta.
Por entonces ocurrió en Oruro el fusilamiento del capitán Pedro de Nordenflych, acusado de un plan revolucionario, por parte del comandante del batallón “Centro” Baldomero Espartero (futuro regente de España), ejecución realizada sin formalismo legal ni consulta al general en jefe, quien tan pronto como recibió la noticia de otras sentencias de muerte, las conmutó todas, ordenando Ramírez a Espartero se comportase con más circunspección. Espartero y otros jefes y oficiales guardaron pocos miramientos a Ramírez que, son sobrada razón, se hallaba muy disgustado con la situación.
Desde Puno, Ramírez, el 1 de enero de 1821, por intermedio del ministro de la Guerra, había comunicado al Rey su versión de la situación en el virreinato del Perú, por completo alterado y dispuesta su población a la lucha hasta conseguir el objetivo de su emancipación. En términos enérgicos presagiaba la pérdida del Perú, salvo que se enviase desde la metrópoli una poderosa escuadra y muchas tropas y auxilios, cosa que pensaba que no se iba a poder producir; por el contrario, declaraba axiomáticas dos cosas: la voluntad del Alto y Bajo Perú de su independencia, así como la gran falta; primero, de un poderoso ejército realista y, segundo, de una potente escuadra. Una muy correcta y leal visión de la situación, calificada por el historiador boliviano J. M. Barnadas de “oscuro panorama”.
Un nuevo disgusto proporcionó a Ramírez la destitución del virrey Pezuela. El nuevo virrey La Serna y Martínez de Hinojosa envió a Ramírez, como su jefe de Estado Mayor al coronel Valdés, lo que le molestó, porque tenía al brigadier Olañeta. Y a principios del año 1822, pedido el relevo, con el permiso del virrey, el teniente general Ramírez de Orozco se embarcaba rumbo a España. Dejaba atrás muchos años en América y, cosa increíble, un rosario de victorias y ascensos por méritos de guerra y ninguna derrota (pese a discrepancias de historiadores americanos) en su defensa de España frente a la independencia de los virreinatos españoles.
Había casado con Josefa Sierra, hija del contador mayor del Tribunal de Cuentas Juan de la Sierra. Recibió las grandes cruces de San Hermenegildo y de Isabel la Católica. Vuelto a España se pierde su pista y se asegura que por el año 1851 aún vivía. Se le califica de “uno de los más temibles combatientes contra la independencia americana” (Gran Enciclopedia de España, 2003).
Bibl.: N. Aranzaes, Diccionario Histórico del Departamento de La Paz [...], La Paz, Casa Editora Talleres Gráficos “La Prensa”, 1915, págs. 517-631; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana [...], vol. XLIX, Madrid, Espasa Calpe, 1923, págs. 519-520; M. de Mendiburu, Diccionario Histórico-Biográfico del Perú [...], vol. IX, Lima, Librería e Imprenta Gil, 1934 (2.ª ed.), págs. 294-314; R. Magdaleno et al., Títulos de Indias, Valladolid, Archivo General de Simancas, 1954 (Catálogo XX del Archivo), págs. 497, 559, 633; A. Crespo et al., La vida cotidiana en La Paz durante la Guerra de la Independencia, La Paz, Bolivia, Universidad Boliviana, Universidad Mayor de San Andrés, 1975, págs. 73, 85, 87, 93, 96, 131, 161; VV. AA., Diccionario Histórico y Biográfico del Perú, Siglos xv-xx, vol. VII, Lima, Perú, Ed. Milla Batres, 1986, págs. 354-355; J. M. Barnadas, “Ramírez (de) Orozco, Juan”, en VV. AA., Diccionario Histórico de Bolivia, vol. II, Sucre, Grupo de Estudios Históricos, 2002, págs. 673-674; VV. AA., Gran Enciclopedia de España, vol. XVIII, Zaragoza, Enciclopedia de España, 2003, pág. 8604.
Fernando Rodríguez de la Torre