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Yusuf b. 'Abd al-Rahman al-Fihrí

Biografía

Yūsuf b. ‛Abd al-Raḥmān al-Fihrī. Qayrawān (Túnez), 691/692 – Toledo, 759. Décimo noveno y último emir de al-Andalus dependiente de Damasco.

Yūsuf b. ‛Abd al-Raḥmān b. Ḥabīb b. Abī ‛Ubayda b. ‛Uqba b. Nāfi‛ al-Fihrī era descendiente de ‛Uqba, el conquistador del norte de África y fundador de Qayrawān. Antes de que su padre participase en la invasión de Hispania, acompañando a Ḥabīb b. Abī ‛Ubayda al- Fihrī, y regresase posteriormente a Ifrīqiya, Yūsuf había nacido en Qayrawān, en 72/691-2 (puesto que tenía cincuenta y siete años en 129/746). Consta que no se llevaba bien con su progenitor, con el que se enfadó, pasando a al-Andalus en tiempos de Bišr b. Ṣafwān al-Kalbī (103-9/721-7). Parece que se estableció en Elvira, pues allí tenía grandes propiedades. La actuación de Yūsuf coincide con el último año de Abū l-Jattār [s.v.] y los tres primeros de ‛Abd al-Raḥmān b. Mu‛āwiya [s.v.], solapándose con la de al-Ṣumayl [s.v].

Era hombre principal, noble [Crónica Albeldense llega a incluirle entre los “regem ex origine Beni Umeia”], piadoso, entrado en años, respetado y sesudo; pero también débil e influenciable, puesto que nunca llegó a zafarse de la influencia y dominio de al-Ṣumayl, del que era ‘hombre de paja’. Yūsuf, apartado de la política, no se había mezclado en las luchas entre baladíes y sirios, participado ni intervenido en el levantamiento de Ṯuwāba contra Abū l-Jattār. Circunstancias que, cuando tras el fallecimiento de Ṯuwāba, los andalusíes no logran ponerse de acuerdo (pugnando, durante cuatro meses, tanto Muḍaríes como Yamāníes por imponer un gobernador suyo), hacen de Yūsuf un candidato de compromiso aceptable por ambas partes. Es de señalar que, no albergando ambiciones políticas, no se presentó ni autoproclamó. Antes bien, fue “escogido, propuesto por indicación de al-Ṣumayl” (siguiendo su política de “designar a quienes tuviesen el nombre mientras nosotros obtengamos los beneficios”) e inclusive presionado “si no aceptas serás responsable de la guerra civil”. En un contexto de “perturbación del poder omeya en Oriente, estar el califa Marwān atareadísimo con el surgimiento de la revolución ‛abbāsí y la anarquía reinante entre las gentes de al-Andalus”. Yūsuf no fue nombrado (por el califa o el gobernador de Ifrīqiya), sino elegido: “ab omni senatu palatii mirifice adclamatur in regno”, proclamación influida por el que fuese “senior eṭ longevus”. Un hombre gris, de transición, que concite “unanimidad de aceptación y obediencia”. Y que dé paso al establecimiento de una solución de compromiso: “repartir el mando entre Muḍaríes y Yamāníes, turnándose cada partido en el mando al cabo de un año”. Yūsuf inicia el primer turno, mientras Ibn Ḥurayṯ, candidato del partido Ŷuḏāmí/Yamāní, obtiene la concesión de la provincia de Reyo.

Todo parecía solucionado cuando al-Ṣumayl, habiendo reforzado su posición, logra la artera destitución de Ibn Ḥurayṯ. Éste, ante tamaño incumplimiento del acuerdo, se alía con Abū l-Jaṭṭār, para conseguir por las armas que la hegemonía vuelva a los Yamāníes. Yūsuf, en un vano intento por evitar el enfrentamiento se retira en su morada. Pero las posiciones se han radicalizado y “cada uno se apartaba de su vecino, para unirse a su clan propio. Esta fue la primera guerra que hubo en el Islam entre estos partidos [Yamān y Muḍar], pues nunca antes se había luchado por este motivo. Tal fue la gran contienda que hizo temer se perdiera el Islam en al-Andalus; siendo de un encarnizamiento tal como no se había visto otro igual en Oriente ni Occidente”. El choque tuvo lugar en Secunda y la lucha fue larga y enconada, permaneciendo muy igualada durante toda la jornada. Al atardecer, viendo que los Yamāníes estaban consiguiendo una ligera ventaja, al-Ṣumayl recurrió a “las gentes del zoco de Córdoba”. La intervención de estos “cuatrocientos hombres, armados de palos, chuzos y cuchillos de carnicero”, atacando a unas tropas agotadas de cansancio, decidió la batalla, con numerosas bajas de Yamāníes y muerte de sus jefes. Al-Ṣumayl, instigador y verdadero responsable del enfrentamiento, donde capitanea a los Muḍaríes, aprovechó su victoria para ejecutar a setenta prisioneros. Y estaba decidido a continuar aquella carnicería, de no haberse resueltamente interpuesto Abū ‛Aṭā’, jefe de los Gatafān.

“Tras el encuentro de Secunda (130/747), Yūsuf gobernó con el asentimiento de las tropas de Muḍar, Yamān y Siria, siguiéndole la gente de al-Andalus”. El gobernador ha regresado a su residencia oficial, pero quien manda es al-Ṣumayl, “cuyo poder creció y ejercía realmente el gobierno, mientras los demás sólo tenían el nombre. Situación que empezó a pesarle al gobernador que se inquietó y concibió recelos, decidiendo alejar a al-Ṣumayl, confiriéndole parte de su poder. Así que, el año 132/749, le dio el gobierno de Zaragoza y su territorio”. La incorporación de al-Ṣumayl a su jurisdicción coincidió con el inicio de una hambruna generalizada que duró varios años. A las desastrosas consecuencias de aquella calamidad vino a sumarse el que los manejos de al-Ṣumayl por lavar su agravio habían provocado que todos los recursos se hubiesen volcado en la lucha por hacerse con el poder en Córdoba, desatendiendo las fronteras norteñas. Circunstancia aprovechada por “las gentes de Ŷillīqiya que se sublevaron contra los musulmanes, creciendo su poder hasta adueñarse de la región de Asturias. Los musulmanes de Ŷillīqiya y Astorga les combatieron mucho tiempo, hasta que ocurrió la guerra civil entre Abū l-Jattār y Ṯuwāba. Así, durante el año 133, los cristianos derrotaron y expulsaron a los musulmanes de toda Ŷillīqiya, tornáronse cristianos aquellos de fe vacilante y disminuyeron los ingresos de la tributación. De los musulmanes restantes, unos fueron muertos mientras otros huyeron tras la cordillera, hacia Astorga, Coria y Mérida”.

En fecha indeterminada, pero que debe ser posterior a la rebelión de ‛Urwa y, quizás también a la gran hambre, Yūsuf “mandó hacer un censo de la población superviviente y ordena que se borre de los registros públicos los nombres de aquellos contribuyentes cristianos victimas de tantas matanzas”. Lo cierto es que aquella “unanimidad de aceptación y obediencia” posterior a Secunda, no duró mucho, produciéndose diversos levantamientos: ‛Abd al-Raḥmān b. ‛Alqama en Narbona, ‛Urwa b. al-Walīd en Beja, ‛Amr b. Yazīd al-Azraq en Sevilla…Estando al-Ṣumayl en Zaragoza, un noble qurayší ‛Āmir al-‛Abdarī, considerándose postergado por Yūsuf, recaba un nombramiento del califa ‛abbāsí para iniciar un levantamiento en Córdoba. Pero, no sintiéndose seguro ante la perspectiva de terminar asesinado por el gobernador, huye a la zona aragonesa (de mayoría yamāní), donde se alía con otro rebelde, al-Ḥubāb al-Zuhrī. Juntos, asedian a al-Ṣumayl que, reducido a la última necesidad, solicita la ayuda de Yūsuf. Al no lograr (o no querer) éste reunir tropas, al-Ṣumayl envía una desesperada demanda de auxilio a los Qaysíes de las divisiones de Qinnasrīn y Damasco, que consiguen alistar algunos efectivos. Pese a lo reducido de su número, la llegada de esa pequeña columna de socorro (donde iban treinta clientes omeyas) basta para que los asediantes levanten el cerco. El encubierto propósito de estos clientes no era otro que sondear la posición que al-Ṣumayl adoptaría ante la llegada y establecimiento de ‛Abd al-Raḥmān b. Mu‛āwiya en al-Andalus.

En 137/755, durante la preparación de la campaña convocada por Yūsuf para reducir a los rebeldes de la zona aragonesa, los emisarios omeyas vuelven a tantear a al-Ṣumayl quien, tras una inicial promesa de apoyo, se retracta y amenaza con oponerse. Defraudadas sus esperanzas, aquéllos se quedan rezagados para preparar encubiertamente el desembarco de ‛Abd al-Raḥmān el Emigrado (y fundador de la dinastía omeya cordobesa). La llegada de Yūsuf y al-Ṣumayl ante Zaragoza hace que los rebeldes opten por entregar a sus jefes (con implícita promesa de amnistía). Pese al insistente empeño de al-Ṣumayl en que sean ejecutados, la calurosa defensa de los dos jefes de los kalbíes (y de los qurayšíes) consigue salvarles momentáneamente. Con el fin de eliminar esta oposición que estorba sus sangrientos propósitos, al-Ṣumayl envía (con fuerzas marcadamente insuficientes) a ambos jefes a reprimir un levantamiento de los vascones de Pamplona y, tan pronto como tiene noticia de su derrota y desaparición en combate, hace ejecutar a los rebeldes. Hechos que provocaron profundo malestar en las tropas y que el propio Yūsuf viese en el desembarco e inicio del triunfo de ‛Abd al-Raḥmān “el castigo divino por aquellas muertes”.

Al-Ṣumayl reacciona ante la noticia, proponiendo un ataque inmediato, suspendido por la deserción de las tropas (indignadas por aquellos procedimientos y cansadas por la campaña) a lo que viene a sumarse lo avanzado de la estación. Yūsuf, siempre siguiendo indicaciones de al-Ṣumayl (y con engañosos propósitos según Bayān) envía emisarios al Emigrado con la proposición de que “renuncie a buscar el poder, a cambio de entregarle dinero, darle a su hija en matrimonio, y establecerle al frente de las provincias ocupadas por las divisiones de Damasco y Jordán”. Oferta que es rechazada, “por engañosa y no fiable, ya que su visir y regidor de su voluntad es al-Ṣumayl, cuya palabra no es de creer”. La victoria de las tropas de ‛Abd al-Raḥmān en al-Muẓāra (a las puertas de Córdoba) vio la derrota y fuga de Yūsuf (hacia Toledo) y la de al-Ṣumayl (a Jaén), así como el saqueo de los palacios de ambos, pero guardándole cortesía a las mujeres de la familia del primero. La fecha de esta batalla: 10 ḏū l-ḥiŷŷa 138/14 mayo 756 marca el principio del emirato omeya andalusí, coincidiendo con el fin del gobierno de Yūsuf/al-Ṣumayl.

Tras su derrota, ambos trataron de rehacerse y recobrar el poder, dirigiendo ataques desde Toledo y Jaén, llegando un hijo de Yūsuf a ocupar Córdoba durante un día. Pero, a los dos meses, optaron finalmente por someterse en la vega de Granada. Según los términos del acuerdo de paz, confirmado por todos los grandes del Ejército: “reconocían la soberanía de ‛Abd al-Raḥmān, a cambio de gozar de una amnistía total y conservar sus propiedades, habiendo de residir en Córdoba y presentarse diariamente a palacio, Yūsuf entregaba como rehenes a sus hijos, que estarían en dorado cautiverio en el alcázar cordobés, hasta tanto se enderezasen los asuntos pues, cuando se aquietasen, serían puestos en libertad”. El antiguo gobernador fue inscrito en el rol del Ejército, percibiendo un estipendio.

Durante algo más de un año, el asunto parecía zanjado cuando, “grandes familias que, bajo el gobierno de Yūsuf, habían gozado de consideración y concesiones territoriales, dejaron de disfrutarlas. Por lo que le incitaron a rebelarse y volverse atrás de lo acordado, no cejando hasta que le hicieron escribir a la gente principal. Los sirios, al-Ṣumayl y los qaysíes rehusaron seguirle, por lo que se dirigió a los baladíes, a las gentes de Mérida y Fuente de Cantos, quienes sí aceptaron [secundarle]”. ‛Abd al-Raḥmān, informado de la huida de Yūsuf a Mérida, acusó a al-Ṣumayl de complicidad o, cuando menos, de encubrimiento encarcelándole. Los numerosísimos partidarios de Yūsuf son derrotados en Sevilla, por ‛Abd al-Malik al-Marwānī con tan pocos hombres que no puede perseguirles. El propio Yūsuf será muerto en Toledo por árabes cuyo propósito es “hacer que la gente descanse de su maldad, pues se ha convertido en un hombre que enciende constantes guerras”. Tan pronto ‛Abd al-Raḥmān conoció aquella muerte ejecutó al mayor de los hijos de Yūsuf (retenido como rehén), mientras al-Ṣumayl fue envenenado o estrangulado en su celda.

El gobierno de Yūsuf (siempre como títere de al-Ṣumayl, por el que estuvo siempre “totalmente dominado”) habría durado 7 años y 9 meses (para Ibn Ḥabīb), 9 años (Bayān), 9 años y 9 meses (Ḥulla, Iḥāṭa), 9 años y 11 meses (A‛māl, Ḏikr), 10 años (Fatḥ, Imāma), 11 años (Crónica Albeldense). Las fechas correctas son: rabī‛ II 129 / enero 747 a ḏū l-ḥiŷŷa 138/mayo 756.

 

Bibl.: Crónica del Moro Rasis, ed. de P. de Gayangos, Madrid, Real Academia de la Historia, 1852; E. Lafuente Alcántara (ed. y trad.), Ajbār maŷmū‘a, Madrid, Rivadeneyra, 1867; Ibn al-Aṯīr, Al-Kāmil fī l-tārīj, Leiden, E. Brill, 1871; Ibn Qutayba, Al-Imāma wa-l-siyāsa, El Cairo, Maṭba‘aṭ al-Nīl, 1904; Ibn al-Qūṭiyya, Tārīj iftitāḥ, Madrid, Tipografía de la Revista Archivos, 1926; al-Maqqarī, Nafḥ al-ṭīb, El Cairo, Ed. M. Hajji, 1949 (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas [CSIC], 1950); al-Marrākušī, Mu‘ŷib, El Cairo, 1950 (Tetuan, Editora Marroquí, 1955); Ibn ‘Iḏārī, Al-Bayān al-mugrib, Leiden, E. Brill, 1950; Ibn Sa‘īd, Al-Mugrib, El Cairo, Imp. del Gobierno, 1955; Ibn al-Abbār, Ḥulla al-Siyarā’, ed. de H. Munis, El Cairo, 1963; Ibn Ḥazm, Ŷamhara, El Cairo, 1971; R. Ximénez de Rada, Historia Arabum, ed. de J. Lozano Sánchez, Sevilla, Universidad, 1974; Ibn al-Jaṭīb, A‘māl, e Iḥāṭa, El Cairo, Maktabaṭ al-Janyi, 1975; J. E. López Pereira (ed.), Crónica Mozárabe del 754, Zaragoza, Anubar, 1980; Ḏikr bilād al-Andalus, ed. de L. Molina, Madrid, CSIC, 1983; Crónica Albeldense, Oviedo, Universidad, 1985; Ibn Jaldūn, Kitāb al-‘Ibar, Beirut, Dār al-Kutub al-‘Ilmiyya, 1988; Ibn Ḥabīb, Tārīj, Madrid, Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe, 1991; Fatḥ al-Andalus, ed. de L. Molina, Madrid, CSIC, 1994; P. Chalmeta, Invasión e islamización, Jaén, Universidad, 2003.

 

Pedro Chalmeta Gendrón

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