Izquierdo Palacios, Enrique. Oviedo (Asturias), 17.II.1890 – Santander (Cantabria), 23.XII.1936. Religioso dominico (OP), sacerdote, mártir, beato.
Su infancia se desarrolló en un ambiente cristiano y, al morir su hermano, seminarista, ingresó él en el seminario, pero pronto decidió pasar a la Orden de los dominicos. Tomó el hábito en Padrón (Coruña) en 1906 y allí hizo su profesión. Pasó luego a Corias, y estudió Ciencias y Filosofía. Desde 1910 estudió Teología en Salamanca, donde fue ordenado sacerdote en 1914. Enseñó en las Escuelas Apostólicas de la Orden: Corias, Navelgas y las Caldas de Besaya.
Fue superior del convento de Las Caldas y director de la Escuela Apostólica. Fue un religioso ejemplar, destacando en la atención a los jóvenes aspirantes.
Cuando arreció la persecución religiosa en julio de 1936, Enrique Palacios, como superior, sugirió a los padres que se marcharan, quedando él con los colegiales.
Se opusieron a ello y decidieron seguir todos la misma suerte. Los religiosos dominicos se iban librando de los ataques de los milicianos, pero, ante el recrudecimiento de lo que ocurría fuera del santuario y, a pesar de la promesa de defenderles por parte del Comité de Los Corrales, los padres decidieron prepararse para lo que viniera, con un curso de ejercicios espirituales del 12 al 22 de diciembre, dirigido por uno de ellos, el padre Enrique Cañal. Pero el 22 de diciembre, hacia las cinco de la tarde, llegaron unos milicianos de Santander, desconocidos en Las Caldas, y apresaron a cinco padres: Enrique Izquierdo, Enrique Cañal, Manuel Gutiérrez, Eliseo Miguel y Miguel Rodríguez y cuatro hermanos cooperadores: Bernardino Izurzun, Eleuterio Marne, Pedro Luis y José María García Tabar. Por la noche se los llevaron a la checa Neila, de Santander. Con los veinticinco niños que había en ese momento, se quedó el hermano Florián Luis Cereceda, cocinero. En la madrugada del día 23 de diciembre de 1936, fueron sacados de la checa y llevados en un coche hacia la bahía de Santander.
Murieron ahogados tras ser arrojados al mar, maniatados y con un peso. El padre Enrique Palacios tenía cuarenta y seis años.
Enrique Cañal Gómez —Corias, Cangas del Narcea (Asturias), 20.III.1869—, de sesenta y siete años.
Se relacionó desde niño con el convento dominicano de su pueblo, donde ingresó, profesando en 1885. En 1889 pasó a Las Caldas de Besaya, y allí se ordenó sacerdote en 1891. En 1896 fue a Santillana del Mar como capellán de las dominicas hasta 1909, aunque en 1905 volvió a Las Caldas, donde fue director de la escuela apostólica y subprior, haciendo las veces de prior durante 1906. En 1909 lo destinaron al colegio de Segovia y en 1911 a Valladolid, donde fue subprior. Trasladado al convento del Olivar (Madrid), realizó una labor extraordinaria desde 1915 a 1928, en que fue enviado a Las Caldas de Besaya como director espiritual de la escuela apostólica. Tenía fama de santo.
José Manuel Julián Mauro Gutiérrez Ceballos —Torrelavega (Cantabria), 4.II.1876—, de sesenta años.
Muy pronto huérfano de padre, vivió con su madre en Riocorvo y Las Caldas de Besaya. Acogido por los frailes, descubrió su vocación religiosa. Allí estudió e hizo el noviciado. Profesó en Padrón (La Coruña) en 1892. Estudió Filosofía en Corias y Teología en Salamanca.
Recibió el presbiterado en 1899. A partir de 1900 fue misionero por diferentes pueblos. En 1913 pasó al Perú para ser misionero en el Amazonas, pero, ante el éxito de sus predicaciones, lo retuvieron en Lima. Estuvo allí hasta 1917 y, al regresar, pasó a Las Caldas de Besaya. En 1923 fue al convento del Olivar (Madrid) y en 1924 fue como superior a Pamplona y recibió el título de predicador general. En 1926 pasó al convento de Atocha (Madrid), y en 1927 le encargaron la cátedra de Elocuencia Sagrada en Salamanca. En 1932 fue a Valladolid y al año siguiente a Palencia.
En marzo de 1936 lo trasladaron a Las Caldas de Besaya.
Eliseo Miguel Largo —Pajares de la Lampreana (Zamora), 28.VIII.1889—, de cuarenta y siete años.
Estudió en la escuela apostólica de Las Caldas de Besaya y profesó en 1908. Estudió Filosofía en Corias y Teología en Salamanca. Enseñó en los colegios de Vergara (Guipúzcoa), La Felguera (Asturias) y en Las Caldas de Besaya. Fue un religioso observante, muy mortificado y espiritual.
Miguel Rodríguez González —Piñera de Abajo, Lena (Asturias), 10.VI.1892—, cuarenta y cuatro años. Ingresó en la escuela apostólica de Corias y profesó en 1909. Estudió Filosofía y en 1913 comenzó la Teología en Salamanca, siendo ordenado sacerdote en 1916. Pasó un año en Las Caldas de Besaya y después fue a Corias como profesor de la escuela apostólica.
En 1922 fue de nuevo a Las Caldas. De 1926 a 1928 estuvo en Vergara (Guipúzcoa) y, a continuación, en el colegio de Ciaño-Santa Ana (Langreo, Asturias).
En 1930 y 1931 vivió en Navelgas (Asturias) y después en Las Caldas de Besaya. Era un religioso magnífico, querido y admirado por cuantos le conocieron y trataron.
Bernardino Irurzun Otermín —Eguiarreta (Navarra), 17.V.1903—, de treinta y tres años. Pidió ser admitido en el convento de Corias como hermano cooperador. Hizo allí su noviciado y en Salamanca, donde profesó en 1931. En 1933 fue destinado a Las Caldas. Religioso ejemplar, sobresalía por su bondad y obediencia; muy humilde y afectuoso, y muy devoto del Santísimo Sacramento. Trabajaba en la huerta con interés y perfección.
Eleuterio Marne Mansilla —Gusendos de los Oteros (León), 17.II.1909—, veintisiete años. Desde los catorce años se dedicó al campo. En 1931, tras unas misiones predicadas por los redentoristas, se sintió llamado a la vida religiosa y comenzó su noviciado como hermano cooperador en el convento de San Esteban de Salamanca. Profesó en 1933 y lo destinaron a Las Caldas de Besaya. Fue ejemplar, muy devoto de la Santísima Virgen, estimado por todos como excelente hermano, piadoso, respetuoso y trabajador. Su ocupación fundamental fue la cocina.
Pedro Luis Luis —Monsagro (Salamanca), 11.IX.1915—, veinte años. Huérfano de madre a los tres años, se educó con su abuela paterna, mostrando pronto gran inclinación a lo religioso. En 1928 ingresó en la escuela apostólica de Las Caldas y en 1931 pasó a la de Corias, pero, por enfermedad, volvió al pueblo y ayudó a su padre en el pastoreo. Solía acercarse al santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia (Salamanca) a conversar con los frailes dominicos y decidió pedir el ingreso como hermano cooperador, y en 1934 profesó en Salamanca. Buen religioso, prestó servicios en la ropería. En 1935 lo destinaron a Las Caldas de Besaya y continuó allí su vida ejemplar.
José María García Tabar —Lumbier (Navarra), 10.XII.1918—, dieciocho años recién cumplidos.
Huérfano de padre, su madre se puso a servir en San Sebastián, y en 1925 lo llevó a la casa de beneficencia de Vergara (Guipúzcoa), llevada por las Hijas de la Caridad. Allí recibió una buena formación religiosa y fue a la escuela y al colegio de los dominicos. Decidió pedir el ingreso en la Orden como hermano cooperador. Hizo el noviciado en Salamanca y profesó en 1936. Lo destinaron a Las Caldas de Besaya. Como portero, tuvo que abrir muchas veces las puertas del convento a los perseguidores que llegaban a saquearlo, abriéndola por última vez a los milicianos que les llevaron a la checa Neila de Santander y luego los arrojaron al mar.
Estos nueve religiosos dominicos, cinco padres y cuatro hermanos cooperadores, fueron beatificados en Roma el 28 de octubre de 2007.
Bibl.: L. Alonso Getino, Los Mártires Dominicos de la cruzada española, Salamanca, Avelino Ortega, 1950, págs. 353 y ss.; Á. del Cura, 9 Dominicos mártires de Las Caldas, 1936, Las Caldas de Besaya, 2007; M.ª E. González Rodríguez (ed.), Quiénes son y de dónde vienen. 498 mártires del siglo xx en España, Madrid, Conferencia Episcopal Española, Edice, 2007, págs. 303-309; Hablar hoy de martirio y de santidad, Madrid, Conferencia Episcopal Española, Edice, 2007, págs. 145-206; Confer, “28 de octubre de 2007. Beatificación de 462 Religiosos y Religiosas Mártires de España, ‘Vosotros sois la luz del mundo’”, en Folletos Con Él. Testimonio y Testigos, n.º 282 (octubre de 2007); J. A. Martínez Puche (coord.), Mártires Dominicos españoles.1936, Madrid, Edibesa, 2007, págs. 159-169.
María Encarnación González Rodríguez