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Antonio López de Quiroga

Biografía

López de Quiroga, Antonio. Villa de Triacastella (Lugo), 1614 sup. – Potosí (Bolivia), 1699. Empresario, minero, metalúrgico y agricultor.

Nació en Villa de Triacastella supuestamente en 1614 y representa al típico hombre hecho a sí mismo, en este caso en la aventura americana de las ricas minas potosinas, donde llegó a ser un importante personaje en lo metalúrgico y en la empresa con ello relacionada. Es la clásica figura que, aprovechando los últimos años de bonanza del Cerro Rico, consiguió una considerable fortuna, y progresó como “aviador” de azogueros en una sociedad que estaba en el comienzo de la crisis del siglo xvii. Su vida y trabajo demuestran la íntima relación que existió entre agricultura, comercio, minería y metalurgia en la América virreinal, y se puede tomar como modelo del empresario minero peruano de mediados de siglo, cuando esa actividad exigía una tecnología sofisticada y una gran dotación financiera para hacer frente a los cada vez más cuantiosos gastos ocasionados por la necesidad de profundizar más en los pozos, el agotamiento de las vetas antiguas, el problema en el suministro de azogue y en la mano de obra que estaba diezmada por los abusos de la conquista. En ese contexto social, político y económico empieza a aparecer la figura del financiero o “aviador”, cuyos beneficios en el comercio se invertían luego en la minería y metalurgia argentífera.

El retrato de Antonio López de Quiroga, que se halla en el salón de actos de la Casa de la Moneda de Potosí, trasladado allí desde el convento de San Francisco, muestra a un hombre de estatura baja, corpulento, montado en un caballo; bien vestido pero no lujosamente, sólo aparece en el sombrero blanco de alas anchas una alhaja con cuatro rubíes y un diamante en el centro. En el fondo hay un ingenio de agua para beneficiar minerales de plata y como telón de fondo el Cerro Rico potosino. Son una serie de objetos que simbolizan y caracterizan la vida de un personaje exagerado en su posición social, generosidad y riqueza: “Fue el maestre de campo [...] gallego de nación (Villa de Triacastella, Pontevedra) de clara estirpe, de singulares gracias, de ajustada condición, de grande verdad y de muy vivo entendimiento [...]”.

La primera referencia inequívoca de Antonio López de Quiroga es ya en Potosí cuando, el 8 de noviembre de 1639, recibió un poder del corregidor de la provincia de Chayanta, Baltasar de Figueroa y Guevara, para recoger 1.964 pesos que se le debían por los bienes de Miguel Ruiz; parece ser que desde entonces nunca salió de la Audiencia de Charcas. Como otros mineros potosinos, se implicó en negocios y quehaceres, por ejemplo, hacia 1670, invirtió 3.000 pesos para la conquista del Paitití, y un sobrino suyo, Benito de Rivera y Quiroga, obtuvo licencia para reclutar gente en Potosí y Cochabamba para esa gesta.

López de Quiroga ha pasado a la historia principalmente como empresario minero y metalúrgico, que fue como consiguió gran parte de su fortuna. No obstante, fue polifacético con intereses económicos muy diversos. El primer negocio que le facilitó contactos con la aristocracia comercial potosina fue una tienda de artículos diversos: tejidos, especias, tocas, pasamanos, papel, zapatos, incluso hierro y acero. En ese menester conoció al maestre de campo Lorenzo de Bóveda, mercader de plata, y se casó con su hija Felipa de Bóveda y Saravia. Se da la circunstancia de que en la población donde nació López de Quiroga había una comunidad llamada Bóveda, y, por tanto, podría tratarse de una unión entre gallegos en Potosí. Del matrimonio nacieron dos hijas, una de ellas casó con Juan de Velasco, caballero de la Orden de Santiago, y la otra con Miguel Gambarte, de la misma Orden. También ejerció de agente para negociantes y síndico del convento de San Francisco (1654), comunidad religiosa que heredó sus bienes temporales, y en cuya cripta fue enterrado junto a su esposa. En 1668, el virrey, conde de Lemos (gallego y amigo suyo desde los motines de Laicacota), le encomendó, junto al sargento mayor, Sebastián Camacho, el flete desde la Caja Real de Potosí al puerto de Arica de 1.041.182 pesos y dos reales.

López de Quiroga heredó “lo más rico de la hacienda” de su suegro, que murió hacia 1652, y en esta década aparece como mercader de plata con los clientes de aquél. El comercio de la plata era un tema central en Potosí y en la vida de López de Quiroga y, como mercader de ese metal, desempeñaba las funciones que en el siglo xviii haría el banco de rescate San Carlos. Compraba plata en piña de los azogueros, con descuento y la llevaba a la Casa de la Moneda y a la Caja Real para que se fundiera en barras, se amonedara y se pagara sobre ella el derecho impuesto por la Corona, que ascendía a poco más del veintiuno por ciento. Este comercio rentaba alrededor de un cinco por ciento, considerado escaso por los mercaderes, quienes tenían otras ocupaciones mucho más lucrativas, por ejemplo, el préstamo de dinero a los dueños de minas e ingenios a un interés elevado, aunque en la mayoría de los casos se cobraba en “piñas de plata requemada”, a razón de 50 reales el marco de plata, para venderlas después a la Casa de la Moneda a 70 reales. Después de pagar los derechos reales, el señoreaje y los costos de la amonedación, le quedaba una rentabilidad neta entre el cuatro y el cinco por ciento, siempre que no adulterase la moneda o robase a la Corona sus derechos. Como los “recibos a piñas” se otorgaban a plazos de unos dos meses, significaba un tipo de interés anual muy alto, entre veinticuatro y treinta y cinco por ciento.

En 1655, López de Quiroga prestaba avío para la minería, y al año siguiente aparece fundiendo las láminas de plata (rieles) de las que se obtenían las monedas en la Ceca potosina, consiguiendo en pocos años reunir un gran capital. Entre 1662 y 1665, Quiroga tuvo su primer pleito, contra los herederos de Bartolomé de Uceda, y después de engorrosos trámites judiciales consiguió que se reconociera una deuda a su favor de casi 50.000 pesos, pagaderos a plazos.

López de Quiroga empleaba su dinero, principalmente, en financiar sus propias empresas mineras, antes que aviar a otras personas. Sin embargo, los cronistas (1679) lo describen como “azoguero y ‘aviador’ de esta villa y provincia y mercader de plata en la Casa de la Moneda de ella [...]”, y compraba haciendas y tierras de labranza en los valles cercanos a Potosí. Entre 1678 y 1681, está implicado en otro pleito, contra el ingenio de Ignacio de la Tenta, el capitán Alonso Ruiz y Joseph de Eyzaguirre, en la Ribera de la Vera Cruz de Potosí; es otro pleito largo, pero consigue que sus opositores le paguen, antes de diez días, 18.650 pesos y 4 reales.

El 23 de marzo de 1685 adquirió por 52.000 pesos las haciendas de viñas, tierras y estancias en el valle de Cinti, del capitán Alonso de Fonseca, con veintiséis esclavos negros, número que aumenta hasta ochenta y cuatro en once años, de los cuales treinta y cuatro eran empleados en el cultivo de sembrados (azadones). Con el tiempo va comprando muchas tierras, en dicho valle, que deja en herencia a sus hijas, principalmente sobre el curso del río Pilaya, en el que era entonces corregimiento de Pilaya y Pazpaya. Se trata de las haciendas con viñedos de Ingahuasi, de Culpina, los Duraznos, la Cortiduría, la de Carapari y la de San Pedro Mártir, y las viñas (sin nombre) que habían pertenecido a Diego de la Presa, y a Rodrigo Sánchez de Carvajal. No hace falta insistir en que el producto más valioso de estas tierras fue el vino, que llegó a llevar a Potosí (entre 1672 y 1698) un promedio anual de 18.392 pesos sólo en vino, cantidad que representa más de la mitad del total enviado (34.309 pesos). De aquí se deduce que, para él, la agricultura fuera una ocupación suficiente en sí misma, a la vez que la consideraba una base para sus empresas mineras, porque la mayor parte de sus productos agrícolas los hacía llevar a Potosí para venderlos o utilizarlos en su casa y en sus ingenios. Su actividad ganadera fue menos lucrativa, pero como era un criador entusiasta de ganado, llegó a comprar vacas y novillos en Tucumán y Buenos Aires, parajes suministradores de gran parte del ganado vacuno que llegaba a aquellas latitudes.

En 1657 comienza a participar directamente en la metalurgia argentífera, y la primera plata la obtiene en 1659, cuando compra y hace traer desde Jujuy dos ejes para ingenios a 1.000 pesos cada uno. Sus empresas minero-metalúrgicas parecen destinadas al éxito.

En agosto de 1661 empieza a registrar minas en el paraje de Amoladeras —extremo occidental del Cerro Rico— y alquila al menos diez minas al Rey, que fueron la fuente del caudal minero de López de Quiroga. De cada cincuenta quintales de mineral de Amoladeras se sacaban 800 marcos de plata, es decir, de un quintal de mena salían ciento veintiocho onzas de plata, lo que suponía un rendimiento muy alto. A esta zona minera, una parte baja del Cerro Rico, no se le había prestado mucha atención hasta entonces porque las grandes riquezas se buscaban en la zona superior. Esta manera de proceder se iba a convertir en su método característico de trabajo. Al poco tiempo de haber registrado su primera mina adquiere un socavón profundo, ya existente pero abandonado, cercano a ella, e invierte gran suma de dinero en la construcción de un sistema de socavones y galerías interconectadas, aún sabiendo que no eran obras de una inmediata productividad. Para 1676, el socavón principal tenía seiscientas varas de largo (unos quinientos ocho metros) y conectado con un mínimo de tres socavones más, lo que le permitió sacar gran cantidad de mineral del que extrajo mucha plata. Otra zona del Cerro explotada por López de Quiroga fue la llamada el Berrío o Pampa Oruro, donde trabajaba secciones de las vetas Cotamito y Centeno (Descubridora), halladas poco después del descubrimiento de las menas. López de Quiroga, en 1669, se asoció con Jorge Ibáñez de Arreguia para ampliar un socavón empezado por éste hacía veintiséis años, pero no fue hasta diez años más tarde cuando se empeñó de verdad en labrar este sector y continuó en él hasta su muerte. En 1677 compró a Luisa y Petronila Vázquez de Ayala, tres minas cerca del paraje de Laca Socavón, también en el Cerro Rico y, en 1682, adquiere otra mina en el cerro de Tabacoñuño al veinticuatro Fernando de Encalada. El año de su óbito contaba con cuatro ingenios de dos cabezas cada uno, “cosa sin ejemplar desde que se fabricó la Ribera famosa”.

Fuera de Potosí también tuvo López de Quiroga propiedades mineras: alquiló minas en Chayanta en el asiento de Titiri, en Veuri, en los Lipes en Orcopata y en Porco; compró un ingenio en Cantamarca, y alquiló otro en Lipes, e hizo planes para construir uno cerca de Orcopata, en el sitio llamado Cuyacache, “donde cae el agua caliente”, y aparece como dueño de, al menos dos, cerca de la parroquia de Copacabana, en la Ribera de la Vera Cruz. La verdadera expansión le llega en la década de 1670, cuando el virrey le adjudica (1672) un socavón y minas en el asiento de Laicacota, la actual ciudad de Puno sobre el lago Titicaca. El 5 de diciembre del mismo año inicia lo que ha sido, probablemente, su mayor obra minera, un enorme socavón en el asiento de San Antonio del Nuevo Mundo de los Lipes, el productor de plata más importante de Charcas después de Potosí en la segunda mitad del siglo xvii. El socavón lo terminó en seis años, con una longitud de mil seiscientas veintidós varas, en asociación con el tesorero, Álvaro de Espinosa Patiño de Velasco. En 1673 poseía minas y socavones en el asiento de Berenguela de Pacages, y mediada la década hay referencias a sus minas en Ocurrí (Chayanta), donde también tenía derechos en un socavón de más de trescientas varas de largo. Después de esta fecha parece que no compró más minas fuera de Potosí, dedicándose a administrar las que ya poseía y a adquirir varios ingenios para beneficiar los minerales de sus minas: entre 1665 y 1675 tramitó la compra de uno en Potosí, y el alquiler de varios que habían sido confiscados por la Corona por deudas de sus dueños. En 1684, tiene edificado uno nuevo: Nuestra Señora de la Natividad, cerca de San Antonio del Nuevo Mundo.

Durante los últimos veinticinco años de su vida se dedicó a llevar coca desde el Cuzco a Potosí donde la vendía y parte de ella, probablemente, la consumían sus mineros. En 1678, compró doce mil cestos de coca de Joseph Vázquez de Castro, maestre escuela de la catedral del Cuzco, por la no despreciable suma de 72.000 pesos. Con éste contrajo una deuda de 30.000 pesos que liquidó, en 1695, a sus herederos por fallecimiento de Vázquez.

Es difícil saber con exactitud cuánta plata produjo su amplio complejo minero-metalúrgico. En una información se dice que hasta 1690 había dado a la Corona, en quinto, 6.000.000 de pesos; con las reservas que hay que tomar estos datos, se puede estimar la producción bruta de plata de López de Quiroga en unas novecientas treinta toneladas, las cuales valdrían en moneda actual unos 4.000.000 de euros. Esta cantidad representa casi la tercera parte de los quintos recaudados en Potosí entre 1660 y 1690, lo que da idea de su prominencia sobre los empresarios mineros-metalúrgicos de su época.

Sin embargo, la leyenda que aparece en su retrato “dio veintiún millones de quintos al Rey” es exagerada. De lo que no cabe duda es que la fortuna de López de Quiroga fue muy grande, y a la vez meritoria porque la consiguió en una época en la que el Potosí esplendoroso no lo era tanto ya que estaba inmerso en una decadencia. Y se puede decir que la opinión extendida en Charcas era que “absolutamente ha sido el dicho maestre de campo el azoguero de más cuenta y trabajo que ha habido en dicha Villa”. Fue una fuerza estabilizadora poderosa en la minería y metalurgia de Potosí, y por ende en aquel virreinato durante al menos treinta años.

 

Bibl.: M. Bargalló, La minería y la metalurgia en la América española durante la época colonial, México, Fondo de Cultura Económica, 1955; B. Arzáns de Orsúa y Vela, Anales de la Villa Imperial de Potosí, La Paz, Ministerio de Educación y Cultura, Fondo Nacional de Cultura, 1970; P. Bakewell, Antonio López de Quiroga (Industrial minero del Potosí colonial), Potosí, Universidad de Tomás Frías, División de Extensión Universitaria, 1973; Plata y empresa en el Potosí del siglo xvii. “La vida y época de Antonio López de Quiroga”, Pontevedra, Diputación, 1988; V. Abecia Valdivieso, Mitayos en Potosí. Una economía sumergida, Barcelona, Técnicos Editoriales Asociados, 1988.

 

Manuel Castillo Martos

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