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Antonio Sarmiento y Rendón

Biografía

Sarmiento y Rendón, Antonio. ?, c. 1516 – Cuzco (Perú), c. 1595. Mercedario (OdeM), teólogo, predicador, misionero y apóstol del Arauco y del Cuzco.

Estamos ante una figura señera —a veces confundido con otro mercedario homónimo, pero no exactamente contemporáneo—, sobre quien se ignora el lugar y la fecha de su nacimiento en España, que pasa a América a sus treinta años, en 1546, con el visitador P. Francisco de las Cuevas, entre veinte mercedarios. Después de residir en Panamá y en el Cuzco un tiempo, llega a Chile en 1551.

Tirso, en su Historia habla de él con elogio. Abandona el Cuzco por Chile, llevado por el afán evangelizador.

“Hallose en el apretado cerco del fuerte de Arauco, tan memorable en todas las historias, y con razón, pues padecieron los sitiados quantas penurias y calamidades los más porfiados que celebra el mundo”. Los españoles eran pocos contra multitudes, y muchos perdieron su vida. La solicitud de nuestro mercedario acudía a llevar consuelo a los sufrientes; “enterraba a los difuntos; sacramentaba a los agonizantes, e intercedía, sin cesar, por los que estaban vivos. Quedaron pocos de estos, pero confesando todos que Fray Antonio, solamente, después de Dios, había sido en apoyo de sus vidas. Hallose también en la fundación de Angol, frontera de los indómitos [...]”.

Él mismo confiesa, en carta del 27 de febrero de 1573, “que había gastado 27 años en las Indias”.

Guillermo Vázquez —con certero sentido crítico— insiste en que no se debe identificar con el padre presentado Antonio Rendón, que vino al mundo a finales del siglo xv, ingresa en la Merced y profesa en el convento de Jerez de la Frontera (Cádiz), edita libros en 1521 y es comendador de Burgos en 1534.

El nuestro tenía casi sesenta años en 1575, viejo y enfermo, según declara el gobernador de Chile Martín Ruiz de Gamboa, pero “le vivía aún en Jerez su anciana madre, para quien pide una limosna al Rey” (P. Gazulla, 1916). Le edad del otro —que acaso fuese tío suyo— tenía que ser mayor. Este de quien tratamos firma siempre como fray Antonio Sarmiento y Rendón, aunque haya sido más conocido por el segundo apellido, y así consta en esta biografía, por dos evidentes razones: primero, para ser fiel a su propia firma; y segundo para no identificarlo con fray Antonio Rendón, también con presencia en Chile.

El P. Sarmiento Rendón fue un mercedario que lo mismo predicaba ante la alta sociedad colonial, que atendía a los más desamparados, o enseñaba los rudimentos del cristianismo a los niños nativos; participaba, como buen samaritano curando heridas, del cuerpo y del espíritu, en las rudas contiendas, y sabía montar a caballo y estar con su gente en los momentos de peligro extremo. Es “el primero que organizó el culto solemne en las ciudades del Surcon canto llano y figurado, o de órgano, y dio seriedad a las casas de su Orden, estableciendo en ellas la clausura y recogimiento, imposibles a causa de las continuas guerras, hasta que él fue provincial en 1573” (G. Vázquez, 1932). Se le ve en el fuertecillo de Purén, cuando a cierta distancia corta, cerca de Tucapel, fallecía el heroico Valdivia con quienes le defendían; más tarde aparece en la Imperial; luego, después de un año, va a Villa Rica —donde sería el único sacerdote que allí quiso vivir—; y, más tarde, está en Cañete, mientras no fue arrasada la ciudad, y llega al fuerte de Arauco, “en donde quedó con noventa defensores para soportar aquellos dos cercos que inmortalizaron el nombre de esa región, y salir después con los sobrevivientes hacia la ciudad de Angol [...]” (P. Gazulla, 1916).

No es nada fácil seguir los pasos de este eximio apóstol de Arauco, y los testigos que le trataron y testifican sobre él afirman que no hubo en todo Chile, en aquella hora de encontronazos entre españoles y nativos, otro sacerdote que se le pareciera. El mismo mariscal Martín Ruiz de Gamboa certifica: “Este testigo ha visto que en las partes que se ha hallado el dicho Fr. Antonio Rendón, ha servido y vivido como muy buen sacerdote, que por tal lo tiene este testigo y en tal reputación es sabido y tenido en este reino, e merece que Su Majestad le haga crecidas mercedes, porque de ordinario lo más del tiempo después queste testigo le conoce, desde el 1551, le ha visto residir en fronteras y pueblos de mucha guerra e necesidades, padeciendo excesivos trabajos, mostrando buen pecho e animando a los soldados porque procurasen fuese en aumento la santa fe católica, lo cual ha fecho el dicho fray Antonio Rendón de condición e manera que en este reino no conoce este testigo ninguno que lo haya fecho tan bien como él”.

Recién llegado a Chile, se fue el P. Sarmiento Rendón al Sur, acompañando a Valdivia, que por vez primera exploraba aquellas regiones, levantando castillos y ciudades; y en ellas ofrecía solares para fundar conventos de la Merced, si bien no era posible vivir en ellos entonces. Él fijará su residencia en la Imperial.

Según la información de 1575, leemos en Cristóbal Varela que “había tiempo de 22 años, poco más o menos, queste testigo vido que el dicho Fray Antonio Sarmiento Rendón —así le denomina Varela— llegó a la ciudad Imperial, estando en ella este testigo, y en aquel tiempo no había en aquella ciudad ni en todo este reino otra Orden fundada más que la de Nuestra Señora de las Mercedes, y vido este testigo quel dicho Fray Antonio Sarmiento Rendón se ocupaba en administrar los Sacramentos a españoles y naturales, en lo cual tuvo gran cuidado, e algunas veces servía el oficio de cura en la dicha ciudad, en lo cual hizo gran servicio a Nuestra Señora, porque bautizaba a los indios infieles y los doctrinaba y enseñaba las cosas de nuestra santa fe”. Esta presencia de mercedarios, como Sarmiento Rendón, junto a conquistadores es casi propia en exclusiva de la orden mercedaria. Pero estos frailes más que capellanes de conquistadores, eran auténticos evangelizadores, y evitaban males mayores en las mismas guerras, iluminando con su doctrina, no sólo a los nativos, sino asimismo a los soldados y jefes españoles. También informaban al Rey del estado de aquellas partes, tan alejadas de España, indicando, cuando así procedía, los abusos existentes, con el fin de que se lograse poner remedio eficaz.

En la ciudad llamada la Imperial, entonces no había oro ni plata, si no la sacaban los nativos, y la pobreza se hacía sentir. Para colmo, los naturales se alzaron y dieron muerte a Pedro de Valdivia.

Cundió el desánimo, pero el mercedario Rendón estaba en todas partes, animando y colaborando, incluso comprando caballos —que valía 1000 pesos de oro cada uno—, y ayudaba a todos. Se fueron recuperando gracias a la compañía eficiente del mercedario fray Antonio Sarmiento y Rendón.

Tras la muerte de Valdivia, en Tucapel, y el desastre de Villagra en Marigüeñu —sucedidos el 25 de diciembre de 1553 y el 26 de diciembre de febrero de 1554— los pocos defensores de la Imperial, hubieran sucumbido sin la ayuda de María, a través del mercedario, que mandó hacer la retirada. Ercilla habla de la presencia de la Virgen blanca, en bellos versos de su Araucana. El hecho sorprendente sucedió el 23 de abril de 1554.

Entre los indios sobrevino una enorme peste y hambruna, y el P. Rendón hacía limosnas a los naturales, y los salvó de perecer totalmente. Edificó, además, un convento de la Merced, donde administraba los sacramentos, tanto a españoles como a naturales cristianizados, y les enseñaba la doctrina. Fue el primero en celebrar los oficios religiosos cantados, en Pascua, sobre todo. Esto declaran testigos presenciales en 1571. También en Cañete sirvió de alivio y consuelo, material y espiritual, con gran peligro de su vida. Tuvieron los españoles que despoblarla en 1563, y se retiraron al fuerte de Arauco. Un centenar de valientes tuvo que soportar un par de cercos, con inmenso esfuerzo. Hasta el párroco los abandonó. Lo sustituye el P. Sarmiento Rendón, con éxito. Fue a Concepción a buscar refuerzos, con gran agilidad. Los mercedarios, con todo, no recibieron ayuda alguna. Se solicita vino y aceite, en 1571 y 1575 a su Majestad. Vista la capacidad del P. Sarmiento Rendón, le nombran provincial en 1572; fue muy eficaz esta determinación. En el capítulo de 1576 le sucede en el cargo el P. fray Juan de Zamora, y el P. Rendón continuó en Chile, incansable hasta 1578. Regresa al Cuzco, después de veintiocho años y lo eligen dos veces provincial. Aparece en este cargo ya en 1580. Fallece allí después de 1590, y está sepultado en la iglesia de la Merced.

 

Bibl.: P. Gazulla Galve, Los primeros Mercedarios en Chile. 1535-1600, Santiago de Chile, Imp. y Lit. La Ilustración, Moneda 873, 1916; G. Vázquez, “El Venerable Padre Antonio Rendón, † por 1595”, en La Merced, marzo de 1932, págs. 94- 98; G. Téllez, Historia de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, intr. y ed. de Fr. M. Penedo Rey, vol. II, Madrid, Provincia de la Merced de Castilla, 1974.

 

Luis Vázquez Fernández, OdeM

 

 

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