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Muhammad II

Biografía

Muḥammad II. al-Mahdī: Abū l-Walīd Muḥammad b. Hišām b. ‘Abd al-Ŷabbār b. ‘Abd al-Raḥmān, al-Mahdī. Córdoba, m. s. x – 23.VII.1010. Cuarto califa omeya de Córdoba.

Bisnieto de ‘Abd al-Raḥmān III. Su padre, Hišām b. ‘Abd al-Ŷabbār, fue asesinado al conocerse la conjura para colocarlo en el Trono en lugar de Hišām II, organizada por el visir ‘Īsà b. Sa‘īd al-Yaḥşūbī, a fin de deshacerse de ‘Abd al-Malik al-Muẓaffar. Su madre fue una esclava llamada Muzna, conocida por la Coja.

Físicamente era de piel clara, rubio, de ojos azules y pupilas negras, de elevada estatura, aunque encorvado, y hermoso cuerpo.

El reinado del califa Hišām II se había caracterizado por la nula intervención de éste en los asuntos de Gobierno y por haber delegado el poder en sus chambelanes, primero Almanzor y luego los hijos de éste, ‘Abd al-Malik al-Muẓaffar y ‘Abd al-Raḥmān Sanchuelo.

La designación en 1008 del ‘āmirí Sanchuelo como sucesor de Hišām II, que suponía el traspaso del título califal de la dinastía omeya a la ‘āmirí, provocó el descontento general en Córdoba y dio paso a la época de la fitna, caracterizada por continuas revueltas y levantamientos.

Los omeyas, para quienes era una afrenta el nombramiento de Sanchuelo, se confabularon contra el ‘āmirí y propusieron a un bisnieto de ‘Abd al-Raḥmān III, Muḥammad b. Hišām b. ‘Abd al-Ŷabbār para encabezar el golpe de Estado. Se supone que éste recibió la ayuda de al-Ḏalfā’ la madre de al-Muẓaffar, que deseaba vengar la muerte de su hijo, a la que creía que no era ajeno Sanchuelo. Con su fortuna ayudó a Ibn ‘Abd al-Ŷabbār, que empleó el dinero recibido en ganarse al populacho.

Los conjurados aprovecharon una campaña militar de Sanchuelo en territorio enemigo para el levantamiento. Lo primero que hicieron fue asaltar el alcázar. Hišām II, temeroso, cerró la puertas y subió a la azotea con dos servidores que portaban sendos ejemplares del Corán, esperando el apoyo del pueblo, pero, no obteniendo el resultado previsto, se encerró y envió un emisario a Muḥammad prometiéndole deshacerse de los ‘Āmiríes y nombrarlo sucesor. Éste no aceptó la propuesta y Hišām hubo de rendirse. Esa misma noche abdicó y tuvo lugar la investidura de Muḥammad, que tomó el título honorífico de al-Mahdī. Según dice Ibn ‘Iḏārī, nunca un omeya había utilizado el título de Mahdī y su adopción por parte de Ibn ‘Abd al-Ŷabbār fue el primero de sus actos reprobables. Hay que tener en cuenta que Al-Mahdī significa “el bien guiado” (por Dios), como delegado directo suyo, y que la adopción de este nombre por Ibn ‘Abd al-Ŷabbār tal vez fuera un intento de legitimación del poder que había usurpado. Tuvo Muḥammad al-Mahdī otro apodo, el Mangas (al-Manqaš), éste otorgado por el pueblo, debido a su “blandura, inconstancia y ligereza” (Bayān, tr. F. Maíllo, pág. 56).

Madīnat al-Zāhira, la residencia de los ‘Āmiríes y centro del poder desde época de Almanzor, fue asaltada y sólo la rendición de sus moradores puso punto final a los saqueos que se estaban produciendo. No obstante, al-Mahdī se apropió del tesoro que allí se guardaba y lo trasladó al alcázar califal.

Abandonado por sus oficiales beréberes, Sanchuelo encontró su fin antes de llegar a Córdoba a manos de las tropas de al-Mahdī. Fue decapitado el 4 de marzo de 1009, y la misma suerte corrió su aliado el conde cristiano Ibn Gómez. Posteriormente le unieron la cabeza al cuerpo, que fue clavado en un alto madero en la puerta de la Azuda.

Nada más hacerse con el poder, al-Mahdī empezó a tomar medidas para consolidar su situación, es decir, asegurarse la fidelidad de sus partidarios y deshacerse de todo el que supusiera una amenaza. En primer lugar, fingió la muerte de Hišām II, a quien ocultó, mientras exponía el cadáver de un cristiano o judío que se le parecía y convocaba a los visires y servidores para que lo vieran. El cuerpo fue reconocido como el del depuesto califa, sin que nadie objetara nada, ni siquiera su primo Hišām b. ‘Abd Allāh b. al-Nāsir; tampoco habló el cadí Ibn Ḏakwān y el falso Hišām fue enterrado como al-Mu’ayyad. Ocurrió esto el 25 de abril de 1009.

Wāḍiḥ, jefe de la frontera y de Medinaceli, que había enviado su sumisión a al-Mahdī, recibió en pago grandes riquezas y fue confirmado en el mando de toda la frontera. Otros no corrieron la misma suerte, pues el 28 de marzo de 1009 al-Mahdī expulsó a un grupo de esclavos ‘āmiríes a los extremos de al-Andalus, donde posteriormente fundarían sus propios reinos.

Con todo, fueron los beréberes los que llevaron la peor parte. Zāwī b. Zīrī, jefe şinhāŷa cuya familia dominaba el norte de África, fue humillado y, no sólo eso, sus casas y las de los Banū Māksan y otros beréberes fueron desvalijadas, sin que el nuevo Califa hiciera nada para impedirlo, debido a su odio a los beréberes.

Se dice que su vida depravada, con borracheras continuas y otros actos considerados ilícitos, fue una causa más del levantamiento que finalmente tuvo lugar y que agrupó a esclavos ‘āmiríes, beréberes y otros de la plebe que habían sido recientemente licenciados, en torno a Hišām b. Sulaymān, nieto de ‘Abd al-Raḥmān III, al que llamaron al-Rašīd (“el bien dirigido”).

Bajo su mando se dirigieron al alcázar y lo asediaron durante un día y una noche, tras la cual, al-Mahdī atacó. Hišām b. Sulaymān fue apresado y matado en presencia de al-Mahdī y los beréberes fueron perseguidos. Se ofreció recompensa por sus cabezas, se saquearon sus casas, se cautivó a sus mujeres y hubo una gran matanza por parte de la plebe. Los beréberes tuvieron que ocultarse hasta que se prohibió hacerles daño mediante un pregón.

Los que habían huido se refugiaron en Secunda, agrupándose en torno a Sulaymān b. al-Ḥakam, un sobrino de al-Rašīd, al que proclamaron califa con el título de al-Musta‘īn bi-llāh (“el que busca la ayuda de Dios”) el 24 de junio de 1009. Marcharon con él a Calatrava hacia el 27 de junio de 1009 y allí los alcanzó ‘Abbās al-Birzālī enviado por Ibn ‘Abd al-Ŷabbār con un amán para que volvieran a la obediencia. Ellos rechazaron el perdón y marcharon contra Guadalajara, que tomaron por la fuerza, y luego a Medinaceli, donde estaba Wāḍiḥ. Tras vanos esfuerzos de negociar, entablaron combate con él, venciéndolo en Qal‘at ‘Abd al-Salām, cerca de Alcalá de Henares (agosto de 1009).

Mientras, Córdoba se preparaba para la llegada de los beréberes. Muḥammad III cavó un foso alrededor, dejó salir a los beréberes que habían quedado, aunque éstos prefirieron refugiarse en sus casas, y dispuso a los hombres en las entradas de los arrabales, puertas y murallas. Contaba además con Wāḍiḥ, que había llegado con cuatrocientos hombres desde Medinaceli.

Sulaymān al-Musta‘īn, con la ayuda de Sancho García, conde de Castilla, al frente de un gran Ejército cristiano, atacó el sábado 5 de noviembre de 1009, logrando la victoria sobre los cordobeses en la batalla de Qantīš. Los beréberes provocaron el terror en Córdoba, la ciudad fue saqueada y murieron miles de cordobeses (se dice que diez mil). Al-Mahdī se vio obligado a huir y de nada le sirvió su intento de reponer a Hišām.

La jura del nuevo Califa tuvo lugar en noviembre de 1009. Reinó Sulaymān al-Musta‘īn desde el 8 noviembre de 1009 hasta el 29 de mayo de 1010, en total siete meses.

En esas fechas tuvo lugar el segundo enfrentamiento. Al-Mahdī había huido a Toledo. Mientras, Wāḍiḥ logró aliarse con Ramón Borrell III, conde de Barcelona, y Ermengol I, conde de Urgel, quienes, a cambio de una gran suma de dinero, más víveres y otras concesiones territoriales, accedieron a acompañarlo a Córdoba para apoyar a Ibn ‘Abd al-Ŷabbār. Se enfrentaron las tropas “francas”, como las llaman las fuentes árabes, y las beréberes en la batalla del Vacar (23 de mayo de 1010) y Sulaymān, al ver avanzar al enemigo, huyó a Játiva. Ante la huida de su jefe, los beréberes marcharon a Madīnat al-Zahrā’ para intentar salvar familias y bienes.

Al-Mahdī volvió a reinar en Córdoba, después de recibir el juramento de fidelidad. El primero en prestarlo fue Hišām II. Este segundo reinado duró aún menos que el primero, pues Wāḍiḥ, que había sido nombrado ḥāŷib, lo odiaba por lo que había hecho a los ‘āmiríes y por haberse entregado de nuevo a la depravación y al vino, y se alió con un grupo de esclavos ‘āmiríes para matarlo. El encargado de su ejecución fue un esclavo de al-Ḥakam II llamado al-Šafaq. Después de degollarlo, su cabeza fue enviada a los beréberes (23 de julio de 1010).

Reinó Muḥammad II al-Mahdī, pues, dos veces, la primera desde el destronamiento de Hišām II el 14 de enero de 1009 (según otras fuentes, 16 de febrero) hasta ser depuesto por Sulaymān al-Musta‘īn el domingo 6 de noviembre de 1009, durando este primer reinado nueve meses. El segundo reinado, tras al-Musta‘īn, duró tan sólo cuarenta y nueve días.

No tuvo más descendientes que un hijo y una hija. Ésta se casó con Muḥammad b. ‘Abd al-Ŷabbār b. ‘Abd al-‘Azīz b. ‘Abd al-Ŷabbār b. al-Nāşir. El hijo, llamado ‘Ubayd Allāh, que a la muerte de su padre contaba dieciséis años, huyó a Toledo, donde se dice que sus partidarios lo nombraron emir. También se dice que fue quien mató a Hišām II. A él lo mató Wāḍiḥ.

 

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María Luisa Ávila Navarro

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